El actor cómico de ‘Aída’ busca a su bisabuelo asesinado en 1936
NATALIA JUNQUERA – Madrid – 20/06/2010
Joaquín era maestro en Castilleja del Campo, un pueblo sevillano con menos de 700 habitantes. Sus alumnos aún le recuerdan porque les enseñó «a leer el reloj», cuenta León. Tenía 43 años aquella tarde en que dos menores le arrastraron a un cine convertido en corredor de la muerte para rojos. No cumpliría los 44. «Su hijo mayor, José, que entonces tenía 16, le llevó comida en una cesta, hasta que un día ya no hizo falta». Le dijeron que lo habían trasladado, pero la familia entendió que había muerto. Lo fusilaron el 22 de agosto de 1936. En marzo de 1938 fue inscrito en el registro de defunciones. El apartado sobre la causa de la muerte dice: «Aplicación del bando de guerra». El del lugar está en blanco.
Joaquín tenía cuatro hermanos. Dos, José y Manuel, profesores, también fueron fusilados. Francisco, militar e ingeniero de aviación, huyó a EE UU, y la cuarta, Angelita, murió a los 85 años. Se había hecho falangista. A José lo mataron dos meses después que a Joaquín. «Fueron a por él una tarde, cuando dormía la siesta. Se lo llevaron en pijama». El 17 de octubre de 1936 su hijo volvió a casa con otra cesta devuelta. Antonio, hijo de Joaquín y abuelo de Paco León, recuerda a su tía gritar inconsolable aquel día: «¡Otra canallada! ¡Otra canallada!». Tenían nueve hijos.
La familia de Manuel, el tercer hermano, decidió vestirse de luto y actuar como si él hubiera muerto. Manuel se escondió. Primero, en casa de otro maestro, y cuando a este le iban a quitar la vivienda y el puesto de trabajo, en un escondite construido detrás de un armario en su propia casa. «Pasó dos años encerrado y aquel sufrimiento de estar siempre asustado, sabiendo lo que le esperaba, le atacó el estómago. Vomitaba sangre… Un médico amigo se atrevió a operarle en casa», relató en el año 2000 Antonio a Richard Barker, un filólogo neoyorquino que quiso investigar la represión franquista en el pueblo donde veraneaba, Castilleja del Campo. «Dijeron que iban a hacer un canje con la Cruz Roja. Mi tío no se fiaba, pero al final salió», explicó Antonio. Era una trampa. Se lo llevaron a la cárcel de Sevilla. «Lo fusilaron en una camilla porque estaba tan débil que no podía ponerse en pie para el pelotón», relata José León García, sobrino de Manuel. Su hija estaba presente.
Las viudas quedaron a cargo de 16 hijos. «Mi bisabuela me contaba que abrían una cómoda y en cada cajón dormía uno de los pequeños», recuerda Paco León. Antonio le contó a Barker: «Se fue a trabajar de maestra a una aldea con mi hermana, que tenía cinco años. Nadie quería alquilarle una casa por ser viuda de republicano. Después, consiguió un puesto en Triana para suplir a una profesora con demencia. ‘¡Que me dure mucho la loca’, decía». Antonio se puso a trabajar en una fábrica de armas, «haciendo bombas para matar rojos», con 14 años. «Tenía mucho miedo y lo dejé. Pocos días después, el polvorín explotó. Quedaron todos sepultados».
José León, el hijo mayor de Joaquín, estudió en la escuela industrial y se colocó en la fábrica en la que trabajaba uno de sus profesores hasta que lo dejó todo por el teatro. Cuando su jefe le preguntó por qué, respondió: «En el teatro me aplauden más». Montó un circo que un día, en los años 60, llegó a Castilblanco de los Arroyos (Sevilla). «Mi tío abuelo colocó la carpa al lado del cementerio. Un hombre se acercó y le dijo: ‘Ahí está enterrado tu padre», cuenta Paco León.
Francisco, el hermano que se exilió en EE UU, ayudó siempre a la familia. «Envió dinero hasta hace relativamente poco. Recuerdo a mi bisabuela colocarme una medallita que había comprado con el dinero del tío americano». Había sido compañero de promoción de Franco y vivió el resto de sus días pegado a la radio, esperando oír la noticia de su muerte, pero él falleció dos años antes. «Le quitaron todo. En Chicago tenía enmarcado el documento de incautaciones, que decía que era ‘enemigo de España», cuenta Paco León. El actor sigue buscando sin apoyo institucional a su bisabuelo, y pregunta: «¿Hasta cuándo?».
El País.com:
Mi tía, Ma Dolores Luengo Garesse, fue detenida por vender papeletas del Socorro Rojo, le dieron tantos latigazos que las bragas hubo que cortarselas a tiras que se clavaban en la carne hinchada. Le hicieron un juicio en donde su abogado defensor era un general de Franco, que pidió la máxima pena para ella porque «era un peligro para España». Era menor e hija de una extranjera (gibraltareña), y por eso y por azar se libró del fusilamiento, que sufrieron otras muchas mujeres. Sufrió muchos años de prisión en distintas cárceles, y fue puesta en libertad en Sevilla. Cuando la Junta de Andalucía la quiso indemnizar, la mayoría de la documentación había sído destruida y apenas pudo demostrar un año o dos de prisión. Tuvo el consuelo de recibir un título de «Luchadora por la Libertad» de la Junta de Andalucía, y cuando murió fue incinerada sin ninguna ceremonia religiosa, como había hecho saber en vida.
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El día que tenga ánimo, contaré la historia de mi padre Sebastián Gutierrez Ariza. Hoy con mi tía he tenido bastante.
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Un abrazo Maria Pilar
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¡Cuántas barbaridades se cometieron en la guerra civil! Y todas respaldadas por una falsa religión y en nombre de una libertad equivocada… Mi más séntido pésame a todas las familias de los mártires inocentes.
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