LAS ROSAS QUE NUNCA SE MARCHITARON
Si consabida es ya mi admiración y respeto por el sexo femenino, por lo que es y representa, mucho más lo es, cuando las mujeres son el ejemplo a seguir en lo que se refiere a entrega, dignidad, honorabilidad y lucha. No creo que no haya mujer que encaje en alguno de estos calificativos, pero hay algunas (creo que muchas) que son además excepcionales. Y entre ésas mujeres excepcionales están (con todos mis respetos por las demás), las mujeres republicanas.
Aquellas que sufrieron la represión franquista de un modo brutal y desmedido, que fueron víctimas no sólo por ser y representar unos valores, sino que lo fueron por el mero hecho de ser mujeres, y además, de ser mujeres capaces de poner en evidencia la incapacidad del hombre en su total y ladina condición. Fueron asesinadas, violadas, vejadas, encarceladas, perseguidas, marginadas, les robaron a sus hijos (quizás la peor, o una de las peores aberraciones cometidas contra ellas) por la simple razón de ser militantes o seguidoras de los preceptos republicanos, de la libertad, de la voluntad popular, o tan siquiera ni eso. Muchas de ellas lo fueron tan sólo por ser la madre, la hija, la hermana, la esposa, la tía, la prima, la amiga de… Fueron las rosas tricolores, el último bastión del republicanismo.
De entre todas ellas, hay un ramo muy especial de rosas que las representa a todas como un icono imborrable, como un símbolo de identidad propia, las llamadas trece rosas. Aquellas trece mujeres que el 5 agosto de 1939 eran fusiladas por la sinrazón de un régimen exterminador y genocida juntamente a los 43 hombres, todos ellos acusados de pertenecer al J. S. U. y, como medida represiva por el asesinato del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón, inspector de policía militar de la 1ª Región Militar y encargado del «Archivo de Masonería y Comunismo». De las trece mujeres asesinadas por el procedimiento del fusilamiento y por medio de sentencia sumaria, cayeron siete que en aquél entonces eran menores de edad todavía. (La mayoría de edad estaba en los 21 años).
Después de ellas, otras muchas rosas quedaron plantadas en el oprobio de la represión y la dictadura, pero también, todas ellas, sin excepción alguna, fueron rosas bellas, dignas de los colores tricolores, hermosas representaciones de la lucha libertaria y de la dignidad humana.
Intentaron cercenar el jardín aplastándolas, sometiéndolas, eliminándolas. Probaron doblegarlas hasta romperlas como varas secas de avellano, sin embargo, ellas eran como los juncos de la ribera de la libertad, la razón y el honor, y no se rompían, seguían de pie. Fueron rosas que nunca se marchitaron, porque siempre estuvieron regadas con el recuerdo de aquellos que creyeron una vez en un mundo mejor. Y son rosas que nunca se marchitarán, porque siempre estaremos alguno de nosotros para recordarlas y abonar la memoria de su recuerdo.
La tricolor sigue después de 75 años con el crespón negro y cada vez que la vida corta una rosa tricolor, o la cruel parca se lleva a alguien que la defendió con honor y valentía, nos va dejando más huérfanos si cabe, a todos aquellos que de un modo u otro fueron víctimas directas o todavía lo son indirectamente, como los familiares de los represaliados o desaparecidos del franquismo.
El jardín republicano está en la obligación de conservar y replantar de nuevo su memoria, de seguir su lucha y de no abandonarlos, porque de hacerlo, es como si los condenáramos nosotros por segunda vez, y no hay peor condena que el olvido, porque éste, representa que no han existido y eso, es una vil falacia y una injusticia. Ellos y sobre todo ellas, estuvieron aquí e intentaron darnos como testimonio de sus vidas el legado de un mundo mejor que el que ellos pudieron vivir.
Hoy en la persona de Angelita Cuesta, quedan todas(os) homenajeados, porque ella, la rosa más pequeña de todas, ha sido cortada de la vida, para que TODOS recordemos que hay que replantar en su lugar la rosa de la memoria. La rosa eterna, la que no se marchita. Ella, que a sus 91 años, todavía continuaba su lucha y la búsqueda de su padre, ella que vio no hace mucho como su rosa hermana se iba, ella que no cejó ni abandonó nunca su batalla por la libertad y la pelea contra la impunidad del régimen sátrapa y asesino, nos deja el ejemplo y el testimonio de su vida como significado de lo que debemos hacer, y para mi está muy claro. No dejar que se nos marchite ninguna de nuestras rosas, no dejar que el olvido borré la imagen del jardín de las flores más hermosas de este país, de nuestra historia. Ellas son las rosas que nunca se marchitaron. Descansa en paz compañera, nosotros seguimos tus pasos.
Jordi Carreño Crispín
Vicepresidente de la AI La Memoria Viv@
El último adiós a la «Rosa que nunca se marchitó»
Fallece Angelita Cuesta a los 91 años de edad, compañera de las «trece rosas» en su lucha contra el franquismo.
EFE Valencia 08/01/2011

Angelita Cuesta, compañera de «Las Trece Rosas», fallecida en Valencia. Asociación de la memoria histórica.
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Angelita Cuesta, fallecida el miércoles a los 91 años y quien fuera compañera de las trece jóvenes conocidas como «Las trece rosas»que fueron fusiladas en 1939 por ser militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), ha sido enterrada hoy en Valencia.
Según ha explicado el coordinador del Grupo valenciano para la recuperación de la memoria histórica, Matías Alonso, Cuesta, hermana de Carmen, otra de las compañeras de «Las trece rosas», también sufrió los «avatares de aquellos días de plomo y venganza» al final de la Guerra. En una nota de prensa, ha dicho que «Angelita fue la rosa que nunca se marchitó. Se fue entera, fresca y luchadora, arrancada de repente por la fatalidad. Murió por un accidente, pero no sin plantear su última lucha encarnizada frente a la muerte durante trece días».
La república en el féretro
«Ella misma nos dijo en vida que en su último viaje quería llevar consigo la bandera republicana, y así ha sido. Por lo menos eso no se le ha negado», ha proseguido Alonso en el comunicado. El coordinador, que ha asistido al entierro, ha afirmado que el testigo de Angelita lo toman ahora sus nietos, porque «esta historia no puede terminar aquí».
«Las hermanas Cuesta merecen este último gesto hacia su memoria y la de otros centenares, miles, de personas que junto a su padre, Alfonso, pagaron con sus vidas su lealtad al régimen legítimo y su defensa de ideales de libertad hoy plenamente vigentes en toda Europa», ha considerado.
«Descansen en paz las hermanas Cuesta, desaparecidas con escasos dos meses de diferencia. Nosotros seguiremos en el empeño de que, como ellas, puedan descansar otras miles de víctimas y familiares que tampoco tienen sitio donde honrar la memoria de sus difuntos desaparecidos», ha concluido.
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