Confundir churras con meninas…

De la Vogue se aprovecha del franquismo

Por Jesús Salamanca Alonso
Viernes, 08 de Enero de 201

En esta ocasión le han pillado con las posaderas al aire. Tanto que, con la famosa Ley de la Memoria Histórica, debería iniciar las gestiones para indemnizar a las familias a quienes  se expropiaron los terrenos para edificar, dotar y donar (el coste fue casi simbólico para ese tipo de ‘funcioneros’, reconocidos como funcionarios por el régimen) a los afectos al Generalísimo Franco, como su familia. Gracias a lo cual hoy es titular de un piso con valor de centenas de miles de euros.

Entendemos que debería indemnizarse a los afectados, porque así se ha hecho con quienes se ha considerado dañados o víctimas de una dictadura que hoy se nos antoja ‘dictablanda’ con los suyos. Y entendemos, también, que hasta a los sindicatos de clase se les ha dado dinero a manos llenas por el mal llamado, abusivo — e inexistente, en muchos casos — patrimonio sindical.

Cuando se piensa en clave dictatorial y de actúa de forma hipócrita, como si se fuera demócrata de toda la vida, pasa lo que pasa. Y es lo que le ha sucedido a nuestra  ‘Maritere’. La vicepresidenta ha esputado hacia arriba y el esputo se ha estrompado en toda su cara, demostrando que ésta es como el cemento armado, llena de mentira y falta de tragedia.

Ortega y Gasset estaba convencido que “muchos hombres, como los niños, quieren una cosa pero no sus consecuencias”; ahí es, precisamente, donde a nuestra vicepresidenta se la ve el plumero. Esta vez le han pillado con malos pelos y corrida  la pintura de guerra. No se puede estar en la procesión y tocando las campanas, como no puede ser aquello de “comer sopas y sorber”.

NOTA DEL EDITOR:

Ya está que la libertad de expresión está para que todos podamos opinar y debatir nuestras visiones y pensamientos, enriquecernos con el intercambio de las mismas, y hacer gala del mayor precepto democrático, el debate. Ahora bien, eso no significa que todas las opiniones sean válidas en su totalidad, ya que todos exponemos nuestra particular visión de los hechos, de nuestras propias expresiones, basándonos en nuestra particular verdad, es decir, en la verdad de cada uno, que ni es mejor ni es peor que la de los demás, simplemente es diferente. Toda esta parrafada no es más que en alusión al artículo de Jesús Salamanca Alonso, con el cual no estoy de acuerdo. Y no es que lo esté por una defensa gratuita y numantina de la vicepresidenta del Gobierno, todo lo contrario, los que seguís estas páginas sabéis que también hemos sido muy críticos con ella y otros miembros del gabinete incluido el propio presidente.

La Ley de la Memoria Histórica no está efectuada con la finalidad de retornar al punto de partida del 18 de julio de 1936,  (entre otras cosas porque no tendría ningún sentido y sería una total y absoluta memez), sino que se creó (y ahora no voy a entrar en si es la ley es la adecuada o no – ya sabéis también que nosotros no estamos de acuerdo con la misma, pero es la que hay – porque ya está más que expuesto este debate ) como herramienta de recuperación de la memoria histórica y salvaguarda de los derechos de los represaliados y sus familias, por tanto, de las víctimas de la misma y de la cruenta represión generada después de la Guerra Civil. Con esto quiero decir, que todos aquellos que en su día se vieron favorecidos de un modo u otro por el régimen se verían obligados a retornar al punto donde éste no había influido en sus vidas. O sea, devolver las viviendas conseguidas por sus ancestros de origen o carácter afín al Movimiento Nacional y a los sublevados, eliminar todas las infraestructuras creadas por el régimen franquista, negar a la familia que perteneció a un bando determinado (aunque la palabra bando no me gusta como definición), etc., etc. No creo que eso sea lo coherente, inteligente y mucho menos apropiado. La Ley debe servir para recuperar y completar la parte de la historia que no se ha contado, que siga oculta y que se ha pretendido borrar. Indudablemente en la historia de la Guerra Civil habrá que incluir las tropelías cometidas por los sublevados y también la de los defensores del gobierno legítimo de la república; pero, la diferencia está en incluir la represión de posguerra, del exilio, la dictadura y cerrar el círculo de esta  negra etapa histórica de nuestro país. Eso conlleva también la recuperación de las vidas de las víctimas y sus familias de modo que el Estado está obligado a investigar, buscar, exhumar y recordar a las mismas, igual que debe mantener ese recuerdo para todos sin excepción. La historia no puede estar completa si falta una de las dos partes. Ahora bien, todo tiene sus matices, y entre ellos eso no sería suficiente, ya que también  el  derecho  exige que haya justicia donde no la hubo, por tanto, también se deben anular las sentencias sumarias y sin ningún tipo de garantía procesal, así como se debe reconocer el carácter de «crímenes de lesa humanidad» a todas aquellas víctimas de la represión incluidas las de la Guerra Civil y no sólo la represión y posguerra, ya que estos fueron víctimas también de un golpe de Estado. Eso implicaría que si hubiera reconocimiento de las mismas de  tal modo, también en los casos que proceda, se deberían recuperar los patrimonios y bienes usurpados por el franquismo o bien indemnizar a sus víctimas con carácter retroactivo. Pero ello no implicaría el tener que volver al punto cero de la historia, ni pagar tampoco los descendientes por los errores pasados de sus predecesores.

Ya está, que expuesto de esta manera simplista puede provocar e invitar a todo tipo de comentarios por un lado u otro, pero a grosso modo y de forma racional, la base donde fundamentar toda esta panoplia de intenciones y criterios debiera ser una Ley de la Memoria Histórica que además de estar consensuada por mayoría ;y eso incluiría en su diseño la participación de todas las fuerzas políticas democráticas, sindicatos, organizaciones, asociaciones, estamento militar, etc., debe cimentarse en los principios del derecho internacional y las recomendaciones que incluso ha efectuado Naciones Unidas a los diferentes gobiernos de la democracia española.

Por tanto y para no extenderme más…,  y en síntesis, exponer que no es un  tema para las demagogias gratuitas y las comparaciones (que siempre son odiosas) ridículas, y que no se deben confundir «churras con meninas» ya que no se juega únicamente con el conocimiento y la historia de nuestro país y pueblo, sino que  se juega algo más profundo y sentimental, las vidas de miles de españoles que vivieron y desaparecieron como si nunca hubieran existido, y eso no fue así, lo niegue quien lo niegue.

Jordi Carreño Crispín

Vicepresidente de La Memoria Viv@

Enlace.

España Liberal

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