Masones
Sobre masonería y sobre masones, por lo general, solemos contar con una distorsionada idea, construida a base de leyendas y de testimonios poco condescendientes hacia estas sociedades de las que incluso se especula sobre su nacimiento.
Eso por no decir de sus supuestos propósitos, de los que a pesar de lo mucho dicho y calumniado nunca podrán desaparecer la filantropía y, desde un cierto momento de la Historia, la voluntad culturizadora. De ella sabemos que formó, junto a comunistas y al elemento judaizante, la tríada del mal, causante de los males de nuestra patria. Así al menos lo pensó, y nos lo hizo pensar, el Generalísimo y su caterva ideológica. Tal vez empujado de esa obsesión no vio otra solución para salvar a la patria que otorgar a los españoles aquella abyecta ley para la represión de la masonería y del comunismo que tan bien vino para limpiar el Nuevo Estado de elementos molestos. Aunque como cabe suponer no todos tuvieron dificultades para enmascarar su pasado. Sin ir más lejos, según asegura Gerald Brenan en su celebérrimo El laberinto español, compañeros de “alzamiento” de Franco como Queipo de Llano, Sanjurjo, Mola y Goded, fueron masones.
De la presencia masona en Mérida prácticamente nada se recuerda quizás aún por la influencia de leyenda oscura de la que hemos hablado. Salvo las honrosas excepciones que han supuesto los esfuerzos de José Caballero por relatar las vidas de algunos de los más ilustres masones emeritenses, o las frecuentes alusiones hechas en este periódico por Antonio Vélez sobre la vocación masónica de algunas instituciones de la ciudad, para el gran público la masonería a de ser una perfecta desconocida.
Destacada vocación masónica
Y es una pena porque, como en tantas otras cosas olvidadas, Mérida también destacó en su vocación masónica, favorecida por su incomparable situación estratégica. Dos logias tuvieron cabida en Mérida, una de mayor dimensión en todos los sentidos, y la otra más modesta pero no desprovista de su esencia. La primera llevaba el nombre latino de ciudad –Emérita Augusta– y fue también la de más antigua fundación, quizás en torno a1 882. La otra llevaba el nombre de Libertad Nº 151 y al parecer estaba compuesta por miembros de menor capacidad, tanto económica como intelectual, lo que supuso desde su fundación como logia una rémora. Esta se produjo en el año1892 tras haber constituido previamente tres de sus fundadores el triángulo Mérida nº 5.
Las logias emeritenses contaron con una nutrida representación de ferroviarios, lo que atestigua una vez más el papel dinamizador de este colectivo al que tanto le debe la ciudad. Políticamente, y aunque no se puede ser categórico en este aspecto, una gran mayoría de los miembros de estas logias eran a la vez republicanos, llegando alguno de ellos a ocupar cargos públicos en la administración local.
El destino de las dos logias era el de unirse y por aquello de que el pez grande se come al chico la Emérita Augusta absorbió a La Libertad nº 151. El resultado fue una logia más fuerte que llegó a contar con 50 miembros y que consiguió obtener notables éxitos en su misión de propalar sus ideas y principios culturales y filantrópicos. Bajo las órdenes del venerable Eugenio Macías, el entrañable Gambetta que nos presenta José Caballero en su trabajo sobre Maximiliano Macías, la logia se extendió hacia Portugal con nuevos hermanos de aquel país, y creó varios triángulos en la provincia de Cáceres, algo que aunque pueda no parecerlo supuso todo una sorpresa, pues hasta la fecha los masones de ambas provincias permanecían prácticamente desconectados.
Elevación de categoría
Quizás su mayor hito, y el que más prestigio le confirió, fue el conseguir la elevación a la categoría de logia Capitular dependiente del Gran Oriente Español, una especie de órgano rector a nivel nacional. Siendo éste un gran logro sin duda, el más estimable para la propia logia hubo de ser el de la creación de una escuela laica a finales de la década de los noventa del XIX, algo que ni tan siquiera consiguió emular la vecina logia Pax Augusta con sus más de 100 hermanos, perfecta cosificación de los valores de la masonería y en la que se impuso, al menos en la enseñanza, el laicismo, muy querido por los masones emeritenses.
La primera boda laica
Por las logias emeritenses, aparte del venerable Eugenio Macías Gambetta, quien protagonizará la que quizás sea la primera boda laica de la historia de Mérida, pasaron un buen número de hermanos que en la medida de sus posibilidades ayudaron en la defensa de sus principios. Algunos de estos que queremos señalar fueron al profesor Castor Espadiña, Euterpes, el dulcero de la Plaza de la Constitución (hoy de España) Manuel Gutiérrez, Voltaire, el famoso comerciante Tomás Lancho, Fulton, Juan Macías Rodríguez, hermano de Eugenio y de símbolo Krausse, o el periodista Luis Moreno Torrado, Arístides, a parte de masón reconocido propagandista republicano.
También eligieron nuestra logia los hijos de Tomás Romero de Castilla y Peroso, el mayor de nombre homónimo y telegrafista, y el segundo llamado Francisco y de profesión profesor de primaria.
El declinar de las logias en toda España se inició con los desastres del año 1898, que desencadenaron una oleada de animadversión contra estas sociedades secretas acusadas de antipatriotas y de favorecer la independencia de Cuba y Filipinas. Muchas de ellas fueron desapareciendo, cada vez más acorraladas e incomprendidas por la sociedad española siempre permeable al fanatismo patriótico y al linchamiento de víctimas expiatorias.
Con todo lo peor no fue el fin de estas sociedades sino la enésima derrota que la libertad, en cualquiera de sus variantes, sufría ante el pensamiento monolítico y la marca de malditos que ya para siempre tuvieron que llevar estos amantes de sus semejantes.
11 de enero de 2010
Juan Carlos López Díaz
Fuente: http://www.vozemerita.com/periodicos/142.pdf , ( Cultura, p.26)