El hombre de los mil nombres…

julio 10, 2011

DIEGO A. MANRIQUE 10/07/2011

Otto Katz tuvo incontables identidades y fue uno de los más eficaces agentes de la Internacional Comunista. Elegante y mundano, se desenvolvió por las capitales europeas de entreguerras, movilizó a Hollywood y participó en la guerra civil española. No sobrevivió a las purgas estalinistas. Esta es su asombrosa historia.

Otto Katz estuvo en la primera línea de la lucha contra el nazismo en los años treinta. Sobre estas líneas, retrato de su época de juventud.-

Bromeaba con el oficio de espía, «la segunda profesión más antigua del mundo». Se lo podía permitir, ya que lo suyo era realmente la agitprop (agitación y propaganda). Podía cruzar fronteras clandestinamente y moverse entre sombras, pero prefería la respetabilidad del burgués, un bon vivant que se alojaba en grandes hoteles y alquilaba pisos en barrios finos.

 Llegó a usar 21 seudónimos para viajar y escribir. El FBI le describía como «un hombre extremadamente peligroso»

Susurrante y seductor, Katz encarnaba la resistencia a Hitler. Hollywood se enamoró de su personaje, reconocible en Casablanca

De hecho, nuestro hombre destacaba por su ubicuidad. Los servicios secretos occidentales se reconocían desconcertados con aquel personaje que vivía a todo tren. Fogueado en Berlín, Otto Katz estuvo en la primera línea de la lucha contra el nazismo durante los años treinta, viajando entre París y Londres, entre Nueva York y Los Ángeles. Figura en las crónicas de la politización de Hollywood y aparece igualmente en los textos de la guerra civil española. Hasta le implican en el asesinato de León Trotski, aunque entonces Katz todavía no había desembarcado en México.

Asombra que solo en 2010 se haya publicado un libro sobre su extraordinaria vida. En The dangerous Otto Katz (Bloomsbury), también editado como The nine lives of Otto Katz, Jonathan Miles explica los motivos de que haya escapado de la mirada de los historiadores. El principal, la opacidad de los archivos rusos, que guardan los papeles de la era soviética, donde están las claves de las operaciones de Katz. Al investigador le queda la opción de recurrir a los informes de sus enemigos. La Special Branch le vigilaba cada vez que visitaba Reino Unido, pero no tenía suficientes recursos y Katz disfrutaba dándoles esquinazo.

Sabían que era un pez gordo: según el servicio secreto británico, «el director de toda la política comunista en Occidente». El FBI se contentaba con describirle como «un hombre extremadamente peligroso». La Prefectura de París solo cerró su dossier en mayo de 1968, a pesar de que Katz oficialmente había sido ejecutado en 1952; quizá no se creían aquel final tan tajante. ¿Quién podía estar seguro con Katz? Miles comienza su libro con el listado de los nombres 21 seudónimos que usó para viajar, relacionarse y escribir.

Para hacernos una idea de la incertidumbre que le rodea: Diana McLellan, autora de Safo va a Hollywood (2000), está convencida de que Otto se casó con Marlene Dietrich poco después del final de la Primera Guerra Mundial y argumenta que pudo ser el padre de su hija María. Según Jonathan Miles, el cotejo de sus biografías hace difícil creer en una boda legal entre Otto y Marlene, aunque se sabe que ambos eran flexibles a la hora de situar su fecha de nacimiento. Esa relación pasional y el matrimonio blanco con Rudolph Sieber- ayudan a entender la facilidad con que Katz entró en Hollywood o el miedo de Marlene a que su hija fuera secuestrada. Ya en los cuarenta, ella también ayudaría a conseguir un visado para que Otto pudiera retornar de México a Estados Unidos, cuando el FBI le tenía fichado como «agente de la Internacional Comunista y antiguo miembro de la OGPU», luego conocida como KGB.

Otto Katz había nacido en 1895 en Jistebnice, en Bohemia, entonces parte del imperio austrohúngaro. De familia próspera y judía, pasó por Praga antes de instalarse en Berlín. En los años veinte, la capital alemana era primera línea del combate bolchevique por la revolución mundial. Katz ejercía de periodista y también como gerente de la compañía teatral de Erwin Piscator. Entró en la órbita de Willi Münzenberg, el millonario rojo. Cómplice de Lenin en sus tiempos de Zúrich, desarrolló en Alemania un imperio mediático, financiado -según la mitología con los diamantes de la familia Romanov.

Elegante y sensualista, Otto se acomodó en la tela de araña de Münzenberg. Terminó como director de la sucursal alemana de Mezrabpom-Russ Films, productora y distribuidora que difundía películas como El acorazado Potemkin. En 1931 viajó a Moscú, donde pasó dos años. Compatibilizó sus obligaciones con cursos intensivos en la Escuela Internacional Lenin, la academia de los espías comunistas. Algunos visitantes a la nueva Rusia advirtieron la crueldad del régimen y la acobardada miseria de sus súbditos. Todo lo contrario de Otto, que se comprometió a fondo: ya era miembro del Partido Comunista Alemán (PKD) pero con su ingreso en el OGPU, el servicio secreto soviético, se puso al servicio directo del estalinismo.

Hoy nos resulta apabullante la credulidad de aquellos internacionalistas. Pero conviene tomar en cuenta las urgencias del momento: la inestabilidad de Europa, el ascenso de los fascismos, el crash de 1929. El marxismo-leninismo ofrecía soluciones y la promesa de un paraíso de los trabajadores. Era una religión reconfortante que atrajo incluso a la aristocracia: Otto colaboró con Hubertus, un católico que ostentaba el título de príncipe de Löwenstein y que se había formado en los rituales secretos de la Orden de Malta. Katz demostró también tener un gancho irresistible para la clase alta británica: se discute todavía si en algún momento controló al círculo de espías de Cambridge, el grupo de Kim Philby. Otto era lo que ahora llamaríamos un agitador cultural. Se transformó en escritor y/o compilador de libros de denuncia, como el famoso Libro marrón del terror de Hitler y el incendio del Reichstag.

Para moverse entre intelectuales y políticos resultaba útil una leyenda de hombre de acción. Otto alardeaba de encontronazos con los hombres del Tercer Reich, pero hay una distancia entre esas batallitas y las acusaciones específicas de violencia. Sus enemigos le situaban en el atentado contra Otto Strasser, un disidente nazi, que terminó con la muerte de un técnico de radio. Aún más remota es su posible implicación en el final de Willi Münzenberg. Su padrino se fue desencantando de las consignas moscovitas. Fuera de la disciplina de Moscú, Münzenberg apareció colgado en un bosque francés.

Otto desembocó inevitablemente en el cine anglosajón. En 1934 rescató al actor Peter Lorre de una pensión parisiense y le llevó a Londres, donde hizo su primera película en inglés bajo la dirección de Alfred Hitchcock. El productor era Ivor Montagu, otro agente soviético. Al año siguiente, Otto llegó a Hollywood con los datos en su agenda de abundantes exiliados alemanes: Lorre, Billy Wilder, Ernst Lubitch, Fritz Lang y, naturalmente, la Dietrich. La misión californiana era doble. Urgía extraer dinero a los ricos del cine y Otto pulsaba las cuerdas correctas: contaba fantásticas historias de la lucha clandestina y solicitaba ayuda para los refugiados de la Alemania de Hitler, aunque el dinero terminara finalmente en los cofres del partido.

Susurrante y seductor, Katz encarnaba la resistencia a Hitler. Hollywood se enamoró de su personaje: trasuntos suyos aparecen en varias películas. La más celebrada es Casablanca, donde se le reconoce como Victor Laszlo, cabecilla de los resistentes checos, casado con Ilsa Lund (Ingrid Bergman). En Watch on the Rhine, su papel estaba a cargo de Paul Lukas, un húngaro que ganó así el Oscar al mejor actor en 1943, desbancando al previsible triunfador, el Bogart de Casablanca.

Otto llevaba además la medalla invisible de veterano de la Guerra Civil. Durante el levantamiento militar de 1936, Katz estaba en Barcelona. Telegrafió a Hollywood para pedir ayuda con destino a la Cruz Roja española. Con permiso de Lluís Companys, registraba pisos y oficinas de supuestos agentes de la Gestapo y localizaba documentos que desembocarían en un libro llamado The nazi conspiracy in Spain. Montó en París una agencia de prensa, Agence Espagne, famosa por su difusión de mentiras; Otto era despreciado por líderes republicanos como Andrés de Irujo por su desconocimiento de la realidad española. Servía asimismo de cicerone para visitas de delegaciones extranjeras. El viaje podía incluir una cita con Ernest Hemingway, que disponía de comida y bebidas con toda garantía. A una de esas fiestas acudió Arturo Barea, que explica en La forja de un rebelde su asco ante unos oportunistas que estaban en el Madrid sitiado por motivos particulares, solo ligeramente coincidentes con la supervivencia de la República. Fue la ayuda militar de Stalin lo que permitió que la guerra se alargara durante tres años, pero pagando un terrible tributo: la sovietización del Ejército Popular.

Como explicó el novelista Gustav Regler, voluntario en las Brigadas Internacionales, el campo republicano sufrió «la sífilis rusa, la enfermedad de los espías». Agentes que tenían permiso para arrestar, torturar y ejecutar a enemigos políticos, supuestos trotskistas como Andreu Nin. Hay una cruel simetría en el hecho de que la mayoría de los hombres de Stalin en España fueran posteriormente eliminados por el zar rojo. Inicialmente, Otto se libró. Pasó buena parte de la Segunda Guerra Mundial en Hispanoamérica, conspirando y organizando. Regresó a Europa a tiempo de unirse a los vencedores. En 1951 le detuvieron. Stalin necesitaba chivos expiatorios para cortar las ansias de independencia -a la yugoslava- de los países satélite. Y Katz encajaba en demasiadas casillas: judío, viajero, hedonista, inevitablemente relacionado con servicios secretos extranjeros. Entró en el lote de la llamada «conspiración de Slánsky», 14 altas personalidades acusadas de traición y espionaje. Una pesadilla inmortalizada por uno de los supervivientes, Artur London (viceministro de Asuntos Exteriores), en el libro La confesión, base de una película de Costa Gavras con guión de Jorge Semprún.

Otto se ofreció inmediatamente a confesar lo que fuera necesario. Aun así, sus captores le maltrataron durante varios días. Le esperaba la pena de muerte, junto con 10 de sus desdichados compañeros; tres fueron condenados a cadena perpetua. En sus últimas palabras a los jueces introdujo una cita literaria que sus verdugos no captaron: unas líneas de El cero y el infinito, la novela del húngaro Arthur Koestler sobre las purgas de Moscú. Sabedor de que el régimen de Praga estaba radiando fragmentos del juicio, esperaba que sus amigos occidentales pillaran la referencia e hicieran algo por salvarle. No hubo tiempo. Cinco días después, los 11 reos fueron ahorcados. Hay una coda particularmente desagradable. Se incineraron los cadáveres de los traidores y los restos acabaron en un saco. Había unos policías encargados de esparcir las cenizas en un río, pero el invierno de 1953 resultó especialmente crudo: las aguas estaban heladas. Los ateridos funcionarios debatieron si valía la pena hacer un agujero. Optaron por diseminar las cenizas por la carretera. Un año después fallecía Stalin y comenzaba un breve deshielo del bloque comunista.

EL País semanal.com.

http://www.elpais.com/articulo/portada/hombre/mil/nombres/elpepusoceps/20110710elpepspor_6/Tes/


MEMORIA UNIVERSAL: Los años más oscuros de Renault…

julio 10, 2011

Los nietos acuden a los tribunales para intentar lavar la figura de su abuelo, expropiado por haber puesto su industria automovilística al servicio de Hitler

ANTONIO JIMÉNEZ BARCA – París – 10/07/2011

El 23 de septiembre de 1944, Louis Renault, por entonces de 67 años, enfermo de afasia, fue arrestado en su señorial casa a un paso del Arco del Triunfo. París era entonces una ciudad convulsa que acababa de sacudirse la dominación de un Ejército nazi que se retiraba hacia Berlín en medio de una guerra todavía inacabada. El propietario del imperio automovilístico francés, el genio de la mecánica que había comenzado a fabricar coches en un cobertizo en el jardín de la casa de su padre, fue conducido a la prisión de Fresnes. Varios periódicos parisienses llevaban semanas reclamando la detención del dueño de las fábricas de automóviles que habían servido a Hitler para rearmar durante años sus columnas de carros de combate.

Louis Renault muestra un modelo a Adolf Hitler durante la feria del automóvil de Berlín, en 1937.- AFP

Charles de Gaulle nacionalizó las fábricas por trabajar para el enemigo

Los herederos piden ahora resarcir los daños morales y materiales

Renault, hasta ese momento uno de los industriales más poderosos de Francia, fue encerrado y torturado por la noche, según insinúa en una biografía (Louis Renault, publicada por la editorial Plon en 1998) el autor, Enmanuel Chadeau. La enfermedad, la depresión y el encierro lo convirtieron en un despojo humano casi inconsciente, incapaz siquiera de abrocharse el pantalón del pijama. Los carceleros se reían de eso al espiarle por el ventanuco de la puerta de la celda, según explica el autor de la biografía citada. Tras entrar en coma varias veces, murió el 24 de octubre, en una clínica de París, sin que hubiera tiempo para juzgarle. Al funeral, en uno de los barrios más lujosos de París, acudieron cerca de 1.000 personas. Cuatro meses después, un Gobierno aún provisional presidido por el General Charles de Gaulle, presionado por los comunistas franceses, nacionalizó sus fábricas, debido a que estas «constituyeron un instrumento en manos del enemigo».

Ahora, los ocho nietos de aquel hombre -todos hijos del mismo padre y de cuatro esposas distintas- tratan, en los juzgados, de anular esa resolución, intentando demostrar que Renault actuó con la misma connivencia ante el enemigo que otros tantos millones de franceses. «Si trabajar para el enemigo consistía en venderles bienes, todo el mundo lo hizo. Otra cosa es ir más allá de las peticiones de los ocupantes. Esa es otra historia», asegura el abogado Thierry Lévy, el letrado que asesora a la familia Renault.

«En casa, jamás se hablaba de él», recordaba en un artículo de Le Monde su nieta Hélène. «Algunas veces, mi madre le preguntaba a mi padre por qué nunca se refería a su padre delante de nosotros, pero mi padre seguía en silencio, sin responder».

La demanda, 16 páginas que aluden a los derechos humanos o al derecho a la propiedad, busca resarcir al fundador de Renault «del perjuicio moral y material» causado por esa nacionalización que los herederos del imperio consideran injusta. Entre otras consideraciones, el abogado de los Renault mantiene que la confiscación debió de producirse después de una condena penal del acusado, que nunca sucedió. El Gobierno de De Gaulle calculó que entonces las fábricas Renault, en poder de Louis Renault en un 97%, valían 240 millones de francos. La demanda solicita la intervención de un experto que determine la colosal cuantía, de cientos de millones de euros, que sumaría la indemnización teniendo en cuenta el capital, los años pasados y los intereses creados desde 1945.

Los ocho nietos, de edades comprendidas entre los 32 y los 66 años, aseguran que no persiguen el dinero, sino la rehabilitación histórica de la memoria de su abuelo, convertido desde entonces en una especie de símbolo de los colaboracionistas. La devolución de su imperio industrial es más que improbable, ya que en los ochenta se comenzó a reprivatizar y actualmente el Estado regenta el 15% de las acciones.

Con todo, hace un año, los herederos de Renault consiguieron una primera y simbólica victoria judicial: desde hacía tiempo reclamaban al Centro de la Memoria de Oradour-sur-Glane (Haute-Vienne) que retiraran de su exposición sobre la II Guerra Mundial una foto en la que aparecía Louis Renault, en 1939, en el Salón del Automóvil de Berlín, explicando el funcionamiento de un coche al lado de Hitler y Goering. El pie de foto de la exposición era: «Colaboración económica. Louis Renault fabricó carros de combate para la Wehrmacht». Los herederos de Renault, al ver que el museo no accedía a su petición, recurrieron a la vía judicial. En julio de 2010, un juez de Limoges les dio la razón, obligó al centro a retirar la fotografía aduciendo que era «anacrónica» y que el texto que la acompañaba «establecía una relación histórica infundada entre el papel de Renault bajo la ocupación y la crueldad que sufrieron los habitantes de Oradour». Y añadió: «Es una manera de desvirtuar los hechos». El director del museo, Richard Jezierski, asegura que la decisión del juez atañe a la forma, «pero no a los hechos».

Para el historiador Laurent Dingli (esposo de Hélène Renault), autor de una biografía sobre Louis Renault que algunos juzgan demasiado condescendiente, las factorías de Renault construyeron casi 30.000 camiones que fueron a parar a los ejércitos de Hitler, y piezas para tanques. Además, se repararon los carros de combate franceses incautados por los alemanes. «Pero Renault no fabricó armas ni puso más celo en servir al ejército alemán que Peugeot o Citroën», añade su esposa en France Soir.

La historiadora y profesora emérita de la Universidad de París VIII Annie Lacroix-Riz ha sostenido lo contrario en varios medios de comunicación. Para ella, Renault no solo construyó camiones, sino también tanques, bombas incendiarias y motores para los aviones alemanes, entre otras armas. «Esto son hechos indiscutibles, se dispone de documentación que lo puede probar: Louis Renault fue uno de los personajes clave en la red de colaboración francesa durante la ocupación», aseguró hace algún tiempo al diario France Soir. La historiadora defiende incluso que el fundador del imperio automovilístico suministró fondos al fascismo francés desde 1930, financiando movimientos nacionalistas como la Cruz de Fuego. Y denuncia la existencia hoy de «una operación para rehabilitar los nombres de los grandes empresarios y su labor durante la ocupación».

Los nietos de Renault han demostrado que confían en los tribunales, más que en los historiadores, para rehabilitar el nombre y la memoria de su abuelo. Pero el abogado Thierry Lévy avisa de que el proceso será largo y el año que viene «comenzará a verse por dónde respira el caso». Mientras, la memoria de Renault queda en suspenso, como muchas otras relacionadas con los años oscuros de Francia y las viejas heridas nunca curadas del todo.

El País.com

http://www.elpais.com/articulo/economia/anos/oscuros/Renault/elpepieco/20110710elpepieco_7/Tes

 

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NECROLÓGICAS: Fallece el guerrillero antifranquista Gerardo Antón ‘Pinto’

julio 10, 2011

Conocido por el sobrenombre de ‘Pinto’, Gerardo Antón regresó a Cáceres con la democracia, después de permanecer 30 años exiliado en Francia. Sus vivencias han dado pie a un documental y a un libro, pero él mismo se ocupó desde su regreso de defender activamente sus ideales republicanos.

 

 

08.07.11 – 18:17 –

REDACCIÓN |
Fallece el guerrillero antifranquista Gerardo Antón 'Pinto'
Gerardo Antón, Pinto, considerado el último guerrillero antifranquista de la provincia de Cáceres aún vivo, ha fallecido hoy a los 94 años de edad, según ha informado Izquierda Unida a través de su diputado autonómico, Víctor Casco.
Nacido en la localidad de Aceituna, Pinto, militante comunista, se exilió en 1948 y residió durante 30 años en Francia. A su regreso a Cáceres, ya en la etapa democrática, mantuvo una gran actividad dando a conoder sus vivencias y manteniendo siempe sus ideales a favor de la República. Fue objeto de varios actos de reconocimiento. Además, Alberto Durán rodó un documental sobre su vida, y Julián Chaves escribió en 2006 el libro ‘Guerrilla y franquismo. Memoria viva del maquis Gerardo Antón’. También la escritora Dulce Chacón utilizó algunas de sus vivencias para su novela ‘La voz dormida’
En los últimos años, Pinto residía en Coria. Por deseo expreso suyo no habrá funeral, ya que ha donado su cuerpo a la ciencia. Sus restos pueden ser velados hoy viernes en el tanatorio de Plasencia (junto al cementerio).

Fallece el maquis extremeño Gerardo Antón, ‘Pinto’

Gerardo Antón, Pinto, en una foto de archivo.

El extremeño Gerardo Antón, Pinto, miembro de la agrupación guerrillera que comandaba El Francés durante la Guerra Civil, ha fallecido hoy a los 94 años en Plasencia, según informa el diputado de IU Víctor Casco.Este hombre, que en los últimos tiempos vivía con su hija, es el protagonista del libro Guerrilla y franquismo. Memoria viva del maquis Gerardo Antón (Pinto).El libro, editado por la Editora Regional de Extremadura, y cuyo autor es el profesor de la Universidad de Extremadura Julián Chaves, recoge las vivencias de este guerrillero en las estribaciones montañosas extremeñas.El protagonista, nacido en 1917 en la localidad cacereña de Aceituna, señaló en 2006, durante la presentación del libro en el Congreso de los Diputados, que «la República se proclamó sin una gota de sangre, pero ellos (los franquistas) derramaron ríos».»Militante comunista, quienes hoy seguimos considerando la justicia social y la República un horizonte, vivimos con tristeza la desaparición de un referente», indica Casco, que recuerda que Pinto vivió muchos años exiliado en Francia.Sus conferencias, los reconocimientos de que fue objeto y sus entrevistas en los medios de comunicación han mostrado la faceta de una persona que, según el diputado de IU, se comprometió con la democracia y con la República y que «sufrió en carnes la represión de la Dictadura de Franco».Pinto, que expresó su deseo de no tener funeral, ha donado su cuerpo a la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura.No obstante, amigos del fallecido y de su causa se darán cita hoy en el Tanatorio de Plasencia para acompañar a la familia y, más adelante, según Casco, se organizará un homenaje

Enviado por Jordi Grau. Memòria antifranquista.

http://lacomunidad.elpais.com/jordigraug/2011/7/9/fallece-guerrillero-antifranquista-gerardo-anton-pinto-


Los nombres de los 10.266 fusilados registrados serán publicados en Internet…

julio 10, 2011
El proyecto de investigación que se inició hace cinco años en la región ya ha excavado y documentado 19 fosas de desaparecidos. Los restos de seis represaliados exhumados en Pozuelo de Zarzón serán los primeros que se sometan a pruebas de ADN en Extremadura
CELIA HERRERA

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POZUELO. Ángel Plaza quiere recuperar los restos de su padre para enterrarlos con su madre.|A.SOLÉ

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Del muerto sabían cómo eran sus calzoncillos, «de lienzo moreno», pero no se preocuparon mucho de averiguar su nombre antes de arrojarlo al interior de una fosa común junto a otros cinco cadáveres. En su acta de defunción consta que el fallecido era un hombre «apodado el Secreto, moreno, de estatura regular y cara redonda, de unos 35 años, que vestía pantalón y chaqueta de pana, camisa kaki (sic), y calzoncillos de lienzo moreno, zapatos y calcetines del país».

El espacio en el que debía constar la causa de la muerte se quedó en blanco, aunque se consignó que antes de morir tiroteado por la Guardia Civil en el paraje de los Canchales de Ramos, «no testó», o sea, que no le dio tiempo de hacer testamento.

Secreto, que realmente se llamaba Justo Vega Miguel, vecino de Piornal (Cáceres), falleció a las 15.40 horas del día 7 de agosto de 1946 y su defunción fue registrada en el juzgado de paz de la localidad por orden del oficial instructor «de las diligencias sumariales y preventivas de carácter urgente».

Su nombre, rescatado del olvido por los investigadores del proyecto Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura, será publicado próximamente en Internet junto a los de otros 10.265 fusilados en Extremadura tras la Guerra Civil de los que se ha encontrado referencia documental en los archivos de Extremadura y del país en los que se ha rastreado a lo largo de cinco años, anuncia Cayetano Ibarra, coordinador de un proyecto de investigación que fue en su momento pionero en España, anterior a la Ley de la Memoria Histórica, y por supuesto, a las órdenes de aperturas de fosas de Baltasar Garzón.

De hecho, desde 2003 se han investigado, buscado, excavado y documentado 19 fosas de represaliados en la región: Alburquerque, en 2003; Mirandilla, Piedras Albas, Puebla de Obando, La Gargüera; Aceuchal, Llerena, y Talarrubias, en 2004; Calamonte, en 2005; Guareña, en 2006; Salvatierra de los Barros, y Villar del Rey, La Nava, La Haba, y Aceúche, en 2007.

Este año se ha trabajado en Pozuelo de Zarzón, Nogales y Mérida, y en los próximos días está previsto iniciar la excavación de otras en Bohonal de Ibor, Collado, en Villasbuenas de Gata, y en la mina de Las Palomas de Zarza La Mayor (Cáceres).

No en todas las fosas se han encontrado los restos esperados, aunque sí ha sido una tónica general el que sí se encontraran indicios de que en esos lugares habían sido enterradas personas junto a casquillos de bala en el pasado. Como en otras zonas de España, los restos humanos de los represaliados fueron retirados sin avisar a las familias, y trasladados a osarios anónimos o a otras fosas no localizadas.

Sólo casquillos

En Mirandilla, por ejemplo, sólo se encontraron casquillos en el lugar en el que debían estar los cuerpos de los fusilados, según aseguraban varios testigos; y en las trincheras de Talarrubias, donde se esperaba encontrar a unos 30 cuerpos, sólo se halló la pierna ortopédica de uno de los represaliados, al que se sabía que le faltaba una extremidad.

En la mina de Vadihuelo, cerca de San Vicente de Alcántara, sí se encontraron restos humanos, pero mezclados con cadáveres de animales, y todo descompuesto y mezclado, por lo que fue necesario iniciar una investigación paleontológica, hueso por hueso, para tratar de determinar cuántos cuerpos fueron allí arrojados. El resultado del estudio aún no se ha desvelado.

También hubo resultados positivos, aunque no siempre los esperados, en Llerena, Calamonte, Salvatierra, Villar del Rey, Nogales (sólo una falange), y Pozuelo de Zarzón, donde se encontraron los restos de seis hombres, presuntamente maquis o colaboradores, que van a ser los primeros en Extremadura que se sometan a análisis de ADN por deseo de las familias, y gracias al apoyo de la Consejería de Sanidad, que va a financiar el coste, muy elevado. Todo el procedimiento de la investigación, desde que se recibió la petición de búsqueda, hasta que se sepan los resultados del ADN, serán publicados por el Proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica, como ejemplo paradigmático de su trabajo, y de las heridas abiertas que sólo necesitan justicia para cerrarse.

Ángel Plaza, que ya tiene 80 años, es uno de los que esperan con ansiedad los resultados del ADN. Tenía 18 años cuando mataron a su padre, y los siguientes tres los pasó en varias cárceles del país y trabajando en el Valle de los Caídos, al igual que su hermano. En cuanto salió de la cárcel de Carabanchel, gracias a un indulto en 1951, se marchó a París para huir de la represión y para poder trabajar, y allí sigue viviendo. Al pueblo sólo vuelve a pasar el verano, y siempre se marcha cuando pasan Los Santos, como hará pronto.

Él inició el procedimiento para que se buscara la fosa en la que estaba su padre, que fue enterrado en el antiguo cementerio civil de la localidad, donde se inhumaban a los suicidas y a los que no habían sido bautizados. Los que les ejecutaron consideraron que sus cuerpos no podían ser enterrados en sagrado.

Esta circunstancia, que sólo pretendía añadir mayor oprobio a su muerte, es precisamente la que ha permitido la localización de la fosa. En cuanto los análisis de ADN confirmen que uno de los esqueletos encontrados es el de su padre, Ángel Plaza ya tiene previsto enterrar sus restos junto a los de su madre, que ahora están en el Cementerio Viejo de la localidad, y los de su esposa, que se encuentran en un nicho del nuevo camposanto.

Georadar

Las cuatro fosas de Villanueva de la Vera, que ha ordenado excavar Garzón, también las localizó el equipo del proyecto de Recuperación con la ayuda de un georadar tras recibir la petición de algunos familiares de los represaliados que pensaban que podían estar allí enterrados sus padres y abuelos.

Hasta el momento, el relato de las consecuencias de la represión franquista que se cebó en Extremadura a partir de agosto de 1936 había sido también una guerra de cifras de miles arriba, y miles abajo, a excepción de los listados más rigurosos que se han publicado recientemente.

Los investigadores del Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica han rastreado los registros civiles de todos los pueblos de Badajoz y Cáceres, así como los de las prisiones de Badajoz y otras ciudades, el de la Guerra Civil de Salamanca, así como los archivos del Ministerio del Interior.

En los casos dudosos, se han cruzado los datos de los archivos, y hasta se han visitado los pueblos de los que eran oriundos los fallecidos en busca de sus familiares para concretar más los detalles. Así se han recopilado 10.266 nombres de personas que fueron fusiladas por los Nacionales, aunque se estima que este bando mató tras la Guerra Civil a 13.800 extremeños, 12.000 en la provincia de Badajoz, y 1.300 en Cáceres. También según sus estimaciones, el bando Republicano habría asesinado a 1.630 personas en la región, 1.500 de ellas en Badajoz.

Además ya se han investigado y documentado los nombres y los datos de otros 50.000 extremeños que no fueron fusilados, pero sí sufrieron algún tipo de represión por sus ideas políticas: cárcel, incautamiento de todos sus bienes, retirada de la función pública y prohibición de ejercer su profesión, etcétera.

La publicación del listado quiere servir para dar a conocer a todos los interesados el trabajo realizado, y también para rectificar posibles errores en los apellidos o ausencias de represaliados extremeños de los que se tenga prueba documental de su suerte.

Sin embargo, la lista de nombres puede aumentar en poco tiempo porque desde que Garzón inició su proceso judicial, el teléfono de Cayetano Ibarra no ha parado de sonar. «Lo de Garzón ha sido un revulsivo, y desde que se anunció su procedimiento no dejo de hablar con gente que no se había enterado de que podía solicitar que se investigara el destino de algún familiar desaparecido durante la represión», reconoce el coordinador del Proyecto.

¿Por qué sólo se publica en Internet la lista de los represaliados por el bando Nacional?, podría plantearse. «Porque la lista de los nombres de los que fueron fusilados o asesinados por el bando Republicano ya se conoce, y sus cuerpos ya se buscaron. Después de la Guerra se publicaron en todos los pueblos los nombres de los que mataron los republicanos y se hizo todo lo posible por encontrar sus cuerpos. En cambio, los represaliados por el Bando Nacional sufrieron una muerte natural, y otra muerte civil, porque se trató de borrar todo vestigio de ellos», destacó el coordinador del proyecto.

Hoy.es

http://www.hoy.es/20081026/regional/nombres-fusilados-registrados-seran-20081026.html


El último fotógrafo de la Guerra Civil…

julio 10, 2011

XURXO LOBATO Y OMAYRA LISTA 10/07/2011

Julio Souza Fernández

La historia la escriben los vencedores, no los vencidos, y se puede tergiversar sin darle muchos retoques a la realidad. A una fotografía, por muchos pies que se le pongan, es muy difícil darle la vuelta». Desde su retiro en México, Julio Souza Fernández (A Coruña, 1917) confía a las imágenes el recuerdo de lo que ocurrió en España durante el conflicto bélico que siguió al golpe militar de 1936. Miembro del grupo de reporteros gráficos conocidos como Hermanos Mayo, una reciente exposición en A Coruña y un documental casi a punto para la exhibición (Julio Mayo, el último fotógrafo de la Guerra Civil) son un acto de memoria histórica en homenaje al último representante de la firma y a la voz que ha permitido revivir la experiencia de estos fotógrafos en el frente.

El relato de la Guerra Civil por los Hermanos Mayo es más que una fe notarial de lo sucedido. Se construye como un travelling cinematográfico en el que miles de instantáneas permiten reproducir la acción bélica en un movimiento que abarca desde la contienda en las capitales republicanas -Madrid, Barcelona y Valencia- hasta todos los grandes frentes. Fueron tres objetivos los que captaron momentos de la lucha que siguen siendo desconocidos para el público siete décadas después: los de los coruñeses Paco Souza Fernández y su hermano Julio, y el del madrileño Faustino del Castillo Cubillo. En una etapa de la historia del fotoperiodismo casi por escribir, asociada de momento a los tres reporteros de más renombre -Robert Capa, Agustí Centelles y Alfonso-, las de los Hermanos Mayo son firmas aún pendientes de revelado.

La historia del grupo se cimienta en dos mentiras: ni son hermanos, ni se apellidan Mayo. «Mi hermano, Paco, tomó parte e hizo fotos de la sublevación de los mineros asturianos en 1934 y de cómo se sofocó. A causa de ello, teníamos constantemente a la policía en casa haciendo registros en busca de los negativos. La solución fue cambiar de domicilio y de nombre, y desde entonces la gente nos conoció por Mayo», explica Julio.

Los Mayo eran, sobre todo, fotoperiodistas; trabajadores con una herramienta, su cámara, que narraron aquellos hechos desde el compromiso con la izquierda. El historiador de la fotografía Publio López Mondéjar ve en ellos «el ejemplo de cómo se puede conciliar la militancia en un partido político, el PCE, con la actividad fotoperiodística y el talento puesto al servicio de una causa: la republicana». Por eso deben ser considerados «un referente de una época y un momento histórico en los que usar la cámara era una manera de contribuir a la defensa de la democracia».

La Guerra Civil fue un ensayo dramático en muchos aspectos. También en la fotografía de prensa nacía en ese momento una manera distinta de narrar visualmente que permitió a los fotógrafos colocarse en un campo distinto de la objetividad y apoyar la legalidad republicana con una visión audaz, fresca y viva del fotoperiodismo. El fotógrafo, en este sentido, se identifica con el soldado: «Somos la infantería del periodismo, porque siempre tenemos que marchar en primera línea; tenemos que ir al lugar y verlo a través del visor de la cámara», dice Mayo.

Así, con el estallido de la guerra, los tres integrantes de la agencia Foto Mayo se incorporaron como reporteros gráficos en distintas unidades del bando republicano. Paco trabajó para las publicaciones Mundo Obrero, El Frente de Teruel y El Paso del Ebro. Las fotos que había tomado Faustino de la defensa de Madrid habían llamado la atención de Líster, que quiso incorporarlo a sus filas trabajando para el periódico de la Primera Brigada, Pasaremos. Sirvió en los frentes de Madrid, Guadarrama, Jarama, Ebro, Belchite y Barcelona. Los dos dispararon únicamente sus cámaras.

Julio fue el único que, además de fotoperiodista, sirvió como artillero, alistándose como voluntario en Madrid. «Me tomaron mi nombre, me dieron una manta, una lata de sardinas, un pan, un fusil Mauser de cinco tiros y ciento cincuenta balas en tres cajas de cartón». Además de eso se llevó la cámara. «Los negativos se los enviaba a mi hermano Paco, y él se ocupaba de revelarlos». Las primeras batallas las dio por la sierra de Guadarrama y luego, con ayuda de su hermano, consiguió un traslado al frente de Madrid. «Allí, en la 43 Brigada Mixta, estuvimos hasta el 15 de mayo de 1938, cuando la Brigada 43, junto con la 61, fue trasladada al frente de Teruel a contener la retirada…».

Las imágenes llegaban a las publicaciones de la época en forma de crónicas gráficas de la crueldad de la guerra provocada por el levantamiento franquista. Instantáneas del frente, de la retaguardia, del sufrimiento de la población civil, del esfuerzo del Ejército republicano en defensa de los valores de la libertad y la democracia. Sus fotografías son descripción formal de lo que sucedía, algunas con una clara influencia estética del realismo social imperante.

Configuran los Mayo un retrato colectivo de las tropas republicanas, de los brigadistas internacionales, de ciudadanos tras la causa; de la vida en las líneas de fuego y tras ellas. Resumen estados de ánimo, condiciones de vida, y hacen inventario imparcial de la logística de su bando catalogando armamento y equipamientos bélicos.

Las imágenes de Madrid revelan la destrucción de los compases iniciales de la guerra: las calles arrasadas por las bombas, las fachadas cicatrizadas a tiros, la amenaza de los ataques aéreos, las evacuaciones, los heridos en los hospitales, los muertos…

La otra urbe protagonista es Valencia. Documentaron allí el día a día de una capital en la retaguardia que con el repliegue republicano llegaría a ver ampliada su población en más de 150.000 personas entre políticos, militares, funcionarios, refugiados y huérfanos. Las instantáneas tomadas en este escenario no dejan de recoger la actividad política, las reuniones del mando, los mítines, las proclamas antifascistas. Pero también se centraron en los protagonistas colaterales: mujeres y niños, viudas y huérfanos.

El final de la guerra con la derrota republicana en la primavera de 1939 supuso el exilio para los Hermanos Mayo. Paco y Faustino, junto con el menor de los Souza, Cándido, cruzaron la frontera a Francia, donde sufrieron el duro trato de los campos de concentración. Por oponerse a estas condiciones, Faustino y Cándido acabaron siendo castigados con trabajos forzados en el castillo de Colliure. Mientras, Paco consiguió ponerse en contacto con Enrique Líster y Fernando Gamboa, diplomático mexicano encargado de seleccionar a los refugiados para emigrar a este país. Fue así como en junio de 1939 llegaron a tierra americana a bordo del Sinaia, un barco que transportó a 1.600 refugiados españoles acogidos por el Gobierno de Lázaro Cárdenas.

Julio cayó prisionero en Alicante. Allí nunca llegó el barco que había de llevarle a Orán como primera escala hacia el exilio. «La que sí llegó fue una división italiana llamada Vittorio. Fueron ellos los que me tomaron prisionero en nuestro suelo, en nuestra patria, para vergüenza de España», recuerda con rabia. Le despojaron de la dignidad y de sus fotos: «Tuve que arrojar la pistola y la cámara Contax al mar».

Tras pasar por campos de concentración, cárcel, trabajos forzados y ser obligado a hacer el servicio militar, Julio Mayo fue liberado. «Me licenciaron como desafecto al régimen en clasificación D», comenta con una sonrisa irónica. Después de eso volvió a la cámara, trabajando en el estudio madrileño Casa Emilio. «Contratado allí, hice foto fija en varias películas», cuenta. No deja de tener gracia que una de ellas fuese Los últimos de Filipinas.

Pero la verdadera libertad le llegaría a Julio con los lazos de un matrimonio que habría de reportarle, además de esposa, la posibilidad del exilio. «Con la excusa del viaje de novios, conseguí que me dieran un pasaporte», explica. Así se embarcó a Nueva York y de allí a México, para reunirse con sus hermanos, en noviembre de 1947.

Las imágenes que ilustran este reportaje forman parte de un fondo que se conserva en la Biblioteca Nacional. Se trata de material requisado por las tropas franquistas y custodiado en el Ministerio de Información y Turismo hasta que, con la llegada de la democracia, se trasladó a la Biblioteca Nacional. Todas y cada una de las copias están selladas en su parte posterior con la firma «Foto Mayo» o «Foto Hermanos Mayo».

En el exilio mexicano, Julio, Paco, Faustino y Cándido, con la incorporación del otro hermano Del Castillo, Pablo, continuaron la experiencia de la agencia Foto Hermanos Mayo, desde la que trabajaron para más de cuarenta cabeceras. Su aportación al fotoperiodismo mexicano tuvo, además, una vertiente técnica. «Cuando llegamos a México no traíamos nada del otro mundo, pero sí teníamos cámaras Leica de 35 mm, que nos permitían actuar de una manera más ágil», relata el fotógrafo. «Nos miraban con recelo, porque allí aún se trabajaba con cámaras muy pesadas, con placas muy grandes, pero pronto vieron que nosotros hacíamos lo mismo con nuestras Leica que ellos con sus camarotas».

Los Mayo servían las peticiones de las cabeceras para las que trabajaba su agencia, pero no limitaban su labor al encargo, sino que disparaban para obtener mucho más material del que se les solicitaba, haciéndose con un archivo complementario de los temas que fotografiaban que era de su propiedad. Inmortalizaron así todo lo que durante 55 años se consideró noticiable, no solo en la capital, sino en todo el país. El grupo ha sido testigo clave de la historia mexicana que tiene ahora en sus negativos un documento de valor incalculable. El resultado, tras más de cinco décadas de dedicación (1939-1994), es un fondo que supera los cinco millones y medio de negativos, que los Mayo han donado al Archivo General de la Nación de México.

«A México le debo mi libertad, trabajo y la educación de mis hijos. Me recibió con los brazos abiertos». Allí sigue viviendo Souza en un retiro que nunca será jubilación completa de la profesión. Aún hoy acude a casi todas partes armado con su cámara. Al mirar a través del objetivo se destacan en su cara las trincheras que le han cavado los años y los recuerdos. En esas trincheras resiste una memoria que no debería perderse.

El País.com edición para imprimir:

http://www.elpais.com/articulo/portada/ultimo/fotografo/Guerra/Civil/elpepusoceps/20110710elpepspor_10/Tes?print=1

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«Ya está enterrado; el pasado es mejor dejarlo en su sitio»

julio 10, 2011

La intención del Gobierno de convertir el Valle de los Caídos en un «mausoleo neutro» se encuentra con la feroz oposición de los familiares de enterrados, incluidos los de Franco Hace escasos días, salía de Moncloa la primera comisión de expertos creada para estudiar el futuro del Valle de los Caídos. El Gobierno propone la exhumación de los restos de Franco y de su mentor y fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, para trasladarlos a panteones familiares, haciendo de este simbólico conjunto monumental un homenaje «neutro» a todas las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Los Franco están en contra, como un grupo de 64 familias que ya han puesto en manos de una asociación la respuesta legal para frenar al Gobierno. Conocer la identidad de todos los leoneses enterrados en las fosas de este valle enclavado en la sierra madrileña es todavía hoy una tarea difícil, si no imposible. «Hay que recordar que la mitad de los que están aquí llegaron sin identificar».

10/07/2011

Visita del Generalísimo a las obras de construcción del Valle de los Caídos.

MÁS INFORMACIÓN

«Ya está enterrado, así que el pasado es mejor dejarlo en su sitio», defiende un familiar, muy mayor, de uno de los 18 leoneses exhumados en León y traslado después al Valle de los Caídos. Es la primera cifra y los primeros nombres que aporta el mapa de fosas elaborado por el Ministerio de Justicia a tenor de la Ley de la Memoria Histórica. Se trata de 18 hombres cuyos cuerpos permanecían en ocho lugares de enterramiento distintos. El paso de los años ha borrado la pista sobre sus descendientes o familiares directos y este periódico sólo ha podido localizar en un remoto pueblo de León al hermano de uno de ellos, al que le falla la memoria. Su entorno pide anonimato y renuncia a recuperar la historia del fallecido. Tampoco piensan reclamar los restos ni creen que sea ya necesario, en sintonía con lo que han solicitado formalmente 64 familias españolas. De los otros 17 exhumados en León y trasladados al Valle de los Caídos no hay rastro. Por sus apellidos -”Pal, Carlier, Mosqueiro, Portiño-” es probable que ni siquiera hubieran nacido en la provincia y que su muerte en este territorio fuese meramente circunstancial.

Pero éste es un nuevo episodio de la memoria histórica que acaba de empezar. A partir de ahora se abre un amplio campo a investigadores, historiadores y periodistas, puesto que estos datos son sólo «una primera aproximación», admiten desde el Ministerio de Justicia. Toda la información incorporada hasta la fecha es una versión inicial del mapa de fosas y su cumplimentación será un proceso continuado y dinámico, en el que todavía faltan por señalizar lugares de enterramiento ya localizados. A través de su web, este mapa estará sujeto a la incorporación de nuevas localizaciones y a una actualización constante de los datos incluidos en fosas ya localizadas. De partida, la única fuente oficial sobre leoneses enterrados en el Valle de los Caídos es ésta, lo que da idea del trabajo que queda por hacer para identificar, en el caso de que sea posible, a todos los leoneses inhumados en este conjunto monumental situado en el término municipal de San Lorenzo del Escorial. El Estado, a través del artículo 12.2 de la citada ley, asumió el encargo de confeccionar un mapa integrado de todo el territorio español en el que constaran los terrenos en que se han localizado restos de personas desaparecidas violentamente durante la Guerra civil o la represión política posterior. A este mapa se han incorporado los datos remitidos por las distintas administraciones públicas competentes, para lo que se han firmado los correspondientes convenios de colaboración con varias comunidades autónomas, entre las que no está Castilla y León. Por tanto, los datos del mapa proceden de la información aportada al Ministerio de Justicia por asociaciones, fundaciones y entidades dedicadas a actividades de recuperación de la memoria histórica cuyos trabajos de investigación han recibido subvenciones.

Pese a que se cumplen cinco años desde que se engendró la Ley de la Memoria Histórica, todavía hoy llegar a determinadas fuentes no resulta fácil. Por ejemplo, acceder a la información sobre alguno de los 33.847 nombres que figuran en el censo del Valle de los Caídos, para lo que existen tres vías: Patrimonio Nacional -“el Palacio Real de Madrid conserva un libro con los -˜caídos-™ por provincias-, los tres libros de registro que custodian los monjes benedictinos con las anotaciones de los enterramientos en la basílica y el mapa de fosas del Ministerio de Justicia. Pero las dos primeras fuentes tan sólo ofrecen la posibilidad de saber si una determinada persona está enterrada en este punto de Cuelgamuros y la última tan sólo recoge 18 identidades vinculadas a León. «A medida que los restos iban entrando, todo se anotaba en un libro de registro, pero hay que recordar que muchos de ellos, entre el 50% y el 60%, eran restos no identificados. Hay casi 34.000 censados, por lo que es posible que haya 60.000», valora el presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos, Pablo Linares. Y es que, recuerda, «hasta el año 1983 siguieron llegando restos». Esta entidad nació en el año 2009 con el fin de defender el denominado Monumento Nacional de los Caídos, promocionarlo y atender a quienes soliciten información sobre los enterramientos en el valle madrileño de Cuelgamuros.

El Gobierno estudia la delicada cuestión de exhumar los restos de Franco y de Primo de Rivera para convertir el mausoleo en un lugar neutro de homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil. Una comisión de expertos ya ha visitado este conjunto monumental coronado por una cruz de cien metros que se puede ver desde varios kilómetros a la redonda y tiene cinco meses para decidir su futuro. El planteamiento del Gobierno es trasladar los restos del caudillo y de su mentor, fundador de Falange, a los respectivos panteones familiares, pero la invitación se ha encontrado de frente con la feroz oposición de los Franco, a juzgar por las declaraciones realizadas a los medios nacionales por la hija del dictador, Carmen Franco, de 85 años, quien deferá mantener los restos en la basílica. «Nosotros no damos legitimidad a esta comisión porque adolece de objetividad», afirma Pablo Linares. Se refiere expresamente a las declaraciones realizadas recientemente por uno de sus miembros, el profesor de Historia en la Universidad de Barcelona Ricard Vinyes, en las que afirmaba: «El patrimonio es tan mortal como lo somos nosotros porque es humano».

En las antípodas de esta asociación está el denomiado colectivo Europa Laica, que exige «el desmantelamiento del conjunto monumental , comenzando por su gigantesca cruz, y la salida de los monjes como medida de regeneración democrática y de actitud laica irrenunciable, para que sus instalaciones, de titularidad pública, puedan dedicarse a fines culturales y a la memoria democrática».

También Franco habló en una ocasión de ello. Fue en 1958 con motivo de la polémica que habían suscitado los enterramientos en el valle. El teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, además de primo hermano del dictador, fue su secretario pers onal durante años. En su libro Mis conversaciones privadas con Franco transcribe una conversación con el generalísimo. «Le digo que en algunos sectores había sentado mal que se pudieran enterrar en la cripta lo mismo los que cayeron defendiendo la cruzada que los rojos, que para eso aquellos están bien donde están. Y que también había oído elogios suyos diciendo que estaba inspirado por la Iglesia Católica», le dice el autor. Franco responde: «Es verdad que ha habido alguna insinuación muy correcta sobre el olvido de la procedencia de bandos en los muertos católicos. Me parece bien, pues hubo muchos en el bando rojo que lucharon porque creían cumplir un deber con la república, u otros por haber sido movilizados forzosamente. El monumento no se hizo para seguir dividiendo a los españoles en dos bandos irreconciliables».

Diario de León.es vía google noticias


Izagirre considera «inaceptables» los ataques a las placas ubicadas en San Sebastián en honor a las víctimas franquistas…

julio 10, 2011

 

Foto de la Noticia

Foto: EUROPA PRESS

SAN SEBASTIÁN, 8 Jul. (EUROPA PRESS) –

   El alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, ha considerado  «inaceptables» los ataques que han sufrido dos placas en honor a las víctimas franquistas, situadas en la cima de Ulía y en Sagües, y que han desparecido, según les ha informado la Asociación de Víctimas del Genocidio Franquista. En ese sentido, ha subrayado que «hay que rechazar los ataques a la memoria de cualquier tipo de víctima» y que no se aceptará en la capital guipuzcoana «ninguna postura intolerante, ninguna violencia política».

   En una rueda de prensa celebrada en San Sebastián, Izagirre, ha indicado que la placa situada en el Paseo de la Zurriola en la Plaza Padre Claret, la colocó el propio Ayuntamiento hace dos años, y respecto a la situada en Ulía, ha explicado que «no es la primera vez que la hacen desaparecer». La Asociación de Víctimas del Genocidio Franquista es la que ha informado al Consistorio de los ataques a las placas.

   El Gobierno Municipal ha considerado estos actos como «ataques inaceptables», por lo que el alcalde ha apuntado que «hay que rechazar los ataques a la memoria de cualquier tipo de víctima, más aún en lo referente a estas víctimas que son testigos de una historia popular, colectiva, silenciada y dejada de lado durante décadas».

   «No queremos en San Sebastián ninguna postura intolerante, ninguna violencia política y trabajaremos codo a codo para este fin, tanto con organizaciones de víctimas franquistas como con otro tipo de organizaciones y agentes y con la propia comunidad educativa», ha añadido Izagirre.

   Asimismo, ha afirmado que el Gobierno Municipal ya ha dado orden de recolocar la placa ubicada en la Plaza de Sagüés «nada más terminar la nueva placa de marmol» y respecto a la de Ulía, que hasta ahora, «el recuerdo a los donostiarras fusilados lo había mantenido una asociación de Ulía», han anunciado que el Gobierno Municipal «la colocará y se hará cargo de su mantenimiento».

   Además, el propio Gobierno Municipal se encargará de organizar en Sagües el acto en recuerdo a las víctimas del franquismo «al que llamamos a participar a todos los donostiarras».

   Por otro lado, el alcalde de la ciudad ha expresado su rechazo al ataque al monolito de Juan Mari Jauregi «al igual que se rechaza todo tipo de actuación independientemente del origen de la misma». Además desde el Gobierno Municipal, han querido hacer suya la nota que sacó la Diputación de Gipuzkoa.

   «Todas las víctimas merecen su reconocimiento y reparación y la reconciliación será un paso fundamental para superar todas y cada una de las consecuencias del conflicto y del uso de cualquier tipo de violencia», ha concluido.

Agencias. Europapress:

http://www.europapress.es/euskadi/noticia-izagirre-considera-inaceptables-ataques-placas-ubicadas-san-sebastian-honor-victimas-franquistas-20110708133754.html


Cuando la tierra revela la verdad…

julio 10, 2011

La ‘fosa de los ferroviarios’, en Gumiel de Izán (Burgos), ha dejado al descubierto los cuerpos de 59 civiles fusilados en el verano de 1936. La mayoría eran jornaleros y trabajadores del ferrocarril. Los trabajos de exhumación, que han durado 6 días, han dado paso a la posterior identificación de los restos óseos en laboratorios. Varios descendientes de las víctimas esperan poder dar sepultura digna a sus familiares.

P.C. Madrid 09/07/2011 11:34 Actualizado: 09/07/2011

VER REPORTAJE FOTOGRÁFICO COMPLETO EN: Público.es

http://www.publico.es/espana/386157/tierra/revela


Un religioso podría estar entre los fusilados republicanos de Gumiel…

julio 10, 2011

Los trabajos de exhumación en la ‘fosa de los ferroviarios’ terminan con 59 cuerpos rescatados y varios objetos que dan pistas de la identidad de las víctimas

PATRICIA CAMPELO Madrid 09/07/2011 16:16 Actualizado: 09/07/2011

Los trabajos de exhumación en la fosa de Gumiel de Izán, en Burgos, han durado 6 días./ ÓSCAR RODRÍGUEZ

Los trabajos de exhumación en la fosa de Gumiel de Izán, en Burgos, han durado 6 días./ ÓSCAR RODRÍGUEZ

Los seis días de trabajo bajo el sol para rescatar los restos de 59 fusilados hallados en la conocida como la fosa de los ferroviarios , en Gumiel de Izán (Burgos),  llegan a su fin con el levantamiento de los últimos huesos. La tarea que comienza a partir de ahora será más larga y tratará de corroborar el nombre de estas víctimas, fusiladas por los afines al bando franquista en el verano de 1936.

La hipótesis de que en el enterramiento hubiera un grupo de 13 trabajadores del tren recluidos en la prisión de de Aranda de Duero —improvisada en los sótanos del Ayuntamiento— cobra fuerza tras el hallazgo del ojo de cristal que encaja con el recuerdo de la hija de uno de estos ferroviarios, quien asegura que su padre era tuerto.

Un corsé ortopédico encontrado en el enterramiento y la escasa estatura de los esqueletos —apenas el metro y 40 centímetros— son señales «muy importantes» a juicio de los arqueólogos que trabajan a pie de fosa, en el paraje de La Legua.

Estas pistas son las que van construyendo los relatos que acaban identificando a las víctimas. Otro indicio localizado en la fosa es un crucifijo de plata que pudo pertenecer a un religioso de la zona fusilado «por defender los derechos de los trabajadores». Es una de las posibilidades que baraja José Ignacio Casado, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), y documentalista de la Guerra Civil y la represión franquista en la zona.

Durante el transcurso de estos trabajos de exhumación no se han personado agentes de la Guardia Civil

«Sabemos que mataron a un franciscano capuchino, Fray Emiliano María de Revilla, natural de Trujillo, que vivía a unos 40 kilómetros de Gumiel». Según las investigaciones de la ARMH, el religioso —conocido como el Padre Revilla— fue detenido, ingresado en la cárcel de Burgos y «asesinado con 13 personas más el 4 de septiembre de 1936», explica Casado.

El franciscano era «muy conocido» en la zona, donde se destacó por denunciar las condiciones de semi esclavitud en las que vivían los jornaleros «que percibían sueldos indignos». «Era una figura comprometida socialmente. En su ficha de prisión consta como ‘catedrático religioso’ aunque también se sabe que fue piloto», señala Casado.

«Habrá a quien le cueste cree que mataban a religiosos, pero los autores de estas muertes eran excesivamente criminales», remacha. Si los restos óseos hallados junto al crucifijo de plata pertenecen al Padre Revilla, lo dirán las pruebas que se practiquen en los laboratorios: primero en el de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en San Sebastián, donde irán las cajas con los huesos exhumados y, después, en el laboratorio de arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid.

«Cuando se abre una fosa se obtiene muchísima información», asegura Casado y detalla otros objetos localizados: un pastillero  y una ficha en la que a simple vista sólo se lee el número 99. «Para saber que pone habrá que limpiarla con cuidado, lleva 75 años bajo tierra».

No solo ferroviarios

Algunos de los cuerpos localizados podrían pertenecer a un grupo de jornaleros de Gumiel de Izán que llegarían allí tras una saca posterior de la prisión de Aranda, en octubre de 1936.

Durante el transcurso de estos trabajos de exhumación, no se han personado agentes de la Guardia Civil.

«Sabemos que mataron a un franciscano capuchino, Fray Emiliano María de Revilla, que vivía cerca de Gumiel»

Para el proceso de identificación posterior, las asociaciones cuentan con algunos de los familiares de las víctimas para «cruzar datos». Del grupo de los 13 posibles ferroviarios, hay cinco descendientes. «Hay un problema añadido que es el de la migración brutal de los años 50 que dejó estos pueblos con muy pocos habitantes». Por ello, a la hora de tomar muestras «tenemos que trasladarnos a Madrid, Valencia, Barcelona o Bilbao», explica.

Las pruebas de ADN —en caso de que sean necesarias— se realizan en un laboratorio privado en Madrid y su coste se sitúa alrededor de los 500 euros. Casado recalca que todos los costes de un proceso de exhumación y posterior identificación los sufragan las propias asociaciones ya que las subvenciones que otorga el ministerio de Presidencia «llegan al año siguiente» y lamenta que una pequeña parte de ese dinero «se utilice para localizar y exhumar los restos de las víctimas en fosas comunes».

Aún así, Casado confirma que tanto con subvención como sin ella, seguirán desarrollando esta labor que llevan varios años haciendo. «Hemos exhumado más de 500 cuerpos» en esta zona del país donde solo en el verano de 1936, fueron fusiladas más de 700 personas.

Público.es (Memoria Pública):

http://www.publico.es/especiales/memoriapublica/386183/religioso/podria/fusilados/republicanos/gumiel


Dictadura hasta el final…

julio 10, 2011

Un libro narra la represión en el estado de excepción del 69, en los últimos años de Franco.

OLIVIA CARBALLAR SEVILLA 10/07/2011

Manifestación contra el estado de excepción celebrada en Bruselas en 1969. - C.D.M. DE LA FUNDACIÓN  1º DE MAYO

Manifestación contra el estado de excepción celebrada en Bruselas en 1969. – C.D.M. DE LA FUNDACIÓN 1º DE MAYO

Si tú estabas en la cárcel y te metían una sanción de celda de castigo, como me pasó a mí, y salías en libertad sin cumplir toda la sanción, cuando volvías porque te detenían otra vez, aunque hubiesen pasado años, tenías que cumplir la parte que te faltaba. Eso es terrible, eso es una cosa tremenda. ¿Eso lo sabe la gente? ¿Eso quién lo sabe? Nadie. La Real Academia de la Historia ha dicho que no era dictadura». El sindicalista Eduardo Saborido recuerda así, junto a varios compañeros presos políticos en un encuentro con Público, las perrerías que sufrieron en el estado de excepción declarado por Franco en 1969, un periodo, los años finales de la dictadura, poco conocido y en ocasiones dulcificado.

Sus vivencias acaban de ser publicadas en La dictadura en la dictadura, una obra editada por la Fundación de Estudios Sindicales y Archivo Histórico de CCOO-Andalucía, coordinada por Alfonso Martínez Foronda. «Se habla de que la dictadura en esos años ya no era dictadura y no es verdad. Es un genocidio que dura desde el 39 hasta el 75», concluye el investigador. «Si las celdas de castigo eran una cárcel dentro de la cárcel, los estados de excepción fueron una dictadura dentro de la dictadura», sostiene el histórico antifranquista Nicolás Sartorius, que ha prologado el libro. Escrito también por Eloísa Baena e Inmaculada García, el documento dibuja la dureza de un régimen que, consciente de su debilidad a medida que aumentaban las protestas, se revolvía recrudeciendo la represión.

«Es un genocidio que dura desde el 39 al 75», sostiene Alfonso Martínez

«El cuerpo se lo pusieron morado, macerado ya y con heridas abiertas de las palizas que le habían dado en los oídos, en los costados, en la espalda y en los muslos… Era horroroso lo que le hicieron (…) Cuando lo volví a ver fue en la cárcel. Había perdido 14 o 15 kilos. Era otro Curro», cuenta Francisco Sánchez Legrán en el libro. Hoy ese Curro, Francisco Rodríguez, se muestra impresionado cuando lo ve escrito. Era verdad, no lo había soñado ni se lo había inventado. «Eso es lo que me impacta hoy realmente, leer cómo otras personas cuentan cómo me dejaron», explica tras hacerse una foto con sus antiguos compañeros en las obras de la antigua prisión de Ranilla, en Sevilla, que será la sede de la Jefatura de Policía Local.

«Hace cuarenta y tantos años y, desde entonces, no he querido nunca pasar por esta calle. Hoy es la primera vez», cuenta Mercedes Liranzo, que acudía a aquel rellano en busca de noticias de su novio, Ramón Sánchez. «Y yo pensaba, pero bueno, ¿mi marido qué es lo que ha hecho? ¿Ha matado? ¿Ha robado? ¿Qué ha hecho mi marido? Si lo único que ha hecho ha sido defender a la clase trabajadora. Qué hija de la gran puta, me decían, hasta que no lo ha visto no se va», reflexiona indignada María José, que parió en una tabla como un animal en El Aaiún, donde fue acompañando a su marido, José María Arévalo. Él fue uno de los deportados oficialmente, pero las mujeres, los hijos, los amigos… también fueron deportados, concluye la investigadora Inmaculada García.

Soledad e indefensión

La soledad y la indefensión fueron las principales sensaciones a las que se enfrentaron estos luchadores por la libertad, de quienes a veces lo único que quería el franquismo es que supieran quién mandaba allí. «Ya se te acabó el cuento de las 72 horas, ¿eh? Ahora ya te podemos tener aquí lo que nos dé la gana. Me temblaban las piernas», cuenta Ramón Sánchez. El estado de excepción ocho veces declarado hacía saltar por los aires el plazo máximo para retener a una persona en comisaría.

Las tortura psicológica llegaba a ser incluso peor que la física

Y si la tortura física era inaguantable, la psicológica podía llegar incluso a producir un mayor dolor, como cuenta Manuel Velasco, que era menor cuando fue detenido, o José María García Márquez, que mientras era interrogado vio a otro compañero, José Luis Guillén, muerto de miedo: «Recuerdo la nuez cómo subía y cómo bajaba, eso lo tengo grabado». Estaban a merced de los represores. «No sabías lo que te iba a pasar, te chuleaban, jugaban con que alguien había hablado de ti y que, dijeras lo que dijeras, ellos ya sabían quién eras y si no se lo inventaban. Te dejaban en el calabozo sucio y oscuro, con un banco de mármol frío, solo con tus pensamientos y tus miedos», añade Saborido.

El único momento de relajación llegaba al pasar a la cárcel, aunque antes aún había que superar la prueba de los jueces, la «prolongación» del mecanismo represor. «Ese asunto puede levantar ampollas», dice Martínez Foronda. Según los investigadores, no hay ningún caso en que jueces o médicos, tras comprobar el estado físico de los torturados, denunciaran estas prácticas. Estaban solos dentro, pero también fuera, en la sociedad civil. «Salvo contadas y honrosas excepciones», como recuerda Martínez Foronda, hubo provincias donde ni siquiera encontraron abogados que los defendieran.

Público.es:

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