Opinión a fondo: El final de la insignificancia…

julio 19, 2009

Franco y tijerasPor Emilio Silva:

El 16 de julio de 1938 el Boletín Oficial del Estado franquista publicaba una orden firmada por Ramón Serrano Suñer: “Al cumplirse dos años de la lucha trémula y gloriosa que el pueblo español sostiene para salvarse de su muerte como Nación”. Así declara que la conmemoración del glorioso alzamiento debe llevarse a cabo el día 17 de julio, que será el Día de África en agradecimiento a las tropas de Marruecos; el día 18, que será feriado a efectos mercantiles y de trabajo; y el día 19, que se proclama “Día de la revolución nacional contra la supresión de las servidumbres a que la decadencia y el liberalismo habían sometido a España”.

Terminada la guerra en 1939, la maquinaria de la dictadura inició su ajuste de cuentas. Se aprobaron numerosas medidas reparadoras para quienes habían padecido el “terror rojo” o luchado junto a los militares sublevados: puestos en la administración pública para toda la vida (Ley sobre provisión de plazas de la Administración del Estado con mutilados ex combatientes y ex cautivos, BOE 01/09/1939), pensiones para los que habían muerto apoyando al general Sanjurjo, en su golpe de Estado de agosto de 1932 (BOE 24/07/1939) o una amnistía para quienes habían cometido delitos contra la Segunda República que pudieran considerarse afines al movimiento (la violencia de la extrema derecha) desde el 14 de abril de 1931 hasta el 18 de julio de 1936 (BOE 30/09/1939). Además, se llevaron a cabo exhumaciones de fosas comunes con el dinero de todos pero sólo de “víctimas de la barbarie roja” (BOE 17/05/1939).

Sobre ese espíritu se edifica un apartheid que divide la sociedad; miles de familias son obligadas a despojarse de su identidad, de su pasado, de sus ideas, de sus sueños, para tratar de esquivar la mirada del vigía.

El 18 de julio se celebró de manera oficial, por última vez, en el año 1977, después de celebradas las elecciones, pero los privilegios que adquirieron los golpistas y sus colaboradores a la sombra de ese espíritu sembrado de terror han alcanzado nuestro presente.

Hace unos meses, en una reunión de familiares de desaparecidos por la represión franquista, una mujer pide la palabra, se levanta, despliega un papel con nerviosismo y habla: “En mi pueblo hay una fosa”. Uno por uno lee los nombres de los enterrados en ella. Después, con la voz entrecortada, añade: “Ahora me callo porque me ha dicho mi madre que los lea, pero que no me signifique”. Entonces se sienta en silencio porque su madre le ha pedido que no opine ni se muestre cercana a esos muertos; en fin, que se comporte como si fuera insignificante. Esa fue y es aún la historia de miles de familias de desaparecidos, presos, exiliados, depurados y todo tipo de represaliados. Lo fue durante 40 años de dictadura y lo está siendo a lo largo de más de tres décadas de democracia.

El látigo franquista no se detuvo, con la colaboración de muchos miles de ciudadanos recompensados. El 1 de abril de 1959, al inaugurar el Valle de los Caídos, el dictador Francisco Franco alerta sobre una posible debilidad en el ejercicio de la represión: “No es época en que se puedan desmovilizar los espíritus después de la batalla, ya que el enemigo no descansa y gasta sumas ingentes para minar y destruir nuestros objetivos”.

Termina la dictadura y los violadores de derechos humanos evitan las consecuencias penales. Los gestores de la transición acuerdan además que la ignorancia sobre el pasado reciente sea una política de Estado, por lo que millones de ciudadanos no estudian nada que tenga que ver con la dictadura, quiénes formaron parte de su aparato de control y tortura o lograron importantes fortunas y sobresalientes carreras aprovechando su corrupción política, económica e ideológica.

Tras las elecciones municipales de 1979 llegan al poder local partidos que habían sido clandestinos. En La Rioja o Navarra se abren fosas comunes. Se trata de un movimiento creciente, sin apoyo institucional y apenas político, truncado el 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel Tejero grita en el hemiciclo del Congreso, pistola en mano: “¡Quieto todo el mundo!”. Miles de familiares que habían iniciado el camino hacia la rehabilitación pública de sus seres queridos regresan a la insignificancia, por miedo a que despierte con fuerza el espíritu del 18 de julio. De ese modo, los franquistas añadieron a la impunidad política y jurídica que habían conquistado con la Ley de Amnistía de 1977 otra impunidad imprescindible: la social.

Tuvieron que pasar dos décadas para que la generación de los nietos, que no aprendieron en los colegios su historia reciente, buscara a sus abuelos, exhumara sus fosas, los reconociera públicamente e iniciara un cambio en la patológica relación que ha mantenido nuestra sociedad con el pasado de la dictadura. Desgraciadamente, miles de hombres y mujeres que construyeron nuestra primera democracia y la defendieron de un golpe militar han muerto ignorados por las instituciones.

Lo que ha ocurrido en los últimos años: los homenajes, la apertura de fosas, la posibilidad de completar el duelo después de 70 años, las personas que por fin han perdido el miedo, el intento de apertura de diligencias en la Audiencia Nacional, los miles de nietos que buscan expedientes, que entrevistan ancianos, que se emocionan al escucharlos, que devoran libros y documentales para saber, que han llenado Internet de preguntas y respuestas, la ayuda que cientos de voluntarios están prestando a miles de familias, todo eso es el camino que hemos comenzado a recorrer para llegar al final de la insignificancia.

Emilio Silva pertenece a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica

Ilustración de Mikel Jaso

Enlaces de la fuente:

http://blogs.publico.es/dominiopublico/…/el-final-de-la-insignificancia/

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El enigma visual de Espejo…

julio 19, 2009

El escritor Juan Villoro, Premi Ciutat de Barcelona de periodismo por un reportaje publicado en enero del 2008 en EL PERIÓDICO en el que contaba el extraordinario hallazgo de la llamada ‘maleta mexicana’ con valiosos carretes inéditos de Robert Capa, reflexiona sobre la solución de la foto del miliciano. Sostiene que el hecho de que fuera un montaje no resta a la imagen valor simbólico.

La imagen del dolor. La fotografía El miliciano muerto, de Robert Capa, que exhibe actualmente el MNAC. Foto: SAMUEL ARANDA

La imagen del dolor. La fotografía El miliciano muerto, de Robert Capa, que exhibe actualmente el MNAC. Foto: SAMUEL ARANDA

La solución del misterio de la célebre foto del miliciano confirma la tendencia de Capa a agregar detalles a la realidad.

JUAN Villoro

Ernest Alós decidió seguir la más famosa bala perdida de la historia de la fotografía y descubrió que no dio en el blanco. En la apasionante crónica que publicó EL PERIÓDICO DE CATALUNYA el pasado viernes, se aclara dónde cayó el protagonista de El miliciano muerto. No fue en Cerro Muriano, como se había dicho, sino en una localidad a 50 kilómetros que parece bautizada para provocar enigmas visuales: Espejo.
Desde 1975, cuando Philip Knightley publicó The First Causalty, la hipótesis de un montaje era tema de discusión entre los especialistas en Robert Capa. La exposición que se exhibe en el Museu d’Art Nacional de Catalunya (MNAC) permitió a Ernest Alós precisar el paisaje de la foto y hacer una investigación in situ.
Robert Capa disparó el obturador el 5 de septiembre del año 1936. En Espejo solo hubo combates 20 días después. ¿Es posible que una bala estuviera tan adelantada?
La verdad es una categoría que cambia a medida que conocemos más. En su guión museográfico para la exposición de Montjuïc, Cynthia Young comenta que la tesis de una muerte en combate se había sustituido por la de un disparo accidental. Esto restaba dramatismo a la foto más célebre de la guerra civil española, pero no la convertía en una pose.
No se pueden descartar los datos que traerá el futuro. ¿Alguien descubrirá que el 5 de septiembre de 1936 un enemigo o un compañero disparó su arma por locura o descuido, en absoluta soledad y muy lejos del frente?
Por ahora, la información de EL PERIÓDICO confirma la tendencia de Capa a agregar detalles a la realidad. No es casual que su autobiografía llevara el título de Ligeramente fuera de foco. Las distorsiones que son la maldición del fotógrafo pueden ser la virtud del narrador.
Seductor y embustero, Robert Capa se construyó un personaje (comenzando por su nombre, que sustituyó al de André Friedmann) y animó las noches de París con relatos no siempre fiables de sus peripecias en los frentes de guerra. No hay la menor duda de su arrojo, que lo llevó a morir en Vietnam en 1954, ni de su calidad como fotógrafo.
Apostador consumado, dependió de la fortuna. Desembarcó en Normandía, pero un laboratorista sobrecalentó los negativos y solo 11 tomas resultaron aceptables. En Espejo se arriesgó menos y logró la más discutida de sus imágenes.
El miliciano muerto es una fotografía de excepción por la forma en que atrapa un cuerpo que cae. La mirada del soldado se extravía, el pie izquierdo se afloja, ya vencido, el cuerpo se desploma en una posición incómoda, torcida, ajeno a otro impulso que sucumbir, el rifle está a punto de ser soltado, como un trasto inservible. Un icono de la aniquilación.
Hasta ahora no se han encontrado los negativos de la secuencia. En caso de que se hicieran diversas tomas, resultaría difícil hallar otra más convincente.
«La imagen fotográfica es siempre algo más que una imagen: es el lugar de una división, de un desgarro sublime entre lo sensible y lo inteligible, entre la copia y la realidad, entre el recuerdo y la esperanza», escribe Giorgio Agamben.
Toda fotografía reclama ser interpretada, es una mediación entre lo que pasó y lo que sentimos en tiempo presente.
El miliciano muerto no dejará de interrogar a quienes lo contemplen. El dolor que transmite es verdadero. Con los importantes datos que tenemos, debemos dejar de tratarlo como una noticia de la muerte. Es otra cosa: un símbolo. Al igual que el Cristo de Andrea Mantegna, representa un sacrificio que no necesariamente ocurrió de esa manera.

Enlace de la fuente:

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=630608&idseccio_PK=1013


La guerra es triste, pero para mí también fue un camino de formación´…

julio 19, 2009

JOAN RIERA TIEMPOS DE GUERRA
«Llegue a ser el padre de mi madre, porque mi padre militar se tuvo que ir de barcelona».

José María Lafuente, en su despacho de abogados de la calle Velázquez.  Foto: B. Ramon

José María Lafuente, en su despacho de abogados de la calle Velázquez. Foto: B. Ramon

«Todos los que hemos comenzado de cero tenemos un sentimiento positivo acerca de nuestras primeras hazañas, sea en el turismo, en la docencia o en la abogacía, porque no es lo mismo ser hijo de papá que ser el papá de los hijos.
Mi primera juventud estuvo marcada por la guerra. Cuando comenzó tenía 15 años y la viví en Barcelona. Este periodo, repleto de dificultades, empezó con la ocultación de dos sacerdotes de mi colegio a los que no pudimos aguantar más que unos días porque nosotros también nos sentíamos vigilados, con la mala suerte de que los fusilaron los milicianos unos días más tarde. Fue un trauma para nuestra familia.
Llegué a ser el padre de mi madre porque mi padre, que era militar, y mi hermano se tuvieron que ir de Barcelona en abril del 37. Para ellos era peligroso permanecer allí. Entonces quedé como el único varón de la familia. La cosa tuvo sus dificultades, pero defendí a la familia como pude en medio de grandes carencias y dificultades.
Un amigo nuestro me dijo que había oposiciones a la Generalitat para trabajar como meritorio. Las gané. Eso sí, no dije para nada quién era mi padre. Me dediqué a hacer mi trabajo, no comentaba nada con los demás salvo con dos o tres amigos de confianza. Como a medida que cumplían meses mis compañeros se iban al frente, yo me quedé como mandamás de la oficina con un grupo de mujeres.
La guerra impone, afecta. Y para un jovencito como yo impone y afecta todavía más. La guerra es triste para todo el mundo, pero para mí también fue un camino de formación que sin la guerra no hubiera tenido a los 15 o 17 años. Mi forma de ser está marcada por el hecho de que no tuve más remedio que cumplir con los deberes familiares y con el gusto de dejarle cada mes el sueldo a mi madre».

POSGUERRA
«Nos costaba trabajo vivir, comer… no era una situación particular, era general de españa»

«Esta juventud tan azarosa me hizo más hombre, a los veinte años era como si tuviera 30. Estos acontecimientos me proporcionaron una pátina de madurez. Mi padre regresó en la inmediata posguerra, lo destinaron a Hospitalet porque pidió estar cerca de su casa. Mi padre no tenía mucho dinero, solo la paga oficial, y con ella nos dio carrera a mi hermano y a mí. Nos costaba trabajo vivir, comer… yo usaba los trajes de mi hermano. No era una situación particular de mi casa, era general de España. Había mucha pobreza.
Comencé a estudiar en 1939, al principio hicimos dos cursos en un año. En 1942 acabé la carrera de Derecho y en 1943, Económicas.
Con la Guerra Mundial corríamos el riesgo de que nos llamaran a filas de inmediato. Recuerdo que cuando los americanos desembarcaron en Sicilia [julio de 1943] convocaron a todo el mundo movilizado, tuve que ir al cuartel y estar tres meses haciendo instrucción. La guerra estaba ahí arriba y cualquier cosa que pasara alteraba la tranquilidad. Sin embargo, el peligro alemán se redujo con la entrada de EEUU en el conflicto.
Al finalizar la carrera tuve que sacarle rendimiento económico inmediato para no vivir más de mis padres. Hice oposiciones al cuerpo técnico de Hacienda porque eran las primeras convocadas. Las saqué y me fui a Tarragona. Estudié un poco más y en 1946 gané las oposiciones de inspector de Hacienda. Primero me trasladé a Cuenca y después a Málaga. El trabajo no me gustaba, me resultaba violento levantar actas y perseguir defraudadores. Entonces hice oposiciones a catedrático, las saqué a mediados de 1946 y me vine a Mallorca porque no había un destino más próximo a Barcelona».

MALLORCA
«Los vendedores gritaban ´es racionament´, y la gente les quitaba los periódicos de las manos»

«En octubre de 1946 llegué a Mallorca. Me di de alta como abogado en enero de 1947. Ejercí con un compañero en la calle Sant Sebastià y como catedrático en la Escuela Oficial de Comercio.
Mi padre era miembro de la Comunión Tradicionalista que, en general, estaba formada por gente mayor. Ahí no militaba la juventud, que estaba con los falangistas. El Correo Catalán era un diario próximo a este grupo carlista. Entonces, el gestor del periódico me dijo que habían comprado el Correo de Mallorca por afinidad de nombres y me ofreció ser el gerente. Le respondí que estaba encantado porque no tenía nada más que hacer, las clases me dejaban tiempo de sobra. El titular era el obispado, pero solo se preocupaba de tener la cabecera. El director era Juan Ramis de Ayreflor.
De esta época recuerdo una anécdota protagonizada por Antonio Bonafé. Cuando Manolete sufrió una cogida en el año 1947 comenzó a decir: «Esto es propaganda, publicidad; esto es propaganda, publicidad». Cuando el torero murió [28 de agosto] se mostraba compungido.
Había mucha competencia con la Ultima Hora. El Baleares era un asunto aparte. Los lunes a la una, la Delegación de Abastos daba el parte de racionamiento para la semana. Una información de mucho interés en aquella época de restricciones. Ultima Hora no podía publicarse hasta las tres y nosotros salíamos a las ocho de la mañana. Pero la noticia interesaba tanto a la gente que nosotros retrasábamos la edición hasta las 13,30 y ellos la adelantaban. Los vendedores gritaban por la calle ´es racionament, es racionament…´ y la gente les quitaba los periódicos de las manos. Eso demuestra que éramos un país que atravesaba muchas dificultades.
En la misma época tuve dos anécdotas con Antonio Roca. Una como alumno y la otra una vez terminada la carrera. En un examen le pregunté ´¿qué pasa con la mujer viuda de un empresario?´. Como no sabía la respuesta porque no había estudiado, me respondió: ´Está muy triste y desconsolada´. En septiembre, le repetí la pregunta y me contestó correctamente: ´Le corresponde la legítima, tiene derecho a continuar el negocio, etc.´ ´Veo que se ha aprendido la respuesta. Ya puede marcharse´. Al irse, se giró y me dijo: ´Ah, pero la viuda está muy triste y desconsolada´.
Años después el mismo Antonio Roca estaba construyendo un hotel en La Bonanova. Al lado tenía un chalé Cañellas, propietario de una joyería pegada al bar Formentor del Born. Presentó un pleito contra la construcción del hotel en el que actúe como abogado defensor de Roca. Argumentaban que dicha construcción era muy peligrosa. Yo intervenía como abogado ante la Audiencia asegurando que hasta que no se acaba un edificio no se pueden sacar conclusiones porque las deficiencias tienen remedio durante todo el proceso de construcción… En este mismo momento, a las doce y pico, el hotel se estaba cayendo».

CONTRABANDO
«Era una cuestión de fraude fiscal, la sociedad mallorquina no lo veía con malos ojos»

«En los años de la posguerra había mucha economía sumergida. El contrabando estaba muy arraigado. Había clanes y yo era el abogado de uno de esos clanes, el de A.O. [1911-1981]. Juan Ramallo era el abogado del clan del amo G.B. También estaba Luis Matas, que llevaba al clan de J.M., que usaba la Dragonera como base.
El presidente del tribunal era Miguel Coll, un hombre muy preparado, buena persona, pero desde un punto de vista humano era un apasionado del orden, de la disciplina, del cumplimiento de la norma. Exigía traje y corbata hasta a su compañero Miguel Amengual para entrar en su despacho.
Creo que ninguno de los capos se sentó jamás ante un tribunal de contrabando, en cualquier caso yo no lo he visto. Siempre era un tercero, un testaferro, el acusado. A.O., el amo G.B., A.F., J.M… todos se mantenían siempre detrás de la roca. Estaban muy bien organizados.
El contrabando no era más que una cuestión de fraude fiscal y ningún otro fraude fiscal se condenaba. Por eso la sociedad mallorquina no lo veía con malos ojos. El contrabando proporcionaba dinero y productos que escaseaban o que se vendían más baratos, como era el caso del tabaco.
La Mallorca de aquellos años era un país muy cordial, muy pobre, muy cerrado, poco culto. La ciudad y los pueblos tenían una forma de vivir muy diferente. Eran más tranquilos, más solidarios, cumplían más el precepto cristiano de amar al prójimo como a sí mismos. Vivían con las puertas abiertas.

FUTBOL
«Nos encontramos [1978] con los jugadores que dormían en camastros en los vestuarios»

«Jugué en los infantiles del Español, pero con la guerra se acabó. Vivía en Barcelona y como no era del grupo de los catalanistas me afilié al Español.
Entré en la ejecutiva del Mallorca con Jaume Rosselló. Yo era el secretario. Jaume tuvo la idea de crear un equipo potente y le ayudé. También estaban Ramón Cavaller, Pepe Buades, Guillermo Marcel, Jorge Rosselló, Bernat Ramon, Nito Covas, Antonio Gual y otros que ahora no recuerdo… Él tenía mucha ilusión y yo también. El equipo ascendió de Tercera a Segunda y eso ya fue un logro muy importante porque tampoco habíamos estado muchos años en esta categoría.
Hacer un equipo para ascender nos costó muchísimo. El Elche nos fastidió para subir a Segunda y también a Primera. Entonces Jaume Rosselló despidió a todos los jugadores diciendo que eran unos mantas y creo recordar que se quedó con Forteza, un portero y nadie más. Reconstruir un equipo nuevo supuso un gran esfuerzo.
Luego tuvimos la suerte de que en la directiva había un señor argentino llamado Santandreu. Tenía amistad con Alfredo di Stefano y él nos aconsejó que ficháramos a Juan Carlos Lorenzo, que iba a dejar el Atlético de Madrid y estaba dispuesto a ser jugador y entrenador. Le llamamos y contestó que sí.
La Segunda estaba dividida en dos grupos y fuimos campeones del primero gracias a un partido frente al Levante. Yo tenía amistad con el gerente del Levante, Luis Puig [que después fue presidente de la Unión Ciclista Internacional]. Su equipo no tenía nada que hacer, le llamé y hablamos de lo que se habla siempre. «Trátanos bien», le dije. Nada más. Ellos eran sextos y siguieron sextos y nosotros ganamos y pudimos subir.
Antes hubo un intento de fusionar el Mallorca con el Atlético Baleares, pero nosotros no quisimos ni hablar de este asunto. Esa era una manía del gobernador Pardo [José Manuel Pardo de Santayana fue gobernador civil de Balears]. Pardo era un hombre más rudo que Fraga, metía broncas a la gente, no tenía ninguna educación… fue una idea de jefecito, pero nosotros nunca lo encontramos bien y consecuentemente no la seguimos.
El regreso a la directiva del Mallorca con Miguel Contestí [temporada 1978-1979] fue mucho peor. Nos encontramos con los jugadores que dormían en camastros en los vestuarios porque no cobraban. Uno iba a por la comida y allí cenaban y dormían. Entonces nos ayudó mucho Pablo Porta, presidente de la Federación de Fútbol y seguidor del Español. Fuimos a verle, pudimos pagar a los jugadores y poco a poco volvimos a ascender a Primera.
Cuando Contestí iba a dejar la presidencia del Mallorca [1991] yo era eurodiputado y directivo, pero solo ejercía dando consejos. Me insistieron en que fuera presidente y yo dije que, bueno, que si no quedaba más remedio. Entonces entró en la Junta mi hijo y le expliqué la situación. «¿Tú, presidente?», me dijo. «Sí». Me cogió del brazo, «quieres venir un momento», y me llevó al pasillo. «Papá, desde Bruselas no puedes dirigir un equipo que va a bajar a Segunda, creo que harás una barbaridad como un piano». Regresé a la reunión y les dije que no me interesaba, que mi hijo me había convencido. «Poneos como queráis, pero no quiero saber nada». Si no hubiera tenido la suerte de hablar con mi hijo hubiera cometido un gran error porque el equipo descendió.
El momento actual no lo veo bien. Los buenos se van a ir, se han ido ya los mejores, y ya veremos qué sale.»

Fotos de la noticia.

Enlace de la noticia:

http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009071900_2_485735__Mallorca-guerra-triste-pero-para-tambien-camino-formacion


La Memòria Històrica recuerda la represión franquista en Mallorca: Un centenar de personas realiza una ruta guiada el día de la conmemoración del golpe de Estado

julio 19, 2009
La Associació per a la Recuperació de la Memòria Històrica pide la retirada del monumento dedicado al crucero Baleares.  Foto: B. Ramon

La Associació per a la Recuperació de la Memòria Històrica pide la retirada del monumento dedicado al crucero Baleares. Foto: B. Ramon

R.G. / E.P. PALMA. La Associació per a la Recuperació de la Memòria Històrica recordó ayer la represión franquista que se sufrió en la isla realizando una ruta guiada por expertos. Acudieron a varios lugares de Palma donde aún permanece la huella de la Guerra Civil, como el monumento dedicado al crucero Baleares, situado en el parque de sa Feixina. Ayer 18 de julio, día de la conmemoración del golpe de Estado de 1936, pidieron de nuevo la retirada del símbolo franquista. También se acercaron a la plaza Porta Santa Catalina, en la que recientemente Cort retiró un monolito dedicado a los Jinetes de Alcalá y donde en el pasado hubo una prisión para mujeres.
A continuación, la asociación leyó un manifiesto, varias de las víctimas de la represión detallaron su sufrimiento a los presentes, y se realizó un pequeño homenaje a quienes lucharon por la libertad.
La organización Gent Activa Palma se sumó a esta iniciativa, que calificó «de homenaje, pero también de condena y, sobre todo, jornada de lucha», al entender que es «necesario no olvidar los abominables crímenes cometidos durante los largos años de fascismo, unos hechos que la clase política obvia, oculta o, en el mejor de los casos, le quita importancia». Y destacó que sólo recordando y entendiendo lo que pasó se puede derrotar «la herencia totalitaria del régimen franquista», según expresaron.
El acto concluyó con comida para los asistentes y un concierto de varios grupos locales.

Fotos de la noticia

Enlace de la fuente:

http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009071900_2_485823__Mallorca-Memoria-Historica-recuerda-represion-franquista-Mallorca


18 DE JULIO (1936): CON EL PERMISO DE ARISTOTELES…

julio 19, 2009

18 de julio (1936): Con el permiso de Aristóteles.
Aristóteles fijó en el término medio el eje de su discurso filosófico- político; demonizó la demagogia, que equiparó con la degeneración de la democracia. El exceso de protagonismo del pueblo llano, en detrimento del rol debido de las clases medias, conduce a la democracia (la cual sólo se concibe para el ejercicio político de personas o grupos mesurados y ponderados) a situaciones de extremismo que, a los ojos de los bienmesurados hombres de orden y razón, sólo merecen ponerse a término con la mayor prontitud. La democracia solo puede tolerarse a condición de que se desarrolle en los límites de la mesura y razonabilidad; del buen criterio, que el meritoso y plutocrático siglo XIX, sólo admitía, con la consagración del sufragio censitario, en los hombres de cierta fortuna y/o ilustración: unos cientos de miles en la España de los reinos de los Alfonsos (XII y XIII) y Borbones. La Grecia aristotélica también reservaba la democracia sólo para una clase de hombres, los esclavistas, únicos ciudadanos de la polis, y a la que su filósofo ilustre, Aristóteles, bendecía con todos los honores y preservaba de la plebe y pobre; los cuales, llevados por la simple necesidad y, menesterosos al fin, de ninguna de las maneras podían tener criterio alguno sobre los asuntos públicos. Y al margen de que el filosofo pudiera tener razón sobre la imposibilidad de alzarse al bien común, si el bien propio e individual no encuentra previa satisfacción, no es menos cierto que no procuró solución a esta contradicción en la satisfacción de las necesidades básicas del pobre, sino, por el contrario, en la ley, el orden, la justicia, etc, estos es, dicho en roman paladino, en su represión, preconizando salidas autoritarias frente a la crisis de la democracia o su deriva “demagógica o popular”. En fin, Aristóteles, padre espiritual de la clase media, del término medio, de la pequeña burguesía, fue un protofascista en toda la regla. Abrazó, finalmente, el imperio Alejandrino, del que fue asesor y beneficiario, y que ahogara las libertades de las polis. Son tan obvias las coincidencias, que no nos resistimos a manifestar que el fascismo es tan viejo como esa clase media, que hundiendo sus raíces en la Grecia prealejadrina, es acomodaticia, conservadora y pusilánime; es la clase media de un Unamuno y Pio Baroja que, acongojados ante la pobreza, abrazan, falsa y primariamente, el ideario “socialista” o anarquista, pero que, a la postre, activa o pasivamente, más o menos abiertamente, se echan en manos del fascismo, aunque no menos alarmados; y clase, asimismo, de un Cambó, líder de la mesurada y progresista liga catalanista de principios del siglo XX, que no duda en pasearse, amenazante contra el movimiento obrero, fusil del mosaten en mano, por las ramblas de Barcelona. Es la clase de los hombres que padecen “horror historicus” y huyen despavoridos ante el decurso de la historia: les es tan favorable el presente, que desearían que no hubiera futuro; y si el presente les es adverso, miran hacia el pasado; no tienen ojos en la cara, porque no van de cara; van de soslayo y de espaldas. Es, además, la clase que encumbra y sustenta al caciquismo, la que espera favores y empleos del Estado, y, por tanto, la que alimenta la corrupción y corruptelas; la que conoce, pues, las cloacas del Estado, y se comunica a la perfección con los desechos sociales, con el lumpen, los delincuentes y todo lo sórdido que en ellas repta; con toda esa caterva y turbamulta útil al fascismo. Es por eso que no hay nada de extraordinario en el surgimiento de las figuras fascistas; son un producto ordinario y vulgar de la historia. Su biografía, desde un punto de vista intelectual y político, es totalmente anodina; son MEDIOcres por antonomasia. Son, en su caso, malos periodistas, como el Duce; pintores de brocha gorda, como el Fhürer; militares matarifes (matamoros) y de fácil carrera en el Africa indefensa, como nuestro generalísimo. La España MEDIOcre del catolicismo militante, enfrentada a la “demagógica y popular” república de trabajadores de todas las clases, confió su destino al militarote, prototipo del empleado del Estado y arquetipo perfecto de pequeño burgués; primero a los Primos de Rivera, represores del movimiento obrero catalán, y, más tarde, a los Franco, Milán Astrain, Sanjurjo y Mola, antiobreros ibéricos y universales. Eso culminó y fructificó, con el permiso de Aristóteles, en un 18 de julio de 1936.
Juan Jiménez Herrera. / La república.es

Enlace de la fuente:

http://larepublica.es/firmas/blogs/index.php/jjimenez/2009/07/18/18-de-julio-1936-con-el-permiso-de-arist-1


El premio Príncipe de Asturias y Marcos Ana…

julio 19, 2009
El poeta Marcos Ana

El poeta Marcos Ana

Distintas personas y colectivos han creado una plataforma para apoyar la candidatura del poeta comunista Marcos Ana al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. No me disgustaría que le fuese concedido pero creo que no se lo merece. No se lo merece el príncipe de Asturias por supuesto. Marcos Ana, con 89 años, es la persona que más tiempo seguido ha pasado en las cárceles franquistas, veintitrés. Fue condenado a muerte, torturado y encarcelado por oponerse a la dictadura franquista. Sus poemas y su libro “Decidme cómo es un árbol”, son un ejemplo de humanidad y coherencia. Felipe de Borbón no tiene el mérito suficiente para que una persona de la envergadura moral de Marcos Ana tenga que soportar en su curriculum un premio con su nombre. Los galardones valen tanto como lo que evocan, en muchas ocasiones toman su denominación de ejemplos de personas que son un referente en la materia valorada. Por eso existe un Premio Cervantes para la literatura o un Premio Ramón y Cajal de investigación científica. Un premio Príncipe de Asturias para Marcos Ana supondría conceder a una persona que representa la lucha contra la dictadura franquista, el sufrimiento por defender sus ideas y la sensibilidad para seguir reivindicando el diálogo y la convivencia, un premio denominado con el nombre de otra persona que no cuenta con ninguno de esos méritos y cuyo cargo procede de la misma dictadura que encarceló a Marcos Ana y de los principios de desigualdad y privilegio contra los que tanto luchó y lucha todavía el poeta.

Es evidente que quienes están apoyando la candidatura de Marcos Ana lo hacen con todo el cariño y admiración. Pero es bueno comparar el valor y el sufrimiento del poeta durante la dictadura con el del padre de la denominación del premio; comparar la lucha por la democracia de Marcos Ana con la complicidad y sumisión de la monarquía. Que ahora quieran denominar con el nombre del príncipe Borbón un premio para Marcos Ana es un infausto ejemplo de burla y tomadura de pelo a los ciudadanos y a la historia.

Yo propongo que cuando Felipe de Borbón haya trabajado veintitrés años por la democracia y la justicia en España –ojo, trabajando- le concedan el “Premio Marcos Ana».

Pascual Serrano / La república.es

Enlace de la fuente:

http://www.larepublica.es/spip.php?article16227


Exhumados 45 cuerpos de la fosa de Milagros…

julio 19, 2009

Los restos de dos adolescentes, entre los asesinados en Aranda del Duero (Burgos).

Fosa de Milagros (Burgos) - EFE

Fosa de Milagros (Burgos) - EFE

PÚBLICO – BURGOS – 18/07/2009 21:11

La exhumación de la fosa común de Milagros (Burgos) ha permitido recuperar los cuerpos de 45 hombres, todos militantes de izquierdas, sindicalistas o cargos públicos municipales de la comarca de Aranda del Duero. Entre los cadávares, dos corresponden a sendos adolescentes, de 16 y 17 años, según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

«Ver fosas como la de Milagros recuerda lo canallesco de algunas personas, que no tenían escrúpulos ni vergüenza», sentenció el presidente de la Asociación de Víctimas y Represaliados del Franquismo, Gervasio Puerta, de 88 años, quien ayer visitó la zanja. Voluntarios de la asociación y de Psicólogos Sin Fronteras atendieron durante toda la jornada a varios familiares que se acercaron a la fosa. El equipo de la investigación, compuesto por una veintena de arqueólogos, médicos y antropólogos forenses, ha llevado a cabo la exhumación completa de la tumba en apenas una semana.

Por otra parte, el Ayuntamiento de La Orotava (Tenerife), dio este sábado por finalizada la retirada de los símbolos franquistas con los cambios de nominación de algunas calles. El pleno municipal celebrado en junio aprobó, por unanimidad de todos los grupos, modificar la denominación de las dos últimas zonas con nombres alusivos a la dictadura de Franco. Y hace dos días, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acordó retirar las distinciones concedidas por el Consistorio de la ciudad al dictador.

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http://www.publico.es/espana/239568/exhumados/cuerpos/fosa/milagros


Dios los cría y ellos se juntan: Mi abuelo, El Dictador…

julio 19, 2009

Sanguinario, cruel. Rafael Leónidas Trujillo, contemporáneo y amigo de Franco, tiranizó a millones de personas en la República Dominicana durante más de tres décadas. Vargas Llosa lo retrató en ‘La Fiesta del Chivo’. Ahora es su nieta quien descubre cómo fue en realidad aquel hombre.

Trujillo departiendo con Franco

Trujillo departiendo con Franco

Cuando veo los resultados sobre quién fue aquel político, Rafael Leónidas Trujillo, aunque reconozca que hiciste algunas cosas buenas por el país, no puedo aceptarte. Lo siento, abuelo…». Aída Trujillo (Santo Domingo, 1952), hija de Octavia Ricart,

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“Sentía que debía descubrir quién era mi abuelo, no el que adoraba, sino el otro, el torturador”

“Soy la oveja negra. Con mi madre hubiera discutido. Ella me decía: es tu abuelo, no tienes derecho…”

“El recuerdo de mi abuelo era como un cuchillo que me clavaban en mi corazón, pero en mi libro soy implacable”

Tantana, y Ramfis Trujillo, nieta del hombre al que llamaban El Jefe, Chapita (por su afición a las condecoraciones) o El Chivo, uno de los dictadores más sanguinarios del siglo XX -«el que podía hacer que el agua se volviera vino y los panes se multiplicaran, si le daba en los cojones», como lo describió Mario Vargas Llosa en La Fiesta del Chivo (Alfaguara)-, el que gobernó la República Dominicana durante tres décadas, entre 1930 y 1961, ha querido dar a conocer al mundo su profundo dolor al enfrentarse a la realidad de su vida en el libro, aún inédito en España, A la sombra de mi abuelo (Norma Editorial).

Once años ha pasado la nieta de Trujillo dando forma a este relato, con el que ha logrado el Premio Nacional de Novela 2009 en la República Dominicana.»Todo empezó porque quería desahogar mi tristeza, mi indignación, mi rabia. Sentía que debía descubrir quién era mi abuelo, el dictador, el torturador, no mi abuelito al que adoraba y al que sigo queriendo, aunque he sido duramente criticada por ello y por decir que él fue lo más tierno de mi infancia».

De aquellos recuerdos en el Palacio Nacional en los años sesenta, en la bautizada por la megalomanía del dictador Ciudad Trujillo, Aída recuerda los fastos y el oropel que rodeadan a su abuelo. «Él venía de una familia muy humilde y le gustaban los uniformes y las plumas, era muy sudamericanazo».

Los Trujillo vivían en el mejor de los mundos. El apuesto Ramfis seduciendo a mujeres con su amigo el playboy Porfirio Rubirosa, mientras su esposa, Tantana, sufría en silencio. Ella y su hija Aída fueron las favoritas del general: «Mi abuelo era un ser maravilloso, tierno, bueno». Pero Ramfis decidió que Aída y su hermana María Altagracia estudiaran en un internado de Suiza. Fue allí donde aquel 30 de mayo de 1961 recibieron la noticia de la muerte del abuelo. «Yo no lo creí. Si me hubiera dicho que se había muerto en su cama, me hubiera dolido, pero lo hubiera aceptado, pero al decir que lo habían matado…».

Aída relata su historia con pasión. Su rostro muestra las cicatrices de una vida arrasada por maridos, amantes, pérdidas y desgracias. Dice que ya de niña comenzó a hacerse preguntas, «pero no quería respuestas». Su familia respondía con evasivas. En su casa jamás vio fotos de su abuelo. «Había como un rechazo. Ahora me arrepiento, pero he tirado cosas que tendrían un valor histórico. Decidí que iba a pasar del tema, corrí un tupido velo y me olvidé. Cuando mi abuelo murió, hubo saqueos de las casas de mi familia, Joaquín Balaguer [presidente de la República Dominicana] incluso derribó la de mi abuelo».

Luego llegó el exilio. «Nos fuimos todos a París, y allí estaba la que fue la segunda mujer de mi padre, Lita. Se me juntó todo: la muerte de mi abuelo, mi madre destrozada… De los seis hermanos, todos, excepto dos, nos fuimos con ella a Roma. Mi madre tenía miedo y nos inscribió en el colegio con su apellido, éramos los Ricart, un símbolo de la oposición al régimen de Trujillo. Después de una temporada en Roma nos vinimos a España. Carmen Polo y Francisco Franco eran mis padrinos, y mi padre, Ramfis, vivía ya en Madrid. Muchas veces me río cuando pienso en sus deseos de una educación europea para sus hijos y nos manda a España, a una dictadura franquista…».

En 1975, de forma fortuita, Aída se da de bruces con la verdad. «Volví de nuevo a mi país cuando murió mi abuela materna, Nieves, y me reencontré con mi niñez, con los olores, la luz». A partir de entonces viajó a menudo a Santo Domingo. Lo hacía cada vez que entraba en conflicto con su segundo marido, José Manuel Inchausti, Tinín, al que se refiere siempre como «el torero».

En una de esas escapadas, paseando por el centro de la ciudad caribeña, «algo me empujó a una librería. Compré seis u ocho libros sobre mi abuelo y me fui para el hotel Hispaniola. Me lancé, ávidamente, a hojearlos y fue un impacto terrible, muy doloroso, no puedo ni explicarlo con palabras. No me lo quería creer, pero estaba ahí. Libro que cogía, libro que ponía aún peor a mi abuelo. Lloré como una loca, me fui a la piscina y comencé a tomar copas. Tantas que el tipo del bar me dijo: ‘Señorita, le voy a traer alguna picadera pa que no se me maree’. Y yo pensaba, si supieras quién soy, lo mismo no me traías nada. Tiré los libros y regresé a España».

En A la sombra de mi abuelo, Aída Trujillo fantasea con personajes como Desarraigo, Abandono, Dolor, Desesperación, Democracia, Criterio… » Son sentimientos que he volcado en el libro como si fueran personas. Criterio entró en mi vida aquella noche, en 1975, en que descubrí quién fue realmente mi abuelo». Los asesinatos de Galíndez, del piloto Murphy, de las hermanas Mirabal, ningún crimen o tortura de Trujillo se escamotea en el relato y en la memoria de la nieta. Son cosas que no han gustado a su familia . «Soy la oveja negra. Algunos lo admiten porque lo vieron. Con mi madre (murió hace 16 años) hubiera discutido; ella me decía: ‘Es tu abuelo, tú no tienes derecho’…, y yo replicaba que era un asesino, un tal, un cual, y se enfadaba mucho conmigo. Aunque paradójicamente fue quien me narró muchas de las cosas que yo recojo en mi libro».

Escribir el libro ha sido su mejor terapia. «Al principio me costó mucho. Lloraba, apartaba el ordenador como si fuera un enemigo. El recuerdo de mi abuelo era como un cuchillo que me clavaban en el corazón. En el libro soy implacable. Todavía hoy, cuando hay gente que me viene a hablar bien de mi abuelo, yo les discuto. No se pueden justificar los crímenes, las torturas de esa era».

Aída ha conocido a algún superviviente de las víctimas de Trujillo. Ha hablado con un sobrino de las Mirabal. «Yo siento, de rebote, una cierta culpabilidad con respecto a esas personas que me han dado una lección increíble porque son muy tolerantes y han sabido separarme a mí de mi abuelo».

La sangre gaditana que le legó su abuela Nieves corre por las venas de Aída. Aprendió a bailar flamenco y, ya separada del torero, debutó en 1982 en uno de los tablaos más populares de Madrid, Los Canasteros. «Esa época fue fundamental para plantarle cara a mi vida. Empecé a contactar con gente de izquierdas y aunque escuchaba cosas que me dolían, yo quería saber más. Algunos, al oír mi nombre, se quedaban pasmados. Conocí a Gerardo Iglesias, el que fue secretario del PCE, en 1987, y surgió el romance. Fue muy comprensivo conmigo».

-¿Qué sintió cuándo se publicó La Fiesta del Chivo, un libro que habla con crudeza de su abuelo?

-Vargas Llosa es un gran escritor y La Fiesta del Chivo es una gran novela, pero, a mi modo de ver, demasiado basada en la sexualidad y con mucho morbo con el caso de los ajusticiadores de mi abuelo [los héroes del 30 de mayo], los que pusieron fin a su vida. Dos de ellos vivieron, a los otros se los cargó mi padre, algo que a mí me parece horrible, pero fue lo que le dio a él por hacer. Un 30 de mayo del año 2000, -ya había salido el libro de Vargas Llosa- le digo a mi hijo pequeño: ‘Hoy es el día en que mataron a tu bisabuelo’, y él me preguntó quiénes fueron; le dije que eso no importa, que él también mató a muchas personas, y me contestó: ‘Entonces es normal que lo mataran. Era un dictador’. En ningún momento digo en A la sombra de mi abuelo que las personas que pusieron fin a su vida fueran unos asesinos. Quienes critican que me hayan dado un premio por escribir sobre Trujillo han cogido el libro por donde les ha dado la gana. Nunca hablo de ellos como asesinos, afirmo que si todo un pueblo les llama ajusticiadores, pues así serán.

Dolida por quienes han hecho imposible ir a Santo Domingo a recoger su premio y agradecida a los escritores y a los que eligieron su libro como el mejor, asegura que lo hará en breve. «De este año no pasa», afirma tozuda.

Las familias en buena armonía

Las familias en buena armonía

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http://www.elpais.com/articulo/portada/abuelo/Dictador/elpepusoceps/20090719elpepspor_3/Tes/