
Manolo Álvarez Centeno, alias "Manolo sardina" dándonos explicaciones sobre uno de sus cuadros, de las posiciones de los soldados republicanos y de la caída del cura del ejército nacional
Uno tiene la oportunidad de conocer muchos personajes durante su vida, muchos de ellos conocidos, famosos, algunos ilustres y muchos desconocidos, entre los que se cuentan algunos muy importantes y valiosos como es el caso.
Realizando parte del trabajo de campo, correspondiente a la investigación del desaparecido José Mira Casals durante la Guerra Civil este pasado fin de semana, tuvimos la oportunidad de conocer los lugares donde el mismo pasó los últimos días de su vida, recopilamos información muy valiosa de fechas, situaciones, datos concretos y además, pudimos visitar las fosas donde supuestamente puede reposar su cuerpo, acompañados de alguien conocido por nuestro protagonista. “El nen Pau”. Es muy difícil obviar o pasar por alto detalles de todo lo que conocimos y vimos, por lo emotivo y sentimental de la labor efectuada, por lo valiosa información recogida, por las vivencias experimentadas. Pero hay una que se nos hizo muy especial; y no es más, que la entrevista en casa de Manuel Álvarez Centeno conocido como “Manolo sardina”, el apodo que tenía su padre.
Manuel Álvarez Centeno, es uno de esos hombres sencillos de mirada vivaz, de buen carácter, y sobre todo, enseguida que uno lo trata, reconoce en él un hombre íntegro, honorable, sensible y muy inteligente. Un hombre de los que como se decía antes “se viste por los pies”. Un hombre con aptitudes intelectuales sublimes, tanto para la pintura como para la escritura. Y no porque lo diga yo, si no, por un test de aptitud y cociente intelectual efectuado por su antigua empresa. Pero sobre todo, Manolo, es una caja de sabiduría de nuestra historia más reciente.
Con una memoria excelente, este hombre de 82 años, por cierto, muy bien conservado física y mucho más intelectualmente, ha sido capaz de hacer una síntesis de la Historia de la Guerra Civil, un compendio de la historia de su comarca, un resumen de la vida de sus progenitores y familia, y de su propia vida, escribiendo sus memorias de un modo sencillo, detallista, repleto de datos e informaciones cronológicamente perfectas; y sobre todo, ha sido capaz de transmitir con toda la sensibilidad de la que es capaz sólo un buen escritor, todas las sensaciones, sentimientos, vivencias y experiencias de aquél joven que tuvo que padecer los avatares de una cruenta guerra civil en un pequeño y paradisíaco pueblo pirenaico (Martinet).
Como no podía ser de otro modo, Manolo es un hombre afortunado, ya que está vivo y puedo contarlo. Pero además, lo digo por aquello de que… “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”. Ángeles, la mujer y compañera de este peculiar e interesante personaje, es lo que Manolo se merecía tener. Una fiel compañera, que debió ser la envidia de más de uno, ante la indiscutible belleza de esta mujer sevillana de carácter alegre, afable, servidora y de armas tomar. Que además, le regalo para compensar las desgracias vividas dos hermosas hijas y unas preciosas nietas.
Un par de horas en su humilde casa de Barcelona sita en una zona industrial. Una grata conversación, de una lectura rápida y superficial de sus memorias, de la recopilación de datos valiosos para nuestra investigación y de mucha emotividad, nos permitieron, no sólo desgranar y encajar partes de la historia que no conocíamos, sino que también, nos transportaron retrospectivamente a la época en la voz temblorosa y emocionada de Manolo mientras nos relataba su historia.
Manolo tiene una prodigiosa memoria – lo había dicho antes -, pero como hombre sabio que es, ha preferido plasmarla en papel, como terapia mental, pero sobre todo, para que no se pierda su valioso testimonio, para que no le traicione la misma. Y dejar así testamento escrito de una vida longeva y llena de experiencias. Nos ha dejado un pedazo de nuestra propia historia en su crónica personal, para que seamos capaces de reflexionar sobre la capacidad maligna del ser humano, sobre la sin razón de la violencia, sobre el dolor que provocan estas actuaciones irracionales.
Un manuscrito detallista en todos los aspectos, capaz de transportar al lector a los paisajes y situaciones que vivió aquél niño, que maduró rápidamente a fuerza de penalidades y que ningún niño debería ver y pasar durante su vida.
Manolo, vive cada momento relatado como si estuviera sucediendo en el mismo instante que lo cuenta. De hecho, estamos seguros de que le suceden todas las imágenes, emociones, impresiones del mismo modo que las vivió cuando las rememora, y salen de su cabeza y brotan de su corazón.
Recuerda a la perfección la quema de imágenes y objetos sacros, algo que le marcó e impresionó en su momento, porque no lo entendía, no entendía a aquella gente feliz, blasfemando y gritando improperios. Era un niño, simplemente un niño al que le robaron la inocencia. O cuando su madre se enfrentó a un guardia civil por tirar un perro al agua del río, y se la llevaron al cuartelillo, o el bombardeo cuyas bombas le cayeron a 300 metros y le dejaron como recuerdo una ligera sordera. Pero sobre todo, el recuerdo de aquellos hombres que perecieron luchando por la libertad y por los derechos de un gobierno legítimo y que una vez vencidos fueron brutalmente asesinados y represaliados.
Lo revive cada verano cuando vuelve su pueblo natal. Cada vez que baja al río y visita los lugares donde él, sabe que hay cuerpos que todavía esperan ser rescatados y dignificados, sobre todo, el de aquél pobre soldado que encontró muerto con la cabeza fuera del agua en el mismo río, y que el bueno de Manolo visita y rinde honores a sabiendas que alguna familia habrá pensado muchas veces en él. Al mismo tiempo que comprueba que las señales que indican el lugar exacto, siguen intactas a pesar del paso del tiempo, las riadas y demás circunstancias que deberían haber borrado de aquel bendito lugar la prueba de la barbarie que oculta un cuerpo desconocido para todos, excepto para Manolo. Y que además, posiblemente sea de los pocos, por no decir el único, que conoce su ubicación exacta. Cuando ve los montes donde un puñado de republicanos defendieron durante dos días la plaza, ante dos Divisiones del ejército nacional y una bandera de la Falange antes de la toma de Martinet el 8 de febrero de 1939. El ruido de las ametralladoras, las explosiones, etc.
Cada historia explicada en su voz suave y cálida, denota el dolor padecido cuando le tiembla la voz y los ojos se le llenan de lágrimas, lo mismo que sus comentarios recriminatorios, son más de incomprensión sobre la vileza humana, que del odio que alguien que no fuera una persona tan digna y honorable, como es él, pudiera sentir. Le gustaría entender que pasó y porqué pasó. ¿Por qué el hombre capaz de crear tanta belleza es capaz de hacer tanto daño y mal?
Manuel Álvarez Centeno, es un archivo de la historia de la guerra civil, por que la vivió, porque fue protagonista y actor inesperado, y porque la padeció en sus propias carnes y en la de sus allegados y amigos, al no delatar a su padre mientras era torturado con 15 años y pasó un mes preso. Pero sobre todo, es un ejemplo de vida digna. Una vida que merece ser difundida y editada para el conocimiento de todos, en especial de nuestras futuras generaciones.
Gracias Manolo por habernos recibido, gracias por contarnos tu historia, gracias por recordarnos la nuestra, y sobre todo, gracias por devolvernos la esperanza en la raza humana después de haberte conocido. Quizás si los hombres de antaño hubieran sido como tú, hablaríamos de otro país, de otra España, de otro mundo.
Por: Jordi Carreño.

Aunque la foto no hace justicia en calidad, no podíamos dejar de editar la misma, como homenaje a esta encantadora pareja que nos abrió su casa y su corazón. Ángeles y Manolo.
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