El tiempo transcurría,y aunque con la llegada de la democracia muchos retos se han logrado permanecen en el silencio preguntas que aún esperan respuestas. Su hermana, siguiendo el orden lógico de la vida, falleció y, parecía que nada se iba a saber de Manuel… Una víctima como muchos hombres y mujeres que perdieron la vida tras un levantamiento militar, tras una cruenta guerra civil, tras las capas de condena y olvido que impuso con ahínco una dictadura para perecer en el polvo, en el indómito silencio… Hasta ahora, pues, gracias a la Universidad de Castellón la familia hemos podido recuperar los papeles que forman parte de su último juicio en Zaragoza, 1939, sin embargo, la pista vuelve a perderse, Manuel fue declarado en rebeldía, como si fuese un fugitivo, un desaparecido, pues, no se presentó al último juicio por ser trasladado al Hospital de Zaragoza donde no se notificó su estado, ni su supuesta defunción o que fue de él una vez se le trasladó al hospital, de nuevo ahí, volvemos a perder a Manuel…
¿Por qué desde la curiosa mirada de Hipatia sacamos a la luz la breve historia de un joven de 22 años llamado Manuel Monfort Pastor? Muy sencillo… No queremos levantar ampollas, señalar con el dedo ni caer en recriminaciones. La Historia todos la sabemos y no reconocerla es condenar al olvido a Manuel y mucho más, pero no sólo a Manuel, también a las generaciones futuras que desconocen de su pasado… A diferencia de países como Chile, Alemania o Italia, entre otros, donde sus dictaduras sí fueron condenadas, aquí en España el no reconocimiento de los hechos, el silencio, ha condenado a toda una generación a perder su nombre, su identidad y, desgraciadamente, a la violación de la HISTORIA con mayúsculas, pero no queremos hablarles de esa historia, más bien sí de esos nombres perdidos, víctimas que aún son buscadas y se merecen descanso… En definitiva, un anhelado reconocimiento…
Actualmente, asistimos al desmantelamiento de ETA, su adiós a las armas marca un punto de inflexión en la vida política y social del País Vasco donde ante todo se exige el reconocimiento de las víctimas, pues, fueron asesinadas por el capricho de unos pocos, de unos asesinos que sin escrúpulos arrebataron sus vidas. Es cierto, que sus nombres no pueden caer en el olvido y se les debe ese homenaje… Toda la sociedad nos volcamos con ellos y, bien sabemos que no se les olvidará…
Pero, paradójicamente, aunque hablamos de víctimas, hay otras víctimas que muchos han olvidado, que sus cuerpos han sido engullidos por la tierra sin que nadie pudiese darles sepultura, que nadie supo qué fue de ellos y miles de familias tuvieron que vivir con la congoja, la desesperanza y la impotencia de no saber qué fue de sus hijos, hermanos, novios, maridos, padres o abuelos. De ahí, nuestra pequeña historia, porque buscamos un reconocimiento de unas víctimas que han sido exiliadas al olvido sin poder recibir ni flores ni sepultura.
Manuel aún sigue desaparecido, no sabemos qué fue de su cuerpo, tan solo nos cabe seguir esperando y contar con el apoyo de las instituciones para encontrar al hijo, al hermano que marchó a la guerra y jamás volvió para poder contarle quiénes somos, qué no pudo vivir y, sobre todo, como a cualquier ser querido rendirle un último homenaje…