Fue la otra noche en Cuatro, en el nuevo espacio de Iñaki Gabilondo (que a mí, entre paréntesis, me gusta menos que el formato anterior, con el cotidiano e imprescindible comentario del gran periodista al principio). No retuve su nombre, pero su cara dolorida y sus palabras apesadumbradas se me quedarán grabadas en la memoria. Esta mujer de pelo albo y vestido oscuro (“¡Oh blanco muro de España! / ¡Oh, negro toro de pena!”).
Lleva 30 años visitando cada día la cuneta donde yace su ser querido en las afueras del pueblo. Y 30 pidiendo sin éxito a las autoridades de la España pretendidamente democrática que por Dios y por su Santa Madre le permitan exhumar aquellos restos y darles el entierro digno que se merecen. Pena negra Lleva 30 años visitando cada día la cuneta donde yace su ser querido
Yo he mirado los ojos de esta mujer, que tanto han llorado y he despreciado, una vez más, a quienes todavía se oponen a que las familias de los vencidos tengan los mismos derechos que disfrutaron bajo la brutal dictadura franquista las de los vencedores. Vencedores que todavía se niegan a perdonar, que rechazan la misericordia, pese a la religión de amor que dicen profesar y que, en realidad, traicionan.
La imagen ha coincidido en el tiempo con la de Garzón entrando a declarar ante un Tribunal Supremo capaz de admitir a trámite la querella que ha puesto contra él, por supuesto delito de prevaricación, un grupo ultraderechista autodenominado, para más inri, Manos Limpias. El juez ha actuado impelido por el deseo de ayudar a las víctimas, personas como la pobre enlutada que hemos visto en Cuatro. Estemos atentos a lo que diga ahora el instructor del caso.
Ian Gibson
La mujer de la que habla Ian Gibson se llama María y vive en Buenaventura (Toledo). La tumba que visita bajo la c501 es la de su madre, a la que mataron en 1936 y de la que no les permitieron sacarla en su momento. Su padre pasó varios años en la cárcel y durante ese tiempo le estuvieron dando semanalmente su dosis de aceite de ricino, algo que nunca le contó a su padre. María ha escrito incluso al rey para conseguir exhumar a su madre y hasta ahora, como ella dice: «todos me dicen que tengo derecho pero todo se me pone torcido…»
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