Recuerdo…
Siendo muy pequeña escuché muchas veces a mi padre con los compañeros que se reencontraron en la cuenca minera del exilio, hablar del campo en el que habían permanecido del 7 de marzo al 30 de diciembre 1939. Ellos lo llamaban «Sefón« pues, con los años había brotado un idioma mestizo entre aquellos españoles no afrancesados.
De verdad, yo no entendía nada.
Sólo escuchaba, escuchaba y callaba.
Hablaban del frío,del hambre, los malos tratos, las enfermedades, los guardas, de hombres hechos bestias y de amistades, del campo de Judas…
En sus recuerdos no mencionaban la estación (estoy segura de que no sabían ni cómo se llamaba) ni demasiado de la caminata entre dicha estación hasta el campo. Tanto habían caminado ya antes…
Pasaron los años…
Un día, casualmente, inesperadamente, por una carretera que llevaba a España, se me plasmó una placa, con una flecha. Indicaba » Cimetière des Espagnols», decía «Cementerio de los españoles». Estábamos en Septfonds. ¿ Septfonds ? ¡ Sefón ! ¿ Sería posible ? TODO me volvió a la mente. Mi padre, los compañeros, lo contado, lo no-dicho.
Ya habían muerto todos.
La emoción que no puede expresarse.
Las tumbas de los allí fallecidos. Una rosa en cada una, el nombre de cada uno, y todos tan jóvenes, me llamó la atención el nombre de uno, ¡ qué cosa ! aún me acuerdo, Jesús Fraile Sacristán veintipiquillo años de edad y, a la entrada, el hermoso poema de Rafael Alberti : «Vosotros no caísteis «.
Magnífico homenaje en aquel lugar perdido del recuerdo.
Por eso, YO no le doy importancia a la venta o no-venta de la estación («cuyo local sirve de lugar turístico, con cocina, sala de espectáculo, apartamento, 19 camas en un wagón de lujo»…¿ Memoria histórica ?…)
Por Raquel Arto.

