El Holocausto en vida…

julio 27, 2009

El pintor Félix de la Concha dedica una serie de sus retratos hablados a los supervivientes de los campos de exterminio, con los que trabaja a contrarreloj.

ISABEL REPISO – MADRID – 26/07/2009 08:00

 Sobre el lienzo en blanco se oye una voz: es Shlomo Venezia, que recuerda la llamada que le hizo Roberto Begnini para preparar La vida es bella. El sonderkommando aparece en último término, mientras posa para el pintor Félix de la Concha (León, 1962). Su primera serie de retratos hablados sólo incluía la versión audio del encuentro, pero en esta nueva serie dedicada a supervivientes del Holocausto se ha abierto al vídeo.

«Me intereso por cómo han evolucionado estos hombres en sus creencias religiosas y por cómo han transmitido ese testimonio a sus familias», comenta el artista. Algunos lo hicieron directamente a nivel público y otros quisieron olvidarlo y empezaron tarde a hablar de ello. «Fue una experiencia que todavía hoy les marca cada instante de sus vidas y que ha afectado a sus relaciones familiares», resume.

De la Concha sueña con donar estos retratos a un centro que preserve la memoria del Holocausto. Quizá al futuro centro de documentación sobrecrímenes cometidos por el Tercer Reich, previsto en Múnichpara 2013, o quizá un museo. Pero dónde acabarán los lienzos y los vídeos es lo último que le preocupa, porque el tiempo apremia y algunos ex prisioneros a los que ya ha retratado se le están muriendo.

Conflictos con la imagen

A diferencia de Francis Bacon, De la Concha se siente incapaz de pintar a partir de fotografías. «Necesito estar delante de lo que quiero pintar, necesito esa presencia. Y a veces puede resultar agresivo el mirar fijamente durante tanto rato a una persona». Sus sesiones alla prima, que rondan las tres horas, dejan «agotados» tanto al artista como alos retratados.

Pero los conflictos que ha tenido con alguno de ellos no responden al proceso sino al resultado. «Ya me avisó el galerista Leandro Navarro de que el retrato es de lo más ingrato, porque la gente nunca está contenta con él», excepto el cortesano, ubicado en el halago. «Detrás de esta insatisfacción hay un conflicto con la propia imagen… Desde que nacemos nos vemos en un espejo y creemos que esa es nuestra imagen, pero todos somos asimétricos y cuando te ves en una pintura o en una fotografía eso se exagera y te hace ver una imagen extraña», explica.

La obra del leonés ha estado siempre vinculada a la temporalidad. Como en una función de teatro, que aunque sea la misma nunca se repite, De la Concha (León, 1962) es capaz de pintar la misma iglesia durante 365 días y ofrecer 365 iglesias diferentes. El salto lo dio hace cuatro años, cuando cambió los paisajes y la arquitectura urbana por el retrato. «Es otra dimensión», valora. Su último proyecto visitable permanecerá hasta el 27 de septiembre en la Biblioteca Baker y el Hood Museum of Art, New Hampshire. Private portraits/Public conversation se compone de 51 retratos de estadounidenses cuyo nexo es el tema del conflicto: laboral, familiar, racial…

Después de integrar en su pintura el audiovisual, su próximo proyecto es retratar a músicos y poetas, por aquello de confrontar la pintura con la cadencia de la recitación y la partitura. Pero entre medias, sigue escapándose a su cita con esa mujer pasional que es la memoria histórica.

Fuente: Público.es

http://www.publico.es/culturas/240889/holocausto/vida


La asociación que denunció a Garzón defiende tesis racistas…

julio 27, 2009

Libertad e Identidad critica, además, la «partitocracia» del Estado de derecho.

IÑIGO ADURIZ – MADRID – 27/07/2009 07:40  1248638968048garzon-detalledn

«Renovar la sociedad con las iniciativas adecuadas para tiempos de crisis». Los responsables de la asociación Libertad e Identidad explicaron que estos eran los principales objetivos de la organización, cuando, el pasado 10 de marzo, presentaron ante el Tribunal Supremo una querella por prevaricación contra el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, por el caso de las identificaciones de las víctimas del franquismo y la dictadura. El Alto Tribunal la admitió a trámite el 24 de junio y decidió acumularla en un mismo caso, junto a la presentada por la organización Manos Limpias contra el magistrado por las mismas razones.

Detrás de esa imagen innovadora y aparentemente progresista con la que se presentó Libertad e Identidad ante los medios, se esconden unas ideas xenófobas, ultracatólicas y que incluso van en contra del Estado de derecho. La página web de la asociación explica de forma extensa pero con letra pequeña cuáles son las verdaderas convicciones e intenciones de la organización presidida por Julio Andrade Ruiz.

«Gentes desarraigadas»

Sus tesis sobre el fenómeno de la inmigración parecen sacadas del programa político de un partido de ultraderecha. «Desde hace unos años», se indica en la web, «nuestro país sufre una masiva invasión de gentes extrañas que amenaza con destruir y barrer por completo nuestras mismas señas de identidad». «Se trata», añade el texto, «de un arrollador aluvión de gentes desarraigadas, venidas de los lugares más insospechados, a quienes importan un bledo nuestra historia, nuestra cultura y nuestros valores».

«Desde hace unos años», se indica en la web, «nuestro país sufre una masiva invasión de gentes extrañas

Desde Libertad e Identidad lanzan incluso una advertencia sobre la llegada de ciudadanos extranjeros a nuestro país en busca de una vida mejor. A su juicio, «la afluencia indiscriminada y masiva de inmigrantes amenaza con colapsar los servicios sociales y pone en peligro los derechos de los españoles».

Frente a la España aconfesional que recoge la Constitución, la asociación defiende «la herencia cristiana» de nuestro país, «que forma parte indisoluble de nuestra misma arquitectura mental», y «la impronta ancestral española», herencia de la época medieval.

Los miembros de Libertad e Identidad se muestran «preocupados», porque España está «desnortada, a la deriva, y ha dado la espalda a su propia historia». De esa desorientación culpan, en gran parte, a «los separatismos, que imponen problemas ficticios basados en una mera superchería histórica».

Cuestionan la democracia

La asociación también se atreve a cuestionar la democracia y el Estado de derecho españoles, «víctimas» del «monopolio de la participación política por parte de los partidos». El texto parece insinuar que lo adecuado sería reinstaurar la dictadura. «La reivindicación de la identidad comunitaria y el altruismo para con nuestro pueblo son las herramientas más valiosas con las que emanciparse del caos partitocrático y volver a restaurar un orden que garantice la libertad de todos», apunta.

Tanto Libertad e Identidad como Manos Limpias consideran que Garzón se declaró competente para investigar las desapariciones de miles de españoles del bando republicano «sabiendo que no lo era». El magistrado instructor de esta causa conjunta en el Supremo, Luciano Varela, impuso a ambas asociaciones una fianza de 6.000 euros para que pudieran ejercer la acusación particular. Pero el pasado viernes, Libertad e Identidad la recurrió ante el Alto Tribunal.

El abogado de esta última, Juan Manuel Medina, explicó a Público que la organización presentó la querella porque «Libertad e Identidad busca la mejora y regeneración de las instituciones democráticas, así como de la administración de Justicia».

Este diario intentó sin éxito hablar con el presidente de Libertad e Identidad, Julio Andrade Ruiz, para conocer su versión sobre la ideología ultra que la organización defiende en su página web.

Fuente: Público.es

http://www.publico.es/241009


Ratzinger en el Valle de Franco…

julio 27, 2009

El hoy pontífice, afirma Olmeda, rezó en silencio e hizo la señal de la cruz ante la tumba de Franco.

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Félix Población (Público, 26-07-2009)

Hace cincuenta años que la inmensa cruz del Valle de Cuelgamuros se alza sobre la Sierra de Guadarrama “para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada”, según quedó escrito en el acta fundacional del faraónico monumento ideado por Franco, a imagen y semejanza acaso del monasterio que erigió Felipe II en la vecina localidad de El Escorial. La obra, iniciada en 1940, duró casi cuatro lustros y su coste total ascendió a más de 1.000 millones de pesetas de entonces, equivalentes a casi 340 millones de euros de hoy, algo más de 56.000 millones de pesetas. Las cifras son especialmente sangrantes si se considera la situación de miseria y extrema penuria que vivía el país.

Más costosa habría sido la edificación del elefantiásico recinto -en cuyas pilas bautismales podría bañarse Pau Gasol, según calcula José María Calleja en su libro El Valle de los Caídos- de no haber contado la dictadura franquista con una mano de obra forzada y sumamente barata. Gracias al decreto de redención de penas por el trabajo, en torno a 20.000 presos republicanos intervinieron en las obras. Del pago estipulado, 10,50 pesetas al día por trabajador, sólo llegaban a sus manos 50 céntimos. Dos pesetas eran entregadas a la familia y una más por cada hijo menor de 15 años. El resto quedaba a disposición del Estado. Sólo tres de aquellos obreros viven actualmente y pueden testimoniarlo.

A ese régimen de semiesclavitud había que añadir las duras condiciones climáticas del entorno, muy frías en invierno y demasiado calurosas en verano, así como la carencia absoluta de medios tecnológicos para verificar tareas tan laboriosas como horadar la roca sobre la que se asiente el monumento, excavar la cripta con el riesgo de contraer silicosis o arrostrar los peligrosos trabajos de altura en la gran cruz que sirve de seña de identidad a la basílica. Todo, por un chusco de pan y una lata de sardinas, o un plato de lentejas al día en el mejor de los casos.

A fin de ser catalogado el lugar como basílica, el régimen hubo de solicitar permiso al Papa Juan XXIII, que lo concedió a cambio de que se alterase el objetivo inicial para el cual fue concebido el monumento. Ocurrió en 1959, una vez terminadas las obras, y la condición impuesta por el pontífice fue que también se enterrasen allí los caídos por defender la República, con la recomendación -eso sí- de que fuesen católicos o al menos estuvieran bautizados.

De los miles de víctimas republicanas no hay constancia alguna, pero sí de los “caídos por Dios y por España (1936-1939)”. La memoria escrita de los muertos en la Guerra Civil -se decía en un reportaje publicado en El País hace un par de años- no merece en el Valle de Franco más que una breve anotación contable en tres gruesos volúmenes. Se calcula que son más de 50.000 los españoles enterrados y, posiblemente, como afirmaba el reportero, ningún registro de víctimas haya merecido un descuido mayor en cualquier otro lugar de Europa. Ese mismo descuido se le ha dispensado al recinto, sobre cuyo régimen jurídico subsiste en la actualidad un insólito vacío legal. Todos los gobiernos democráticos, durante treinta años, se han limitado a omitir su significación. Sólo al amparo de la llamada Ley de la Memoria Histórica se pudo “despolitizar” el Valle para pasar a ser exclusivamente un lugar de culto católico. Con todo, los turistas que visitan la basílica siguen recibiendo las mismas explicaciones que hace varios decenios. “Fue construido -se dice en los folletos- por iniciativa del anterior jefe de Estado, Francisco Franco, como símbolo de paz y como última morada de las miles de víctimas de la Guerra Civil Española (1936-1939)”.

Cuenta Fernando Olmeda en su documentado libro El Valle de los Caídos: una memoria de España que cuando Joseph Ratzinger visitó El Escorial en 1989 como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hoy Papa Benedicto XVI mostró su interés por personarse en la basílica, según confesión del monje benedictino Anselmo Álvarez. Durante el par de horas que permaneció allí, subió a la base de la cruz y pareció muy impresionado por la grandiosidad y armonía del conjunto arquitectónico. “La imagen vespertina de la sombra de la cruz proyectada sobre el suelo da pie a Álvarez -relata Olmeda- a sugerir una idea a Ratzinger: Le dije que el juicio final sería a la sombra de la cruz, y que el Valle de los Caídos, como el valle de Josafat, parecía esperar ese día. Me contestó: ¡A ver qué trampa podemos hacer para conseguirlo!”. La cosa no quedó ahí, pues alguien -se añade en el libro- llegó a plantear la idea de que el lugar se convirtiera en centro de una nueva evangelización al que peregrinaran los católicos europeos con el pontífice a la cabeza, algo que a Ratzginger la pareció un excelente proyecto. El hoy pontífice, afirma Olmeda, rezó en silencio e hizo la señal de la cruz ante la tumba de Franco.

Auswitch fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como lugar de la memoria, único destino digno que le cabe al actual Valle de Franco cuando sean erradicados del lugar su sepulcro y el de José Antonio. Benedicto XVI dijo en Auswitch hace tres años: “Sólo se puede guardar silencio, un silencio que es un grito hacia Dios. ¿Por qué, Señor, permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar esto?” En lugar de unas reflexiones de similar cariz, a tono con la barbarie de una guerra civil y una posguerra represora, Ratzinger recapacita en Cuelgamuros de muy otra guisa. Sobre el mausoleo del dictador victorioso, gracias al apoyo armado de Hitler y Mussolini, lo más seductor para el actual pontífice era crear un centro de peregrinación al que acudiesen los católicos de Europa, víctima de la vesania nazi, cuyo parlamento en Estrasburgo condenó el franquismo.

(*) Artículo publicado hoy domingo en el diario Público.

http://www.diariodelaire.com/2009/07/felix-poblacion-hace-cincuenta-anos-que.html


La Iglesia y la guerra…

julio 27, 2009

Con 72 años de retraso, pero más vale tarde que nunca, un puñado de obispos se han dignado pedir perdón por el papel que mantuvo la Iglesia en la Guerra Civil, y lo que fue peor, en los 40 años de dictadura. Si ya en la contienda se pusieron al lado de los golpistas, con actuaciones tan deplorables como la de delatar a tantos republicanos en los pueblos de toda España, su connivencia posterior con el franquismo fue palpable y evidente. La Iglesia católica ejerció un papel represor ideológico feroz, y en las escuelas se enseñó la moral y la educación de los fascistas, cercenando toda la libertad y la cultura que florecieron en los pocos años que dejaron existir a la República. ¡Cuánto daño irreparable causaron durante tanto tiempo de oscuridad, de falta de libertad, de represión y desasosiego! Nunca demostró la Iglesia compasión ni piedad para tantos que sufrieron el castigo de perderlo todo. De los que murieron asesinados en las cunetas, de los que pasaron años en las cárceles, de los que tuvieron que emigrar a otros países, dejando familias destrozadas. Todo lo contrario, se colocó al lado de los opresores y les daba comunión y perdonaba sus pecados, y fue garante de la moral y la educación más retrógrada.

La noticia en otros webs

A la muerte de Franco, la jerarquía católica se quiso posicionar al lado de la democracia, pero pasado el espejismo de Tarancón, y de los curas rojos y obreros, ha vuelto donde solía, a defender la negación de todos los derechos conquistados y a querer meternos otra vez en la cueva. Si dependiera de ellos, volveríamos a los días negros y a la pesadilla de la dictadura, donde dominaban y nos sometían.

Sólo unos pocos obispos piden ahora perdón. Los demás, de momento, callan o siguen en su delirio de cruzada nacionalcatólica, santificando mártires de un lado y olvidando a todos los demás. Qué losa tan pesada tenemos encima y qué difícil es quitárnosla.

Fuente: El País.com / SALVADOR CANTABRANA JIMÉNEZ – Logroño, La Rioja – 27/07/2009

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Iglesia/guerra/elpepiopi/20090727elpepiopi_10/Tes