Guerra incivil: Como reza una fosa común de Teruel: «Sólo habremos muerto, si vosotros nos olvidáis»…

Benjamín Lajo Cosido | Para Kaos en la Red | 19-7-2009 | www.kaosenlared.net/noticia/guerra-incivi

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En un alto de La Sierra de Espadán, en Castellón, el viento agita la Memoria de un pueblo dividido, partido en dos. Las dos españas, han criado a su prole en una dudosa Democracia desde que el dictador del Silencio Tenebroso, murió de viejo y sin rendir cuentas por cuarenta años de consentida divinidad que nos supuso aproximadamente un millón de vidas.

Es 18 de Julio de 2009, un día estival como aquel de 1936. Aún no ha amanecido y las sombras del monte se desdibujan creando formas que cobran vida. Tal vez, sean los recuerdos inquietos que me invaden quien provocaba su espontánea presencia para recordarme que un día como el que estaba viviendo, fuese el comienzo de una esperanza dispuesta a materializarse como una explosión de resistente ilusión ante la decadencia e injusticia social. Un grito que dejó de ser ahogado para inundar los corazones oprimidos tras décadas de abusos y atrocidades cometidas por las clases dominantes.

Mientras el viento acariciaba mi piel e impregnaba de rocío su sed, pasaron por mi mente rostros anónimos que me sonrieron. El recuerdo les rescató por unos instantes del Olvido. Les liberó de la oscuridad de su profundo pozo. Pero fueron dos rostros los que destacaron entre esa multitud anónima y próxima. Los abuelos, Manuel Martínez Iborra y José Fort Tortonda. Dos labradores de Massamagrell que fueron asesinados, uno fusilado en 1940 en Paterna (Valencia) el segundo, abandonado tuberculoso en Porta Coeli. Esa muerte no cuenta en las estadísticas históricas.

Esa noche, la madrugada del día 18, até, en un árbol la tricolor republicana. No soy republicano, ni tampoco monárquico. Es más, los gobiernos me incomodan; quizás este sea el motivo que me lleva a buscar en la periferia lo que la urbe me niega. Nada es comparable al perfume embriagador de la tierra que huelo cada día, cada noche. Que es mi alimento, la razón de mí existencia. El producto obtenido (como voy aprendiendo y aprehendiendo) por un digno sudor, aunque mí armadura se vaya oxidando y los espacios verdes sean devorados por el cemento y el asfalto. Sin contemplaciones ni respeto hacia el planeta en el que moramos y que parece que ignoremos anteponiendo un egoísmo abrumador y, poco o nada inteligente.

Últimamente, dedico poco tiempo a opinar, que no ha leer y escribir. ¡Hay tanto que leer! Prefiero en estos momentos de mi vida, compartir mis pensamientos con “Callejana”, mí fiel azada, quien es, junto a mi compañera, mí mejor confidente en conversaciones íntimas o con los “iaios”, a los que acompaño a veces a sus campos y escucho sus palabras mientras removemos la tierra o recogemos sus frutos. Disfruto cuando siento que se clava en la tierra y se funde en su espesura. Cuando mis brazos la hacen moverse de abajo arriba, como un brazo supletorio, complementario, implantado en mí cuerpo.

Cuando despertaba la oscura claridad del Alba y o­ndeaba la bandera que fuera sometida por una parte de ejército español, reaccionario y autoritario, que violó su legitimidad, su juramento y nos llevó hacia el desastre; privándonos de un porvenir, de un futuro en paz que contemplar, para arrojarnos a su abismo de terror. Sí, Terrorismo Blanco, de Estado, que denominaron con certeza nuestros mayores. Pensaba que aquel gesto significaba que sus muertes sirvieron para que nuestras futuras vidas continuaran su inacabada lucha. La Resistencia que ellos impusieron a los intolerantes sublevados, al recordar esa noche su pesadilla, sentí que era una manera de manifestar que somos muchos los que no olvidamos y muchos otros son los que ni olvidan ni perdonan. Están en su Derecho desde hace más de setenta años, a pesar de esas siniestras voces que lo negaron y lo siguen haciendo sin ruborizarse.

Bajé del monte más acompañado que nunca, aunque supuestamente estaba sólo. En aquel árbol y en mí corazón, pude compartir con ellos y ellas, el Viento de la Libertad. Tan esquivo y tan desconocido como las grandes profundidades del océano. Tan lejano de esta falsa realidad que se ha levantado de aquellas ruinas, que al volver al pueblo y ver las luces de las calles silenciosas, miré hacia atrás, pero el viento había dejado de seguirme. Por un momento pensé que todo había sido un bello sueño. Pero no lo fue. Comprendí que una semilla se había quedado enterrada para siempre en mí costado izquierdo… y entonces, sonreí.

Benjamín Lajo Cosido

(memorialista)

One Response to Guerra incivil: Como reza una fosa común de Teruel: «Sólo habremos muerto, si vosotros nos olvidáis»…

  1. Benjamín Lajo Cosido dice:

    Gracias y ¡SALUD!

    Benjamín Lajo

    Me gusta

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