ARTE y MEMORIA: «Lorca está en Granada y con eso basta»

junio 30, 2011

La bailaora y coreógrafa Eva Yerbabuena estrena en julio el espectáculo ‘Federico según Lorca’ en los Jardines del Generalife, en el que ha incluido las voces de Enrique Morente y Juan Diego

PAULA CORROTO MADRID 30/06/2011

Una escena de la última coreografía de Eva Yerbabuena. ruben martín

Una escena de la última coreografía de Eva Yerbabuena. ruben martín

Eva Yerbabuena (Fráncfort, 1970) llora cuando habla de Federico García Lorca. Se emociona con el poeta al que ha dedicado su último espectáculo, Federico según Lorca, que se estrena el próximo 12 de julio en los Jardines del Generalife de Granada y que se podrá ver hasta el 27 de agosto. En él ha contado también con una grabación de Enrique Morente y con la voz en off de Juan Diego. Para la bailaora, que fue premio Nacional de Danza en 2001 y que llegó a trabajar con la coreógrafa Pina Bausch, el autor de Bodas de sangre supone un regreso emotivo a su infancia y a sus raíces granadinas. Y esa sensibilidad no disminuye a lo largo de una entrevista en la que evoca sus comienzos en la danza y su futuro.

Usted habla de Lorca y empieza a llorar. ¿Qué le causa tanta conmoción?

Cuando empecé a ahondar en la biografía de Federico, en sus obras, sus poemas, decidí que quería profundizar más en su condición de persona. Y ahí me di cuenta de que lo que a él le rodeaba me sonaba, que también lo había tenido muy cerca. Por eso tiene para mí una carga tan emotiva. En el fondo es algo que yo reconozco desde muy niña.

¿Qué es lo que reconoce exactamente?

Él fue un ejemplo a la hora de defender en lo que creyó. Su libertad, expresarse como ha querido, poder amar Y no me refiero sólo al sexo. Para él la vida sin amor no tenía sentido. Y eso es lo que me llevo.

Su nuevo espectáculo consta de 11 coreografías. ¿Qué significado tienen?

Soy una persona intuitiva. Estoy en el estudio y ni siquiera sé por qué hago las cosas. Empecé a estudiar qué le influyó y cómo le influyó. Por ejemplo, la religión: en qué se convierte o nos convierte. O su vivencia en la Residencia de Estudiantes, que puede ser su felicidad o una pesadilla, la represión, el miedo a salir de una ciudad que no deja de ser un pueblo y encontrarse con algo que sólo conoce por referencias. Estas coreografías hacen referencia a todo esto, a lo que le despertó de su niñez y le llevó después a ser quien fue.

Usted es lectora de poesía y, además de la obra de Lorca, también ha bailado a partir de textos de Miguel Hernández y Blas de Otero. ¿Cómo casa la literatura con la danza?

Creo que lo que surge entre un músico y un bailarín no deja de ser poesía. Cuando ponemos la música, la danza, el vestuario, ocurre algo muy mágico que acaba siendo poesía.

En esta obra, la música pasa de lo más ortodoxo a lo contemporáneo. Una línea que siempre ha transitado.

Hay veces que escucho algo muy ortodoxo y otras, algo muy contemporáneo. Sí, esto en mi trayectoria no ha sido algo provocado. Las cosas se hacen por necesidad. A mí no me gusta moverme siempre igual. Eso simplemente me está diciendo que tengo que moverme y no siempre de la misma manera. Por tanto, una trata de sentir lo que están tocando, lo que está sonando. Y por muy contemporáneo que sea el movimiento, el alma no va a dejar de ser flamenca.

Al referirse a su infancia y a su tierra, ¿no se siente más desnuda que con otros espectáculos?

No sé si más desnuda. Ha habido un proceso de vuelta atrás. A mí el baile lo que me hace es evocar el pasado para conocerme mejor. Lorca es un poeta que te devuelve a la infancia y eso no significa que sean recuerdos dulces. Por ejemplo, la vecina de mi abuela era la única que tenía teléfono en el pueblo y, además, era soltera. Yo eso lo veía como algo normal, pero cuando leí Doña Rosita la soltera, lo vi de otra manera. Es decir, Lorca me ha hecho mirar las cosas de mi infancia de forma diferente.

En los últimos meses, la figura de Lorca ha vuelto a estar de actualidad al abrirse la fosa en busca de sus restos. ¿Qué opinión tiene acerca de su exhumación?

Para mí Lorca empezó a morir cuando nació en Valderrubios. Los que decidieron quitarle la vida, por el motivo que fuese, lo que hicieron fue darle un nacimiento eterno. Pero realmente hay tantísima gente que murió como él que yo en lo que creo es en sus vivencias, en su niñez, en lo que estudió y todo lo que eso le provocó.

¿Entonces, no está de acuerdo con la exhumación?

Para mí está en Granada y con eso basta. Una persona cuando muere esto [se toca la piel del brazo] no vale para nada. La carne es carne y lo que vale es la energía y la historia que nos ha dejado.

A pesar de su infancia en Granada, usted nació en Fráncfort, ya que sus padres fueron una pareja más de los miles de emigrantes de los años sesenta y setenta. ¿Aparece esa condición en su obra?

Mis padres regresaron cuando yo tenía 15 días, aunque he vuelto, he estado en la casa donde nací, que está igual que estaba. Y en Wuppertal conocí a un ángel que es Pina Bausch. Pero que mis padres fueran emigrantes no me ha pesado. Las cosas pasan porque tienen que pasar. No creo en las casualidades. Que mis padres emigraran a Alemania me hizo entender ahora a Federico y lo que sintió cuando fue a otros países y ciudades.

En Granada, desde muy pequeña empezó a dar clases de baile. Usted lo tenía claro.

Yo creo que se nace con ello, aunque normalmente te lo suele decir otra persona, y en este caso fue una hermana de mi madre que murió con 29 años. A raíz de su muerte, decidieron cumplir uno de sus deseos que era llevarme a una escuela de baile. Y por eso estoy aquí. Uno nace y luego se hace.

Y uno tiene que tener personas que le ayuden. En su caso, la figura de Enrique Morente fue muy importante.

He tenido muchas personas importantes que no son tan conocidas como Enrique. Y, gracias a ellos, uno está con los pies en la tierra. Empezando por mis padres, mis abuelos. Luego hay compañeros que están a tu alrededor. Como figuras consagradas, pues sí, Enrique. Él fue una persona muy luchadora, nada fue gratuito para él. También era de Granada y tenía esa melancolía tan especial, ese misterio. Su forma de sentir Eso es lo que me atrapa de Enrique.

Y después llegó Pina Bausch. De nuevo, ese viaje entre la ortodoxia y la vanguardia.

Conocer a Pina ha sido una de las cosas más maravillosas que me han podido pasar en la vida. Ella solía decir: «No me interesa saber cómo se mueve la gente, sino qué las conmueve». A raíz de ahí, entendí todo. Entendí que un movimiento contemporáneo no lo es porque tú quieres que lo sea, sino que tiene una forma diferente de contar algo que no deja de ser flamenca.

En 1998 montó su compañía. Ahora es un momento difícil. Los presupuestos de los festivales han mermado. ¿Usted lo está notando?

Ahora uno tiene que invertir en su trabajo y arriesgar, y sobre todo creer en tu trabajo. Hay crisis para todo el mundo y todos lo estamos notando, pero hay que seguir viviendo y seguir respirando.

Por cierto, es curioso que en el mundo del flamenco muchas mujeres hayan montado su propia compañía. Y no es un fenómeno sólo de ahora. Ahí están Carmen Amaya o La Argentinita.

Creo que estaban y estamos un poco cansadas del machismo. El flamenco es un mundo muy machista hasta el punto de que ha habido muchas mujeres que han cantado o han bailado muy bien y nadie se ha enterado porque su marido o su padre han decido que no: «Canta donde yo te diga y como yo te digo», dicen ellos. Pero llega un momento en el que una dice «quiero hacer esto y lo voy a hacer». Este machismo ha cambiado algo, pero no ha desaparecido. Sigue ahí.

¿Usted lo ha sufrido?

No. Mis padres me han apoyado siempre. Conocí a Paco [Jarana], que me sigue apoyando en todo. No he tenido ese problema. Desde que cumplí 11 años, lo tenía muy claro: a mí no me va a decir un hombre lo que tengo que hacer. Mi padre no lo ha hecho y yo no voy a consentir a nadie que lo haga. De hecho a mi padre le dije: «Yo dejaré a un novio, pero el baile no».

Tiene una hija, Manuela. ¿Cómo casó la maternidad con el baile y la compañía?

Fácil no es. Sobre todo porque a veces te sientes mala madre. Te pierdes muchas cosas de tu hija, de la infancia. Tienes que viajar Y los niños saben cómo hacerte chantaje. Pero si tú en ese momento dejas de bailar, el ejemplo que le estás dando a tu hijo no es el mejor. Si lo hago, lo único que provocaré el día de mañana es reprocharle a mi hija no sentirme realizada.

Pero para una bailaora, cuyo trabajo es físico, ¿es difícil parar y ser madre?

Con 25 años, sí me fue difícil. De hecho, estuve bailando hasta los seis meses y, a los tres meses de tener a mi hija, ya estaba de gira en Londres. Pero hoy sí me sería más fácil parar. De hecho, algo que me curro todos los días es el desapego. Es decir, la mente podrá estar en el mejor momento, pero el cuerpo ya no me responde igual. Y habrá un momento en el que se acabó. No quiero que la gente me recuerde arrastrándome. El baile es importante en mi vida, pero no es lo más importante.

¿Y ese momento de dejarlo está cercano?

No lo sé. Quiero ver plasmadas las ideas que tengo en la cabeza. Pero también quiero parar un poco, leer, ir al cine. Y ya empiezo a hacerlo.

La ficha

Sus padres eran emigrantes en Alemania y Eva nació en Fráncfort, aunque creció en Granada.

A los 17 años apareció en el documental de Mike Figgis, ‘Flamenco Women’. Poco después actuó en el Teatro Real y en el City Center de Nueva York.

En el año 1998 crea su compañía y estrena el espectáculo ‘Eva’.

Con 31 años obtiene el Premio Nacional de Danza y el galardón Time Out.

Hasta la fecha ha estrenado seis espectáculos en los que combina la danza contemporánea y el flamenco.

http://www.publico.es/culturas/384636/lorca/granada/basta


Defensa firma convenios para digitalizar juicios sumarísimos del franquismo…

junio 30, 2011

Las actuaciones se enmarcan en la Ley 52/2007 por la que se reconocen y amplían derechos en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil.

Autor: EFE
Fecha de publicación: 29/6/201
El secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez, ha firmado hoy convenios con la Asociación de Estudios sobre la Represión en León y con la Fundación Luis Tilve de Santiago, que permitirán la organización y digitalización de procedimientos judiciales celebrados entre 1934 y 1960 en León, Asturias y Galicia.
Los archivos judiciales militares conservan en sus fondos abundante documentación sobre procedimientos sumarísimos instruidos durante la guerra civil y la dictadura.

Según informa Defensa, estos fondos, generados por la justicia militar y que hoy se custodian en dependencias del Ministerio, se encontraban hasta ahora dispersos por muy numerosas localizaciones y pendientes de un tratamiento profesional que garantizara su conservación y facilitara su consulta por ciudadanos e investigadores.

Además de los dos convenios firmados hoy, el Ministerio de Defensa ha suscrito recientemente acuerdos con la Universitat Jaume I de Castellón, con la Fundación Pablo Iglesias y con la Universidad del País Vasco.

Defensa informa de que está desarrollando desde 2009 un proyecto de digitalización de los fondos del Tribunal Militar Territorial Primero.

Se trata de documentación perteneciente a la antigua jurisdicción del Ejército de Tierra que comprende las provincias de Albacete, Alicante, Badajoz, Cáceres, Castellón, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Toledo y Valencia.

Todas estas actuaciones se enmarcan en la Ley 52/2007 por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, conocida como Ley de la Memoria Histórica.

La Voz de Galicia vía Yahoo Noticias

Ilustración "Todos los rostros". Consejo de Guerra contra Joan Comorera


Las literaturas ibéricas buscan espacios compartidos en la memoria histórica…

junio 30, 2011

Un seminario analizará el 13 de julio en Donostia el modo en que han reflejado la Guerra Civil las literaturas en todas las lenguas del Estado.

30.06.11 -NEREA AZURMENDI |
San Sebastián. La primera experiencia de colaboración entre el Instituto Etxepare y Eusko Ikaskuntza se materializará el 13 de julio en un seminario internacional que tratará de responder a preguntas novedosas, hasta cierto punto provocadoras, que hasta la fecha no se habían formulado: ¿cómo han reflejado la Guerra Civil y sus secuelas las literaturas del Estado español?, ¿qué memoria histórica comparten?, ¿qué hechos y relatos tienen en común?…
En pleno apogeo de todo lo relacionado con la memoria histórica, el seminario internacional que ayer presentaron la directora para la Promoción y Difusión del Euskera del Instituto Etxepare, Mari Jose Olaziregi, y el director-gerente de Eusko Ikaskuntza, Unai Apaolaza concentrará en un único e intenso día –el 13 de julio– y en un lugar cargado de simbolismo –la Casa de la Paz ubicada en el palacio donostiarra en el que veraneaba Franco– las aportaciones de algunos de los más destacados especialistas en la materia.
Todos ellos, incluyendo a la propia Olaziregi, profesora de la UPV-EHU y estudiosa de la literatura vasca contemporánea, han preparado «intervenciones cortas, de manera que tenga prioridad el debate» para una jornada en la que, previo pago de una matrícula simbólica, podrán tomar parte todos los interesados en conocer cómo «la literatura ha contado lo que no ha contado la Historia, que normalmente escriben los vencedores».
Si Unai Apaolaza subrayó la necesidad de «incardinar la reflexión y la producción científica vascas en un contexto abierto que nos ayude a entendernos a nosotros mismos entendiendo a los demás», Mari Jose Olaziregi consideró la literatura «el escenario privilegiado para mostrar y analizar una realidad histórica silenciada y alterada por la Historia oficial». Porque, a su juicio, entre los más de 50.000 libros que se han escrito sobre la Guerra Civil, son los de carácter literario los que están contando «la historia de las víctimas, del día a día, de las cosas cotidianas…», una tarea que los escritores «han asumido como un objetivo ético».
Aunque, tal como reconoció Mari Jose Olaziregi, «los debates más interesantes han llegado desde fuera», también se ha escrito sobre el tema en España, tanto en castellano, como en euskera, como en catalán y en gallego. Es algo que ya se hizo en el momento de la guerra, y que se ha hecho, sobre todo, en las últimas dos décadas, cuando «la cuestión de la memoria se ha convertido en un ‘boom’ masivo, un tema casi obsesivo». De toda esa producción hablarán los expertos el próximo 13 de julio en una iniciativa que tanto el Instituto Etxepare como Eusko Ikaskuntza consideran muy importante «para prestigiar y difundir el euskera y la cultura vasca y para ir creando redes», en la que se hablara de la memoria histórica desde una perspectiva novedosa, la literaria, buscando espacios comunes y tratando de desvelar si «las obsesiones en común responden a una ética compartida».

Todos los españoles deberían visitar el Valle de los Caídos…

junio 30, 2011
«Todos los españoles deberían visitar el Valle de los Caídos»
Inés baucells
Jerónimo Tristane

El escritor Jerónimo Tristane publica la novela histórica «El valle de las sombras»

SERGI DORIA / BARCELONA
Día 30/06/2011 – 10.19h

A pocas semanas del 75 aniversario de la Guerra Civil, quienes juegan a la ruleta rusa con la memoria histórica se deben frotar las manos. A los «hunos y los hotros», Jerónimo Tristante dirige su novela «El valle de las sombras» (Plaza & Janés).

El Valle de los Caídos como paisaje moral y literario: «Al igual que millones de ciudadanos, me molesta muchísimo, me ofende, que se arrojen los muertos a la cara unos y otros con el mezquino propósito de arañar unos pocos votos en una forma muy hispana de hacer política: el guerracivilismo».

En Cuelgamuros, un expolicía republicano y un héroe de la España nacional comparten afanes contra las corruptelas y el trato humano hacia los presos que redimen penas por el trabajo en la inhóspita roca de la sierra madrileña. La amistad entre dos hombres de bandos enfrentados, superadora de la guerra incivil. «Somos latinos, con una emocionalidad capaz de lo mejor y lo peor», apunta Tristante.

En «El valle de las sombras», los vencidos picaron piedra durante dieciocho años. El escritor se documentó sobre el proceso de construcción, las empresas participantes —como la de José Banús—, la personalidad del arquitecto Muguruza, el día a día de los presos.

En 1943, cuando se iniciaron las obras, «la represión se había relajado y las condiciones en Cuelgamuros eran mejores que en las cárceles o los campos de concentración». El mausoleo fue el autohomenaje que se hizo «el supuestamente tímido Francisco Franco; no es, como han dicho los de derechas, un monumento a la reconciliación, ni allí habían muerto miles y miles de presos como perjuraban los de izquierdas. Se produjeron accidentes con heridos y muchos trabajadores enfermaron de silicosis, pero no murieron diez mil personas como afirma la izquierda, sino dieciocho…».

La mayor parte de españoles espera a estas horas una Historia documentada, y lectores de derechas e izquierdas le han felicitado por su novela. Insiste Tristante: «Me ofende que algún historiador, digamos conservador, intente colarnos que la masacre de la plaza de toros de Badajoz a manos de los nacionales no existió, o cuando algún vivo, supuestamente de izquierdas, quiera venderme la moto de que lo de Paracuellos fue poco más o menos que una alegre romería».

Republicano de corazón y votante de Zapatero en 2004, cree que el todavía presidente ofrece una visión idílica de la República: «Estamos pagando su insuficiente preparación, tanto en el terreno económico como en el histórico».

Tristante se opone a quienes pretenden dinamitar el Valle de los Caídos o exhumar y trasladar el cadáver de Franco: le parece mejor crear un Centro de Interpretación Histórica. Recuerda cómo le sobrecogió la visita al mausoleo pensando en los presos que dejaron la piel en su construcción y las treinta mil personas allí enterradas… Confiesa que lloró: «Todos los españoles, de cualquier ideología, deberían visitarlo. Y no creo que, en absoluto, deba ser derruido. El que proponga algo así es un memo, pues forma parte de nuestra historia nos guste o no, y debemos conocer bien nuestra historia, incluso lo malo».

ABC.es vía google noticias


La Presó de C’an Mir…

junio 30, 2011

El col·lectiu Alaró per la Recuperació de la Memòria Històrica, vos convida a la presentació del llibre «La Presó de Ca’n Mir. Un exemple de la repressió feixista a Mallorca durant la guerra civil» de Manel Suàrez Salvà, historiador i vice president de l’associació Memòria de Mallorca. L’acte es durà a terme aquest proper dia 2 de juliol a les 12h al Casal de Cultura de Son Tugores d’Alaró. Vos hi esperam a tots.
Pregam faceu la màxima difusió d’aquest acte.
Atentament
Marçal Isern
Vocal de Memòria de Mallorca i membre de Alaró per la Recuperació de la Memòria Històrica.

El colectivo Alaró por la Recuperación de la Memoria Histórica, os invita a la presentación del libro «La Prisión de Ca’n Mir. Un ejemplo de la represión fascista en Mallorca durante la guerra civil» de Manel Suárez Salvà, historiador y vice presidente de la asociación Memoria de Mallorca. El acto se llevará a cabo este próximo día 2 de julio a las 12h en el Casal de Cultura de Son Tugores de Alaró. Os lo esperamos a todos.
Rogamos haga la máxima difusión de este acto.
atentamente
Marçal Isern
Vocal de Memoria de Mallorca y miembro de Alaró para la Recuperación de la Memoria Histórica.


La AMRH pide a Bono que el Congreso condene el golpe del 18 de julio

junio 28, 2011

La Asociación pide la celebración de un pleno extraordinario el 18 de julio.

EUROPA PRESS Madrid 27/06/2011

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha pedido al presidente del Congreso, José Bono, y a los portavoces de todos los grupos parlamentarios, la convocatoria una sesión plenaria el próximo 18 de julio, que tendría carácter extraordinario, para condenar el golpe militar que tuvo lugar ese día de 1936 y que supuso el arranque de la Guerra Civil española, hace 75 años.

Esta entidad, que ha presentado su petición en el Registro del Congreso quiere que se aproveche ese aniversario para que la Cámara Baja rinda homenaje a las víctimas de las dictadura. «¿Qué altura moral tiene un Estado para exigir condenas de violencias si no es capaz de hacerlo con el mayor acto de terrorismo paramilitar y de Estado de nuestra historia?», se preguntan en el escrito.

La asociación que preside Emilio Silva recuerda que el 20 de noviembre de 2002 la Comisión Constitucional del Congreso condenó pro primera vez el alzamiento militar de 1936. En esa ocasión, según recalca, se aprobó una moción que instaba a las instituciones a «que cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleve a cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, reciba el apoyo de las instituciones».

Por eso, ahora consideran que ha llegado el momento de que sea el Pleno del Congreso el que «condene la dictadura, reconozca el tremendo daño que causó a la sociedad española y se solidarice con las familias de los miles de desaparecidos y desaparecidas que todavía se encuentran en fosas comunes».

A ese Pleno debería asistir, según la ARMH, una representación del Gobierno porque, según denuncia, «desde la muerte de Franco» el Ejecutivo no ha protagonizado «un acto institucional» en territorio nacional «con las víctimas de la dictadura». También reclama que se invite a los embajadores de Alemania e Italia, países que «contribuyeron decisivamente a la instauración de la dictadura franquista».

Retirada de las fotos de presidentes franquistas

Además, la asociación solicita que se retiren los retratos de los tres presidentes de las Cortes franquistas que pueden verse en la Galería de Presidentes del Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Tanto el PNV como IU-ICV llevan años pidiendo sin éxito que se quiten esos cuadros de Esteban Bilbao, Antonio Iturmendi y Alejandro Rodríguez Valcárcel.

Por último, demandan que se cree un espacio dentro del Congreso de los Diputados dedicado a todos los hombres y mujeres que lucharon contra la dictadura y a «los que no pudieron ser elegidos como representantes de la ciudadanía por la restricción de las libertades»

Público.es (Memoria Pública)


«La democracia pondrá en su lugar el caso de los bebés robados»

junio 28, 2011

El ministro de Justicia, que ha valorado el «gran trabajo de Garzón», subraya que el robo de niños es uno de los asuntos más graves de la democracia

El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, ha participado esta mañana en el desayuno informativo del 'Fórum Europa' en Galicia./EFE

El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, ha participado esta mañana en el desayuno informativo del «Fórum Europa» en Galicia./EFE

PUBLICO.ES/ AGENCIAS Madrid 27/06/2011

 

El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, indicó sobre la investigación en el caso de los niños robados del franquismo que se encuentra en «una fase inicial de investigación por parte de la Fiscalía».

Caamaño reconoció que se trata de «asuntos muy graves la democracia española debe saber colocar en su lugar». Un total de 849 posibles secuestros de recién nacidos para ser dados en adopción irregular entre los años 1940 y 1990 se hallan ya en manos de las distintas fiscalías.

En su intervención en el Fórum Europa en A Coruña, el titular de Justicia también aprovechó su presencia en la tribuna de debate para expresar su deseo de renovación del Tribunal Constitucional, un proceso que se encuentra bloqueado por las divergencias entre el PP y el PSOE.

Caamaño elogió el «gran trabajo» de Garzón como juez

El PSOE no acepta la candidatura de Enrique López, exportavoz del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y ahora magistrado de la Audiencia Nacional, propuesto por el PP para la renovación del Tribunal Constitucional (TC).

Según el ministro, «más que tratarse de un veto del PSOE es una imposición del PP», ya que, a su juicio, las candidaturas deben formalizarse «por consenso».

Apoyo a Garzón

Por otro lado, el ministro reiteró su opinión sobre Baltasar Garzón, al que elogió por su «gran trabajo» como juez pero que en estos momentos se encuentra apartado de la carrera judicial al tener tres causas pendientes. Esta tarde, el Ateneo de Madrid acogerá un acto de apoyo al juez en el que intervendrán el magistrado José Antonio Martín Pallín, los abogados Joan Garcés y Cristina Almeida. El acto lleva por título: «Legalidad y justicia democrática: víctimas del franquismo y ‘caso Garzón» y será presentado por el poeta Luis García Montero.

«Pido el mismo respeto para la presunción de inocencia que para la independencia del Tribunal Supremo», comentó el ministro.

En el encuentro, según han informado los organizadores, distintos juristas analizarán, «desde una perspectiva democrática, la actual legislación y las actuaciones de la Justicia española sobre la memoria, las víctimas del franquismo y el ‘caso Garzón'».

Público.es (Memoria Pública)


El precio de la memoria…

junio 28, 2011

GONZALO BOYE

Cuando Baltasar Garzón lleva más de un año suspendido por intentar investigar los crímenes del franquismo, resulta conveniente recordar que, si bien su situación es única, lo realmente grave es el motivo de su persecución: la excusa es que ha tocado un tema tabú (la desmemoria sobre el franquismo), y la causa es su investigación de la corrupción. Tanto la excusa como la causa son graves y reflejan el mantenimiento de una situación indignante.
Tal cual decía hace escasas semanas el magistrado José Antonio Martín Pallín, “este proceso constituye una especie de aviso a navegantes en el sentido de ‘no saque usted demasiado la cabeza o el pecho porque puede pasarle como a Garzón”. Pues bien, hay temas en los que conviene no dejarse avasallar y sacar la cabeza, porque es hora de comenzar a revisar no sólo la Historia sino, incluso, el actual marco constitucional.
La investigación pretendida por Garzón se encuadraba exclusivamente en el ámbito jurídico y, por tanto, tenía y tiene sus límites, que son los establecidos por el ordenamiento en su conjunto; aparte de esos límites, la misma debía ajustarse a determinadas normas procesales, que en todo momento fueron respetadas. Lo incomprensible es el resultado: una investigación judicial cuestionada y cuestionable en contra del investigador.
Por sorprendente que parezca, al mismo tiempo que a Garzón se le somete a proceso, surgen una serie de posicionamientos que pretenden reescribir la Historia, ya sea desde la perspectiva de la justificación de lo sucedido, sobre la base del “y tú más malo aún”, o desde una pretendida equidistancia, lo que en materia de derechos humanos es imposible, porque esa supuesta equidistancia es tanto como la negación de la justicia.
Lo más preocupante es que determinadas instituciones estén generando materiales divulgativos que no sólo adulteran la Historia, sino que parecen servir de plataforma para justificar comportamientos que en cualquier Estado de derecho serían considerados terribles crímenes; surge así un proceso revisionista de la Historia como el que en algún momento, y por sectores marginales, se ha pretendido desarrollar en torno al nazismo, intentando restar culpa a Hitler o presentándolo como una víctima de su propio régimen.
Este tipo de comportamientos sólo es comprensible cuando lo que no se ha hecho es una revisión judicial de lo sucedido. De haberse permitido la misma, sin duda que ninguna academia se atrevería a presentarnos a Franco como un personaje simplemente “autoritario”; fue un dictador y comparte culpa con una serie de personajes, algunos de ellos muertos, otros no, todos los cuales debieron haberse enfrentado a algo más que al juicio de la historia.
Es más, se ha dicho hasta la saciedad que Garzón prevaricó por pedir los certificados de defunción de quienes, evidentemente, estaban muertos. Ese argumento sólo es válido desde la perspectiva de la ignorancia jurídica, porque, entre otras cosas, una cuestión es la responsabilidad penal, que se extingue con la muerte, y otra muy distinta la civil, trasladable a los herederos. No podemos olvidar que, junto a los asesinatos, las víctimas sufrieron una auténtica depredación económica.
Sin duda, lo que Garzón pretendía con su atacada resolución no era más que eso: determinar en Derecho quiénes eran los fallecidos para luego establecer quiénes son sus herederos y en qué medida se podía actuar civilmente en contra de ellos; está claro que esta visión es la que se pretende ocultar, como otras muchas cosas.
Ahora bien, el problema de fondo es que la Transición española surge de un pacto, no de una ruptura con la dictadura, y, justamente por eso, quien ha pretendido investigar los crímenes del franquismo se enfrenta a la peor de las pesadillas: terminar siendo víctima de esa inconclusa Transición.
En todo caso, si reprochable es que se intente generar una “nueva historia” mutando la realidad y rebajándole el perfil a lo realmente sucedido, no menos pernicioso resulta el intentar, sin juicio ni concierto –aún cuando pueda ser de buena fe–, pasar página: pretender que se ha superado el duelo por los crímenes del franquismo, o que el mismo “no crea una deuda

permanente con la sociedad”, como sostiene Santos Juliá, equivale a acoger la tesis de la impunidad.
Este enfoque que pretende dar el problema como algo superado, sienta sus bases en el desconocimiento más absoluto de los sentimientos de las víctimas, pero, al mismo tiempo, es tanto como hacerle un favor a los victimarios; en materia de derechos humanos la página sólo se pasa cuando se ha hecho justicia. Y aquí estamos aún lejos de ese momento.
Para que se pueda asumir de forma sosegada la pérdida del ser querido, el sufrimiento infligido y la humillación padecida, primero habrá de recorrerse un camino que pasa por la búsqueda de la verdad, la exigencia de responsabilidades y la posterior reparación del daño; estos son pasos ineludibles, y pretender saltárselos es el camino más corto para repetir la historia.
Los crímenes franquistas sí generan una deuda social permanente, y la misma sólo podrá amortizarse en la medida que se realicen auténticos esfuerzos por establecer las correspondientes responsabilidades y reparar a las víctimas. España ni puede ni debe pasar la página de la Historia sin antes corregir la redacción de la misma. Y ello habrá de hacerse desde la perspectiva de las víctimas, que es a quienes, al final, hay que reparar.

Gonzalo Boye es abogado

Ilustración de Dani Sanchís

Público.es (Memoria Pública)


¿Qué hacer con los símbolos franquistas?

junio 28, 2011

Vuelve el debate sobre los monumentos de carácter apologético: mantener, retirar o reinterpretar | En 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar los símbolos franquistas | Jordi Guixé: «La simbología franquista se erigió para honrar valores fascistas y autoritarios» | Entre placas de viviendas, símbolos o monumentos quedan todavía más de 3.000 | Ricard Vinyes: «Derribar un monumento no es acabar con el patrimonio»

Cultura | 27/06/2011 – 00:00h

Núria Escur Núria Escur

Este monumento conmemorativo de la batalla del Ebro en Tortosa es el más grande de los que hay en Catalunya V. Llurba

Barcelona

El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, anunciaba recientemente que las familias que lo soliciten podrán exhumar los restos de parientes fallecidos en las fosas comunes del Valle de los Caídos. Pero seguirá en pie su Gran Cruz. En las dictaduras que ocuparon el siglo XX, especialmente en las de carácter totalitario, la simbología tuvo un papel importante, definitivo, en las políticas de memoria, propaganda y construcción. En las sociedades europeas que sufrieron el fascismo, la simbología de carácter apologético fue luego eliminada de los espacios públicos aunque algunas construcciones emblemáticas han sido preservadas o convertidas en centros de interpretación.

¿Qué hacer con esos monumentos? ¿Retirarlos, mantenerlos, derribarlos o reinterpretarlos? Un debate que vuelve a la palestra con reflexiones como Asalto a la memoria. Impunidades y reconciliaciones, símbolos y éticas (Los Libros del Lince): una crítica razonada, recién publicada, sobre leyes y actitudes que construyen lo que su autor ha querido llamar el «modelo español de impunidad». Su autor, el historiador Ricard Vinyes, profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, se pregunta, por ejemplo, entre otras cosas ¿por qué el Estado mantiene en pie el Valle de los Caídos sin intervención que limite su existencia como parque temático centrado en el triunfo del crimen político? ¿Existe algún modo de mantener la memoria histórica más allá de la simple ocultación de ciertos monumentos?

Los monumentos forman parte del universo simbólico de una sociedad. Es decir, un sistema de comunicación de principios morales. Y –como explica Vinyes– está hecho con expresiones destinadas a articular un relato que actúe de tótem ético para la sociedad: ensalzar valores sintetizados bajo esculturas, lápidas, monumentos, edificios, conmemoraciones, condecoraciones…

«Por este motivo, cuando la sociedad sustituye una dictadura por el Estado de derecho (o al revés) los símbolos que constituyen ese universo del régimen dictatorial pierden su semántica, su contenido, su sentido; quedan como restos muertos que sólo pueden interpretar los iniciados si bien pueden generar, aún, numerosos conflictos».

En octubre del 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar todas las placas, monumentos y símbolos franquistas. Para la mayor parte de los expertos consultados, retirarlos no es un gesto arbitrario. «Se retira la expresión de unos valores que la sociedad –o una parte– ya no quiere y rechaza». Estas sustituciones se producen en todo el mundo cuando la sociedad se dota de valores distintos a los que imperan. «Que eso cuase conflicto depende de cuál haya sido el proceso social en el que se ha producido el cambio de régimen», añade Vinyes.

«El patrimonio es tan mortal como lo somos nosotros porque es humano». Por tanto, cada sociedad decide de qué patrimonio se dota y qué elementos dejan de ser patrimonio porque el gusto artístico o los principios políticos han cambiado. «El derribo no acaba necesariamente con el patrimonio. ¿Quién es el loco que puede decir una cosa así? No se puede confundir monumento con patrimonio. En cualquier caso, el patrimonio no es acumulativo sino selectivo y subjetivo». Es decir, depende de los debates y decisiones de la sociedad. «Derribar puede ser positivo o no, depende. Sustituir –nunca hacerlas coexistir– las expresiones simbólicas de la dictadura por las del Estado de derecho manifiesta el nivel de salud de la sociedad», concluye.

En Catalunya, entre placas de viviendas y símbolos o monumentos quedan más de 3.000. «Hay que establecer criterios de actuación para evitar la arbitrariedad», explica Vinyes. Para los expertos el primer criterio es «pensar públicamente» qué hacer con el monumento: «Lo peor es dejar la pieza por miedo, sin más, o retirarla en plena oscuridad de la noche, también por miedo».

El historiador se entristece, dice, con falta de decisiones respecto al nomenclátor de las ciudades de España. «Pero aún me resulta más lacerante la equiparación de símbolos y restos, ideas y valores, entre república y franquismo, es decir, entre democracia y dictadura, que expresan algunas actuaciones arqueológicas y museográficas de nuestro país. ¿Ejemplo? Los espacios de la batalla del Ebro regidos por el Consorcio Memorial de los Espacios de la Batalla del Ebro (Comebe): son ahistóricos y si no fuera tan vergonzoso sería para morirse de risa, de tan cómico como resulta».

Pere Ysàs, catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Autónoma de Barcelona, no se muestra, en general, a favor de derribar monumentos por razones políticas. «Ni de destruir nada». Pero ve razonable que en sociedades democráticas no haya monumentos que supongan un homenaje a personas, situaciones o acontecimientos representativos de regímenes dictatoriales. Especialmente si son regímenes que han ejercido una violencia política extrema de la cual aún queda una memoria muy viva».
«Comparto la retirada del espacio público de estos monumentos. Pero no para destruirlos sino para ubicarlos en lugares adecuados para explicar su significación», defiende Ysàs. «Retirar del espacio público monumentos a Franco, Hitler o Mussolini no supone ninguna amenaza de destrucción del patrimonio artístico, cultural o histórico», añade.

Jordi Guixé i Coromines, jefe del Àrea de Patrimoni de Memorial Democràtic de la Generalitat, sugiere una cuestión previa: ¿Qué entendemos por patrimonio? «Hasta hace poco, los refugios antiaéreos de la Guerra Civil no estaban considerados patrimonio y hoy casi todos los municipios quieren recuperar el suyo». Lo que consideramos patrimonio es fruto de una elección que obedece a prioridades marcadas por una sociedad concreta en un momento determinado y que obliga a los poderes públicos a actuar de un modo u otro.

Derribar monumentos y erigir otros en su lugar es una práctica que se ha hecho siempre y en todos lados, explica Guixé, aunque considera que no le corresponde al historiador decir si es lícita para reivindicar una ideología. ¿Se considera la simbología franquista patrimonio? «Si así fuera, debemos reclamar a nuestros poderes públicos que elaboren unas pautas que nos ilustrarán sobre cómo una sociedad democrática se enfrenta a su pasado antidemocrático», explica el comisario de la última exposición del Memorial Democràtic sobre simbología franquista y jefe de Proyectos y Espacios de Memoria.

Catalunya cuenta con dos censos de este tipo de símbolos y monumentos: el del Ayuntamiento de Barcelona y la web pública del Cens de Simbologia Franquista del Memorial Democràtic de la Generalitat. El abanico de actuaciones es amplio: desde la retirada del espacio público y su exposición en un museo hasta su contextualización histórica y transformación en un espacio de memoria o la propuesta de una intervención artístico-memorial a su alrededor… «Es importante destacar que estos símbolos fueron erigidos para honrar y transmitir los valores del poder que los construyó; en el caso de la simbología franquista hablaríamos de valores fascistas y autoritarios», puntualiza Guixé.

Desde el Institut del Paisatge Urbà apuntan las dos últimas intervenciones, realizadas en Barcelona: se retiró la escultura de la Victoria en Diagonal (enero del 2011) y se derrocó la de José Antonio Primo de Rivera en la avenida Tarradellas. Revisado el último inventario (actualizado en el 2008), apuntan que se han cubierto todas las intervenciones previstas.

«Actualmente, no nos consta que exista en Barcelona ninguna escultura como símbolo franquista en el espacio público. Otra cosa son los espacios de orden privado o similar, como cementerios o iglesias», declaran desde el Institut del Paisatge Urbà.

El Ayuntamiento retiró la inscripción franquista que había en el monumento del Grup Carlos Trias y dejó el monolito sin inscripción, ya que es de propiedad privada de uso público. Y el propio Ministerio de Defensa retiró los símbolos franquistas de los escudos que había en los edificios del cuartel del Bruc, Capitanía General y Gobierno Militar.

¿Una sociedad democrática debe permitir que estos símbolos continúen decorando su entorno sin ningún tipo de actuación al respecto? «No todos deben retirarse pero sí que todos deben explicarse, contextualizar y evitar que se conviertan en símbolos asépticos en el espacio público».

Para Jordi Guixé es evidente que hay un símbolo franquista que en Catalunya llama la atención por encima de cualquier otro: el monumento de Tortosa. ¿Qué debería hacerse? No lo tiene claro. En primer lugar, explicarlo, dice. «Pero creo que las actuaciones deberían ir más allá y conseguir una interpelación de la ciudadanía, crear una dialéctica entre el monumento y el observador y evitar que pasen a ser sencillos decorados de piedra».

A finales del pasado año CiU y PP forjaron una excéntrica alianza en Tortosa para salvar el grandilocuente monumento franquista instalado a los pies del río Ebro a su paso por la ciudad. Ambos partidos rechazaron en el pleno municipal la moción popular que exigía la retirada de la obra, inaugurada por Francisco Franco en 1966 con motivo de la victoria del bando nacional en la batalla del Ebro. Es la construcción franquista de mayores dimensiones erigida en Catalunya.

¿Qué hacer con el Valle de los Caídos?

A lo largo de cinco meses, una comisión de doce expertos estudiará alternativas sobre el futuro de ese complejo monumental. El Valle de los Caídos acoge los restos de 30.000 soldados de ambos bandos, así como la tumba del dictador. Además de la exhumación de restos, la comisión sopesará la posibilidad de retirar símbolos franquistas del recinto, lo que tal vez afectaría a la tumba de Franco. «Hay que determinar qué sobra y qué no», comentó el ministro Jáuregui.

1. RICARD VINYES
«Es un monumento a la Victoria del crimen político, hecho con tal gran contundencia que no hay nada similar en el mundo. Su permanencia no es un problema de gastos sino de qué piensa la sociedad de sí misma al no actuar sobre aquel espacio monumental que hoy, destruido el universo simbólico del franquismo, ya no es patrimonio de nada. Sólo un contenedor de los restos de la dictadura, con la expresión lacerante de los republicanos enterrados allí a contracorriente. El Gobierno debe promover un programa de actuación y ejecutarlo».

2. PERE YSÀS
«Es el monumento franquista más importante. Creo que debería conservarse (pero sin la tumba de Franco y José Antonio) para convertirlo en un centro de interpretación del franquismo, especialmente de violencia represiva, incluida la que acompañó a su construcción». Edificios emblemáticos son los campos de concentración nazis como Mauthausen o Auschwitz, conservados para esta función explicativa.

3. JORDI GUIXÉ
«El artista Horst Hoheisel propuso la voladura de la puerta de Brandemburgo rodeada por los nombres de campos de exterminio nazi como Memorial del Holocausto de Berlín. No son pocos los que desearían una actuación así en el Valle de los Caídos. También hay quienes prefieren sacar los restos de Franco y José Antonio y hacer un centro de interpretación sobre la dictadura franquista. En todo caso, no creo que se deba dejar tal como deseó el dictador. Ante el déficit de equipamientos memoriales, un proyecto de espacio de memoria y educación democrática podría ser la vía adecuada».

La Vanguardia:

http://www.lavanguardia.com/cultura/20110627/54177482796/que-hacer-con-los-simbolos-franquistas.html


La historia mal contada de los maquis…

junio 28, 2011

León arremete contra el Diccionario Biográfico que llama a los guerrilleros «bandoleros» y «terroristas»

26/06/2011 verónica viñas | león

 

El historiador y escritor leonés Secundino Serrano.
jesús

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A los últimos maquis leoneses les hierve la sangre. Su historia está hecha de olvidos y desprecios. Hasta la Ley de la Memoria Histórica les dio la espalda. Ahora, son «bandoleros y terroristas». Así los define el polémico Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia. Los guerrilleros que combatieron durante años a las tropas golpistas de Franco aparecen -˜de pasada-™ en los primeros 25 tomos que se han publicado. Las -˜hazañas bélicas-™ del militar ferrolano Camilo Alonso Vega (1889-1971), que ocupan siete páginas, relatan: «Llevó a cabo una importantísima actividad contra las partidas de bandoleros-terroristas, comúnmente llamados maquis». Los autores, el filólogo Carlos Iniesta y José Martín Brocos, profesor de la Universidad San Pablo-CEU, se han lucido.

Los maquis leoneses Pedro Juan Méndez Jalisco y Francisco Martínez López Quico, combatieron hasta el final de la guerrilla con el legendario Manuel Girón y siguen vivos. Jalisco tiene 83 años y los recuerdos muy frescos. Desde su refugio del Bierzo arremete contra estos -˜presuntos-™ historiadores y pide un «consejo» para esos «tiparracos». «Los bandoleros son ellos». «No tienen derecho a hacer esto. Ni en los archivos franquistas tenemos este título». Jalisco está dispuesto a apoyar a quien denuncie a los dos historiadores. «Estoy retirado de la política, pero estas cosas me molestan. Es mejor que se callen la boca», dice.

Quico, que vive entre Alicante y Francia, donde reside su hija, no pudo ser localizado por este periódico. El Instituto Leonés de Cultura publicó en el 2002 su autobiografía, titulada Guerrillero contra Franco. La guerrilla antifranquista de León (1936-1951) .

«Eran los últimos combatientes de la República», asegura la nieta de uno de tantos huidos a los montes de León. Ni la jerga franquista de la época les consideró nunca terroristas.

Han llovido críticas y algunos colectivos se han movilizado para exigir la retirada del Diccionario. También, el Gobierno. Asimismo, víctimas de la represión, historiadores y representantes de la Asociación de Descendientes del Exilio Español. Algunos están dispuestos a llegar hasta los tribunales si hace falta.

Historia manipulada. El Senado debatirá mañana una moción del político Joan Saura contra el Diccionario, por entender que la obra manipula la historia de personajes como Franco y recopila «ideas que forman parte del pensamiento fascista español». «Ningún historiador de nivel y competencia contrastados habla de bandoleros para aludir a los maquis. Mucho menos de terroristas. Los combatientes que impugnan por las armas a los regímenes dictatoriales o totalitarios no pueden ni deben ser señalados como bandoleros, sino como resistentes y, en el caso español, como guerrilleros o maquis», afirma el historiador leonés Secundino Serrano, uno de los mayores especialistas en los maquis y autor de libros como La guerrilla antifranquista en León y Maquis. Es más, recuerda que, «pocos historiadores los calificaron de terroristas durante el franquismo. Tampoco los mandos políticos o incluso policiales». Aclara Serrano que si el franquismo tildó a los maquis de bandoleros fue «para desautorizarlos como opositores políticos, reduciéndolos al ámbito de la delincuencia, convirtiéndolos en políticamente invisibles». El historiador leonés, que fue el primero en abordar con fidelidad a los hechos la peripecia de un puñado de hombres que pagaron muy cara su oposición al régimen franquista y ha conocido personalmente a medio centenar de maquis, defiende que «la escritura de la historia requiere decencia personal, rigor y competencia profesional. No podemos aceptar que la historia pueda ser diametralmente opuesta según la ideología de quien la cuente», explica. Serrano arremete contra la Academia de la Historia, que «por su inutilidad manifiesta, no representa al grueso de los historiadores de este país». «Un diccionario que llama a Franco autoritario, que habla de bando nacional o de cruzada para referirse a la guerra, que orilla la represión franquista, que infama a Negrín como dictador… o es una chapuza impropia de historiadores profesionales o es una operación político-ideológica planificada y posible aquí por la impunidad que este tipo de episodios produce en España».

Diario de León.es


La dictadura empieza a pagar…

junio 28, 2011

La imagen muestra a Salvador Arestín (el niño que lleva gafas negras) con sus padres y su hermana.- FOTO CEDIDA POR LA FAMILIA

Todavía son pocos casos, pero ya hay sentencias para víctimas españolas en los crímenes de Estado en Argentina. Los culpables de tres asesinatos han sido condenados a perpetuidad. Otro de los juicios está a punto de acabar

ALEJANDRO REBOSSIO 26/06/2011

Un tribunal de Buenos Aires comenzó el pasado martes a escuchar el alegato final de los abogados de los siete militares acusados de la desaparición de un matrimonio español durante la dictadura argentina (1976-1983). Se llamaban Luis Miguel Díaz Salazar y Esther Gersberg. Eran obreros de una fábrica textil, comunistas, y el día de su secuestro, el 21 de julio de 1978, estaban pintando el piso porteño al que se habían mudado porque Esther se encontraba ya embarazada de ocho meses e iban a necesitar espacio.

Luis Miguel y Esther fueron secuestrados en julio de 1978. Ella, embarazada, fue víctima de horribles torturas

Un suboficial purga su condena por la desaparición de 36 personas, entre ellas el español Salvador Arestín

Luis y Esther fueron a parar a El Vesubio, uno de los centros clandestinos de detención a las afueras de la capital. A ella la torturaron tanto que, según algunos testimonios, sus gritos tronaron por todo el recinto. Le dejaron los músculos tan agarrotados que, al salir de la sala de tormentos, explicó a una compañera de infortunio que sabía que su bebé estaba muerto.

Este matrimonio es de los pocos casos de españoles desaparecidos en Argentina a los que se hace justicia después de décadas de impunidad. En total, 576 españoles fueron víctimas del terrorismo de Estado, según el juez Baltasar Garzón. Hasta ahora, los tribunales solo han condenado a prisión perpetua a los responsables de la muerte de tres de ellos, Celia López Alonso, Salvador Arestín y Gustavo Chavarino. EL PAÍS ha reconstruido la historia de españoles cuyos casos han sido juzgados o están a punto de ser resueltos, y lo ha hecho a partir de la memoria de sus parientes.

Sara Gersberg es la hermana de Esther. Cuando esta desapareció, relata, ya llevaba algún tiempo alejada de la familia. Ella y su compañero, de 23 y 24 años, respectivamente, militaban en Vanguardia Comunista, grupo de raíz maoísta que admitía el uso de las armas. Esther se convirtió en española al casarse con Luis, que era de Ayamonte (Huelva) y que emigró a Argentina con su familia en busca de una vida mejor. «Los dos estaban llenos de ideales y llegaron hasta ahí…», concluye Sara, que ignora que el responsable principal de El Vesubio, Pedro Durán Sáenz, ha muerto esta misma semana, a los 76 años de edad, antes de conocer su sentencia.

No ha corrido la misma suerte el exsuboficial de la Fuerza Aérea Gabriel Molina, responsable de la tortura y desaparición del vasco Salvador Arestín, que purga su condena desde hace ya un año. Un tribunal de Mar del Plata lo declaró culpable de dos asesinatos, tres violaciones y 36 casos de desapariciones, además de otros por torturas.

Arestín era un abogado de 28 años, casado y con dos hijos. Había nacido en Rentería en 1948, hijo de una familia gallega. Su padre era pescador y en 1950 llevó a toda su familia a la Patagonia. Buscaba un mejor trabajo. Acabó en Mar del Plata, donde Salvador estudió Derecho.

«Mi hermano tenía simpatía por el PRT, brazo político de una de las dos guerrillas argentinas más importantes de los setenta, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)», explica Pilar. «Discutía de política en la facultad, y un compañero suyo, Eduardo Cincotta, de la Concentración Nacional Universitaria , lo denunció a cambio de prebendas». Cincotta murió en 2009 después de haber sido detenido por su responsabilidad en la llamada Noche de las Corbatas, una jornada siniestra en la que desaparecieron, además de Salvador, otros seis jóvenes abogados de Mar del Plata.

Después de que Salvador fuera secuestrado, el 6 de julio de 1977, Pilar y su padre acudieron a la policía, a la justicia, al consulado español en Buenos Aires y a la nunciatura apostólica. «Nadie nos ayudó. En 1978 vino a Argentina el rey Juan Carlos y recibió a los familiares de desaparecidos. Nos dijo que tuviéramos paciencia… Paciencia nos sobró», se queja Pilar.

Poco después del retorno de la democracia, un 1 de noviembre, el padre de Salvador recibió una llamada anónima. «Le dijeron: ‘Hoy es el Día de los Muertos. ¡Usted debería estar tirando flores al mar, donde arrojamos al hijo de puta de su hijo!». El padre de Salvador murió el año pasado, cuando ya había cumplido 89. «No me satisface la condena», se rebela Pilar. «No se condenó al que lo secuestró, ni al que lo entregó, ni al que dio la orden, ni al que lo mató».

Otro caso es el del melillense Gustavo Chavarino. Ni sus padres ni sus hermanos supieron que los verdugos habían sido condenados en diciembre pasado. Para entonces, todos habían muerto, llevándose el dolor a la tumba. Es su sobrina Yamila, que tenía dos años cuando desapareció su tío, quien recuerda la historia familiar. Chavarino había nacido en 1948 y al poco tiempo su familia se marchó a Buenos Aires. El padre era maestro, y la madre, ama de casa. «Eran parientes de Ramón Cereijo, ministro de Hacienda de Perón», relata Yamila. Gustavo trabajó como técnico mecánico en la Dirección de Vialidad de Argentina, donde sus compañeros lo eligieron delegado sindical. «Militaba en la JP «, cuenta Yamila. En agosto de 1976, agentes de seguridad lo fueron a buscar a su trabajo y a su casa, pero no lo hallaron. «Durante mucho tiempo vivió escondido», cuenta Yamila. «Un día no aguantó más. Salió a repartir panfletos y lo agarraron». Era el 18 de noviembre de 1977. Gustavo tenía 29 años.

Los padres de Yamila pensaron en volver a España, aunque al final desistieron. «Vivíamos encerrados, no hablábamos con nadie. A mí me daba miedo la policía. Mi abuelo no quería hablar del tema y mi abuela lloraba, quería volver a España», explica.

Se sabe que Chavarino estuvo detenido en los centros de tortura Atlético y Banco. Su caso fue incluido en el juicio por todos los asesinatos, desapariciones, secuestros y torturas que ocurrieron allí, y en el campo Olimpo, por el que un tribunal de Buenos Aires condenó a cadena perpetua a ocho integrantes de las fuerzas de seguridad: Samuel Miara, Raúl González, Eduardo Kalinec, Eufemio Uballes, Luis Donocik, Óscar Rolón, Julio Simón y Ricardo Taddei.

En octubre de 2009, otro tribunal porteño había fallado también contra el exgeneral de brigada Jorge Olivera Róvere, responsable de la desaparición de la catalana Celia López Alonso, que tenía 39 años cuando desapareció y que era artista plástica, delegada sindical en el Banco Español del Río de la Plata y militante del PRT. Su verdugo fue considerado culpable de otras 115 desapariciones y cuatro asesinatos.

Un sobrino de Celia López Alonso, Javier Tisera, recuerda que los padres de Celia, nacionalistas vascos, huyeron de los bombardeos de Bilbao en la Guerra Civil. Se asentaron en Barcelona, donde nació Celia en 1937. Su padre acabó en un campo de concentración en Francia, pero en 1953 reunió a la familia y consiguió marchar a Argentina «buscando aires de libertad». Se instalaron en San Nicolás (240 kilómetros al norte de Buenos Aires).

Tiempo después, Celia se trasladó a la capital argentina para estudiar bellas artes. Allí entró en el PRT. Un día antes de que la secuestraran, una mujer de su familia le ofreció ayuda para exiliarse: «Si querés, te cruzamos a Uruguay», le propuso. «Todavía no se meten con nosotros», le respondió Celia.

Otro catalán, Manuel Coley, también delegado sindical de una fábrica de vidrio de Berazategui, suburbio de Buenos Aires, fue igualmente torturado y asesinado. Su cuerpo, sin embargo, es el único de un español desaparecido en Argentina que ha sido recuperado. Cuando murió tenía 42 años y tres hijos. Su caso está pendiente de juicio. Coley había nacido en 1934 en Barcelona. Su padre era un miliciano anarquista que acabó en un campo de concentración en Francia. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, se quedó a vivir allí. La madre de Coley, que estaba sola en España, con dos hijos, decidió en 1950 llevárselos a Argentina, donde un primo suyo cocinaba en un hotel y le ofrecía trabajo. Se radicaron en Quilmes, en el Gran Buenos Aires.

Manuel, recuerda su viuda, Alcira Juárez, «se puso a trabajar apenas llegó a Argentina. Era un trotamundos, enamorado de este país». «Mi papá era rebelde», asegura su hija María Marta, militante kirchnerista. «Si le daban demasiadas órdenes en un trabajo, se iba», añade. Manuel acabó trabajando en una fábrica de vidrio, donde comenzó su actividad sindical y donde entró en el PRT. En 1975 intervino en una huelga de ocho días en demanda de subidas salariales. La patronal torció el brazo, pero el 20 de marzo de 1976, cuatro días antes del golpe militar, despidió a Manuel y a 400 empleados más. El 27 de octubre de aquel año, agentes de inteligencia del Ejército irrumpieron en su casa y le llevaron detenido. Revisando su biblioteca, un militar le preguntó a María Marta, que tenía entonces 11 años, si había leído Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire.

La esposa de Coley fue una de las mujeres que comenzó a protestar en la plaza de Mayo, tras el fracaso del hábeas corpus que presentó ante la justicia con ayuda del entonces obispo de Quilmes, Jorge Novak, y de la Embajada de España. En 2006, el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró cuerpos enterrados sin identificar en un cementerio bonaerense, y mediante pruebas de ADN, en noviembre de 2009, un juez certificó que uno de ellos correspondía a Manuel. «Voy a tirar las cenizas al Río de la Plata para que vuelva a su lugar tan querido», cuenta Alcira, que todavía las guarda junto a ella. «Son cosas que hay que preparar bien».

Los casos de los españoles, como los de otros muchos desaparecidos, se han visto afectados por los retrasos en los juicios desde aquella primera etapa del Gobierno de Raúl Alfonsín en que se juzgó solo a los jerarcas del régimen; el posterior indulto a los condenados, acordado por Carlos Menem, y la nulidad de ese perdón promovida por el Gobierno de Néstor Kirchner, que ha permitido reanudar los juicios. Aunque ha pasado mucho tiempo, empieza a hacerse justicia. –

El País.com


«Soy un embustero, pero no un falsario»

junio 28, 2011

Lo dice Enric Marco, sobre las ruinas de su inventada autobiografía de luchador antinazi y deportado en el campo de concentración Flossenbürg. El destituido presidente de la Amical de Mauthausen y exlíder de la CNT trata de levantar una versión honorable de su vida

26/06/2011

Enric Marco en 2003, cuando presidía la asociación Amical de Mauthausen, junto a una bandera alusiva a los exterminios nazis.- AP

Sentado a la mesa de un café en Sant Cugat del Vallès (Barcelona), donde reside, Enric Marco Batlle, expresidente de la asociación de deportados en los campos de concentración nazi Amical de Mauthausen y ex secretario general de la CNT, comenta sus vivencias en la Alemania de Hitler. Tiene 90 años, pero este hombre pequeño, de bigotillo teñido, que luce un alfiler con la insignia republicana en la solapa, se expresa con fluidez, sin titubeos ni lagunas, desde la solvencia de una memoria bien engrasada y una dialéctica de acertadas pausas narrativas y golpes de énfasis.

 Fue a Alemania como trabajador voluntario y pasó seis meses de cárcel, según el historiador que descubrió la impostura

«Me convertí en voz y brazo de los deportados porque yo también sufrí prisión en Alemania», explica Enric Marco

«En aquellas situaciones límite de vida o muerte, uno aplicaba sus propios mecanismos de supervivencia», explica con una voz gruesa cargada de tensión emocional; la mirada brillante, detenida, paralizada desde dentro por recuerdos que se antojan abrumadores. «Cuando querían hacer un escarmiento, se llevaban a uno de cada 25 de nosotros para matarlo. Aquel día vi llegar al SS y tuve la conciencia de que venía a por mí. Llegó y, en efecto, me apuntó con el dedo. No habló, solo me señaló con el dedo. Yo levanté la cabeza y le dirigí la sonrisa más seductora que he hecho jamás. Entonces, él dijo: ‘Spanisch, an einem anderen Tag’ (‘El español, otro día’), y siguió adelante».

El problema con Enric Marco es que se sabe quién no es, pero no se sabe quién es. El periodista que escucha sus relatos ya sabe que este anciano, que no aparenta su edad, no volvió, en realidad, de los campos de la muerte, aunque haya representado durante largos años el testimonio del horror ante el mal absoluto, la lucha contra el olvido y el propósito imposible de hacerle justicia al pasado. Sabe que el presidente de la Amical de Mauthausen que el 27 de enero de 2005 subió a la tribuna del Congreso de los Diputados para hablar en nombre de los 10.000 republicanos españoles deportados por el Tercer Reich no era el preso número 6.448 del campo de Flossenbürg que decía ser. Y sabe también que el brillante orador -«cuando llegábamos a los campos en aquellos trenes infectos, para bestias, nos desnudaban completamente, sus perros nos mordían y sus focos nos deslumbraban. Nos gritaban en alemán ‘¡links!’, ‘¡rechts!’ (¡izquierda, derecha!); nosotros no entendíamos, y no entender una orden te podía costar la vida»-, que hizo que se le saltaran las lágrimas a Carme Chacón y que la emoción asomara en los ojos del propio Rubalcaba, no estuvo nunca en un campo de concentración.

Estuvo en la Alemania nazi, sí, pero como integrante del contingente de trabajadores voluntarios que Franco envió a Hitler. Cuando el historiador Benito Bermejo descubrió el nombre de Enric Marco en el correspondiente listado del archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Enric Marco se disponía a participar, junto al presidente Zapatero, en el homenaje internacional que se celebró el 7 y 8 de mayo en Mauthausen por el 60º aniversario de la liberación del campo. «El auténtico preso 6.448 de Flossenbürg fue Enrique Moner Castells, nacido en Figueras en el año 1900. Enric Marco descubrió ese nombre en los archivos de ese campo de concentración y pensó que la coincidencia en el nombre de pila y la inicial del apellido le permitiría suplantarlo, pero el archivero Johannes Ibel se negó a expedirle un certificado que indicara que uno y otro eran la misma persona», explica el historiador.

Más que un escándalo, la noticia de que Marco no había estado deportado produjo una sacudida profunda, sorda y lacerante en los colectivos republicanos, como si el alma se les cayera repentinamente a los pies y luego les pasara por encima la apisonadora de la burla. ¿Cómo se puede hollar con la mentira el territorio sagrado de la memoria europea donde reposan el sufrimiento y la desolación suprema, la degradación mecánica, industrial, del individuo, el ejercicio de la máxima ignominia y barbarie humana? ¿Qué le llevó a Enric Marco a hacerse pasar por deportado?

Se lo pregunto, y este hombre que visitaba un centenar y medio de colegios e institutos al año dando charlas dice que lo hacía para que la denuncia del nazismo fuera más efectiva y dejara mayor huella en la memoria de las gentes. Una cosa es cierta: Marco era el mejor conferenciante de la asociación, nadie como él mantenía la atención del público hasta el final y era capaz de tensar el discurso, trufarlo de relatos impactantes y provocar la catarsis. Nadie permanecía indiferente en su asiento cuando él tomaba la palabra. «Soy Enric Marco y nací el 14 de abril, Día de la República», decía, y ahí mismo iniciaba su sabotaje a la verdad, porque en realidad nació dos días antes, el 12 de abril. «El primero que se quedó de piedra fui yo. Viajábamos mucho juntos para ir a dar charlas y nunca le cogí en un fallo. La gente todavía nos pregunta por él», comenta Liberto Villar, hijo de deportados.

Así que el discurso del embustero construido sobre el artificio de anécdotas prestadas o inventadas tenía más éxito que la versión auténtica de los hechos; que la mentira bien adobada resultaba más efectiva que la verdad desnuda. La tesis probada de Enric Marco es que la historia bien contada por un farsante resulta más atractiva que la del protagonista o testigo directo. Claro, que no estamos aquí ante un actor, un intérprete, un narrador cualquiera, porque, entre sorbo y sorbo de té y como quien no quiere la cosa, Enric Marco puede enhebrar ante el periodista frases sin duda aprendidas, pero cargadas de intensidad dramática. «Por la noche, en la barraca, se respira el aire denso, turbio, espeso, de la humanidad de aquellas gentes. Por un momento, los ronquidos dejan paso a un gran silencio y se oye un aullido animal, pero no, no es de un animal, es de un hombre que se queja como si fuera una bestia». Marco habla en tiempo presente, cuida las pautas y el énfasis; como un profesional del relato.

«Era tan brillante que deberíamos haber sospechado», se lamenta una socia del Amical. «Nos engañó a todos: a nosotros, a las autoridades, a los profesores y alumnos de los institutos… -«a los periodistas nos lo daba todo hecho porque sabía lo que queríamos», reconocen Carme Vinyoles y Pau Lanao, autores de un buen reportaje publicado en El Punt-; a todos, salvo a algunos deportados que, de todas formas, no se atrevieron a acusarle en público. «Estuvimos con él en una comida de supervivientes y a mi marido le dio mala espina. Siempre pensó que no había estado en un campo en su vida», afirma Lucía, esposa de Francisco Aura Boronat, el único superviviente de Mauthausen en España. A sus 93 años, Francisco se encuentra demasiado delicado de salud como para atender al periodista. «Marco se hacía el gracioso y dicharachero y dijo en la comida que las albondiguillas de bacalao eran peores que las del campo. Mi marido le replicó que en los campos no había albondiguillas de esas». Según su esposa, Francisco Aura Boronat evita hablar de Mauthausen porque «cuando habla de aquellas penalidades luego ya no es persona».

Es sabido que las pesadillas y terrores nocturnos son una constante en la vida de los antiguos deportados, gentes resucitadas, pero marcadas hasta tal punto por el horror, la culpa de haber sobrevivido, el sufrimiento y la angustia que, en muchos casos, no pudieron ya disfrutar verdaderamente de la existencia. «A mi marido, aquello le dejó de por vida una salud muy delicada y lo acompañó hasta su muerte. Siempre llevó Mauthausen incrustado en el cerebro noche y día», comenta Feli, viuda de Fernando Lavin. En contraste con los auténticos supervivientes, por lo general silenciosos o lacónicos, temerosos de que los recuerdos reavivaran la experiencia traumática de la deshumanización de la persona, Enric Marco es un genio comunicativo que, como buen embustero, sabe que las mentiras deben tener un ingrediente de verdad.

«Soy un embustero, sí, pero no un farsante, ni un falsario. Lo mío fue una simple distorsión de mi propia historia. Me convertí en la voz y el brazo de los deportados porque yo también sufrí cárcel en Alemania. Que me digan qué diferencia hay entre la cárcel y el campo de concentración. No solo fui esclavo de los nazis, también resistente», sostiene él con gesto desafiante y la mirada volcada, ahora, sobre el periodista. En su primera versión, Enric Marco era un joven libertario que, tras la Guerra Civil, escapó a Francia por el puerto de Barcelona gracias a un pariente aduanero que le metió en un barco de fruta rumbo a Marsella. En Francia, se incorporó a la Resistencia, pero fue detenido por las falanges del mariscal Pétain, entregado a la Gestapo en Metz y conducido a Kiel a trabajar como mecánico en una fábrica de guerra. Cuando los alemanes descubrieron que saboteaba la producción, le enviaron al campo de Flossenbürg, y tras la liberación volvió a España a luchar en la clandestinidad contra el franquismo.

Sobre las ruinas de esa versión, desbaratada al ponerse al descubierto que se alistó como trabajador voluntario para Alemania en la oficina de reclutamiento de la calle de Peláez de Barcelona y que firmó un contrato con los astilleros de la compañía Deutsche Werke Werft, Marco trata ahora de asentar otra que salve su honorabilidad en lo posible. Según este nuevo relato autobiográfico, fue detenido en la base submarina de Kiel por sabotear la reparación de lanchas torpederas, torturado durante seis días por la Gestapo, encarcelado como preso preventivo y liberado al cabo de ocho meses.

Nuestro hombre se ha traído a la cita con EL PAÍS una abultada carpeta repleta de escritos autobiográficos y documentos en alemán, algunos traducidos, que parecen mostrar que, efectivamente, fue procesado por «atentar contra el Estado alemán» y encarcelado en Kiel, aunque no revelan el desenlace judicial del caso. Uno de los textos de su nueva biografía está encabezado por la máxima: «Si no dices quién eres, alguien dirá lo que no eres», que en su caso podría ser doblada con esta otra sentencia: «Si dices lo que no eres, te negarán lo que eres».

Desde la autoridad que le da haber estudiado la totalidad del sumario, Benito Bermejo asegura que Enric Marco fue absuelto, en una sentencia en la que se indicaba que el procesado no era un elemento peligroso, sino tan solo «una persona muy joven que había tratado de darse importancia ante sus compañeros». En apoyo de su dictamen, el tribunal citó la declaración del jefe inmediato del acusado, quien le excluyó de toda acción de sabotaje y le avaló como un buen trabajador. «Enric Marco estuvo seis meses en la cárcel en Alemania. Volvió a España en 1943 con un permiso de trabajo y ya se quedó aquí. En los archivos del Ministerio de Exteriores consta que un familiar de Marco se interesó por su situación y que el Gobierno de Franco le respondió que estaba encarcelado en Alemania cumpliendo una pena de seis meses por mal comportamiento», asegura el historiador.

Una pregunta que Enric Marco no acaba de despejar es por qué un joven anarquista huye de la España franquista para trabajar voluntario en la Alemania nazi. «Me asfixiaba en la España de la posguerra, con sus símbolos franquistas, la Iglesia…», responde. Otra incógnita es cómo, dónde, con quién luchó en la clandestinidad contra el franquismo durante los 33 años que van desde que regresó de Alemania hasta que empezó a aparecer en los círculos de la CNT. «Estuve sin documentación viviendo a salto de mata. Sí, trabajé como mecánico en un taller de las Cortes de Barcelona. Me detuvieron varias veces; no sé: dos o tres». Según las averiguaciones de este periódico, Enrique Marco Batlle trabajó de mecánico durante largos años en lo que hoy es el taller de coches Vinyals, en Travessera de les Corts, 46, de Barcelona. «Trabajó aquí en los tiempos en los que esto se llamaba Talleres Coll-Blanch y, más tarde, Talleres Cataluña. Era el marido, bueno, la pareja, de la entonces dueña del taller, María Belver Espinar, ya fallecida. Siempre nos contó que había estado en un campo de concentración, y, que yo sepa, no estuvo detenido, al menos no entre 1969 y 1979 mientras trabajé en el taller», indica Antoni, antiguo empleado.

Los vecinos del número 57 de la calle de Oriente de Barcelona recuerdan perfectamente a María Belver y Enric Marco como una pareja amable y educada que se disolvió tras largos años de convivencia, después de que el segundo conociera ya en la cincuentena a una estudiante de historia madre de sus dos hijas. También el dueño del bar Juan, en la esquina de Travessera de les Corts, guarda un buen recuerdo del antiguo mecánico del taller vecino. «Le conozco desde 1976, es una buena persona que se desvivía por los demás. Aquí no hablaba de política, pero sabíamos que había sido de la CNT. Una vez, hace 15 años o así, vino una televisión alemana a filmarle en el bar».

La mentira de Enric Marco viene, pues, de muy lejos, aunque solo se acercó a la Amical de Mauthausen a finales de 1990 y la CNT no supo de él hasta la Transición política. Los dirigentes libertarios Juan Gómez Casas y Luis Andrés Edo ya advirtieron de que no había «nada sólido en la biografía» de Enrique Marco, pero nada impidió que este alcanzara la secretaría general de la CNT, la presidencia de la Amical y la Cruz de Sant Jordi con la que la Generalitat premió su trabajo directivo en la Federación de Padres y Madre de Alumnos de Cataluña.

¿Quién es, en realidad, Enric Marco?, le pregunto. «Tuve una infancia propia de un relato de Dickens. Llegué al mundo en el centro psiquiátrico de Sant Boi de Llobregat, en lo que antes se llamaba el manicomio, porque mi madre estaba allí ingresada. No disfruté de sus mimos; ni siquiera llegó a darme de mamar. Una vez al mes me llevaban a verla.

-Enriqueta, mira qué niño más guapo ha venido a verte; es tu hijo.

-Sí, es guapo, pero ese no es el mío; el mío es más pequeño. Me han dicho que si trabajo mucho en el lavadero me lo devolverán

Apenas recuerdo a mi padre. Él se echó una mujer analfabeta y alcohólica que por las mañanas me mandaba a buscar un cuartillo de aguardiente y me hacía leerle novelas. Así, empecé a leer a Cervantes, Dumas, Zola… Yo no me enteraba demasiado de lo que leía, pero tenía una buena dicción y por eso me sacaban a la tarima para que leyera al resto de la clase».

¿Dónde acaba su impostura y empieza su verdad? «Debajo del disfraz hay un hombre de carne y hueso», nos dice él en tono solemne y un punto arrogante. «No mentí en lo fundamental, aunque sea un embustero. No necesito consultar con un psiquiatra. ¿Qué crimen he cometido para pedir perdón?». Lo que es seguro es que Enric Marco Batlle, megalómano de ego grande en un cuerpo pequeño, ha dedicado gran parte de su vida a fabricarse escenarios imaginarios donde forjar la pretendida doble personalidad heroica de víctima y resistente. Ha perseguido con ahínco encarnar la figura del líder republicano y ha representado su papel con genialidad. Porque, después de tantos años de connivencia entre la farsa y lo auténtico, Enric Marco, quien quiera que sea en el pliegue más recóndito de su cerebro, es un actor adicto a la escena. Como terapia personal, puede que le viniera bien volver a dar charlas sobre los peligros del nazismo. Claro que entonces tendría que empezar diciendo: «Me llamo Enric Marco y estuve a punto de nacer el 14 de abril, Día de la República. He sido un embustero porque no estuve en la Resistencia y no conocí el campo de concentración de Flossenbürg ni ningún otro, pero puedo contarles lo que vivieron los deportados…». –

El País.com


Jáuregui ve el Valle de los Caídos como materia pendiente de la Transición…

junio 25, 2011

El ministro de presidencia recuerda que la comisión de expertos decidirá la transformación del recinto que incluye la iconografía, simbología y actividades

PATRICIA CAMPELO Madrid 23/06/2011

 

La comisión de expertos que decidirá el futuro del Valle de los Caídos dispondrá de cinco meses desde su creación el pasado 27 de mayo para elaborar una propuesta al Ejecutivo. 

El ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, ha dicho hoy que, en ese tiempo, los vocales que forman la comisión, decidirán «hacia donde tiene que ir la transformación del recinto», tanto de su iconografía, de su simbología y de las actividades en el lugar. Mientras, «no haremos ningún pronóstico ni promesa de actuación», ha avanzado. 

Járegui reconoce que el mausoleo donde descansan los restos del dictador Francisco Franco y del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, sigue siendo una «asignatura pendiente» de la Transición y, por ello, ve necesario transformarlo en un «lugar de todos» que «recupera la verdad sin afán vengativo» y con «espíritu de reconciliación». 

Así se ha pronunciado el ministro en declaraciones a Radio Euskadi, con un discurso similar al utilizado en el pasado martes en la sesión de control del Senado, donde, en respuesta al senador Iñaki Anasagasti que le preguntó sobre la «retirada inmediata» de los restos de Franco del recinto, el ministro dijo entonces que sobre el destino del lugar suelen darse «coincidencias extremistas». 

Jáuregui espera la transformación del recinto en un lugar «sin afán vengativo»

Precisamente esa es la petición que hacen las propias víctimas y las asociaciones de memoria histórica que reivindican la extracción de los huesos del dictador del recinto de Cuelgamuros antes de decidir el futuro del mismo. Es el caso de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica que, desde hace tiempo, denuncia el «trato degradante que supone hacer a las víctimas pagar con sus impuestos el mausoleo de su verdugo», explica Emilio Silva, presidente de la entidad. 

La alternativa de la «desaparición» del conjunto arquitectónico «no es razonable» según Jáuregui. El ministro descarta la idea propuesta por algunas asociaciones de «destruir» lo que consideran «el gran símbolo del nacionalcatolicismo» y un centro de «peregrinación fascista».  Para la Federación Estatal de Foros por la Memoria, presidida por José María Pedreno, es muy difícil transformar toda la simbología del lugar. 

Jaúregui defiende que el Gobierno cumple con la Ley 52/2007 conocida como de Memoria Histórica al encargar al grupo de expertos la propuesta para el futuro del Valle de los Caídos y espera que termine por convertirse en un sitio de «memoria reconciliada» que puedan visitar los descendientes de las 33.000 personas allí enterradas en las criptas, incluidos los de las más de 20.000 víctimas del llamado bando republicano, cuyos restos trasladaron las autoridades franquistas al mausoleo sin el consentimiento de sus familiares. 

Público.es


Un monumento en el Campo da Rata (Razón y génesis)…

junio 25, 2011

Punta Herminia y el Campo da Rata, con la Torre de Hércules como telón colgado al fondo, fue en un tiempo un paraje para la maldad, convirtiéndose hoy en día con el monumento patrocinado por el Ayuntamiento coruñés en referente y homenaje a los muertos por la represión franquista, además de en un campo de la memoria de paseados, de fusilados y de sueños rotos;un monumento que le devuelve el rostro a todas las víctimas del franquismo allí caídas, para que nunca más el egoísmo, la intolerancia y el odio de clases e ideológico puedan crecer hasta el punto de sembrar tal sufrimiento y muerte.
INMOLADOS NESTES CAMPOS FRONTE AO MAR
TENEBROSO POR AMAR CAUSAS XUSTAS

PRESENTES NA LEMBRANZA DO POVO
E DO SEU CONCELLO DA CORUÑA

Título: Un monumento en el Campo da Rata (Razón y génesis)
Autor: Luís Lamela García
Idioma: Castellano
Ateneo Republicano de Galicia
Páginas: 95
Año: 2006
ISB: 84-933103-6-0


Anarquía en la Memoria Histórica

junio 25, 2011

Stuart Christie vive jubilado en el apacible Hastings, al sur de Inglaterra. :: IONE SAIZAR

La batalla de Stuart Christie, un escocés que vino a matar a Franco y pasó 3 años en la cárcel. Ahora quiere que España le reconozca como víctima y airear el caso de dos compañeros ejecutados. Pero sus papeles se perdieron, la Administración no contesta…

El de Stuart Christie es un caso que parece sellado por silencio administrativo. O más bien por el silencio tras una larga correspondencia que combina lo burocrático y lo delirante. El caso de este escocés que participó en una conspiración para matar a Franco ilumina vericuetos anárquicos por los que camina la ley de Memoria Histórica.
Nacido en Glasgow, educado por su madre y su abuela, Christie ha escrito -su libro, ‘Franco me hizo terrorista’, lleva en inglés el título ‘Mi abuela me hizo anarquista’- que aprendió los valores del socialismo libertario en un domicilio familiar en el que los vecinos se ayudaban y donde el rigor democrático protestante de su abuela, Agnes, no incluía prejuicios. Se casó con un católico.
Ávido lector, Christie creció como un rebelde político en la ciudad posiblemente más izquierdista de Reino Unido. Se manifestó contra las armas nucleares, participó en debates y se decantó por el anarquismo, por la idea de una comunidad de iguales que no aspiran al poder, porque siempre corrompe.
España era, en la frontera de la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, el gran drama de la izquierda tras el fin de la guerra mundial, el país europeo en el que se mantenían en el Gobierno quienes apoyaron el fascismo de los años treinta. Christie marchó a Londres y a través de grupos libertarios británicos conoció a anarquistas españoles exiliados en la capital.
Su disposición a participar en la resistencia antifranquista lo convirtió en enviado ideal para una misión planeada por Defensa Interior, un grupo dedicado a la acción directa formado por la Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. Aunque sus bombas no perseguían causar víctimas, querían matar a Franco.
Un año antes de que Christie viajase de Londres a París para ponerse en contacto con la red que fraguaba la conspiración, el régimen español había ejecutado mediante garrote vil a dos inocentes. Joaquín Delgado, de 29 años, hijo de exiliados españoles en Francia, y Francisco Granado, emigrante económico, pagaron con su vida por dos atentados contra la Dirección General de Seguridad y el sindicato vertical.
Las bombas explotaron antes de lo previsto y causaron veinte heridos leves. Antonio Martín y Sergio Hernández se han inculpado ante los tribunales españoles en su intento, hasta ahora inútil, para que se revise el caso y se anulen las sentencias contra Delgado y Granado. Los procesos judiciales solo han servido hasta ahora para que la viuda de Granado reciba la indemnización -6.000 euros- estipulada en la ley de Memoria Histórica. Se la negaban porque su marido no pasó al menos tres años en la cárcel, como dice la norma, sino que fue ejecutado a los 17 días de su condena.
En agosto de 1964, Stuart Christie entró en España con 18 años recién cumplidos y varios paquetes de explosivos que le habían encomendado para su entrega a una persona con la que tendría cita en Madrid. Iba vestido para el invierno de Glasgow más que para el mes más caluroso del verano español y viajó en autoestop en un camión de cuyo conductor ya sospechó como posible policía.
La misión fue una chapuza. Christie fue detenido nada más llegar a la capital española. La red anarquista estaba infiltrada por la Policía. Fue juzgado, junto a su contacto en Madrid, por un consejo militar sumarísimo y condenado a veinte años de cárcel. Salió a los tres. El Gobierno dijo que le aplicaba la medida de gracia por las peticiones de su madre. Había también una campaña internacional.
Kafka en la oficina
Christie vive ahora en una apacible villa costera del sur de Inglaterra, Hastings. Tras una larga biografía como activista del anarquismo, concluía su autobiografía en 2004, expresando «un profundo sentido de alivio y satisfacción por el hecho de que no tengo la sangre o la vida de nadie en mi conciencia, ni siquiera la de Franco». Es editor y mantiene sus amistades españolas de aquellos tiempos.
Octavio Alberola, que fue el coordinador de Defensa Interior, y Antonio Martín, que colocó las bombas de 1963, forman parte del grupo que busca la revisión del proceso contra Delgado y Granado. Y Christie mantiene desde hace dos años correspondencia con las instituciones españolas para que le reconozcan como víctima del franquismo y sobre todo para airear el caso de los dos compañeros ejecutados.
La correspondencia comenzó el 22 de junio de 2009. El anarquista escocés envió a la directora de la Oficina para las Víctimas de la Guerra Civil y de la Dictadura (OVGCD), Margarita Temprano, la solicitud de Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal que la ley de Memoria Histórica de 2007 ofrece a condenados por tribunales que, como el Consejo Militar que sentenció a Christie, la ley considera ilegítimos.
El solicitante envió la documentación que avalaba su reclamación y un mes después la OVGCD le notificó que estaba investigando su caso. Un mes más tarde, la misma oficina de víctimas le escribió para decirle que su expediente ya estaba completo y que, antes del 10 de enero de 2010, cuando concluía el plazo fijado en la ley, se le notificaría la resolución. Stuart Christie no recibió nada. Pero, el 1 de julio de 2010, le llegó una carta del Ministerio de Interior donde se incluía otra del de Defensa, en la que éste comunica a otro departamento de la administración lo siguiente: «En relación con el escrito de referencia, examinados los instrumentos de descripción de los fondos documentales y listados onomásticos de las publicaciones oficiales relacionados con el objeto del escrito, informo a Vd. que no han aparecido datos del personal del asunto».
Cartas a 3 ministros
Defensa no podía encontrar ningún papel de un tribunal militar cuya sentencia dio la vuelta al mundo. Christie escribió al ministro de Justicia, Francisco Caamaño, y a la directora de la OVGCD para recordarles que no le habían enviado la resolución y notificarles de la recepción de la extraña misiva de Interior-Defensa. Ninguno de los dos dignatarios respondió a la carta.
Escribió al vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba en octubre de 2010. No recibió respuesta. En diciembre, el Servicio de Comunicación Ciudadana del Ministerio de Justicia le notificó que estaba «trabajando en buscar todos los antecedentes documentales» para resolver el expediente. En enero de 2011, escribió al ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, y, en febrero, el director adjunto de su Gabinete, Carlos García de Andoin, le confirmó que se estaba «recabando información».
El 22 de febrero, una carta de la Dirección de Instituciones Penitenciarias llegó a Hastings informando a Christie de que se habían encontrado los documentos de su caso, los mismos que él había enviado en 2009 para avalar su solicitud. Hasta hoy. Ha escrito de nuevo al ministro Jáuregui y al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pidiendo una explicación. Las gestiones de este periódico ante la Administración para interesarse por el caso no han recibido ninguna respuesta.