Varela confirma la apertura del juicio contra Garzón…

junio 5, 2010

El Supremo da cinco días más al juez para que presente su escrito de defensa ante el juicio por la Memoria Histórica.

Luiciano Varela (Foto de archivo)EP El magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela rechazó hoy tramitar la petición que le hiciera el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón para que anulara la apertura de juicio oral que dictó contra él el pasado 13 de mayo por un presunto delito de prevaricación que habría cometido al investigar, sin tener competencia para ello, las desapariciones durante el franquismo.

En esta resolución, el magistrado que instruye esta causa le dice a Garzón que no cabe «tachar de precipitada la decisión sobre la apertura del juicio oral», tal y como la calificaba la defensa del juez en su escrito, puesto que el recurso que interpuso Garzón ante la Sala solicitando la nulidad de los escritos de las acusaciones, que aún está pendiente de resolverse, «carece de efectos suspensivos».

Varela justifica su negativa a tan siquiera tramitar esta petición en el hecho de que lo alegado por Garzón en su escrito esté ya sometido al criterio a la Sala competente para el enjuiciamiento, mediante los recursos en los que el juez procesado pide que se anule el escrito de acusación en el que Manos Limpias pide para él 20 años de inhabilitación.

Por ello, Varela señala que «no cabe que el instructor incida sobre dicha pretensión» y dispone que no ha lugar a tramitar la instancia de nulidad de actuaciones formulada.

La causa por la memoria histórica sienta a Garzón en el banquillo a instancias de una única acusación popular, la que ejercitan el sindicato de funcionarios Manos Limpias junto con la asociación Libertad e Identidad, después de que Varela expulsara del procedimiento a Falange Española y de las JONS por no presentar en plazo su escrito de acusación una vez le ordenara corregirlo, al estimar que contenía valoraciones y elementos ajenos al procedimiento.

La Fiscalía no acusa en este procedimiento, por entender que las actuaciones de Garzón durante su investigación de los crímenes franquistas en la Audiencia Nacional no supuso prevaricación alguna. Presentó además un recurso, aún pendiente de resolución, solicitando a la Sala de lo Penal del Supremo la nulidad de los acuerdos adoptados por Varela al exigir a las acusaciones que enmendaran sus escritos, al estimar que esta decisión del instructor no tiene base procesal, por lo que la causa debería ser archivada.

En noviembre de 2008 el titular del Juzgado de Instrucción número 5 se inhibió de este procedimiento a favor de los juzgados territoriales, si bien algunos de ellos, como el de Granada y el de El Escorial (Madrid) entienden que tampoco a ellos les corresponde la apertura de fosas y han planteado un conflicto de competencias que también se encuentra pendiente de resolución por el alto tribunal.

CINCO DÍAS MÁS

Por otra parte, Varela ha dado a Garzón plazo hasta el próximo 17 de junio para que pueda presentar su escrito de defensa. El abogado de Garzón en esta causa, Gonzalo Martínez-Fresneda, solicito el otro día poder esperar a conocer la resolución de la Sala sobre sus peticiones de nulidad antes de que concluya el plazo para presentar su escrito, que inicialmente vencía el día 10.

Agencia Europa press vía Yahoo Noticias


La novela en la Guerra Civil y el franquismo…

junio 5, 2010

La «anormalidad» franquista y la novela…

JOSÉ-CARLOS MAINER 05/06/2010

Santos Sanz Villanueva recorre, en un libro que sitúa «entre el ensayo y la monografía informativa», las obras de los autores que empezaron a publicar antes de 1975 hasta llegar a nuestros días. Sin juicios gratuitos, el autor recalca los pasos del «derecho de la novela a desprenderse de agobios y opresiones».

La historia de la novela española posterior a 1939 ha sido habitualmente contada como un relato unitario, dotado de principio, trama y fin. Lo hizo el veterano y admirable libro de Eugenio G. de Nora, La novela española contemporánea, al presentarla como la conclusión de una marcha que la narrativa española emprendió en 1898 en pos del realismo crítico. En 1970, el expresivo subtítulo que Gonzalo Sobejano puso a su Novela española de nuestro tiempo, ‘En busca del pueblo perdido’, explicitaba mucho de su propósito, igual que -aunque de otro modo- lo hacía el de ‘Historia de una aventura’ con el que José María Martínez Cachero apostillaba su título de 1972, La novela española entre 1939 y 1969: el primero contaba un despertar político-literario en tiempo de penitencia y el segundo exoneraba paladinamente al franquismo de cualquier responsabilidad en el desaguisado. Incluso quienes se han asomado a este recuento desde la condición de partícipe o la de observador ocasional han adoptado la misma perspectiva causal: pienso en la excelente síntesis de Aranguren, ‘El curso de la novela española contemporánea’, incluida en sus Estudios literarios (1976) y en el reciente testimonio de Miguel Delibes, España (1936-1950): muerte y resurrección de la novela (2006).

La novela española bajo el franquismo. Itinerarios de la anormalidad

Santos Sanz Villanueva

Gredos. Madrid, 2010

576 páginas. 35 euros

Conviene recordar todo esto porque al último libro de Santos Sanz Villanueva, La novela española durante el franquismo, no le faltan antecedentes ilustres en la idea de contar esa historia como una unidad de sentido. Y pocos están tan autorizados para volver a hacerlo: se acreditó con un libro juvenil pero importante, Tendencias de la novela española actual (1972), luego con un panorama fundamental e insuperado, Historia de la novela social española (1942-1975) (1980), y después mediante bastantes monografías sobre autores, además de un largo ejercicio como crítico de la actualidad literaria. También ha querido que un subtítulo revelador amalgame las casi seiscientas tupidas páginas de La novela española durante el franquismo: Itinerarios de la anormalidad. Porque el franquismo -que el título no esconde- ha sido precisamente la negación de cualquier normalidad lingüística y política y porque lo que aquí se cuenta son los pasos del «derecho de la novela a desprenderse de agobios y opresiones»: lo que vale decir de cortapisas externas y de mentiras u ocultaciones afrentosas, pero también de misiones redentoras imaginarias, de encapsulamientos egolátricos o de complicaciones formales gratuitas. La «normalidad» no niega estas últimas como ingredientes estéticos, por supuesto, pero les hace perder su carácter militante o trascendentalista.

Este planteamiento ha llevado a tomar dos decisiones quizá discutibles pero muy coherentes. Por un lado, se ha excluido la narrativa producida en el exilio (de la que Sanz Villanueva es un estudioso precoz y meticuloso, por cierto) ya que en ella no contaban directamente los condicionantes del franquismo; por otra parte, el historiador ha analizado las obras de todos los autores que empezaron a publicar antes de 1975 hasta llegar a sus novelas de nuestros días, con lo que este libro presenta una «literatura durante el franquismo» donde éste parece seguir contaminando lo que tocó siquiera fuera en sus inicios, al modo del pecado de Adán y Eva que concierne también a las generaciones sucesivas. Podría discutirse si el lugar de esa prolongación debe formar parte de la semblanza y trayectoria de cada autor, como se ha hecho, o si habría de ocupar un lugar específico y aparte. En este caso, su arranque estaría en el estupendo capítulo final -que estudia el grupo leonés (Luis Mateo Díez, Merino y Aparicio) y la aparición de «el caso Mendoza», justo en la primavera de 1975- y su desarrollo ampliaría mucho las brillantes pero muy breves páginas de la ‘Coda final: la narrativa en el tiempo de la Transición’, algo de lo que un día Santos Sanz Villanueva hablará largo y tendido. Y así lo esperamos sus lectores de ahora…

Pero esos son los derechos de quien, con toda legitimidad científica a su favor, ha preferido construir un libro «entre el ensayo y la monografía informativa», sin aparato crítico ni bibliografía acurrucada a pie de página (aunque a veces se aloja en su propio texto, con menciones nominales de los estudiosos). Quien habla, a fin de cuentas, es un lector voraz y ponderado que en una frase sabe resumir un juicio más extenso, como cuando define la «impresión de adanismo, escritura poco decantada» de los primeros libros de Matute, la «creativa aleación de dureza y profunda piedad» de los últimos de Juan Marsé, el «ternurismo delicuescente» que malogra alguna novela de Sampedro, la indecisión de Delibes entre «subjetivismo y distanciamiento», el paso de Javier Marías a la «novela como estructura mestiza, flexible y discursiva» o el lugar de Castillo Puche, «ni común, ni cómodo», siempre «poderoso y algo desmesurado». Alguna certera apreciación biográfica también da en clavo, así sea cuando se refiere a la «estampa personal inconfundible» de Martín Gaite, a la «fatuidad arrogante» de Cela o a la errancia final de Torrente Ballester entre la «presencia mediática y la literatura para hacer dinero».

Se puede disentir de algunos pero no hay juicio gratuito en este libro de madurez y análisis, claramente favorable a una novela con fundamento en la realidad, aunque la gama de sus posibilidades pueda incluir a Francisco Umbral («asociación extrema entre vida y literatura») y una abierta y meditada defensa de la novela de Manuel Vázquez Montalbán, frente al «reconocimiento cicatero de la crítica». Y no se puede por menos que agradecer su rescate de escritores mal o poco leídos: desde Castillo Navarro, Pablo Antoñana y Félix Grande a Mario Lacruz, Isaac de Vega o el último Juan Pedro Quiñonero. Por parte del autor, no hay ninguna pretensión de reprochar olvidos sino de subsanar las lagunas que crea la rutina, como tampoco la hay de subvertir la periodización habitual aunque la use siempre con alguna sorna escéptica, salvo cuando defiende, con buenas razones, la existencia de una «generación de 1968», como ya había hecho en otras ocasiones. No es, sin embargo, un entusiasta incondicional de ella, como tampoco lo es de aquellos otros escritores de los años cincuenta inquietos, bastante crédulos y muy ambiciosos, que dejaron una «mínima huella en la historia literaria», desbancados por la promoción de realistas críticos. A propósito de aquellos, nadie -salvo los propios interesados- echará de menos que esta meticulosa historia de la novela durante el franquismo no mencione la «novela metafísica» de los primeros sesenta, invención del crítico, novelista y funcionario de Información y Turismo Manuel García Viñó: en definitiva, fue otra demostración de los «itinerarios de la anormalidad» que aquí se nos cuentan con tanta sabiduría.

Babelia (El País.com)

[PDF]La novela española durante el franquismo

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CRÍTICA:

Tristes guerras…

En 1994 Andrés Trapiello dio a conocer en Las armas y las letras su visión sobre el comportamiento de los escritores en la Guerra Civil. Dieciséis años después ha aparecido la tercera edición, más aumentada que corregida, pues no rectifica sustancialmente el panorama de aquel libro que presentó a los escritores de la Edad de Plata obligados por las circunstancias a tomar «ora la espada, ora la pluma». Trapiello adereza una información ciclópea con inmejorables trazas narrativas. De Unamuno a Azaña, desfilan por este volumen nombres mayores y menores de un tiempo en que la vesania de unos arrastró a todos a una carnicería de la que nos aturde más el estrépito de la ignominia que el clarín de la épica. Quien se engolfe en este libro percibirá que entre ellos hubo «héroes, bestias y mártires», según reza el subtítulo de A sangre y fuego, relatos de Chaves Nogales que Trapiello ha contribuido a rescatar. En esta reedición hay abundantes materiales nuevos, muchos provenientes de España sufre (Renacimiento, 2008), diario de guerra del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, prologado por el propio Trapiello. Acompañante de los genios sin pretender ser uno de ellos (igual que Juan Guerrero Ruiz, escudero del dignísimo Juan Ramón), Morla hizo de su embajada el refugio al que se acogieron numerosos franquistas; lo contrario que el cónsul Neruda, «de un egoísmo y de un ensimismamiento abrumador». A punto los sublevados de irrumpir en Madrid, Morla no ahorra puyas a quienes, frente a los que se batían el cobre en el frente, habían hecho de la retaguardia el escenario de su vedetismo antifascista. «¡Qué van a querer que termine la guerra! Alberti vive ahora en una casa preciosa, moderna, elegante, con una terraza magnífica»; y enseguida: «Con la victoria de Franco lo pierden todo». Así extraña menos que Alberti, en la dedicatoria de una foto de 1965, se refiriera a esos años como la «belle époque». Lejos de la equidistancia entre los «hunos» y los «hotros», Trapiello asume que fue la República la depositaria de los principios de la Ilustración, pero ni cierra los ojos ante su deriva totalitaria ni ignora que, en aquel charco de sangre, hubo víctimas y verdugos -y escritores eximios- en ambas partes. He aquí, en fin, un ensayo apasionante, bien urdido y excelentemente escrito, abierto a los nombres que habrán de ir incorporándose a esta galería trágica donde resplandece lo mejor y lo peor de la condición humana.

Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil (1936-1939)

Andrés Trapiello

Destino. Barcelona, 2010

640 páginas. 38 euros

ÁNGEL L. PRIETO DE PAULA 05/06/2010

Babelia (El País.com)


«El juicio a Baltasar Garzón es un insulto a las víctimas»…

junio 5, 2010

Estela de Carlotto. Presidenta de la asociación argentina Abuelas de Plaza de Mayo.

JUANMA ROMERO MADRID 05/06/2010

Estela de Carlotto –en la foto, ayer viernes en el hotel NH Zurbano de Madrid– defiende que su lucha «es un movimiento de amor», cargado de un «implacable deseo de justicia».GABRIEL PECOT

Estela de Carlotto –en la foto, ayer viernes en el hotel NH Zurbano de Madrid– defiende que su lucha 'es un movimiento de amor', cargado de un 'implacable deseo de justicia'.

Mirándola, escrutando su carácter, su viveza, cuesta creer que Estela Barnes de Carlotto cumpla 80 años en octubre. Toda su fuerza, dice, germinó con el dolor, en 1978, cuando su hija Laura, de 23 años, fue asesinada por las fuerzas armadas argentinas. Le entregaron su cadáver, pero no el bebé de dos meses que acababa de dar a luz. Ese niño, Guido, nunca más apareció. Fue uno de los cerca de 500 robados a sus padres como botín de guerra durante la dictadura militar (1976-1983).

Carlotto no calló y se unió al incipiente movimiento de las Abuelas de Plaza de Mayo. Hoy, 33 años después, la asociación ha hallado a 101 nietos, ha recibido numerosos premios internacionales y está nominada al Nobel de la Paz 2010. La lucha de Carlotto sigue, igual que su «apostolado» por todo el mundo. Por España también, adonde ha viajado esta semana con otra abuela, Buscarita Roa, para solidarizarse con las víctimas de Franco y con Baltasar Garzón.

¿Cómo se ve desde Argentina la causa contra el juez?

Es un insulto, una ofensa al dolor de las víctimas. Garzón es un amigo muy querido, porque comenzó juicios contra los represores argentinos cuando allá había impunidad y aún estaban vigentes las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida. Ahora es él el que está en una situación delicada y le estamos defendiendo, presentando incluso una querella criminal en Argentina. Si la historia se sepulta, se esconde y no se castiga con la ley en la mano, puede volver a repetirse.

¿No es paradójico que quien procesó al militar argentino Adolfo Scilingo o al dictador chileno Augusto Pinochet ahora se siente en el banquillo?

Se ve una política acomodaticia, interesada en que se tapen las cosas para dejar tranquilas a ciertas personas. Algunos no quieren que se conozca la verdad: tendrían que rendir cuenta de sus crímenes y por razones económicas. Las dictaduras enriquecieron a muchos.

El PP argumenta que mirar al pasado es reabrir heridas.

«Si la historia se esconde y se sepulta, y no se castiga, puede repetirse »

Las heridas por la muerte de un familiar, de un hijo, de un nieto, de un marido, no se cierran nunca con el silencio. ¿Por qué quieren quitarle su derecho milenario de rendir honores a los muertos? Ese argumento se usó en Argentina. Hablaban de reconciliación, como si fuera fácil. ¿Con quién nos vamos a reconciliar, con [Rafael] Videla, con Franco? Que no digan palabras que hieren, que molestan. ¿Alguno pidió perdón? Yo siempre digo irónicamente que quien les tiene que perdonar es mi hija Laura, que fue asesinada por ellos. Pero no, nadie pide perdón. No se puede pedir el sacrificio siempre a la víctima. Por eso nos duele lo que ocurre en España.

¿La derecha se ha emancipado del franquismo?

Quedan, quedan resabios.

¿Y la judicatura? Porque es la que está obstruyendo las causas contra el régimen.

«Sería necesario que Zapatero hiciera gestos hacia las familias»

En Argentina tenemos un caso paradigmático, el de Ernestina Herrera de Noble [la dueña del diario Clarín], que adoptó a dos hijos de desaparecidos. El caso aún no se ha resuelto. Tenemos que luchar contra eso, acá o allá. Hay dos justicias, y depende de tu poder, sales indemne o te condenan. Igual que la Iglesia, que ha sido cómplice de muchas dictaduras. En Argentina, fue algo bochornoso.

¿El Gobierno socialista debería hacer algo más para reparar a las víctimas de la dictadura?

Siempre se argumenta la división de poderes. Pero sí, quizá a [José Luis Rodríguez] Zapatero le pasa eso, y sería necesario que hiciera gestos.

¿Qué hace falta para despertar a los ciudadanos?

Es una buena iniciativa las manifestaciones en la Puerta del Sol, todos los jueves, como hicimos y seguimos haciendo abuelas y madres en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Hace falta que salga en los medios, que se sumen personas de relieve y que se enseñe a los jóvenes a entender que les concierne, que están en riesgo si se entierra la historia. Hay que ayudarles a pensar, a que sean jóvenes y disfruten, pero sin olvidar que pueden crecer en un mundo falso si se oculta la historia. La verdad duele a veces, pero es reparadora.

¿Qué les da fuerzas?

El amor que tenemos a nuestros hijos y nietos. Es un movimiento de amor, no uno con el que se gana plata o se gana protagonismo en los medios. Encontrar un nieto que nos robaron supone el triunfo de la verdad sobre la mentira y de la democracia sobre la dictadura, es una reparación nacional y universal. Hemos encontrado ya a 101, y vemos que nos acompañan, que defienden su historia, que la cuentan, que hacen de eso un apostolado. Mi hija empezó a militar muy joven, a favor de los pobres y los humildes, como el hijo de Buscarita. Y una piensa «bendito pensamiento que les hizo dar hasta la vida». Yo siento que Laura está a mi lado, que me acompaña y me empuja. Los compañeros de cautiverio de mi hija me contaron que ella decía de los militares: «Mi vieja no les va a perdonar mientras viva lo que me están haciendo y los va a perseguir». Yo no sabía que tenía esa fuerza, y es la que me está dando ella. Es el amor el que nos dice que no hay que olvidar, que hay que seguir. No podríamos no hacer esto. No guardamos odio, pero sí un implacable deseo de justicia. Y de memoria.

Público.es


ACTOS MEMORIALISTAS: «Identidades Buscadas», «Identidades Encontradas» y «Ausencias»

junio 5, 2010

Celebración emotiva de La Jornada Contra el Olvido en la Casa América de Madrid con la participación de personalidades destacadas dentro del mundo memorialista.

Hoy (viernes 4 de junio) en la Casa de América de Madrid ha tenido lugar La Jornada Contra el Olvido. En el primer tramo «Identidades buscadas»  han intervenido Carlos Slepoy  (abogado argentino). Martha Bello (Psicoanalista),  Lila Parrodo (psicologa y moderadora de esta jornada) y el sociólogo y escritor Francisco González de Tena. En el segundo bloque del acto «Identidades encontradas»  han participado Fernando Macarro conocido como  Marcos Ana (poeta), Emilio Silva (periodista y Presidente de la ARMH) y Estela Barnes de Carlotto (Presidenta de la Asociación Abuelas Plaza de Mayo). La sala estaba decorada con obras de los escultores Rego Curten y Andrés Montesanto. Mientras todo esto ocurría se proyectaban las fotografías de Gustavo Germano.Un trabajo precioso ya conocido por muchos «Ausencias»

Reportaje, texto y fotografías por : Fuen Benavente (La Memoria Viv@)

Corrección editorial: Jordi Carreño (La Memoria Viv@)

(Para ampliar las fotografías pinchar sobre ellas)

La primera ponencia corrió cargo del abogado argentino Carlos Slepoy

La psicoanalista Martha Bello realizando su exposición

La psicóloga Lila Parrodo actuó como moderadora de la jornada

Nuestro queridísimo amigo y colaborador Paco González de Tena, sociólogo y escritor en el momento de su participación

El incombustible luchador y poeta Marcos Ana (Fernando Macarro) en su oratoria

El compañero Emilio Silva, periodista y presidente de la ARMH participando en el acto.

La magistral presencia de Estela Barnes de Carlotto "Presidenta de la Asociación Abuelas Plaza de Mayo"

Una de las obras expuestas de los escultores Rego Curten y Andrés Montesanto

Otra de las esculturas presentes de Rego Curten y Andrés Montesanto