Cuando las cosas no se llaman por su verdadero nombre es que se miente, y en democracia, cuando se pierde la objetividad y el rigor científico en la historia de un país, y por consiguiente, se adultera la memoria del mismo, es que algo no funciona bien y que el futuro se está cimentando en la más escandalosa de las mentiras, la negación de las vidas que formaron parte de ésa propia historia, y por supuesto representa que al día de hoy, el sátrapa tal y como dijo…, lo dejó todo atado y bien atado.
Seis millones de euros para un proyecto subvencionado por el Ministerio de Educación, por tanto, una oportunidad única de hacer justicia histórica, un modo también único de documentar, difundir y dar a conocer a las nuevas generaciones su pretérito origen democrático soportado a través del mal llamado Diccionario Biográfico Español de 50 volúmenes; y que el propio Ministerio de Cultura debería haber cuidado muchísimo más en su modo y forma de ser editado, con la finalidad de garantizar la objetividad, imparcialidad e independencia ideológica e histórica que tan magna obra debería contener. Máxime, cuando los fondos que la originan son del erario público, es decir, el dinero que todos pagamos y tanto nos cuesta ganar. Pagar para generar conocimiento, exponer la verdad de hechos acontecidos y dejar testimonio documental de nuestras efemérides nacionales es loable, justo y necesario, como también debería ser hacerlo con toda la rigurosidad exigible que la historia y la verdad merecen.
Cuando a las cosas, hechos o personas no se las llamamos por su verdadero nombre estamos faltando a la verdad, estamos adulterando la historia y estamos perdiendo la oportunidad de legar testimonios fiables que puedan enseñar en el futuro las consecuencias de nuestros yerros pasados. Seis millones de euros para ofender a la historia y a sus protagonistas, seis millones de euros para anestesiar la memoria histórica de un país, seis millones de euros para esconder la verdad con eufemismos disfrazados de democrático fascismo. Y luego es criticado por la derechona casposa el dinero invertido en la Recuperación de la Memoria Histórica.
Y es que si Francisco Franco Bahamonde tal y como queda definido ““montó un régimen autoritario pero no totalitario” es que esta obra de cincuenta tomos es tan válida como documento histórico como el rollo de papel higiénico que hay en mi baño, o sea, uno sirve para limpiarse esa noble parte del cuerpo y la otra esa negra parte de la historia de España que sigue escondida en el manto terruño de la piel de toro. Es como decir que Adolf Hitler fue un dirigente democráticamente autoritario y que el Holocausto fue un ERP (Expediente de Regulación de Personas). Como diría aquél ex.presidente del parlamento…¡Manda huevos!
Al final cuando las cosas no se llaman por su nombre es que todo sigue igual…, atado y bien atado; y además, demuestra que nuestra descafeinada democracia amparada en una monarquía impuesta por el dictador, es la legítima hija hereditaria de la represión y el escarnio sufrido por un pueblo que no es capaz de afrontar su deber e historia, y que aprovechando su fortaleza institucional y el buen hacer de aquellos fieles al Movimiento Nacional (entre ellos el Jefe del Estado que juro fidelidad y pleitesía a dicho movimiento – a las hemerotecas me refiero para quién lo dude- ) que sembraron la mentira como verdad única y que mantienen la misma con la premisa de que una mentira repetida muchas veces y prolongada en el tiempo acaba convirtiéndose en una verdad. Y aquí la única verdad es que los muertos, desaparecidos, exiliados, secuestrados y reprimidos de cualquier forma siguen sin tener historia, vidas y que sólo fueron objeto del autoritarismo de un régimen legitimado por la cobardía del ser humano. Con esta obra los vuelven a sentenciar de nuevo y ejecutar en todos los aspectos. Y es que la historia al final siempre es escrita por los vencedores y los vencidos nunca forman parte de ella.
Jordi Carreño Crispín
Vicepresidente de la A.I. La Memoria Viv@