Carta abierta al Obispo de Cuenca…

julio 14, 2009

Ese monumento, Sr. Obispo, dividía y enfrentaba a los ciudadanos, ofendía la memoria de los miles de ciudadanos que murieron a consecuencia de la sublevación militar, sirvió para justificar la represión local y nacional contra ciudadanos a los que se acusó injustificadamente.
José Vicente Mota de la Fuente (Alcalde de Mota del Cuervo, 13-07-2009)

Cruz de los Caídos de Mota del Cuervo...

Cruz de los Caídos de Mota del Cuervo...

CARTA ABIERTA AL OBISPO DE CUENCA

Eminencia,

la lectura de la demanda formulada por la Diócesis de Cuenca contra el Ayuntamiento de Mota del Cuervo nos ha dejado sorprendidos. No ya por la defensa de la propiedad de los terrenos que ustedes hacen, cuando es evidente y sobradamente conocido en nuestro pueblo que ese monumento se encontraba en la calle y no en el interior del dominio de la iglesia; tampoco porque acusen a la Alcaldía de actuar por la vía de hecho, pese a la adopción de dos acuerdos plenarios que le habilitan para actuar, adoptados en sesión pública y abierta, a los que se les dio la publicidad debida, y que todo el pueblo, incluso ustedes, conocían con la suficiente antelación. Lo que nos deja verdaderamente sorprendidos es su afirmación de que el monumento franquista, “tal y como estaba ejecutado, cumple con la ley y es la expresión de la libertad de actuación de la iglesia y el pueblo católico”, además de ser “una expresión de arte religioso protegido por los acuerdos con la Santa Sede”.

Nada más lejos de la percepción que la inmensa mayoría del pueblo de Mota tenía sobre el significado y motivación de ese monumento. Nadie menos ustedes duda de que se trata de un símbolo público de propaganda política que exalta la dictadura, la falange, la sublevación militar y a sus víctimas afines, conmemorando la victoria de la guerra civil. “Caídos por Dios y por España ¡Presentes!” exclamaba la piedra. Y ahora nos viene usted diciendo, después de 30 años de democracia, 34 años fallecido el dictador, pero con incontables familias españolas que no han dejado de buscar en las cunetas y las tapias de los cementerios a sus muertos, que “parece cuanto menos dudoso, que el conjunto que nos ocupa suponga o pretenda exaltar la sublevación militar, o el régimen de la dictadura”. ¿No cree Vd. que podría herir la sensibilidad de muchas personas? ¿Esa es la seriedad con la que decía iba a defender la postura de la iglesia?, ¿así es como entiende la justicia y la imparcialidad?

Efectivamente, Sr. Obispo, no se hace mención en él en ningún momento “a los caídos durante la dictadura”. Por fortuna, la democracia trajo consigo el final de la censura y se pudo entonces conocer la verdadera Historia sobre lo sucedido en España entre 1936-1975. Si repasa Ud., la Historia Contemporánea de España podrá conocer las políticas propagandísticas que articuló el régimen de Franco, con la connivencia de la Iglesia católica, para justificarse ante la población. Sólo en este contexto podrá entender el verdadero significado de los monumentos a los “Caídos Por Dios y por España”. Rememore, por favor este verano la Historia de España.

Contraste con otras fuentes más allá que el martirologio de Cuenca y ajenas a la connivencia con el régimen, porque si no acabará usted concluyendo nuevamente que “el significado del monumento es la memoria de un grupo de personas que fueron asesinadas simple y llanamente por sus creencias religiosas, no por la políticas”. Ni por las religiosas, ni por las políticas. Nadie debería haber muerto en aquella guerra, ni debería haberse producido nunca la sublevación militar contra el gobierno legítimamente constituido de la II República. Todo con la palabra, nada con las armas. Malditas sean las guerras y los canallas que las apoyan.

Hable Ud. y escuche a los cientos de vecinos de Mota que podrán contarle otra visión de los hechos, porque sufrieron en sus familias la represión brutal, la muerte, la venganza, el odio que representaba ese monumento y que durante tantos años justificó. Ese monumento, Sr. Obispo, dividía y enfrentaba a los ciudadanos, ofendía la memoria de los miles de ciudadanos que murieron a consecuencia de la sublevación militar, sirvió para justificar la represión local y nacional contra ciudadanos a los que se acusó injustificadamente, y su finalidad era la de perpetuar la victoria de la guerra civil a la vez que homenajeaba solo a los “Caídos por Dios y por España. Presentes”, pero no a todos los muertos de Mota del Cuervo durante la Guerra Civil y la Dictadura. Ciertamente se trata de personas que fueron víctimas de la violencia de la Guerra Civil, pero en este pueblo hubo también otras víctimas que no se adhirieron fervientemente al “glorioso” alzamiento nacional.

¿Cree Ud. verdaderamente que en ese monumento era Jesucristo quien estaba representado? Para nosotros, y para muchos cientos de vecinos de este pueblo, por no decir varios miles, ese monumento era un monumento de exaltación personal y colectiva del bando franquista, conmemorativo de la victoria de la Guerra Civil a la que hubo quien le dio título de Santa Cruzada, y exaltaba y conmemoraba la sublevación militar y la dictadura, a la que se quiso legitimar a través de la ocupación masiva de los espacios públicos con los símbolos del régimen: calles, plazas, edificios públicos y otros, incluidos los exteriores de las parroquias y los cementerios.

En todo caso, Sr. Obispo, era un elemento ubicado en el espacio público de discordia política, que creaba malestar, enfrentamiento y ofendía a muchas familias de Mota del Cuervo, muchas de ellas creyentes y parte de la iglesia. Era, sencillamente, un monumento en el que no todos los ciudadanos podían sentirse representados, y por lo tanto contrario al espíritu de reconciliación y concordia que guió la transición en el que trata de profundizar la Ley de Memoria Histórica. Le invito públicamente a reflexionar sobre su posición, y a reforzar el importante papel que tuvo la Iglesia en la etapa de la transición española contribuyendo desde su imparcialidad a allanar el camino para hacer avanzar la democracia en nuestro país y apelando a ese espíritu de reconciliación y concordia en el que todos debemos encontrarnos.

Atentamente.

En Mota del Cuervo, a 13 de julio de 2009

Fdo.: José Vicente Mota de la Fuente. Alcalde de Mota del Cuervo

Fuente de la información:http://www.foroporlamemoria.info/


Memòria Històrica de Mallorca y un 18 de julio reivindicativo…

julio 14, 2009
Cartel de la concentración organizada por la Memòria Històrica de Mallorca

Cartel de la concentración organizada por la Memòria Històrica de Mallorca

Nuestros compañeros de La Memòria Històrica de Mallorca han organizado para el próximo sábado 18 de julio un acto y  concentración protesta, para exijir verdad, justicia y reparación aprovechando el 73 aniversario del «Golpe de Estado contra la II república». Un acto basado en la protesta y rechazo contra el fascismo a la vez que será un recuerdo y una reivindicación para todos los desaparecidos y represalaidos por el régimen franquista.

Los actos principales serán: un recorrido por la ruta histórica de la represión guiada por expertos, lectura de un manifiesto como viene siendo habitual en estos actos, intervención de testimonios y víctimas de la represión fascista, un homenaje a todos los hombres y mujeres que lucharon contra el alzamiento y en favor de la libertad y por último un concierto.

Un gran trabajo por parte de nuestros comnpañeros que merece todo nuestro apoyo a la vez que invitamos a todos a participar en dicho acto.

Enlace:

http://www.memoriadelesilles.org/?p=330


“Las fosas y los niños perdidos son crímenes contra la humanidad”…

julio 14, 2009
AYER. CIUDAD REAL
Los trabajos del investigador del Instituto de Derecho Penal Europeo e Internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), el ciudadreleaño Miguel Ángel Rodríguez, en los que pone de manifiesto siguiendo la jurisprudencia europea que las fosas de Franco y los niños desaparecidos son crímenes contra la humanidad, han unido ya a más de 70 asociaciones de la memoria histórica en torno a un comunicado en el que piden al Gobierno que cumpla el Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Su correcta aplicación, según explica Rodríguez a este diario, supondría una “profunda reforma” de la Ley de la Memoria Histórica que para él se podría calificar como la de “la vergüenza histórica”.

Las investigaciones de Rodríguez se han basado en la jurisprudencia de los procesos de Nuremberg y de Srebrenica. Su objetivo principal era demostrar que “las fosas de Franco y los niños perdidos son crímenes contra la humanidad” y que los gobiernos democráticos posteriores a 1979 “al no reparar con la diligencia debida” han incurrido en “trato inhumano y violación del derecho a la vida familiar”, puesto que dejar en manos de las familias de los desaparecidos la iniciativa de localizar las fosas incumple los convenios europeos.

De hecho, Rodríguez afirma que el Tribunal Europeo dice que ante la mera noticia -aunque ésta sea periodística- de que hay una fosa, las autoridades están obligadas a iniciar una investigación oficial, efectiva e independiente. Algo que no contempla la actual Ley de la Memoria Histórica que, apunta, no tiene que tratar “sólo de homenajes”.

“Cuando no se investiga se está dejando a las familias en el sufrimiento y eso es trato inhumano, es la reunificación familiar de la que tanto oímos hablar en otros contextos. Estamos hablando de niños que fueron robados por el Estado español”, dice.

“Niños cuyas madres, prosigue, han estado esperando a las puertas de la justicia durante años, como en el caso de Emilia Girón y muchas madres más. No hace falta leer muchas sentencias para entender que hablamos de humanidad”, sostiene.

La investigación de Rodríguez abre nuevas vías de actuación para las víctimas y sus abogados. “Yo digo que la Ley de la Memoria Histórica viola derechos humanos y por eso no cabe ningún reglamento”, apunta. Otra de sus denuncias se refiere la que esta ley, de diciembre de 2007, copia una orden de Franco de mayo de 1940 sobre “las exhumaciones de fosas de asesinados por la orda roja”.

Este experto mantiene que si España no adapta la ley al Convenio de Derechos Humanos, que se firmó ya con la democracia, el país estaría “en una situación de ilegalidad” porque estaría violando distintos artículos con una jurisprudencia “que no tiene dobleces, con una sola línea de interpretación”.

Y añade: “Cada fosa que se abre en la que no se sigue la Ley de Enjuiciamiento Criminal está violando el Convenio Europeo”. Para el investigador, la actual ley que “es un laberinto jurídico”y no cumple con los principios en materia de verdad, justicia y reparación.

A día de hoy se calcula que el número de desaparecidos en España víctimas de la Guerra Civil podría estar en torno a los 150.000. Los cálculos del juez Garzón fijan en 30.000 el número de niños que desapareció durante el franquismo.

Miguel Ángel Rodríguez, cuyos trabajos han sido utilizados por el juez Garzón, quiere abrir ahora una nueva línea de investigación en la que pretende demostrar que los atentados de ETA también son crímenes contra la humanidad.

informa
LEONOR BARAZA
Leonor Baraza

Ourense recupera la memoria de su último alcalde republicano, fusilado en 1937…

julio 14, 2009

Manuel Suárez, líder del PSOE y de la UGT orensanas, fue acusado de subversión y rebelión.

Lolita Suárez Breta, sostiene un retrato de su padre, Manuel Suárez Castro, frente al Ayuntamiento de Ourense.- DIEGO LEMOS

Lolita Suárez Breta, sostiene un retrato de su padre, Manuel Suárez Castro, frente al Ayuntamiento de Ourense.- DIEGO LEMOS

Manuel Suárez Castro, líder del PSOE y de la UGT orensanas durante la Segunda República y alcalde de Ourense en 1936 por el Frente Popular, fue fusilado en la madrugada del 28 de julio de 1937. «Por alcalde, por socialista, por ugetista y por masón», enumera ahora, 72 años después, su hija Lolita Suárez Bretaña.

La noticia en otros webs

El Ayuntamiento de Ourense, que preside el socialista Francisco Rodríguez, rescata ahora del destierro del olvido su figura y le rinde homenaje. En el consejo de guerra franquista en el que se resolvió su fusilamiento Manoliño Suárez, un maestro de obras tímido pero emprendedor y muy resuelto, fue acusado de subversión y rebelión, con los agravantes de peligrosidad y notoriedad social. Una hora antes de su fusilamiento escribió a su mujer y a sus hijos una carta que se ha convertido en un testamento personal y político que por primera vez sale a la luz.

Suárez expresa su sorpresa por la traición a la Constitución de quienes lo condenan y porque lo hagan en nombre de Dios y muestra su convencimiento de que lo asesinan por ser persona de buenos sentimientos que «en la España que quieren crear no tienen cabida». Manoliño Suárez murió con la convicción de que los culpables pagarían «muy en breve» con sus vidas tan horrorosa tragedia «porque no tienen razones y porque no pueden triunfar los que para conseguirlo se están ahogando en sangre».

Fuente:

CRISTINA HUETE – Orense – 09/07/2009/ El PAÍS.COM


Malagueños en el Valle de los Caídos: muchos republicanos yacen junto a Franco…

julio 14, 2009

La Asociación por la Memoria Histórica ha localizado la correspondencia en la que se detalla el traslado de cuerpos.

LUCAS MARTÍN. MÁLAGA/La opinión de Málaga.es

http://www.laopiniondemalaga.es/default.jsp

La recuperación de la memoria histórica, sitiada durante años por el miedo y las represalias, no sólo entiende de exhumaciones y golpes de tierra. Desde que las instituciones de la provincia se pusieran de acuerdo para rescatar los fragmentos deslavazados de lo ocurrido en el antiguo cementerio de San Rafael, el mayor cadalso de la Guerra Civil y el franquismo, la Asociación por la Memoria Histórica ha acompañado la labor de campo con el rastreo sistemático de los archivos. Su trabajo, bibliófilo y paciente, empieza a dar frutos y a reconstruir capítulos desmembrados del relato oficial de la época, como el traslado de restos de republicanos al Valle de los Caídos.
De la evacuación y la sepultura de fusilados en el faraónico templo de Franco se sabía muy poco hasta el momento. Lo único que había salido a la luz era el testimonio del régimen, que solicitó los cuerpos de las víctimas, «sin distinción del campo en el que combatieran», según consta en las hemerotecas. La investigación del colectivo, comandada por el historiador Francisco Espinosa, ha permitido documentar el traslado con todo tipo de detalles, al menos en lo que respecta a Málaga.
Los papeles, a los que ha tenido acceso a este periódico, revelan como pocos textos la burocracia y la retórica del régimen. El número de evacuados, con nombres y apellidos, se cifran en 34, la mayoría combatientes del bando nacional, pero los indicios apuntan a miles de malagueños. En San Rafael, consta en los archivos la inhumación de un millar de republicanos en una parcela del Patio Civil en la que no se ha encontrado nada. La hipótesis más verosímil mira al Valle de los Caídos, donde yacen alrededor de 30.000 cuerpos de represaliados.
Los traslados al complejo de Madrid se iniciaron a finales de 1958, meses antes de su pomposa inauguración. mediante una circular remitida por el Ministerio de Gobernación en la que se ordenaba el movimiento «inmediato» de restos de ambos bandos. Según la visión de los expertos, el régimen no quería que el mastodóntico monumento, uno de sus mayores mecanismos de afirmación, quedara exento de nichos y planteó una evacuación sin más distinción, en teoría, que la condición de «españoles» y «católicos».
En el extenso epistolario que ilustra el traslado y conecta al Gobierno Civil de Málaga con las altas instancias de Madrid se justifica la decisión con alusiones al «espíritu cristiano de perdón». Una afirmación que contrasta con el tratamiento desigual que recibieron los restos de republicanos y fascistas. Los primeros fueron sepultados con el consentimiento de las familias y la remisión de recibos en los que se especificaba el lugar exacto de su ubicación en el templo y los segundos, de manera conjunta y sin identificar. De ahí las dificultades para conocer su número exacto.
Los archivos analizados por Espinosa dan cuenta de la prolijidad de la operación, que incluyó una correspondencia continua entre el Ministerio de Gobernación, las autoridades provinciales y los párrocos y alcaldes de cada ayuntamiento. Incluso, aparece la medida exacta que debía tener cada caja y la factura de la confección de nichos y el traslado, que ascendió a 65.000 pesetas y fue encargada a la empresa de pompas fúnebres Jesús del Gran Poder, situada en la calle Molina Lario.
La evacuación no fue sencilla. El régimen solicitó una relación detallada de los enterramientos de cada municipio y muchos se negaron tras contactar con las familias de los fallecidos. El Ayuntamiento de Málaga, por ejemplo, alegó la construcción de la cripta de la Catedral, donde reposan los cuerpos del bando nacional, lo que obligó a recular a Madrid y detallar la necesidad del consentimiento.
En el marasmo de documentos aparece también la negativa de un familiar, que se retracta de su decisión inicial al conocer que los restos de sus fallecidos iban a compartir el templo «con los rojos». El número de republicanos que yacen allí continúa siendo un misterio, pero los archivos han permitido localizar nuevos enterramientos.


TRIBUNA: SANTOS JULIÁ. Mientras zumbaban las balas…

julio 14, 2009

Literatura e historia se unen en el nuevo libro de Javier Cercas sobre el golpe del 23-F. El autor rescata del mito, la mentira y la desmemoria aquel periodo en que lo único permanente era la improvisación.

SANTOS JULIÁ 22/04/2009

El País. Edición impresa.

Escribía hace años Juan Linz que la transición a la democracia, convertida en historia, en objeto de estudio científico, corría el riesgo de que, quienes no la vivieron, la consideraran «algo obvio, no problemático». Y tenía razón: el alud de libros, artículos, series de televisión, debates, coloquios, que cayó sobre ella fue creando una imagen en la que unos hombres procedentes del régimen y de la oposición habían tomado decisiones que con el apoyo de un pueblo ejemplar sirvieron para salir de la dictadura en un modélico ejercicio de moderación. A esta mirada, centrada en unas élites que se encuentran, negocian y acaban queriéndose, se añadieron sociólogos y politólogos que insistieron en lo natural del proceso, atribuyendo aquella moderación y buen espíritu a causas objetivas como el desarrollo económico de los años sesenta, el crecimiento de la sociedad civil, el auge de la clase media. La Transición, resumió Fabián Estapé, no la hizo Suárez, la hizo el Seiscientos, como diciendo: no hay que darle más vueltas; pasó lo que tenía que pasar.

La noticia en otros webs

Un instante: Suárez, Gutiérrez Mellado, Carrillo, tres héroes de la retirada erguidos en sus escaños

El manto del olvido cubre lo que aquel tiempo tuvo de incertidumbre, lucha y aprendizaje

Pero al cabo de muy pocos años, sobre este complaciente relato llovieron torpedos procedentes de los más diversos cuarteles. Así, cuando iban mediados los años noventa, la clase política se enzarzó en agrias disputas sobre el lastre franquista que la Transición nos habría dejado como herencia; departamentos de lenguas románicas de universidades americanas insistieron en la idea de un pacto maligno, determinado por el miedo, la aversión al riesgo, la cobardía y la traición a los ideales; militantes de la memoria histórica explicaron la historia por el silencio impuesto a una sociedad desnortada, presa de una amnesia colectiva; en fin, y por alargar la lista, para un buen plantel de historiadores, de aquí y de fuera, la Transición se redujo a una leyenda áurea, un mito inventado con el propósito de ocultar la única realidad: que todo cambió para que todo siguiera igual.

De modo que desde el Seiscientos del chiste hasta el bloque de poder del último estudio macizo sobre la Transición como mito, aquel carácter problemático evocado por Linz se ha ido evacuando por los sumideros de la memoria. Sin duda, no faltan quienes recogen y amplían lo mejor de los estudios de los años ochenta, como el excelente trabajo de Nicolás Sartorius y Alberto Sabio sobre el final de la dictadura. Pero entre la profusión de títulos sobre la mentira, el mito, la desmemoria, los pactos de silencio y olvido, las traiciones, la renuncia a la ruptura y demás maldades de la Transición, hemos perdido aquella sensación de incertidumbre, de ritmos espasmódicos, de dudas y riesgos, aquel no saber qué va a pasar mañana, un tiempo en que lo único permanente fue la improvisación. Entre la moderación trufada de consenso y el mito gestado para ocultar el miedo, va quedando como cubierto por un espeso manto de olvido todo lo que aquel tiempo tuvo de incertidumbre, lucha y aprendizaje.

Y cuando habíamos cambiado, como se cambian cromos, la aproblematicidad basada en teorías deterministas por otra construida sobre el mito, un nuevo relato de aquellos años golpea nuestra atención por su atrevimiento al colocar bajo potentes focos el instante en que confluyeron las conspiraciones y los equívocos que poblaron todos los días de aquellos años. Su autor ya había convertido en memorable otro instante, fruto del azar y de la piedad, en el que un soldado de la República descubrió en los últimos días de la Guerra Civil a un hombre acurrucado en un hoyo, le apuntó con su fusil, lo miró a los ojos, vaciló, dio media vuelta y se fue sin disparar, gritando a sus compañeros: no, por aquí no hay nadie. El hombre era Rafael Sánchez Mazas, un falangista; el soldado era un desconocido, ambos de carne y hueso; el que contaba la historia y la leyenda era un periodista de ficción en el que se disfrazaba un novelista, Javier Cercas. El instante, con su carga simbólica, era el anuncio del fin de la Guerra Civil.

Hoy no es la guerra, es la Transición, y el autor ha dejado caer su disfraz para presentarse en primera persona, con su documentación, sus dudas y sus conjeturas a cuestas. Y a este novelista, periodista, historiador, que tuvo dificultades para conversar de otra cosa que no fuera de política con su padre, antiguo falangista pasado por Acción Católica, le intriga un instante, también al borde de la muerte, también símbolo de la clausura de una época de tensión, de futuros inciertos y de presentes sembrados de trampas, mentiras y conspiraciones. Qué fogonazo iluminó la conciencia de aquel soldado de la República: ésa era la pregunta que guiaba la búsqueda del novelista; qué resorte interior, qué fuerza, qué coraje, qué sentimientos y recuerdos cruzaron por la mente de aquellos tres hombres -Suárez, Gutiérrez Mellado, Carrillo- que permanecieron sentados en sus escaños, inermes, mientras una turba armada de guardias civiles irrumpía en el Congreso y las balas comenzaron a zumbar sobre sus cabezas: ésta es la pregunta que anima ahora la búsqueda del historiador, que quiere saber algo más acerca de su padre y de la recusación que, cuando joven, sintió hacia su padre, o hacia lo que creyó que representaba su padre.

Lo hace con las armas de la literatura y de la historia. Las primeras, evidentes no sólo en el estilo, en las figuras del discurso a las que recurre con frecuencia, a veces con demasiada frecuencia: anáforas para reforzar gradaciones, quiasmos para expresar paradojas, por no hablar de otras aliteraciones y de las abundantes paráfrasis de que va sembrando aquí y allá su relato para expresar una duda, recalcar una sospecha, formular una conjetura, desarrollar una idea. Pero no se trata sólo de figuras retóricas, sino de la estructura del relato, con una acción que progresa en la tarde-noche del 23 de febrero de 1981, interrumpida por los flash-back que iluminan las biografías de estos tres hombres sentados en sus escaños del Congreso y de un cuarto hombre que, en la distancia del palacio de la Zarzuela, guarda hasta hoy el secreto de aquel día y de las conversaciones equívocas, irresponsables, de los días, semanas y meses que lo precedieron.

La anatomía del instante, junto a la indagación del sentido del gesto de estos tres héroes de la retirada erguidos en sus escaños, personalmente rotos y políticamente asediados por sus adversarios, que han conspirado para colocar en su lugar a una personalidad independiente, preferentemente un militar; pero también, o sobre todo, despreciados por gentes de sus propios partidos, que no aguantan más al chisgarabís falangista, al militar traidor o al comunista entregado, devuelve a los años de desmontaje de la dictadura y construcción de la democracia lo que nunca debió haber perdido: su singularidad, el momento excepcional que ocupa en la historia española del siglo XX, esa mezcla de audacia e incertidumbre, de aprendizaje del pasado y de echar al olvido el pasado, de coraje y miedo, de dos pasos adelante y uno atrás, de pesada carga de la herencia y frágil esperanza del futuro.

Hacía tiempo que no llegaba tan concentrado el fuerte olor de aquellos tiempos: héroes de la retirada, guiados por una ética no ya de la responsabilidad, sino de la traición, que desvelan en su postrer gesto político todo el sentido de un instante, solos frente a su pasado y su futuro, mientras sobre sus cabezas zumbaban las balas.

Y aquí habría acabado la historia si el autor no hubiera tenido la osadía de presentarnos a su padre en la ceremonia del entierro, todavía reciente. No es casual esta intromisión, como no lo era la del periodista, incansable hasta encontrar al soldado de la República. Entonces, Cercas simbolizaba en un instante de piedad el fin de una guerra; ahora, tras su largo viaje a las profundidades de la Transición, simboliza en otro instante, cuando ha terminado de desentrañar el significado del gesto de un comunista, un militar y un falangista que no se tiraron al suelo, la reconciliación del nieto de la guerra que es él con aquel niño que durante la guerra fue su padre. Y éste sí que es el fin de esta historia.


SEMANA NEGRA DE GIJÓN: El policía que defiende la memoria histórica

julio 14, 2009

El escritor ayer en Gijón. DANIEL PECOT

El escritor ayer en Gijón. DANIEL PECOT

Alejandro M. Gallo habla de guerrillas antifranquistas en Operación exterminio.

PAULA CORROTO – ENVIADA ESPECIAL GIJÓN – 13/07/2009 22:30
Público.es

Es un hombre fornido. Sus ojeras dicen que no duerme todo lo que necesita. A primera vista, no lleva pistola, aunque viene desde la comisaría de Gijón, donde cada día dirige las operaciones de la Policía local. No llega para hablar de delitos, sino de literatura. Alejandro M. Gallo acaba de publicar Operación exterminio (Ediciones B), su quinta novela y segunda que le dedica a la guerrilla antifranquista, el grupo de milicianos que tras el fin de la Guerra Civil mantuvo resistencia.

Su conversación seca y su gesto adusto le confieren la etiqueta de la autoridad. Pero Gallo no es un policía convencional. Al menos no responde al estereotipo. Empezó a escribir a los 16 años, estudió Filosofía y se confiesa un lector «de los filósofos de la sospecha, Freud, Marx y Nietzsche, que fueron los que pusieron patas arriba la modernidad». Él da relativa importancia a sus estudios: «Creo que ya acabó la época del policía opresor y sin estudios. Ahora se necesita más un pedagogo».

El interés de Gallo por la guerrilla antifranquista procede del desconocimiento que existe «de todas estas personas que aún siguen vivas y que siguen luchando», afirma. Para su última novela, basada en hechos reales, partió de un episodio de Maquis, el libro del catedrático de Historia Secundino Serrano, en el que se cuenta cómo empezó el principio del fin de estos guerrilleros. «En los años 1945 y 1946, Franco vio que los aliados ya no intervendrían en España. Se sintió fuerte y decidió acabar con estas personas. Se emprendió una operación de exterminio porque era así, no se quería sólo detenerlos sino acabar con ellos», cuenta Gallo. Lo hizo engañándoles con una venta ficticia de armas. «Consiguió que acudieran a las playas y allí les cazaron», apunta.

La tragedia para este policía fue que, en ese momento, el Gobierno en el exilio de Indalecio Prieto decidió evacuarlos por el puerto de Luanco y dictaminó la guerrilla como una forma obsoleta de lucha. ¿Una traición? «No, ellos no se sintieron traicionados porque tampoco había una posición clara en el Gobierno del exilio sobre la guerrilla. El problema es que mientras se decidían, Franco intentó acabar con ellos. Por eso a nadie le gusta hablar de esto», señala.

Para las mujeres

El peso de esta narración la lleva una muchacha de 15 años. Gallo quiso homenajear a todas esas mujeres que también estuvieron en el frente, mientras sus compañeros preferían mantenerse en la retaguardia. «En aquella época, sólo el movimiento anarcosindicalista y el POUM estaban de acuerdo con que las mujeres también cogieran las armas. Es evidente que sin el apoyo de sus novias, sus mujeres y sus hermanas ellos no se hubieran convertido en héroes», destaca.

Uno de los espacios por los que transita la novela es la cárcel de Carabanchel de Madrid, símbolo de la dictadura. Al hilo de la reciente destrucción de la cúpula de la galería principal de la conocida cárcel, el policía señala que «parece que hay un interés por vivir en un alzhéimer colectivo«. Precisamente, cuando alude a la Transición, Gallo reconoce que nos olvidamos de las palabras de Picasso: «Si queremos crear algo debemos destruir lo anterior».

Sin embargo, es optimista acerca del movimiento de recuperación de memoria histórica de los últimos tiempos. Sabe que es un proceso lento, «pero ya todo el mundo se hace preguntas». El mejor ejemplo son las cerca de 20.000 fosas comunes que ya se han detectado en Asturias. «Hay muchos colectivos en esto», afirma.

Alejandro M. Gallo también escribe guiones para novelas gráficas, en los que vuelve a la trama de sus novelas y las adapta en viñetas. Lo hace «para llegar a esos lectores que no pretenden coger una novela de 400 páginas», reconoce. Para Operación exterminio, sin embargo, no hay proyecto de novela gráfica, sino de documental. Él escribirá el guión y lo dirigirá Miguel Barrero. Como protagonistas todos aquellos jóvenes de 16 y 17 años que sirvieron como enlaces y que aún siguen vivos defendiendo la memoria.