«Lo que ha hecho Garzón por los derechos humanos debe tener un reconocimiento»…

julio 4, 2010

El ayuntamiento de Torres, en Jaén, pueblo natal de Baltasar Garzón, ya ha promovido hasta en tres ocasiones la candidatura del magistrado a Premio Nobel de la Paz, solicitada ahora por la Fundación José Saramago.

Garzón y Saramago en Lisboa, diciembre de 2008, con motivo del 60º Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

NUEVATRIBUNA.ES 02.07.2010

“Su pueblo le quiere mucho y su alcaldesa también”. Este es el mensaje que Elvira Sanjuán, alcaldesa socialista de Torres (Jaén) envía a Baltasar Garzón tras conocer la noticia de que la Fundación José Saramago reclamará la concesión del Premio Nobel de la Paz al magistrado inhabilitado por el poder judicial por abrir una investigación sobre los crímenes de la Guerra Civil y el franquismo.

Garzón (ahora asesor en la Corte Penal Internacional) participó el jueves en Lanzarote en la presentación de la biografía del escritor portugués, junto a su viuda, la periodista Pilar del Río, que fue la que anunció que solicitará el galardón -tal y como su marido quería- y que está justificado “por su labor en la defensa de los derechos humanos y por no haber agachado la cabeza ante ninguna artimaña ni poder y creer en la justicia universal”. El acto se celebró en la Fundación César Manrique y en el mismo, el magistrado alabó la figura del Premio Nobel de Literatura por su “honestidad, su valentía y su coherencia”.

Pero esta no es la primera vez que Garzón aspira a recibir dicho galardón. Hasta en tres ocasiones, el ayuntamiento de su pueblo natal, Torres, en Jaén, ha aportado documentación para pedir la candidatura del juez al Nobel de la Paz. La última vez fue con el alcalde socialista Manuel Torres y su iniciativa logró conseguir 250.000 adhesiones procedentes de todo el mundo. Al regidor le sustituyó a mitad de la presente legislatura su compañera de partido que tras enterarse de la candidatura destacó, en declaraciones a nuevatribuna.es, que “lo que ha hecho Garzón por los derechos humanos, contra el narcotráfico, contra el crimen organizado, debe tener una valoración y un reconocimiento” , dijo Elvira Sanjuan al que calificó como su “paisano” y recordó la concentración que se celebró en Torres en protesta por la inhabilitación del juez.

La candidatura ha empezado a ser promovida en la red social facebook donde se lee que “defender a Baltasar Garzón es defender a la Justicia Universal» y se une a la iniciativa de colectivos de la Memoria para que le otorguen el Premio Sajarov junto a las víctimas del franquismo.

Durante su trayectoria judicial, Garzón lideró importantes operaciones contra el narcotráfico y contra ETA y su entorno. Investigó los GAL y recientemente la trama Gürtel de la que ha sido juez instructor desde la Audiencia Nacional. Su reconocimiento internacional le llegó por la causa abierta contra las dictaduras de Chile y Argentina y en particular contra Augusto Pinochet. Precisamente, Pilar del Río contó que cuando Saramago se enteró de que Pinochet iba a ser procesado “estábamos exaltados de la alegría”.

La Fundación presentará la documentación antes de agosto. El premio se otorga “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz” según las palabras de su promotor el sueco Alfred Nobel. El galardón, que el año pasado fue otorgado al presidente de EEUU, Barack Obama, está directamente ligado con la defensa de los derechos humanos y la consecución de la paz.

Nueva Tribuna.es


En España ya se han exhumado 4.000 cuerpos de las fosas franquistas…

julio 4, 2010

El antropólogo Luis Ríos relata para nuevatribuna.es cuál es el proceso de desenterramiento y posterior identificación de los restos a través del AND, un trabajo lento y costoso en el que participan estudiantes y voluntarios.


NUEVATRIBUNA.ES / ISABEL G. CABALLERO 02.07.2010

El primer cuerpo que se exhumó en España de una fosa del franquismo fue del abuelo de Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Corría el año 2000 y una década después la cifra de desenterramientos asciende a 4.000 de un total de cuerpos que oscila entre 100.000 y 140.000. Por medio ha quedado la aprobación de la Ley de Memoria que abrió la vía de las subvenciones estatales a los familiares de las víctimas del franquismo y la causa abierta por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que en su auto de octubre de 2008 cifra los muertos en 113.000.

Las dificultades con las que los familiares se encuentran para recuperar a sus seres queridos no son pocas. El tope de las subvenciones es de 60.000 euros, pero gran parte de este dinero va destinado a la identificación de los restos en laboratorio. Así lo explica el antropólogo Luis Ríos de la Universidad Autónoma de Madrid, que lleva desde 2005 colaborando en la exhumación de restos en España después de pasar dos años en Guatemala donde también trabajó en exhumaciones. Licenciado en biología y especializado en antropología física participa este sábado en el acto de entrega de los restos de la fosa de Aranda de Duero, en el monte de Andaya, en Burgos, junto a Silva y a Francisco Etxebarría, el forense que más fosas comunes ha exhumado en España.

“Es muy difícil saber el número exacto de fosas porque la información no está centralizada. No hay un recuento total y no hay un respaldo a nivel estatal que pueda poner un poco de orden a la información recogida que está muy dispersa”. Luis Ríos considera necesario “coordinar” los proyectos porque así –dice- “no sería tan costoso” y se podría hacer más rápido. Y es que, en algunos casos, la identificación puede alargarse años: “El proceso de identificación es especialmente largo porque no se puede mantener un grupo de personas a tiempo completo. A veces se tardan 2-3 años como en el caso de Andaya con 85 restos que genera una cantidad de información importante. A veces contamos con la colaboración de estudiantes que se les plantea una pequeña investigación y así vamos sacando el trabajo adelante”. E incluso, el vicerrectorado de la universidad ha llegado a pagar los osarios para trasladar los restos, nos cuenta.

El equipo con el que trabaja Luis Ríos en la Autónoma (por esa universidad han pasado 350 restos) se pone en marcha cuando recibe la petición de una agrupación de familiares o de algunas de las asociaciones de la memoria. “Cuando nos avisan desplazamos un equipo de arqueólogos y antropólogos para hacer la exhumación. Luego se envían los restos a la universidad para el estudio osteológico. En paralelo, se investigan los archivos (expedientes militares, penitenciarios y partidas de nacimiento) y una vez que se tiene la información arqueológica, documental y la osteológica se intenta ver que la información de los restos es compatible con lo que dicen los testimonios y los documentos. A partir de ahí proponemos alguna identificación con la prueba genética que es la ultima parte del estudio”.

Según Luis Ríos, los testimonios de los familiares vivos son muy importantes para localizar dónde esta la fosa y saber quiénes están allí. “Los familiares pueden aportar datos como características morfológicas de la persona, alguna cojera, etc. que pueden ser muy útiles”. En la mayoría de los casos se trata de gente muy mayor. Se ha llegado a encontrar a una viuda viva de una persona asesinada en la Guerra Civil, pero la mayoría de los casos son hijos, que aunque no recuerden mucho lo que pasó, dado que eran pequeños, pueden aportar fotografías u otros datos de interés.

Algunos de los asesinados eran enterrados con una botella de cristal que contenía un papel con su nombre o su número de afiliación como preso lo que facilita mucho la identificación, como el caso de dos hermanos encarcelados en que el que sobrevivió uno y enterró junto al cuerpo del hermano muerto un bote de cristal con su nombre. “En el frente de batalla esto era muy común, se enterraban con alguna identificación pensando que les vendrían a buscar después de la guerra para llevárselos a los familiares”, dice.

En ocasiones es muy difícil la identificación genética e incluso imposible porque aunque el resto esquelético tenga buen aspecto resulta sumamente complicado sacar el ADN porque está degradado. No obstante, el hecho en sí de la exhumación de la fosa es muy significativo para los familiares, cuenta Luis Ríos.

“En la mayoría de los casos (entre el 80-85%) presentan signos de lesiones por arma de fuego en la zona del cráneo. Hay que dejar registro de todas esas cuestiones y que después lo valore un médico forense, pero queda claro que es gente asesinada y en muchos casos con patrón de disparos en la cabeza”. La franja de edad oscila entre los 16-17 años y los 70 años de edad de las personas encontradas.

“Cuando culmina el proceso, la reacción de los familiares es muy emotiva, afirma Luis Ríos: “Para los familiares es emocionante, un poco triste pero de bastante tranquilidad y alegría. Es volver a hacer muy presente un acto brutal pero también hay una sensación de alivio porque es una historia que se cierra, una vez que pasa el momento puntual queda la sensación de calma”.

Nueva Tribuna.es


Dos niñas que jugaban…

julio 4, 2010

ALMUDENA GRANDES 04/07/2010

Cuando descolgó el teléfono, no reconoció su voz, pero al escuchar su nombre volvió a verla, y se vio a sí misma, las dos tan pequeñas, tan menudas, dos niñas que jugaban en la calle.

“Los partidarios de la equidistancia no son partidarios de la equidad”

–Como ahora eres tan famosa…

No quiso apreciar siquiera un indicio de ironía en este comentario, porque su interlocutora tenía razón. Para su alegría, pero por su desgracia, se ha vuelto famosa últimamente. Esa repentina condición ha infiltrado en su ánimo una sensación agridulce. Por un lado, le resulta muy triste ser famosa más allá de los setenta años por haberse quedado huérfana de padre y madre cuando tenía solo tres. Por otro, después de setenta años de luto oculto, la amargura de un duelo clandestino impuesto primero por las circunstancias, y después por la indiferencia de sus compatriotas, es un alivio que su nombre, su historia, se comenten en los periódicos, en las tertulias de radio, en las conversaciones de las barras de los bares.

Me llamo Balbina Gutiérrez Gayo. Soy republicana, maestra, directora de una escuela. Tengo tres hijas muy pequeñas… Una actriz espléndida narra espléndidamente la historia de su madre, y la de su padre, ambos maestros, fusilados ambos con un día de diferencia en los primeros días de la posguerra, en uno de esos vídeos que han hecho tanto ruido. Esa historia, que ha marcado su vida con la huella de una tragedia indeleble, la ha hecho famosa. Qué horror, y qué alegría. Habría dado cualquier cosa por haber sido una niña normal, con su papá y su mamá, cuando jugaba en la calle con aquella vecina que ha llamado por teléfono, y sin embargo, tantos años después, que la crónica del terror se haga pública la reconforta. Pero ella es mucho más que una huérfana, una mujer muy inteligente, muy culta. Maestra como sus padres, directora de una escuela como su madre, jubilada ya, pero curiosa, atenta a cuanto sucede a su alrededor, modera sus esperanzas. Nada de lo que está sucediendo la sorprende. Ni lo bueno, ni lo malo. Conoce bien la función de los prefijos. Es maestra.

Los que siguen negándose a condenar el golpe de Estado que desató la Guerra Civil recurren a la equidistancia –todos eran iguales– para intentar repartir entre los dos bandos una responsabilidad que, en 1936, en 2010 y en cualquier otro momento del tiempo venidero, correspondió, corresponde y corresponderá exclusivamente a los generales que se sublevaron contra la legalidad. Esa es la función del prefijo de origen griego equi, que significa igual. Pero la etimología, la semántica, y hasta el sentido común se estrellan contra determinadas realidades españolas. Así, los partidarios de la equidistancia no solo no son partidarios de la equidad, sino que reaccionan ante ese término, tan esencialmente vinculado a la palabra que enarbolan como bandera, con una virulencia tal que se diría que les ofende. Responsabilidades y culpas para todos, sí. ¿Los mismos derechos para todos, entonces? ¡Ah! Eso ya no. De eso, ni hablar.

Equidistancia no significa para ellos lo mismo que equidad. Y su reacción frente a una campaña que no es política, que no es ideológica, que es una simple cuestión de derechos humanos que afecta a más de cien mil familias, lo demuestra. Su respuesta, activada por el mismo incomprensible mecanismo que les lleva a oponerse a la ley del aborto, como si estableciera el aborto obligatorio, o a los matrimonios homosexuales, como si fuera a obligarles a casarse por la fuerza con alguien de su mismo género, es, sin embargo, más despiadada que nunca. ¿Tienen ellos algún abuelo en una fosa común? No. ¿Les afecta en algo la reclamación de personas como ella, que solo aspira a recuperar los restos de sus padres para enterrarlos con dignidad? Tampoco. ¿Les impidió alguien a ellos ejercer ese derecho cuando estaban en la misma situación? Todo lo contrario. Y sin embargo, no solo se oponen. También insultan, ofenden, ridiculizan, escarnian a personas como ella. ¿Por qué? ¿Carecen de sensibilidad, de imaginación para comprender el infierno por el que se ha arrastrado durante décadas la vida de tanta gente, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, las personas con las que se cruzan por la calle? Que no saben perdonar, les dicen, que no saben olvidar. ¿Es que alguien puede olvidar a sus padres? Para muchos españoles, el perdón y el olvido significan ostentar el monopolio exclusivo de los derechos que les niegan a los demás.

Lleva muchos días, después de demasiados años, dándole vueltas a todo esto. Y lo último que esperaba es que aquella vieja amiga de la infancia le dé una respuesta. Pero así es. Después de contarse sus vidas, sus achaques, lo que han hecho desde que no se ven, se hace el silencio.

–Hay que ver –y es su antigua compañera de juegos quien lo rompe–, qué buena era mi madre, ¿verdad? Mira que dejarme jugar contigo…

(Hilda Farfante Gayo me contó hace muy poco esta conversación. Aunque parezca increíble, ella y yo sabemos que es verdad).

El País.com


Enterrados 74 años después de muertos…

julio 4, 2010

Un hombre que bendijo y asistió al fusilamiento de sus dos hermanos. Una alianza de boda que se resistió a los asesinos y fue a la fosa común con su dueño, permitiendo su identificación entre una maraña de huesos de víctimas 70 años después. Un hijo que encarga letras de bronce para escribir por primera vez en una lápida el nombre de su padre, muerto en 1936. Son algunas de las historias que salieron a la luz ayer en un emocionante acto para entregar a 44 familias los restos de otras tantas víctimas del franquismo exhumadas en cuatro fosas comunes en La Andaya (Lerma, Burgos). Algunos de los familiares habían viajado desde Brasil o Francia.

Una mujer recoge un pequeño ataúd con los restos de un fusilado del franquismo.- MABEL GARCÍA

«Mi padre hoy podría ser mi hijo. Lo mataron cuando tenía 36 años y yo tengo ahora 78. Estoy muy contento de haberlo recuperado, he cumplido un sueño». Ampelio Antón acababa de recibir un pequeño cofre con los restos de su padre, carpintero fusilado y enterrado en una fosa común con otras 28 personas en 1936. Durante toda su vida, Ampelio ha buscado un esqueleto con reloj. En 2006 cuando la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la sociedad de ciencias Aranzadi abrieron la primera de las cuatro fosas que iban a aparecer en La Andaya, no lo encontró. Tampoco en las tres siguientes. Pero el análisis de ADN confirmó que uno de los 85 restos recuperados -40 no han sido aún identificados- era el de su padre. «Los forenses me han enseñado las balas que le mataron», contaba ayer, antes de llevar su cofre a la tumba que le ha preparado en su jardín, «con letras de bronce y una piedra especial que he encargado en Zamora».

El investigador José María Rojas va llamando a los familiares al escenario de la casa de la cultura de Aranda de Duero, ocupado ayer por 44 pequeños ataúdes. En el tiempo que transcurre entre que dice sus nombres y sus descendientes, la mayoría ancianos, llegan trabajosamente al escenario, Rojas recuerda las breves vidas de las víctimas: su edad -el más joven de 17 años-, los hijos que dejaron -muchos nacidos a los pocos meses de quedarse sin padre-, y la crueldad de los asesinos, que mataron a un hombre delante de su hijo de cinco años.

Muchos familiares miran con incredulidad los cofres. Todos lloran. Finalmente, se acerca al escenario Mariví Ramos, la mujer que hace cuatro años impulsó la apertura de estas cuatro fosas para recuperar los restos de su abuelo y poder llevárselos a su padre antes de que muriera. No ha tenido suerte. «Tengo el corazón roto. Por un lado me alegro mucho por los que estáis aquí. Por otro me da mucha envidia», confesó entre lágrimas.

El forense Francisco Etxeberria asegura que es imposible rescatar a todas las víctimas del franquismo que aún yacen en las cunetas, «pero cada uno de los que recuperamos es de todos». El presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, recuerda a Toru Arakawa, un japonés que cruzó el mundo dos veranos para ayudar a encontrar los restos entregados ayer y que falleció el año pasado. Silva lamenta que el trabajo de búsqueda de desaparecidos sigan haciéndolo «voluntarios y no funcionarios» y que el único juez que se atrevió a investigar los crímenes del franquismo «haya terminado exiliado en La Haya». Elogia el «sentido de Estado» de los familiares de las víctimas, que nunca intentaron la venganza pese a tener a los asesinos en la acera de enfrente, en algún caso, viviendo en la casa donde ellos habían nacido. Entre la multitud de familiares, forenses y arqueólogos hay una politóloga estadounidense, que colabora en un estudio del CSIC sobre una década de exhumaciones, Stephanie Golob. «Lo que me fascina del caso español es que son asociaciones de voluntarios y no las instituciones las que están haciendo todo esto. Y estamos atónitos con lo que le ha ocurrido a Garzón. En España hay un déficit de verdad por miedo», asegura.

El País.com


Papá mandaba en Auschwitz…

julio 4, 2010

Arthur Liebehenschel, comandante de Auschwitz

Todo padre guarda secretos capaces de desazonar a sus hijos. Pero lo que descubrió Barbara Ursula Cherish del suyo no admite comparación. Su progenitor, del que conservaba una única fotografía, en uniforme -negro y con calavera en la gorra-, desde que de niña fue separada de su familia alemana y dada en adopción a un matrimonio estadounidense, era oficial de las SS. Y no uno cualquiera, sino el obersturmbannführer (teniente coronel) Arthur Liebehenschel, comandante de Auschwitz durante parte de la existencia del gran campo de exterminio. «Mi padre no era un monstruo», asegura por teléfono, con voz muy dulce, Cherish desde su casa en Pahrump, Nevada.

«Mi padre no era un monstruo», afirma Barbara, que ha escrito un libro sobre su progenitor.

Barbel, con siete meses, en Oranienburg.-

El año pasado, Barbara Cherish (nacida Bärbel Liebehenschel en Oranienburg, en Alemania, en 1943) publicó un libro que ahora se acaba de editar en castellano (El comandante de Auschwitz, Laocoonte, 2010) en el que explica su lucha con la memoria de su padre y su investigación para esclarecer los puntos oscuros (¡) de la vida de este. Atraviesa el libro una esperanza de la autora: la de que Liebehenschel mostrara algún rasgo al que acogerse, no para una redención que ella sabía absolutamente imposible («nunca tuve la intención de exonerarlo»), sino a fin de humanizarlo lo suficiente como para poder afrontar el hecho terrible de ser su hija. Y Cherish halló una característica a la que se agarra como a un clavo ardiente: su padre parece haber sido ¡un mal comandante de Auschwitz! Con tasas bajas de mortalidad. Un oficial al que sus superiores juzgaron inepto, blando e incapaz, e incluso indigno de ser un SS. Eichmann lo juzgaba «un niño incorregible» que ignoraba las normas.

«Mi padre», dice la hija del Kommandant al otro lado de la línea, «fue un hombre débil en un lugar terrible». El que la incompetencia que le reprocharon sus jefes y que condujo a que lo relevaran fuera en realidad una cierta manifestación de humanidad y decencia, como trata de argumentar su hija, es, sin embargo, algo demasiado increíble en un jefe de las SS. «Su indulgencia era meramente ilusoria», apuntó un testigo en su juicio (testimonio que recoge Cherish en su libro). En todo caso, Liebehenschel es un personaje menor si lo comparamos con el comandante más famoso de Auschwitz, Rudolf Höss, que lo despreciaba. «Höss disfrutaba haciendo su trabajo, exterminando a la gente», recalca Cherish. «Mientras que mi padre no estaba de acuerdo con la Solución Final y le ponían enfermo los transportes».

En la historia que narra Cherish y sus meandros morales hay que ir con pies de plomo. Sabemos que Liebehenschel era en realidad un mando leal de las SS, comandante del peor campo de la muerte y que mintió sistemáticamente en los interrogatorios a los que le sometieron tras su captura. La justicia finalmente no apreció desde luego mucho matiz en su carrera: tras ser juzgado fue declarado culpable en 1947 de crímenes contra la humanidad y ahorcado el 24 de enero de 1948 en Cracovia.

En El comandante de Auschwitz, la autora empieza por recordar el momento en el que con 13 años, en 1956, cuando iba a emprender una nueva vida en América, su hermana mayor Brigitte le dio la foto que la acompañaría toda su vida, ensombreciéndola. Ella decidió ocultar el retrato, por miedo a que revelara sus orígenes y la pudieran rechazar o deportar. «Pero viví con una tristeza inexplicable y un anhelo de saber quién era re almente yo», escribe. Fue mucho después, en 1991, cuando Cherish se embarcó en la búsqueda de sus orígenes y consiguió los diarios y las cartas de su padre y las transcripciones de los interrogatorios a que fueron sometidos en Núrenberg los oficiales de las SS. «Fue un proceso largo, de años, buceé en archivos, me carteé con supervivientes y los entrevisté».

La historia tiene un lado melodramático paralelo al criminal (lo que puede resultar estomagante) que Cherish resalta para humanizar a su padre: Liebehenschel vivió un amor romántico que le llevó a abandonar a su familia -Barbara tenía entonces nueve meses y era la menor de cuatro hermanos- y que le causó problemas con sus superiores. El que luego sería comandante de Auschwitz nació en 1901; de joven se alistó en los Freikorps, y luego, en el Ejército. En 1932 se unió a las Allgemeine SS y se hizo miembro del partido. Cherish duda (¿inocentemente?) de que comprendiera las implicaciones de pertenecer a las SS, aunque Liebehenschel hizo carrera desde el principio en la sección de campos de concentración -no precisamente la más edificante- de las unidades de la calavera-. En 1938, la familia vivía cómodamente instalada en Sachsenhausen. Los niños se relacionaban con los presos que iban a hacer trabajillos a casa, aunque con la pena, escribe la autora, de que acabada la labor se marchaban «para no volver». Los Liebehenschel tenían una perrita pastor alemán, Ossie, que terminó en la academia de perros policía de las SS.

En noviembre de 1943, nuestro hombre fue transferido a Auschwitz como comandante del Campo I, el original (el II era Birkenau, y el III, Mederitz). Estuvo allí hasta el 5 de abril de 1944 y en los interrogatorios sostuvo, agárrense, que no vio nunca ningún tren, ni las cámaras de gas, que trató de mejorar las condiciones de los prisioneros y salvar vidas. Vamos, un negro SS que quería aparecer como un mirlo blanco.

El romance ilícito con Anneliese Huettemann (con la que habló Cherish para su libro) le costó caro, primero porque los SS, tan morales ellos, no veían bien el adulterio. Y luego, cuando la pareja quiso casarse, porque la Gestapo acusaba a la chica de haber tenido sexo con un judío, lo que hacía inviable el matrimonio con un SS. Liebehenschel llegó a jugárselo todo apelando a Himmler para que permitiera el enlace, cosa que el Reichführer al final hizo. El oficial siguió su carrera y fue enviado como comandante a Majdanek. Cómo alguien que ha estado de comandante en dos campos de exterminio puede argumentar que tiene las manos limpias sería risible si no fuera patético.

Su ex esposa, la madre de Cherish, acabó internada en un manicomio, y la niña, desnutrida, dada en adopción tras la guerra. «Siento amor por mi padre, sí, aunque es un amor oscuro», reconoce. «¿Estoy en paz con él? En cierta manera, lo he conseguido a través del libro. Me he sentido muy cerca de él escribiéndolo. He leído libros de otros familiares de nazis, libros con mucho odio. Yo, ¿sabe?, no comparto ese sentimiento».

Enviado por Jordi Grau:

http://lacomunidad.elpais.com/jordigraug/2010/7/3/papa-mandaba-auschwitz-


Restauran la memoria de dos fusilados durante la Guerra Civil…

julio 4, 2010

Cien personas participaron ayer en un homenaje en el que se descubrió un monolito en recuerdo del alcalde republicano Antonio Cabrero y el maestro Valentín Llorente.

Un centenar de personas recordó ayer la memoria de los dos fusilados por la Guerra Civil en Fuentebella.. Mariano Castejón

S.L.O. Fuentebella

Año 1936. Antonio Cabrero Santamaría, alcalde republicano de Pitillas (Navarra), se convierte en el motor de la economía local al liberar unas tierras comunales hasta entonces en poder de los caciques. Valentín Llorente Benito, maestro de Fitero (Navarra) e Igea (La Rioja) con 16 unidades a su cargo, pretende forma a hombres cultos para ser libres y recomienda a sus alumnos: “no vengáis con colores políticos a clase; los chicos vienen con babi blanco”. Su signo político y esas acciones fueron su sentencia de muerte, silenciada y casi olvidada si no hubiese sido por el tesón de sus descendientes, quienes ayer vieron materializada parte de la restauración de su Memoria Histórica con la inauguración de un monolito muy cerca del lugar en el que fueron asesinados la noche del 3 de septiembre de 1936:en plena sierra de la Alcarama, muy cerca del ahora despoblado de Fuentebella.
Alrededor de un centenar de personas entre familiares, amigos, antiguos vecinos de Fuentebella y miembros de las asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica Recuerdo y Dignidad (Soria), Ahaztuak (País Vasco) y La Barranca (La Rioja) arroparon con su presencia un acto en el que no se pudieron reprimir las lágrimas por los represaliados, pero en el que también hubo alegría;la dicha que significaba que el recuerdo de Valentín y Antonio no había sido devorado por la omisión. Hubo flores, música, poemas y hasta un aurrezku -una danza vasca que se hace para honrar a alguien- sin olvidar las simbólicas banderas republicanas.
Han pasado casi 74 años desde que ambos fueron fusilados en lo que entonces era un huerto entre dos arroyos. Por eso y por el miedo de los mayores a hablar y a recordar, todavía no se sabe el lugar exacto en el que fueron enterrados. “Nos queda la pena de no poder saber dónde están para recuperar sus restos, pero hemos conseguido saber que descansan en una fosa con piedras en forma de sepultura y a la que, de vez en cuando, alguien ponía un par de ramitas en forma de cruz y otra persona las volvía a quitar”, explicaba ayer Ander Cabrero, uno de los nietos de Antonio Cabrero y principal impulsor, junto a su mujer Maite, de la investigación.
La maleza ha cegado el terreno y ya son 26 las ocasiones en las que Ander y Maite han inspeccionado la zona en busca de pistas. Pero para llegar a ese punto han pasado muchos años y han tenido que contactar con muchas personas. “Mi abuela Juliana siempre hablaba del abuelo Antonio y mi padre, que hoy no ha podido venir porque está enfermo aunque tiene aquí el pensamiento, reinició la búsqueda en 1978. Pero no fue hasta 2005, gracias a internet, cuando encontramos a personas que quisieron ayudarnos”, recordó Ander.
Así, una de esas personas fue electricista de Fuentebella, que declinó plasmar su nombre en esta historia para evitar protagonismos. “Cuando sucedió yo era un niño, sólo tenía nueve años y en aquella época estábamos en una dictadura y nadie podía decir nada. Mi única aportación ha sido lo que oí contar para que así Ander pueda saber, más o menos, dónde está su abuelo, pero era un secreto a voces”. Además, quiso resaltar que “de este pueblo no salió matarlos, sino que fue un mandato interior”. Por su parte, una de las descendientes de Fuentebella indicó que se trataba de un acto emotivo porque “estamos las dos partes:la de los asesinados y el pueblo, ambas con representantes de tres generaciones”. Para el presidente de la Asociación La Barranca, Pedro García Rodríguez, la jornada de ayer supuso “un orgullo porque es una pequeña justicia; es ese último adiós a los que fueron dejados en cunetas y campos”.

El rechazo social

El dolor de los familiares no se quedó sólo en la pérdida, sino que permitió que tras el suceso floreciera el rechazo y la sorna de los convecinos. Pilar Llorente, sobrina del maestro, rememoraba ayer lo que cantaban a la puerta de su casa: “De la radio de Cornago les traigo noticias nuevas que a Don Valentín Llorente le han matado en Fuentebella”. “Mi padre y mi tío Andrés le recordaban con verdadera devoción porque era un hombre maravilloso e inteligente que lo único que hizo fue ser un buen español”, enfatizó Pilar al tiempo que indicó que “cuentan que le mataron por envidia porque mi abuelo era un afamado alpargatero y guarnicionero que murió de pena al saber que habían matado a su hijo”.
En el caso del alcalde de Pitillas su asesinato derivó en la desestructuración de la familia, tal y como comentó Juan Antonio, hermano de Ander. “Mi padre es el mayor de cuatro hermanos. Los otros tres se fueron a Francia tras lo ocurrido porque mi abuela tenía allí familiares y allí se han quedado”, contó mientras esperaba la llegada de uno de sus primos franceses, Eric. Además, la mujer del alcalde republicano fue despojada de sus tierras y tuvo que marcharse con su hijo mayor a vivir a Tafalla. “Fue muy duro para ella”, matizó Juan Antonio.
Ayer, una brisa cálida impregnaba el ambiente de olores herbales que hacían difícil imaginarse cómo fueron prendidos y asesinados Antonio y Valentín en un paraje tan idílico. “Están en un sitio muy bello. Todos me lo dicen. Por ahora no los hemos encontrado, pero en su lugar hemos hallado a un montón de personas que hoy -por ayer- están aquí con nosotros; las heridas continúan ahí, pero estas cosas ayudan mucho”, dijo con emoción Ander.

Hechos silenciados

Antonio y Valentín se encuentran en julio de 1936 en Acrijos huyendo de sus perseguidores. Durante 40 días permanecen escondidos en un corral asistidos por algunos pastores y vecinos que comparten con ellos “información, mantas, pan, tocino, leche de cabra y, cuando se podía, un vasito de vino”. Tienen que huir y se refugian en un corral cerca de Fuentebella. Los vecinos les vuelven a ayudar, pero un simulacro de fusilamiento hace que los delaten. El alcalde de San Pedro Manrique recibe la orden de “juntar todas las escopetas que haya en el pueblo”. Los familiares de los represaliados recordaron ayer que “muchos vecinos de Fuentebella se negaron a participar en la cacería”. Las últimas palabras de Antonio Cabrero, según los testimonios, fueron: “No siento morir, sino que te dejo cuatro criaturas”. Antonio tenía 32 años y Valentín sólo 22.

<p>Restauran la memoria de dos fusilados durante la Guerra Civil</p>

Se vivieron momentos muy emotivos. Mariano Castejón

Heraldo de Soria vía google noticas


Los consejos de guerra salen de las catacumbas

julio 4, 2010

TEREIXA CONSTENLA – Madrid – 04/07/2010

Nada mejor para sacudirse un sambenito que atacarlo de frente. El Ministerio de Defensa ha decidido que los consejos de guerra del franquismo salgan de las catacumbas y puedan ser consultados en Internet para evidenciar su afán de transparencia.

La medida más inmediata será la incorporación de los nombres de 250.000 represaliados por el franquismo en juicios militares al portal de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, creado por el Ministerio de Cultura con la aspiración de convertirlo en la gran base de datos de la memoria histórica. Entre los consejos de guerra ya digitalizados figuran los organizados contra personalidades de la II República como el socialista Julián Besteiro o el poeta Miguel Hernández.

La mayoría de los nombres (198.566) corresponde a personas encausadas por el ejército de Franco en las provincias de Madrid, Cáceres, Badajoz, Toledo, Ciudad Real y Cuenca. El resto de registros se reparten entre Alicante (21.830), Albacete (16.323) y Castellón (13.407), según datos del director técnico del Archivo Histórico de la Defensa, Rogelio Pacheco.

Este archivo, con poco más de un año de vida, está digitalizando y restaurando expedientes -algunos se encuentran en pésimo estado de conservación- procedentes del Tribunal Militar número 1, con jurisdicción sobre 12 provincias. A día de hoy se ha completado la digitalización de los 9.000 expedientes de Castellón, una copia de los cuales se ha enviado a la provincia para acallar las críticas por el traslado de la documentación a Madrid. Para este año, tras los severos recortes presupuestarios, se disminuirá el ritmo, aunque los responsables del archivo confían en alcanzar el medio millón de nombres en su base de datos.

«La justicia militar ha sido impecable. No ha puesto ningún problema, son conscientes del legado que tienen y, por mucho que sea lamentable, quieren cumplir», sostiene Álvaro Martínez-Novillo, subdirector general de Patrimonio Histórico Artístico de Defensa, para disipar las dudas sobre la opacidad de la institución. En la presentación del portal de víctimas de la guerra y la dictadura, hace un mes, algunos investigadores y familiares criticaron la ausencia del material de los tribunales militares, donde se han custodiado los consejos de guerra desde 1936. «En cuanto nos lo pidan, los enviamos. Estamos pendientes de que nos digan qué es lo que quieren que colguemos allí. Sabemos que aportamos una información fundamental para el estudio de la represión de la justicia militar durante la guerra y la posguerra», asegura Martínez-Novillo.

En el Ministerio de Cultura, por su parte, se muestran «encantados» con la incorporación de las referencias militares al portal que arrancó como una suerte de memorial virtual. El director general de Archivos, Libros y Bibliotecas, Rogelio Blanco, ha destacado el éxito del portal, en el que se han efectuado más de 407.000 búsquedas en apenas un mes, y su carácter integrador. «A pesar de las críticas, no es partidista, están todas las víctimas como se puede ver con nombres como el de Ramiro de Maeztu o Muñoz Seca», argumenta.

Desde el portal sólo se accede al nombre y a la referencia que remite al archivo público donde se haya depositado el expediente. Al menos de momento no se pueden consultar los documentos íntegros en Internet.

«No hay ningún obstáculo para colgar las sentencias, puesto que son públicas, pero existen dudas legales sobre los sumarios donde figuran declaraciones de testigos», indica Martínez-Novillo. El portal de víctimas arrancó con 750.000 nombres, extraídos de expedientes depositados en algunos de los archivos estatales que dependen de Cultura.

A ellos se agregarán ahora los 250.000 que figuran en los consejos de guerra ya digitalizados por Defensa, aunque algunos casos estarán duplicados.

El País.com vía google noticias

Consejo de guerra a los acusados por los enfrentamiento entre campesinos y la guardia civil en Castilblanco (Badajoz) durante la II República Española.