Franco ocultó el mayor envenenamiento masivo de la historia de España

diciembre 1, 2013

‘Metílico, la bebida de la muerte’ es el documental recién estrenado en homenaje a las víctimas de una tragedia de que trató de ocultarse por motivos económicos y políticos hace ahora medio siglo.

EVA RODRÍGUEZ / SINC Madrid 01/12/2013

Garrafas intervenidas por la policía, como prueba en el sumario de la causa del orujo metílico. A la derecha, el bodeguero ourensano Rogelio Aguiar abandona el tribunal a la espera de conocer el fallo judicial por la intoxicación que provocó y que sabía que podía ser letal.-

Garrafas intervenidas por la policía, como prueba en el sumario de la causa del orujo metílico. A la derecha, el bodeguero ourensano Rogelio Aguiar abandona el tribunal a la espera de conocer el fallo judicial por la intoxicación que provocó y que sabía que podía ser letal.-SINC

Emilio Rodríguez se despertó una mañana de 1963 en su aldea de A Pena (Ourense), se asomó a la ventana para ver sus viñedos y todo estaba nevado. Era pleno mes de agosto. Se fue al baño, se miró al espejo y allí también nevaba. Minutos después perdía la vista para toda la vida. La noche anterior se había tomado una copa de licor café de garrafa que provenía de las bodegas de Rogelio Aguiar.

Han pasado cincuenta años de esto, un caso real con el que arranca el documental del director de cine Emilio Ruiz Barrachina. Lo acaba de estrenar en el Festival Internacional de Cine de Ourense y se emitirá próximamente en la Televisión de Galicia y en La 2 de Televisión Española.

El trabajo audiovisual narra los hechos del denominado ‘caso del metílico’, el mayor envenenamiento masivo de la historia de España provocado por metanol o alcohol metílico, y que por intereses políticos y económicos trató de ocultarse en la época. Como consecuencia, muchos de los fallecimientos fueron registrados como muertes naturales.

El mayor envenenamiento masivo de la historia de España se ocultó por intereses políticos y económicos 

«La bodega de Rogelio Aguiar no vendía el alcohol con su sello, sino que lo distribuía en garrafón a otros bodegueros para que lo embotellasen. Se sabe que compró en Madrid 75.000 litros de alcohol metílico porque, según manifestó, le dijeron que se podía consumir si se rebajaba con agua. El alcohol que compró estaba destinado a la fabricación de combustible de aviones», explica a SINC Ruiz Barrachina.

La realidad era que el alcohol metílico costaba la mitad que el etílico y quería hacer negocio. Con esos 75.000 litros, él fabricaría un total 125.000 que pondría a la venta a bodegas de toda España en garrafas. Uno de los lugares donde llegaron primero fue Lanzarote, porque había un bodeguero en Vigo con muy buenas relaciones con Canarias.

«Es por eso que la primera persona que relaciona el consumo de determinadas botellas de alcohol con los fallecimientos y la ceguera es una farmacéutica canaria, Elisa Álvarez. A partir de ahí empieza la investigación. Pero la tragedia se extiende por toda España, y donde más incidencia tiene es en Galicia», añade el director de cine.

Tan solo una copa de licor café o de orujo fue capaz de dejar ciego o matar a quien se la bebió

«El metanol produjo en aquel momento una tragedia que a veces se reproduce por la ignorancia de la gente. Este producto tóxico se absorbe y se metaboliza en el hígado creando ácido fórmico y formaldehído. El primero provoca problemas digestivos y síntomas de embriaguez -como una intoxicación etílica-, y el formaldehído ataca a la retina y causa la ceguera. La muerte sobreviene porque una vez absorbido pasa rápidamente a los órganos y puede provocar un coma«, declara a SINC Rosario Moyano, catedrática de toxicología de la Universidad de Córdoba.

Por esta intoxicación falleció sobre todo gente de extracto social bajo, consumidores de aguardiente o licor café de garrafa. Al ser en su mayoría personas de los pueblos y con pocos recursos, muchas de ellas se consideraron muertes naturales.

Juicio descafeinado por los intereses del franquismo

En el juicio se mezclaron los intereses económicos y políticos del franquismo. El gobierno de Franco iniciaba por entonces una costosa campaña para vender al exterior que España se había modernizado y quería ofrecer nuevas oportunidades al turismo.

«Si este caso se llegaba a conocer y saltaba a los medios internacionales, como tenía que haber sucedido, todo aquello se podía venir abajo y por eso trataron de ocultarlo», apunta el director del documental. Por otra parte, España continuaba recibiendo dinero de EEUU y este escándalo hubiera repercutido en las relaciones con los estadounidenses.

«Lo equipararon a vender productos caducados y por ello solo se reconocen 51 muertes», explica Ruiz Barrachina Lo que se hizo, de la manera legal que entonces creyeron más oportuna, fue plantearlo no como homicidio involuntario, sino como un juicio de atentado contra la salud pública, un mal menor. «Lo equipararon a vender productos caducados y por ello el resultado es que solo se reconocen 51 muertes«, subraya Ruiz Barrachina.

Durante el juicio hubo once imputados que fueron condenados, sin embargo, ninguno de ellos llegó a cumplir íntegra su condena. Además, las cuantiosas indemnizaciones que debían pagar a las víctimas nunca llegaron porque se declararon insolventes.

El fiscal del caso, Fernando Seoane, siempre defendió que solo con hacer un sencillo cálculo matemático de lo que pueden producir 125.000 litros de alcohol tóxico en el mercado, se podía saber la magnitud de la tragedia. Seoane estimaba que las víctimas estuvieron por encima de 5.000, entre fallecidos y personas que se quedaron ciegas.

El metílico letal de Aguiar llega a Nueva York

Debido a las enormes cantidades de alcohol metílico que vendió Rogelio Aguiar, algunas de las garrafas llegaron incluso al otro lado del Atlántico, como indica el escritor y periodista de investigación Fernando Méndez en su libro Metílico, 50 años envenenados, en el que está basada la película.

Ese año hubo una muerte masiva de vagabundos en Manhattan por alcohol metílico

«En el puerto de Nueva York fue intervenido un envío procedente de Vigo de bebidas contaminadas con alcohol metílico, según recoge el sumario del caso. Debido al descontrol de las autoridades sanitarias y de aduanas, no se sabe con exactitud qué cantidad pudo llegar realmente. Lo que sí coincide en el tiempo, primavera del 63, es la muerte masiva de vagabundos en la zona de Manhattan por alcohol metílico, con bebidas baratas que provenían de garrafón. Los diarios se hicieron eco de ello. Es mucha coincidencia», argumenta a SINC Méndez.

Su libro está escrito a partir de una investigación de cinco años, de los más de 30.000 folios del sumario del juicio. «No sé si podría volver a abrir el caso y aportar nuevas pruebas, pero creo que las víctimas merecen por lo menos un reconocimiento social que no han tenido en los últimos 50 años», subraya Méndez.

Un caso difícil de repetir en España

Casos de intoxicación y muerte por alcohol metílico suceden en el mundo todas las semanas. En el caso de España, se continúa produciendo ‘aguardiente de casa’ fuera del control de un consejo regulador.

En Madrid se han analizado este año 140 bebidas espirituosas. El 25% orujos de los cuales solo uno incumplía la normativa 

Sin embargo, en la actualidad los controles de calidad del alcohol pasan por procesos que hacen muy difícil que algo así pueda volver a repetirse. De ello se encargan laboratorios como el de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid.

«Nosotros actuamos de acuerdo con unas campañas analíticas que, tras la inspección y toma de muestras, se llevan a cabo en nuestro laboratorio», apunta a SINC Emiliano Rojas Gil, adjunto al jefe de departamento del laboratorio. En total en Madrid se han analizado este año 140 bebidas espirituosas. El 25% fueron orujos, de los cuales solo uno incumplía la normativa.

«Aplicamos un reglamento que establece un contenido máximo de metanol. Los límites son, por ejemplo, 1.000 mg/L para orujos, 2.000 mg/L en brandis y 1.500 mg/L en aguardiente de hollejo de fruta. Si se sobrepasan, las bebidas están fuera de la legislación y se consideran tóxicas», argumenta Rojas.

Este año, el caso del orujo que llegó al laboratorio con límites por encima de lo permitido se solucionó rápidamente según el protocolo de actuación. Hicieron un análisis contradictorio con la empresa, esta corrigió su sistema de producción y eliminó del mercado todo el producto. «La nueva partida ya reunía las condiciones de acuerdo con el reglamento», asegura Rojas. Para que casos como el del metanol de Galicia no vuelvan a suceder, y se pueda hacer justica a personas como Emilio Rodríguez, sus historias no deberían caer nunca en el olvido.

http://www.publico.es/486047/franco-oculto-el-mayor-envenenamiento-masivo-de-la-historia-de-espana


Memoria crítica

marzo 30, 2013

El saber mejora y libera, la ignorancia embrutece…

Alumnos del Instituto-Escuela de Barcelona durante una fiesta de fin de curso en 1932.

26 MAR 2013

En España algo que nunca ha faltado son los defensores de la ignorancia. Tradicionalmente, solían pertenecer a los gremios más reaccionarios, y por lo tanto más interesados en la sumisión analfabeta de las mayorías. Nada como la ignorancia para asegurar la fe en los milagros y la reverencia hacia los terratenientes, y para asegurarles a estos las masas de jornaleros dispuestos a trabajar a cambio de salarios de limosna en sus latifundios, y en caso necesario a dejarse poner uniformes y a servir de carne de cañón en las guerras, marcando el paso en los desfiles ante el Santísimo y la bandera a los sones de un pasodoble patriótico. Predicadores de los catecismos socialistas utópicos del siglo XIX alentaban con una misma elocuencia las cooperativas obreras y la instrucción pública, y las primeras mujeres rebeldes que reclamaban la igualdad con valentía inaudita celebraban el aprendizaje y el conocimiento como herramientas necesarias para conseguirla.

Los socialistas y los anarquistas competían fieramente y a veces violentamente entre sí, e imaginaban paraísos obreros incompatibles, pero tenían en común una pasión idéntica por la educación. El saber mejoraba y liberaba; la ignorancia embrutecía. La reacción levantaba iglesias, cuarteles, conventos, plazas de toros; ser progresista —noble palabra liberal que en nuestra juventud quedó encogida y amputada y caricaturizada en el término “progre”— significaba, prioritariamente, levantar escuelas e institutos de enseñanza media desde los cuales irradiara el entusiasmo del conocimiento, la eficacia práctica y cívica de la racionalidad. Aprender mejoraba la vida de las personas y fomentaba la prosperidad del país, al permitir el despliegue colectivo de las formas más variadas del talento individual. En medio de las nieblas místicas del 98, inteligencias tan apegadas a la realidad de las cosas como la de Joaquín Costa, Giner de los Ríos y Santiago Ramón y Cajal proponían remedios muy semejantes para sacar al país del atraso y la abismal injusticia: escuela y despensa, regadíos, preparación técnica y científica, trabajo fértil y no humillante, estudio. A la II República le dio tiempo a hacer pocas cosas, pero algunas de las prioritarias fueron las escuelas y los institutos, y unos planes de bachillerato tan rigurosos que ni el franquismo pudo desguazarlos del todo. Que los matarifes del ejército sublevado en julio de 1936 se dieran tanta prisa en ejecutar a los maestros de escuela es el indicio de otro orden de prioridades.

Una de las sorpresas más desagradables de la democracia fue que la izquierda abandonara su viejo fervor por la instrucción pública

Una de las sorpresas más desagradables de la democracia fue que la izquierda abandonara su viejo fervor por la instrucción pública para sumarse a la derecha en la celebración de la ignorancia. Y así se ha dado la paradoja de que al mismo tiempo que se cumplía el sueño de la escolarización universal triunfaba una sorda conspiración para volverla inoperante. La izquierda política y sindical decidió, misteriosamente, que la ignorancia era liberadora y el conocimiento, cuando menos, sospechoso, incluso reaccionario, hasta franquista. En otra época los argumentos contra el saber oscilaban entre un amor roussoniano por el niño como buen salvaje y una afición maoísta por convertir la mente en una pizarra en blanco en la que se inscribirían con más facilidad las consignas políticas. Ahora, como no podía ser menos, los celebradores del analfabetismo feliz echan mano de las nuevas tecnologías: ¿Quién necesita aprender nada, si todo el conocimiento está fácilmente, risueñamente disponible, con solo teclear en un teléfono móvil? Gracias a Internet, ejercitar y alimentar la memoria es una tarea tan obsoleta como aprender a cazar con arcos y flechas. Lo que hace falta no es embutir en los cerebros infantiles o juveniles “contenidos” que en muy poco tiempo se quedarán anticuados, y a los que en cualquier caso se puede acceder sin ninguna dificultad, sino alentar “actitudes”, otra palabra fetiche en esa lengua de brujos. Que el niño no aprenda, sino que aprenda a aprender, repiten, que desarrolle su creatividad, espíritu crítico, a ser posible transversalmente, etcétera.

Tanta palabrería de sonsonete científico encubre nociones extraordinariamente primitivas sobre la inteligencia y sobre la memoria: como si ésta fuera un fardo que pesará más cuanto más se cargue en ella, un almacén en el que los conocimientos aguardan a ser reclamados, como se recupera un archivo en un ordenador. Ni la curiosidad, ni el espíritu crítico, ni la tan celebraba creatividad se sustentan en el vacío. En los estudios más competentes sobre el funcionamiento de la inteligencia creativa se descubre cada vez más el valor de lo que se llama “working memory”: la memoria que trabaja, la memoria activa, la que compara ágilmente una experiencia inmediata con otras anteriores o con ejemplos aprendidos en los repertorios culturales, la que al poner juntos elementos en apariencia lejanos entre sí descubre conexiones y posibilidades nuevas. Es una poderosa y muy bien adiestrada memoria visual la que permite a un artista vislumbrar lo excepcional en lo común, lo semejante en lo que parecía diverso —y también a distinguir entre lo verdaderamente nuevo y la moneda falsa de la moda, y a saber que en la plena originalidad hay siempre un fondo inmemorial de experiencia del mundo—.

Que tanta información sea ahora accesible es una razón para instruirnos en el rigor del conocimiento, no para desdeñarlo como innecesario

El conocimiento histórico o científico no son fardos inertes que estarán esperando a ser consultados en la Wikipedia, igual que un aparador inútil que acumula polvo en un guardamuebles. Lo que sabemos del pasado sucede en el presente, porque nos ayuda en la tarea imperiosa de intentar comprenderlo, y por lo tanto nos pone en guardia contra las manipulaciones y los groseros embustes a los que son tan aficionadas las castas políticas y los ideólogos. Sin una conciencia histórica informada y activa no hay manera de valorar lo que sucede ahora mismo, porque no hay términos de comparación con lo que sucedía hace muy poco o hace mucho; y tan necesaria como la conciencia histórica es un grado solvente de conciencia geográfica: la idea tribal de que el lugar de uno es el centro del mundo tendrá menos fervorosos adeptos si en la escuela y en el instituto se enseña la amplitud y la variedad de los paisajes y de las formas de vida.

Que tanta información sea ahora inmediatamente accesible es una razón más para instruirnos en el rigor del conocimiento, no para desdeñarlo como innecesario: igual que la sensibilidad literaria se educa leyendo, y el oído escuchando, y la mirada viendo arte, la inteligencia crítica se afila aprendiendo a distinguir la información sólida y contrastada de la propaganda, el bulo y la calumnia. El saber despierta el apetito de saber más; la ignorancia sólo alimenta ignorancia y desgana.

En la izquierda, cualquier crítica del estado actual de la educación activa como un anticuerpo la acusación de nostalgia del franquismo. La derecha se ríe con esa sonrisa cínica del ministro de Educación: ellos van a lo suyo, a desmantelar lo público y favorecer los intereses privados y el dominio de la Iglesia, y en cualquier caso siempre tienen medios para costear estudios de élite y másteres a sus hijos. Es la clase trabajadora la que paga el precio de tantos años de despropósitos. De nuevo la ignorancia es el mayor obstáculo para salir de la pobreza. Quizás no falta mucho tiempo para que aparezcan de nuevo visionarios que vayan predicando por los barrios populares la utopía liberadora de la instrucción pública.

http://www.antoniomuñozmolina.es

http://elpais.com/cultura/2013/03/26/actualidad/1364312572_805278.html


El ‘Azor’ ya es chatarra histórica…

enero 21, 2012

El artista Fernando Sánchez Castillo desguaza el barco de Franco y lo manda al Matadero, convertido en una escultura abstracta

PEIO H. RIAÑO MADRID 21/01/2012

El barco es ahora una gran montaña de acero y aluminio pasada por el desguace. fernando sánchez

El barco es ahora una gran montaña de acero y aluminio pasada por el desguace. fernando sánchez

Es posible que Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970) sea el artista que más veces ha descuartizado a Francisco Franco. En esta ocasión, su obsesión por analizar la exaltación y el miedo que tiene este país con los mitos de la Guerra Civil y la dictadura, le ha llevado a comprar el Azor, la embarcación de recreo del dictador, que hasta el momento se encontraba varado como reclamo turístico del Mesón El Labrador (km. 223), en el pueblo burgalés de Cogollos. Y la ha troceado.

Sólo ha dejado intactos y reconocibles el mástil, los asientos y las letras con el nombre del barco. Con esta acción ha logrado que uno de los últimos referentes vivos (aunque abandonado) haya perdido todo su significado al transformarlo en una gran montaña de acero y aluminio pasada por el desguace, un prisma sin carga emotiva. Ahora descansa en paz, arrugado, en la nave frigorífica del Matadero de Madrid, convertido en una escultura mini-malista gigante.

La intervención artística se ha titulado ‘Síndrome de Guernica’

Hasta el momento, Fernando ha protagonizado las reflexiones más incisivas y molestas sobre las imágenes legadas del pasado, porque como él mismo dice «tenemos un problema con nuestra historia». Es difícil olvidar trabajos como la visita con invidentes a un almacén para tocar una escultura de Franco, retirada gracias a la Ley de la Memoria Histórica. Pero en realidad, lo que aquel trabajo demostró, al negarle el acceso a cientos de imágenes salvo el permiso del Ayuntamiento de Barcelona, fue la incapacidad de este país para tratar con normalidad ciertos elementos de su historia más reciente. La sombra del silencio es tan alargada que oprime a la democracia.

Sánchez Castillo, el destructor de tabúes, ha titulado a su intervención Síndrome de Guernica. «El barco ha cambiado de estado, ha pasado del campo del mito y la memoria a la órbita de la estética moderna. Por primera vez Picasso utilizó en el Guernica un lenguaje formal como el cubismo para meterse en un asunto real y cruel. Mi proceso fue a la inversa: pase la historia a una paz formal, como el cubo. Es una forma abstracta que no suelo utilizar porque soy más figurativo», explica a este periódico el artista.

«Responsabilidad histórica»

Sánchez Castillo ya ha reflexionado otras veces sobre las imágenes del pasado

Con sus palabras quiere aclarar que no tiene «responsabilidad histórica» por haber desguazado el barco. «Tengo una responsabilidad estética. No soy polemista, no lo considero una destrucción. Se destruye cuando el barco deja de ser barco, pero ahora hay una memoria de lo que fue el barco». De hecho, el destino de la nave era la destrucción por decreto ley, pero la orden no se llegó a cumplir nunca.

«El mayor tabú es que yo estoy actuando como el Estado, que oculta las esculturas de Franco», recuerda el artista en referencia a la falta de normalidad democrática en la gestión de la memoria histórica de las instituciones. Es más, la burocracia, las úlceras, las negativas son parte de su proceso democrático al demostrar que 35 años no han sido suficientes para la Transición.

Reconoce que con la transformación en chatarra del Azor se enfrenta a varios momentos de la vida del barco, que coinciden con los de la historia contemporánea española. «La vida como barco en la dictadura, donde Franco determina el heredero al trono y prueba a los ministros; la Transición que ordenó su destrucción, pero que Felipe González usa un verano; y el momento postcapitalista, cuando se intenta rescatar por la vía comercial y convertirlo en un hotel flotante en Marbella, lo que choca con la orden del Estado que quiere ocultarlo y hacerlo desaparecer, pero no lo consigue», resume el artista.

El artista ha quitado así el significado a uno de los últimos referentes franquistas

Sánchez Castillo retoma las palabras de Picasso al responder a los nazis cuando le recriminaban el Guernica: «No, no, esto lo han hecho ustedes». «Pues esto lo hemos hecho entre todos. La autoría no es solamente mía, el artista es un catalizador, un acelerador de procesos», cuenta en alusión a la conservación que hace la sociedad de la memoria. «El barco está mejor preservado que nunca».

Fernando ha reciclado el paisaje intelectual del país, ha desmenuzado durante una semana el barco con ayuda de los recuperadores del metal (a quienes pertenecen los bloques que se amontonan en Matadero). Compró el barco por algo más que al peso, pagó por la historia. No quiere desvelar por cuánto, pero asegura que cualquier ciudadano español podría haberlo hecho antes que él, pero «no interesaba a nadie». «Franco ya no era rentable económicamente», asegura.

El último viaje

El último propietario del Azor explica que el arte contemporáneo no es una labor terapéutica, porque «no hay consuelo, ni es algo positivo». Menos aún si se está ante uno de sus trabajos, donde el espectador entra en conflicto con su propio pasado, con su propia definición e identidad. Reconoce que ha sido un proyecto de alto riesgo, que ha actuado con un secretismo casi militar y que esta visión multiplica las preguntas, sin responder ninguna. Remata en un lacónico «los artistas somos gente molesta», sólo superado con un determinante «si pudiera, me exiliaría».

El último viaje del Azor fue al desguace. La metáfora del penúltimo signo del franquismo. «El último es el Valle de los Caídos, pero eso se caerá solo», afirma, porque, según cuenta, la piedra caliza que se empleó era de baja calidad y se está resquebrajando sin remedio. El Azor se ha despedido sin odas ni cantares, parecía indestructible y en su nueva vida es jugo de un artista. Ya no está, aunque se siente.

Público.es

http://www.publico.es/417974


El espía que pintaba al óleo a los espías…

octubre 2, 2011

Tomás Harris, responsable del contraespionaje británico, experto en Goya y mentor de Kim Philby, retrató a los agentes secretos Donald McLean y Desmond Bristow

RAFAEL FRAGUAS – Madrid – 26/09/2011

Madrid fue una de las principales capitales europeas del espionaje durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Ahora, 66 años después del fin de la última conflagración, recupera un destello de su protagonismo: los retratos de tres de los principales espías de todos los tiempos, todos ellos vinculados de alguna forma a España, salen por vez primera a la luz gracias al madrileño José Antonio Buces, que quiere reivindicar la memoria de unos de ellos, su tío Tomás Harris, como pintor, coleccionista de arte y patriota antifascista.

Almendros en flor

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Almendros en flor, pintado por Tomás Harris.- BUCES-RENARD

Donald Maclean

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Donald Maclead, amigo del pintor y de Kim Philby, que huyó a la Unión Soviética en 1951.- BUCES-RENARD

Desmond Bristow

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Desmond Bristow, quien condujo a Juan Pujol desde Gibraltar hasta Inglaterra para montar la intoxicación estratégica contra Hitler por orden de Harris.- BUCES-RENARD

La noticia en otros webs

El espía-pintor era hijo de un anticuario inglés y de una española

Su pintura evocaba el sufrimiento acumulado en su experiencia bélica

Un accidente segó la vida del muñidor del engaño a Hitler en Normandía

Su muerte, en Mallorca, concitó sospechas de un supuesto asesinato

Tomás Harris, hijo de inglés y sevillana, que vivió y murió en España, dedicó al arte la mayor parte de su vida, como coleccionista, escultor y pintor. Fue el muñidor de algunas de las más importantes -y letales- operaciones de intoxicación informativa contra los nazis, desde el servicio secreto británico. Pero su vida pública discurrió por las grandes avenidas de la pintura, como autor, marchante y donante del Museo del Prado. Su nombre ha figurado durante décadas en el acceso superior de la puerta de Goya, de cuya obra fue considerado como muy principal especialista.

Tres de sus mejores obras al óleo, correspondientes a tres importantes espías, él incluido, dos de ellas inéditas hasta hoy, las conserva en su domicilio de Aravaca su sobrino, José Antonio Buces, uno de los restauradores de arte más veteranos del Instituto del Patrimonio Histórico. Buces se encuentra hoy comprometido en reivindicar la memoria de Tomás Harris como artista y también como patriota británico antifascista al servicio de la democracia europea, por la que peleó desde las filas del espionaje inglés durante la Segunda Guerra Mundial.

Las tres pinturas de Harris, hasta ahora inéditas en Madrid, son un autorretrato del pintor y dos efigies de sus amigos, Donald Maclean y Desmond Bristow, éste unido a él por su participación durante la contienda mundial en la Sección Ibérica del servicio secreto británico. Maclean cobró celebridad internacional al descubrirse, con su huida a Moscú, su condición de espía doble al servicio de la Unión Soviética. Estuvo integrado en el llamado Grupo de Cambridge, un núcleo de selectos agentes británicos formado también por Anthony Blunt, John Cairncross, Kim Philby -al que Harris avaló para ingresar al servicio secreto- y Guy Burgess. Este último y Maclean huyeron a la URSS en 1951 con la ayuda de Philby, que posteriormente, en 1963, les seguiría, tras filtrar todos ellos al Kremlin algunos de los principales secretos estadounidenses, arcanos nucleares incluidos. Desmond Bristow, frecuente visitante de Madrid, también adscrito entonces al departamento de la Península Ibérica del MI-5, trabajaría para la compañía surafricana de diamantes De Beers, residiría en la malagueña Frigiliana y escribiría su libro Juego de topos, sobre espionaje. Bristow murió en España en el año 2000.

Tomás Harris, amigo leal de todos ellos, tuvo que afrontar sobre su persona sospechas derivadas de aquella amistad, pero su fuerte personalidad, pareja a sus convicciones, le mantuvo a cubierto de las numerosas insidias sobre él vertidas. «Lo recuerdo como un hombre muy cariñoso y niñero», cuenta José Antonio Buces mientras contempla con unción el retrato de su tío. Harris había nacido en Londres en 1918, en el seno de una familia de padre judío inglés, Lionel, y madre cristiana sevillana, Enriqueta. Ella era nieta de un anticuario y desbravador de caballos e hija de Tomás, un rejoneador que, junto a su hermano Pepe, formó en los albores del siglo XX la pareja taurina de Los Hermanos Tabardillo. Ambos se habían amistado con artistas y pintores españoles en el París finisecular, y se dedicaron con éxito a la adquisición y venta de antigüedades.

En su mocedad, Lionel Harris viajó América del Sur y España, donde trabó amistad con anticuarios locales. Tras regresar a Inglaterra, comenzó a interesarse por el coleccionismo de obras de arte, joyas, añejos textiles, tallas y pinturas. Su hijo Tomás mostró desde edad temprana una clara afección por el dibujo y la música, afición ésta que desplegó en una jazz band, donde interpretaba el bajo. Tras abandonar el colegio de su refinado barrio natal londinense de Hampstead, ingresó en la Escuela de Arte Slade, donde fue discípulo de Henry Tonks. A los 14 años consiguió una beca, la Travelyan-Goodall Scholarship, que no sólo le abrió las puertas de la Slade sino también de la Academia Británica de Roma, donde cursaría durante un año pintura y escultura.

Al volver a Londres, su padre Lionel le persuadió para seguirle en el negocio de las antigüedades; con algo más de 20 años ya había fundado su primera galería, la Tomás Harris Ltd. Allí organizó en 1931 su primera exposición de arte español, Spanish Artist, con obras de Velázquez, Zurbarán, El Greco y Goya, pintor éste del cual Harris llegaría a ser uno de los principales expertos a escala mundial. Aquella primera muestra fue inaugurada por Ramón Pérez de Ayala, embajador de la República Española en la corte de San Jaime y gran amigo de los Harris.

Su negocio de antigüedades prosperó, y en 1938 organizó otra gran exposición, From Greco to Goya, inaugurada por Lady Ebbisham, presidenta de la Cruz Roja Británica, y por Pablo de Azcárate, embajador de España en Reino Unido. La recaudación por la venta de los catálogos fue cedida a la Cruz Roja como ayuda a los refugiados españoles de ambos bandos de la Guerra Civil.

Harris atesoró colecciones de dibujos italianos de los Tiépolo, más otros españoles, franceses, así como joyas renacentistas y barrocas. Su mayor logro fueron los grabados, especialmente de Durero, Rembrandt y, sobre todo, de Goya, cuya extraordinaria colección, The Tomas Harris Collection, fue cedida por su familia al Museo Británico como pago de impuestos.

En los años previos a la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia de su amistad con los miembros del grupo de Cambridge, dado su conocimiento de España y de la lengua materna, Harris se enroló en el servicio secreto británico y llegó a ser jefe de la Sección Ibérica del MI-5.

A él se debe la ideación y dirección de las operaciones Fortitude y Garbo, ésta protagonizada por Juan Pujol García, barcelonés, que intoxicó con informaciones falsas al Abwher, servicio secreto militar alemán, durante el desembarco de Normandía. De éste informó a Hitler seis horas antes de iniciarse, alertándole de que no moviera sus baterías de Boulogne ya que el desembarco era «mera distracción»; fue decisivo para permitir a los aliados consolidar la cabeza de puente que marcó el comienzo de la liberación europea de los ejércitos del Tercer Reich, que alivió la presión alemana contra la URSS. Ello despertó sospechas en los sectores más reaccionarios del poder en Inglaterra y Estados Unidos. Aquel fue uno de los más restallantes episodios del espionaje y del contraespionaje de todos los tiempos. Y Harris, a través de Garbo, fue uno de sus principales muñidores.

Al terminar la guerra, con 37 años y una copiosa fortuna, Tomás Harris se trasladó a España, primero a Madrid, luego a Torremolinos y posteriormente a Mallorca, a Camp de Mar, donde se instaló en una casa que perteneciera al ilustrador británico Cecil Aldin, en una caleta situada entre los cabos Andritxol y Llamp. En su jardín, hecho curioso, fue enterrado el perrito que popularizara el logo de la discográfica RCA, Víctor.

Harris se aplicó a su gran pasión, la pintura, fruto de la cual son estos tres retratos ahora conocidos por vez primera en Madrid. Al decir del renombrado experto Lafuente Ferrari, «su estilo revela una gran maestría en el dibujo y una rica paleta que evoca a Van Gogh, aunque un punto gélida». Otros críticos de arte subrayan que Tomás Harris padeció sobremanera durante la guerra y también por la peripecia de sus amigos espías huidos a la URSS, con un sufrimiento que no le abandonaría nunca.

Harris fue muy amigo de la familia Enseñat; del galerista José María Costa, del dibujante José Bover, del doctor Mestre y de Gariel Rebassa, cura párroco de Andratx, entre otras personas. Con ocasionales viajes a Estados Unidos para exponer su obra o bien a alguna capital de Europa -incluida su amada Londres- para realizar negocios, discurrió su vida.

Durante 15 años pintó y ejerció el arte del grabado, técnica que aprendió después de la guerra con John Buckland Wright, en la Slade. Trabajó la pella de barro para hacer esculturas, fundamentalmente retratos. Hizo cartones para tapices, tejidos luego en la Real Fabrica de Madrid, así como vidrieras y cerámica, técnica en la que sobresalió al recrear formas tradicionales mallorquinas y otras de audaces diseños.

La muerte -cuya noticia fue recibida con enormes recelos apenas un año después de la deserción de Kim Philby a Moscú y simultáneamente al descubrimiento de sir Anthony Blunt como espía doble- le sorprendió a comienzos de 1964 tras una comida en Palma de Mallorca con Robert Graves. Harris sufrió una fractura de la base del cráneo cuando viajaba en un Citroën Tiburón con el que chocó contra un almendro mientras se desplazaba en dirección a Felanitx en compañía de Hilda Webb, su esposa, que le sobrevivió.

«Se especuló y mucho con las causas del accidente, y se le buscaron tres pies al gato», cuenta su sobrino Buces Aguado. «Algunos afirmaron sin fundamento, que fueron los soviéticos, pero desmiento este extremo, muy de película». Buces invoca varios hechos para fundamentar su mentís: «La compañía de seguros pagó a Hilda, su mujer, una muy elevada cantidad de dinero de la póliza que Tomás tenía suscrita. En caso de haber algo confuso o poco claro, la aseguradora lo habría investigado exhaustivamente antes de hacer efectivo el pago, cosa que no se hizo».

«Tomás fue discreto con lo suyo y con lo de los demás, hablaba lo justo y ninguna de las personas que le conocieron supo nunca por él nada de su actividad en el MI-5». Buces remacha que «nunca le fueron retirados los honores de Caballero de la Orden del Imperio Británico, concedidos por el rey Jorge VI por sus servicios al Reino Unido». Los restos de Harris reposan en un cementerio civil de Palma de Mallorca, cerca de los almendros, los árboles que con tanta pasión y desenvoltura pintara durante su trepidante vida.

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Tomás Harris

Última fotografía de Tomás Harris.- BUCES-RENARD

El País.com:

http://www.elpais.com/articulo/madrid/espia/pintaba/oleo/espias/elpepiespmad/20110926elpmad_10/Tes


«…después de los dictadores vienen los organizadores del olvido.»

junio 18, 2011
14 jun 2011

Las esquelas se pagan y se publican habitualmente en los periódicos, pero alguna vez eso no llega a ocurrir porque alguien o algo lo impide. Es el caso de la que lleva los nombres de una misma familia, luchadores todos ellos por la Justicia y Libertad cuando eso podía costar y costaba la vida, la cárcel o el exilio. La esquela que ilustra este comentario no apareció en el diario El País al que iba destinada, según se deduce por el diseño (la esquela data de 2010 pero la familia de la fallecida ha querido publicarla ahora, según Foro por la Memoria de Guadalajara).

Puede que el citado periódico considerase censurable el término torturada en la cabecera necrológica, porque en enero de 2008 ese mismo diario publicó un obituario del comisario Ballesteros en el que solo se glosaba al mentado como experto antiterrorista y participante en la conversaciones de Argel, sin hacer referencia alguna a lo que César Llorca Tello y 18 firmas más puntualizaron días después en una carta al director.

La carrera profesional de Manuel Ballesteros, así como su triste notoriedad, no empezaron en 1979 -se especificaba en esa misiva conjunta-, sino en 1968 con la detención en Valencia de 36 comunistas y sindicalistas que durante largos días fueron brutalmente torturados.

A propósito de censuras y olvidos a cuenta de torturadas y torturadores, parece oportuno traer a colación la cita de un autor, poeta y periodista argentino al que el diario El País concedió en su día gran cobertura informativa con motivo de la concesión del Premio Cervantes (2007). Dijo Juan Gelman entonces: después de los dictadores vienen los organizadores del olvido.

Público.es


CUANDO LAS COSAS NO SE LLAMAN POR SU VERDADERO NOMBRE y TODO SIGUE ATADO Y BIEN ATADO…

junio 11, 2011


Cuando las cosas no se llaman por su verdadero nombre es que se miente, y  en democracia, cuando se pierde la objetividad y el rigor científico en la historia de un país, y por consiguiente, se adultera la memoria del mismo, es que algo no funciona bien y que el futuro se está cimentando en la más escandalosa de las mentiras, la negación de las vidas que formaron parte de ésa propia historia, y por supuesto  representa que al día de hoy, el sátrapa tal y como dijo…, lo dejó todo atado y bien atado.

Seis millones de euros para un proyecto subvencionado por el Ministerio de Educación, por tanto, una oportunidad única de hacer justicia histórica,  un modo también único de documentar, difundir y dar a conocer a las nuevas generaciones su pretérito origen democrático soportado a través del mal llamado Diccionario Biográfico Español de 50 volúmenes; y que el propio Ministerio de Cultura debería haber cuidado muchísimo más en su modo y forma de ser editado, con la finalidad de garantizar la objetividad, imparcialidad e independencia ideológica e histórica que tan  magna obra debería contener. Máxime, cuando los fondos que la originan son del erario público, es decir, el dinero que todos pagamos y tanto nos cuesta ganar. Pagar para generar conocimiento, exponer la verdad de hechos acontecidos y dejar testimonio documental de nuestras efemérides nacionales es loable, justo  y necesario, como también debería ser hacerlo con toda la rigurosidad exigible que la historia y la verdad  merecen.

Cuando a las cosas, hechos o personas no se las llamamos por su verdadero nombre estamos faltando a la verdad, estamos adulterando la historia y estamos perdiendo la oportunidad de legar testimonios fiables que puedan enseñar en el futuro las consecuencias de nuestros yerros pasados. Seis millones de euros para ofender a la historia y a sus protagonistas, seis millones de euros para anestesiar la memoria histórica de un país, seis millones  de euros para esconder la verdad con eufemismos disfrazados de democrático fascismo. Y luego es criticado por la derechona casposa el dinero invertido en la Recuperación de la Memoria Histórica.

Y es que si Francisco Franco Bahamonde tal y como queda definido ““montó un régimen autoritario pero no totalitario” es que esta obra de cincuenta tomos es tan válida como documento histórico como el rollo de papel higiénico que hay en mi baño, o sea, uno sirve para limpiarse esa noble parte del cuerpo y la otra esa negra parte de la historia de España que sigue escondida en el manto terruño de la piel de toro. Es como decir que Adolf Hitler fue un dirigente democráticamente autoritario y que el Holocausto fue un ERP (Expediente de Regulación de Personas). Como diría aquél ex.presidente del parlamento…¡Manda huevos!

Al final cuando las cosas no se llaman por su nombre es que todo sigue igual…, atado y bien atado; y además, demuestra que nuestra descafeinada democracia amparada en una monarquía impuesta por el dictador, es la legítima hija  hereditaria de la represión y el escarnio sufrido por un pueblo que no es capaz de afrontar su deber e historia, y que aprovechando su fortaleza institucional y el buen hacer de aquellos fieles al Movimiento Nacional (entre ellos el Jefe del Estado que juro fidelidad y pleitesía a dicho movimiento – a las hemerotecas me refiero para quién lo dude- ) que sembraron la mentira como verdad única y que mantienen la misma con la premisa de que una mentira repetida muchas veces y prolongada en el tiempo acaba convirtiéndose en una verdad. Y aquí la única verdad es que los muertos, desaparecidos, exiliados, secuestrados y reprimidos de cualquier forma siguen sin tener historia, vidas y que  sólo fueron objeto del autoritarismo de un régimen legitimado por la cobardía del ser humano. Con esta obra los vuelven a sentenciar de nuevo y ejecutar en todos los aspectos. Y es que la historia al final siempre es escrita por los vencedores y los vencidos nunca forman parte de ella.

Jordi Carreño Crispín

Vicepresidente de la A.I. La Memoria Viv@

Dirigentes autoritarios que no totalitarios según el Diccionario Biográfico Histórico


Los comisarios de la memoria histórica…

mayo 11, 2011

José García Domínguez

He ahí la genuina razón, sin duda, de que tampoco me revelasen dónde está Andreu Nin, otra ausencia que entonces no acerté a explicarme. Al igual que la de Joan Comorera, por cierto.

Según leo en ABC, tras cierta pesquisa contable de la Sindicatura de Cuentas de Cataluña, acaba de descubrirse que los comisarios de la memoria histórica padecieron un agudo brote de amnesia en tiempos del Tripartito. Al punto de que olvidaron que sus nóminas, como las de cualquier otro empleado público, vienen reguladas por ley. Tal que así, a la plantilla toda del negociado que gestiona el recuerdo le pasó inadvertido que ingresaba sobresueldos de hasta setenta mil euros por barba.Memorial Democrático, lo bautizaron los comunistas, sus primeros usufructuarios, acaso en inconsciente homenaje a la neolengua de 1984.

Es sabido, por lo demás, que hasta el mejor escribano echa un borrón. De ahí que por el sumidero de su mala cabeza se evaporase un presupuesto de 3,7 millones de euros anuales. Que ésa era la partida consignada a fin de encajar el pasado en el relato canónico de la construcción nacional. El Memorial, una mañana, ira ya para dos años, me dio por plantarme allí. Fue por culpa del catedrático Borja de Riquer, célebre animador del revival guerracivilista. «Sorprende como gente que se dice demócrata cree que más vale no remover el pasado», acababa de sentenciar don Borja con gran contento de la prensa de la provincia, que festejó la deposición en planas muy principales. He de confesar que el aserto me convenció. Acudí, pues, con la vaga esperanza de encontrar alguna huella del ilustre Martín de Riquer, a la sazón su señor padre.

Por más referencias, el organizador en 1939 del triunfal desfile por la Diagonal de Barcelona del ejército llamado nacional. El mismo que bajo el mando del general Yagüe –y el aplauso entusiasta de las fuerzas vivas, con La Vanguardia a la cabeza– acababa de ocupar la ciudad. Pero ni rastro. Ni una sola referencia. Nada. Ahora lo entiendo: falló el presupuesto. Las nóminas, ya se sabe. He ahí la genuina razón, sin duda, de que tampoco me revelasen dónde está Andreu Nin, otra ausencia que entonces no acerté a explicarme. Al igual que la de Joan Comorera, por cierto. Comorera, el líder del PSUC enviado a España en 1953 y, acto seguido, delatado a la policía de Franco por la gente de Carrillo. Ah, la memoria, esa sórdida gestoría de aguinaldos. Según leo en ABC, tras cierta pesquisa contable de la Sindicatura de Cuentas de Cataluña, acaba de descubrirse que los comisarios de la memoria histórica padecieron un agudo brote de amnesia en tiempos del Tripartito. Al punto de que olvidaron que sus nóminas, como las de cualquier otro empleado público, vienen reguladas por ley. Tal que así, a la plantilla toda del negociado que gestiona el recuerdo le pasó inadvertido que ingresaba sobresueldos de hasta setenta mil euros por barba. Memorial Democrático, lo bautizaron los comunistas, sus primeros usufructuarios, acaso en inconsciente homenaje a la neolengua de 1984. Es sabido, por lo demás, que hasta el mejor escribano echa un borrón. De ahí que por el sumidero de su mala cabeza se evaporase un presupuesto de 3,7 millones de euros anuales. Que ésa era la partida consignada a fin de encajar el pasado en el relato canónico de la construcción nacional. El Memorial, una mañana, ira ya para dos años, me dio por plantarme allí. Fue por culpa del catedrático Borja de Riquer, célebre animador del revival guerracivilista. «Sorprende como gente que se dice demócrata cree que más vale no remover el pasado», acababa de sentenciar don Borja con gran contento de la prensa de la provincia, que festejó la deposición en planas muy principales. He de confesar que el aserto me convenció. Acudí, pues, con la vaga esperanza de encontrar alguna huella del ilustre Martín de Riquer, a la sazón su señor padre. Por más referencias, el organizador en 1939 del triunfal desfile por la Diagonal de Barcelona del ejército llamado nacional. El mismo que bajo el mando del general Yagüe –y el aplauso entusiasta de las fuerzas vivas, con La Vanguardia a la cabeza– acababa de ocupar la ciudad. Pero ni rastro. Ni una sola referencia. Nada. Ahora lo entiendo: falló el presupuesto. Las nóminas, ya se sabe. He ahí la genuina razón, sin duda, de que tampoco me revelasen dónde está Andreu Nin, otra ausencia que entonces no acerté a explicarme. Al igual que la de Joan Comorera, por cierto. Comorera, el líder del PSUC enviado a España en 1953 y, acto seguido, delatado a la policía de Franco por la gente de Carrillo. Ah, la memoria, esa sórdida gestoría de aguinaldos.

Libertad Digital vía google noticias


Una página inesperada del 23-F

marzo 13, 2011

REPORTAJE: RECONCILIACIÓN 30 AÑOS DESPUÉS

30 años después del 23-F, el guardia civil que arrancó a un diputado las notas escritas durante el golpe se las devuelve. Esta es la historia

JOAQUÍN PRIETO 13/03/2011

El abrazo entre el ex guardia civil José Antonio Iglesias y el exparlamentario Lluís Maria de Puig

El ex guardia civil José Antonio Iglesias (izquierda) y el exparlamentario Lluís Maria de Puig, en marzo de 2011.- SAMUEL SÁNCHEZ

Un guardia civil arrancó la hoja del libro en la que un diputado había escrito notas sobre el secuestro del Congreso, el 23 de febrero de 1981. Tres décadas después se las devuelve, con EL PAÍS como testigo. «No te agradezco lo que pasó, pero sí que me hayas llamado», le dice el exdiputado. «Yo no estaba por el golpe. Hice lo que pude para que aquello no fuera a peor», afirma el exguardia

Dos hombres se abrazan frente al Congreso de los Diputados, tras encontrarse al cabo de 30 años de unos hechos en los que ninguno querría haber participado. Los protagonistas de esta historia son el ex guardia civil José Antonio Iglesias, que entró en ese edificio con los golpistas el 23 de febrero de 1981; y Lluís Maria de Puig Olivé, diputado de Socialistas de Cataluña en aquel tiempo, a quien le fue requisado un libro durante las 18 horas que estuvo en poder de Antonio Tejero. Al aparecer ese detalle en el acta del Congreso sobre los sucesos del 23-F, difundido hace tres semanas, el exguardia llamó a EL PAÍS; reveló que él tenía una página de aquel libro con anotaciones del diputado, y dijo que deseaba devolvérselas. Después se puso en contacto con él. «No te estoy agradecido de lo que pasó aquella noche», le dijo De Puig, «pero sí de que hayas conservado esa página y de que me llamaras. De eso sí que te estoy muy agradecido».

    «¿Cómo es que la dirección del cuerpo no supo nada? ¡Pero si se enteraban de cualquier nimiedad!», afirma el exguardia «Había compañeros con miedo a que el golpe saliera, lo oí incluso a suboficiales. ¿Qué futuro nos esperaba?»

    «Me impresionó la pila de armas requisadas a los escoltas. No sé como no hubo enfrentamiento», comenta el exguardia

    «A ver si la aparición de este papel hace que salgan otros documentos ocultos del 23-F», dice el exdiputado De Puig

    Entre ambos reconstruyen la historia del objeto requisado. El encierro del 23 de febrero duraba ya cinco horas y De Puig tomó el libro que se había llevado aquel día, sacó un rotulador verde y se puso a escribir en una de las páginas que suelen publicarse en blanco. Le descubrió uno de los oficiales de Tejero, el teniente César Álvarez, quien voceó que allí estaba prohibido escribir y mandó a dos guardias al escaño. Lo cuenta De Puig:

    -Llegó la pareja: que qué estaba escribiendo. ‘Está en catalán, si quieren se lo traduzco’, les dije. Se llevaron el libro y se lo enseñaron al teniente. Vino Tejero, lo tomó con aquella actitud prepotente que tenía siempre y dio cabezazos, como si hubiera descubierto algo importante. Luego lo dejó en una mesita, al pie de la tribuna de oradores.

    El libro requisado no estuvo al alcance de su dueño en toda la noche, como una pequeña humillación adicional a la que suponía la situación de prisionero en la sede del Congreso. Cuando el secuestro consumía sus últimas horas, el libro seguía en el mismo sitio y De Puig pensó en recuperarlo. De repente, un guardia civil arrancó la hoja escrita y se la guardó, dejando el volumen amputado sobre la mesa.

    Exguardia. ¿Sabes quién te quitó esa hoja?

    Exdiputado. Pues no.

    Exguardia. Fui yo. Sí, fui yo.

    La página escrita por De Puig no contenía claves secretas. Consistía en impresiones de quien se manifestaba preocupado por lo que pudiera haberles ocurrido a los suyos, sobre todo a su hermano Jaume -en aquel tiempo, secretario del expresidente de la Generalitat Josep Tarradellas-. Es un texto de quien se siente vigilado por gente que puede reaccionar violentamente, como lo evidencian las precauciones con que redacta: una descripción somera de los disparos y esa mención al tranquilizador mensaje del general Milans, en realidad un bando de estado de excepción. No estaba la noche como para arriesgarse a que el escrito se convirtiera en una prueba acusatoria. (Véase la traducción aquí).

    Lluís Maria de Puig con la hoja que le arrancó José Antonio Iglesias eml 23-F

    Lluís Maria de Puig comprueba que la página que le devuelve el exguardia José Antonio Iglesias es la que le fue arrancada durante la noche del 23-F.- SAMUEL SÁNCHEZ

    En los recuerdos del exguardia no ha quedado grabado qué le llevó a arrancar esa hoja. «Lo hice por seguridad, ya que no entendía lo escrito», indica, como si hubiera sido un acto protector. Ignoraba a quién pertenecía el libro original, y por tanto la página en su poder, hasta que leyó su nombre al publicarse el acta de referencia, hace tres semanas.

    Decidido a colmar aquella laguna en su vida, el exguardia ha viajado a Madrid para reunirse con el exdiputado. Saca la funda de plástico donde tenía guardada la página en cuestión, la extrae y se la entrega a Lluís Maria de Puig, quien esboza un gesto de satisfacción al recuperar una pequeña parte de su historia personal. «A ver si la aparición de este papel hace que salgan otros documentos del 23-F que siguen ocultos por ahí», comenta, tras comprobar que la página, amarilleada por el tiempo, se corresponde con la que faltaba en su ejemplar de La poesía de Rafael Masó, el libro con el que salió del Congreso el 24 de febrero de 1981 sin la hoja simbólicamente recuperada tantos años después.

    La conversación se encamina ahora hacia otros derroteros. A De Puig, que ha dedicado varios años a investigar los misterios del golpe de Estado, le quema una pregunta:

    Exdiputado. Oye, y tú ¿cómo te metiste en esto?

    Exguardia. Yo estaba en el subsector de Tráfico de la Guardia Civil, que mandaba el capitán José Luis Abad. Había trabajado hasta las seis de la mañana del lunes 23 de febrero. Tras dormir un rato, como me encontraba libre de servicio, me puse a preparar el comentario de un texto de Pío Baroja, porque estaba haciendo el bachillerato. Me llamó el sargento jefe de mi destacamento y ordenó que tomara la dotación completa de armamento; es decir, subfusil Z-70 y seis cargadores de 30 cartuchos cada uno para el arma larga, más la pistola y su munición.

    Exdiputado. ¿Con qué instrucciones?

    Exguardia. Que nos trasladaríamos a Madrid, al Parque de Automovilismo, en la calle del General Mola (hoy, Príncipe de Vergara) para hacer un servicio especial, como figuraba en la papeleta de servicio. A las tres de la tarde fuimos para allá ocho de mi acuartelamiento, un cabo y siete guardias.

    José Antonio Iglesias no sabe de conspiraciones político-militares de altos vuelos. Su perspectiva es la de uno de los cientos de guardias rasos reclutados para la asonada. Lo que nunca ha comprendido es que la dirección general de la Guardia Civil estuviera en la inopia respecto a los preparativos del golpe:

    -En el Parque de Automovilismo había mucho más revuelo que cualquiera de las veces anteriores que había tenido que ir. Con tanto trasiego, ¿cómo es que los servicios de información no se enteraron de nada o no dijeron nada a la dirección general de lo que se cocía allí? ¡Pero si se enteraban de cualquier nimiedad que pasara en los acuartelamientos!

    A Iglesias se le nota un punto emocionado. Pero sigue hablando con firmeza a medida que le preguntan el exdiputado y el periodista. Vuelve a la escena del Parque de Automovilismo, al momento en que los de Tráfico forman en el garaje ante su capitán, Abad, que a las 16.30 les lanza una arenga: se trataba de poner orden, ya estaba bien de «pintadas», había que arreglar lo que estaba «mal» en el sistema.

    Exdiputado. ¿Y mencionó al Rey?

    Exguardia. Alguien habló del Rey, sí, pero no sabría decir quién.

    Exdiputado. ¿Sabíais adónde os iban a llevar?

    Exguardia. El capitán no dijo nada del Congreso, pero estaba más o menos claro que íbamos a ir a algún sitio donde había políticos. También dijo que el que no quisiera ir que diera un paso al frente. Por descontado, nadie lo dio.

    Iglesias subió al primero de los autobuses preparado para la operación, un vehículo civil. Un compañero le comentó el rumor de que un comando terrorista se había metido en el Congreso, que los guindillas (así se aludía antiguamente a los policías municipales en la jerga de los cuerpos de seguridad) estaban de huelga, y a lo mejor les llevaban a ellos para regular el tráfico. «Pero en el camino», sigue Iglesias, «empezamos a darnos cuenta de que sabían más unos que otros, cuando por la radio del autobús sonó el discurso deSantiago Carrillo» (entonces líder del Partido Comunista). Alguno de los que iban en el autobús dijo claramente, como señalando hacia la voz que salía por la radio: «Vamos a por ti». (Ignorante de todo esto, Carrillo estaba anunciando el voto negativo de su grupo a Leopoldo Calvo Sotelo como jefe del Gobierno, argumentando que no había prometido «democratizar la dirección de los órganos de represión en este país», y por considerarle como el mascarón de proa de «la gran derecha»).

    Parece que Tejero había previsto entrar en el Congreso con los guardias que traía un capitán de su confianza, Jesús Muñecas, pero el autobús de este venía de Valdemoro (sur de Madrid) y se retrasó. Los dos primeros autocares que llegaron fueron los de Tráfico. José Antonio Iglesias, tras saludar con naturalidad a los policías que custodiaban la cancela exterior con un «hola, compañeros», entró deprisa en el patio y llegó a la puerta giratoria del edificio que alberga el hemiciclo. «Al empujar la giratoria, la mano resbaló y di un golpe a una de las hojas, que tropezó con el guardia que estaba delante. No sabía quién era, pero él llevaba tricornio y nosotros íbamos con la gorra de servicio. El del tricornio sacó la pistola que tenía escondida bajo la chaqueta y en ese momento vi los dosmantecados que llevaba en la guerrera: ‘Joder, un teniente coronel’, pensé».

    Aún no sabía que acababa de tropezarse con Tejero, quien, seguido de un tropel de hombres armados, entró en el pasillo. Ahí surgieron los primeros gritos -«¡Al suelo!»- y los dos primeros disparos, que no hizo Tejero -contra lo que sostienen otras versiones del 23-F-, sino uno de los que venían detrás. El entonces teniente coronel entró después en el hemiciclo, subió a la tribuna y lanzó aquel primer «¡Quieto todo el mundo!» en el salón de plenos, ante el estupor de las más de 400 personas -parlamentarios, miembros del Gobierno, invitados, periodistas- que asistían a la sesión.

    Iglesias empezó a ver aquello bastante mal. Uno de los tiros en el pasillo le había pasado cerca, porque escuchó nítidamente el silbido de la bala. Preguntó a un ujier por un baño y este le señaló la escalera hacia la primera planta. Se fumó medio pitillo y se perdió el tiroteo en el interior del hemiciclo. Cuando entró en el salón de plenos lo hizo por una de las tribunas, justo en el momento en que un tipo ordenaba al cámara de TVE: «¡Para eso, o te mato!».

    Tercia Lluís Maria de Puig:

    -Yo estaba sentado junto a Juli Busquets y Ernest Lluch. Cuando los guardias empezaron a gritar ‘¡Al suelo, al suelo!’, a Busquets le salió el comandante del ejército que llevaba dentro -había participado en la Unión Militar Democrática (UMD)-, se levantó de su escaño y lanzó este grito: ‘Por España se muere de pie’. Recuerdo haberle dicho algo así como: ‘No hagas el imbécil, agáchate’. Y en seguida, el tiroteo. Ni se me ocurrió pensar que disparaban al techo, creí que tiraban a dar. Cuando empecé a incorporarme y vi otras muchas cabezas que hacían lo mismo, me di cuenta de que no habían matado a nadie. A pesar de toda la incertidumbre y la tensión, eso me hizo pensar que a lo mejor aquello no era tan serio.

    El relato avanza. Sale a relucir el anuncio del capitán Jesús Muñecas a los diputados, cuando les dijo que «una autoridad militar» llegaría en «20 minutos, media hora».

    Exdiputado. ¿Sabías tú quién era esa autoridad a la que se esperaba?

    Exguardia. No. Lo que sí recuerdo es que pasaba el tiempo, allí no llegaba autoridad militar alguna y ni siquiera vi a Abad, mi capitán. No volví a verlo hasta por la mañana, ni nadie me dio órdenes de lo que debía hacer allí dentro. Me quedé en el hemiciclo casi toda la noche, si bien algunas veces salí fuera, incluso llamé al cuartel desde una cabina pública y pude hablar con mi mujer.

    En las primeras horas, Jesús Sancho Rof (ministro de Obras Públicas) preguntó algo a Iglesias, del estilo: «¿Y a usted qué le parece esto?». También le pidió noticias de otro diputado, paisano suyo, preso escaños arriba. El ministro del Interior, Juan José Rosón, salió del banco azul, retrocedió despacio de espaldas a la tribuna y se situó cerca de donde se encontraba Iglesias. «Era gallego, como yo; un hermano suyo, el general Luis Rosón, había intervenido en una movida personal que me afectaba. Le dije al ministro: ‘Oiga, ¡manda cojones, mire dónde nos venimos a ver!’, y él, con aquel vozarrón ronco que tenía, respondió: ‘¿Y luego?».

    Iglesias empezó a cumplir algunos encargos de Rosón. «¿Él era mi jefe, no?». Le pidió que se enterara de dónde estaba el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, a quien Tejero había sacado del hemiciclo y recluido en un cuartucho donde se guardaban los útiles para la limpieza, «mayor humillación no pudieron hacerle al hombre». El ministro pidió también que pasara un recado a Fernando Abril Martorell: «Yo no le conocía», explica Iglesias, «pero se oía de vez en cuando su transistor». Se refiere al exvicepresidente del Gobierno, que fue el primero de los secuestrados en agenciarse un aparato de radio, gracias al cual hizo circular la idea de que el golpe no estaba triunfando fuera del Congreso. (Fernando Abril se dedicó también a minar la moral de alguno de los guardias asaltantes con comentarios como este: «¿Te has despedido de tu novia? Pues llámale ya, que a lo mejor no la vuelves a ver en 30 años»).

    José Antonio Iglesias relata ahora un encuentro entre el ministro del Interior, Juan José Rosón, y el de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún, en las primeras horas del encierro, aprovechando una salida al baño. «Rosón me pidió que le ayudara a marcharse del Congreso. Yo le dije que estaba dispuesto. Pero Rodríguez Sahagún le aconsejó esperar». Muchas horas después, Rosón le encomendó que pasara un mensaje de tranquilidad a Manuel Fraga. Silencioso durante toda la tarde-noche, el líder de Alianza Popular había prorrumpido en protestas a la mañana siguiente contra los «forajidos» que les retenían, lo cual provocó un siniestro ruido de cerrojos en decenas de fusiles, el momento más peligroso de todo el encierro tras el tiroteo durante la fase inicial del asalto. Fraga fue confinado en un cuarto con ventana sobre uno de los leones del Congreso, el que está más cerca de Neptuno.

    Aunque el general Alfonso Armada hubiera sacado algo en limpio de su visita nocturna a Tejero, el futuro que ofrecía a los autores del asalto no era otro que un avión para exiliarse. Y los afectados eran muchos: pese a no tener fuerzas a su mando, Tejero había movilizado a 445 personas de la Guardia Civil (17 oficiales, 28 suboficiales, 37 cabos, 363 guardias), de las cuales 305 se quedaron toda la noche. (El general José Luis Aramburu, director del cuerpo, logró que 140 de los reclutados no llegaran a participar en la intentona). La moral se resquebrajaba, y eso que los guardias no disponían de televisores. «No me enteré de la intervención del Rey por TVE hasta el día siguiente», confirma Iglesias. El exdiputado De Puig recuerda haber visto llorar a un guardia civil en una de las veces que pudo salir del hemiciclo, en compañía del diputado comunista Josep Solé Barberá.

    «Es que muchos nos vimos metidos en aquello sin saber. Lo mismo que nos tocó a nosotros podía haberles tocado a otros», afirma Iglesias. «No éramos terroristas, ni golpistas. Yo obedecí a mi capitán, José Luis Abad, lo mismo que el teniente general Quintana (capitán general de Madrid) obedeció al Rey y se puso contra el golpe. Eso fue lo que pasó: si tu jefe daba una orden, le obedecíamos, así eran las cosas. Y conste que guardo un buen recuerdo del capitán Abad, porque era un mando de verdad. Lo tuve de jefe en el subsector de Tráfico de Madrid, y él tomaba decisiones, se responsabilizaba de ellas y se preocupaba por todo, no como otros mandos, que después del 23-F se empeñaron en hacer la vida imposible a los que habíamos participado en aquello. Por lo menos así lo vi yo».

    ¿Y pudo terminar el bachillerato? «Sí, logré acabarlo. En mayo de 1983 dejé la Guardia Civil, y con ella, a grandes compañeros y amigos. Creo que fui de los pocos del 23-F, si no el único, que pidió la baja voluntaria en el cuerpo». Obtuvo un trabajo en la empresa Sintel, filial de Telefónica, «gracias a Juan José Rosón», que presidió esa firma después de dejar el Ministerio del Interior. Fue sindicalista y participó en la acampada de los trabajadores de Sintel ante el Ministerio de Economía, en los primeros años de este siglo. Actualmente tiene 61 años y se encuentra prejubilado.

    Iglesias dice haber hablado con Rosón varias veces después de la intentona, cuando aún estaba en el cuerpo. «En una ocasión me llamaron para que fuera al despacho del ministro a través de los radioteléfonos, así que aquello debió ser público en la Guardia Civil. El ministro me ofreció cambiar de destino, pero no quise nada. Lo que yo pedía era que se modificara el régimen interno para que no volvieran a producirse hechos como el 23-F, porque si el jefe ordenaba hacer tal cosa, los guardias estaban obligados a cumplirlo». ¿Y qué contestaba Rosón? «Que fuera discreto».

    «Yo no estaba por el golpe, al igual que otros muchos compañeros», insiste. «La poca libertad que teníamos podía perderse, así como otras cosas. Pero en el caso del Congreso, no podría haber hecho mucho más. Intenté ayudar a que aquello no fuese a peor, y aún hoy no me explico cómo no tuvo consecuencias más graves: me impresionó aquella pila de armas que se les quitaron a los escoltas de los ministros y de otros cargos; es que pudo haber un enfrentamiento. También me pregunto cómo fue posible que se metieran en aquello capitanes a los que yo veía como los futuros generales; hablo de Carlos Lázaro Corthay, de Enrique Bobis, que habían sido profesores míos en la Academia de Tráfico, y de José Luis Abad, el mejor jefe que tuve en la Guardia Civil».

    Y vuelve a las consecuencias del 23-F para él y sus compañeros:

    -Había gente con miedo a que aquello saliera adelante, lo escuché incluso a suboficiales. ¿Adónde íbamos a ir, qué futuro nos esperaba a los guardias rasos? Tras el 23-F estuve ocho días arrestado en Valdemoro (todos los participantes fueron expedientados) y cuando volví al servicio los nuevos mandos intentaron congraciarse con los políticos acentuando el reglamentismo hasta el extremo, pero no se les ocurrió darnos una Constitución para que la leyéramos. Habría sido mejor que nos juzgaran, en vez de dejarnos bien claro que éramos unos simples mandados.

    La conversación se ha prolongado mucho. Lluís Maria de Puig recoge su libro y la página amputada. De 65 años en la actualidad, diputado durante 25 y senador hasta hace pocas semanas, De Puig se ha interesado siempre por los aspectos más oscuros del golpe que le tocó vivir, pero la mayor parte de su actividad ha sido internacional -ha presidido la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y la Unión Europea Occidental (UEO)-, además de ser profesor y escritor. Su encuentro con el ex guardia civil termina en un abrazo. «Perdón por aquel 23-F. Porque han pasado 30 años, pero a mí me parece que fue ayer», le dice Iglesias.

    Aunque solo sea por esto, las celebraciones del 30º aniversario del golpe fallido ya han servido para algo: mostrar un gesto simbólico de reconciliación.

    La hoja arrancada del texto de Lluís Maria de Puig

    Portada del libro requisado a Lluís Maria de Puig y la hoja arrancada del mismo en las horas finales del golpe.- SAMUEL SÁNCHEZ

    Notas escritas durante la noche del golpe

    » Hoy, 23 de febrero de 1981, esta mañana en la Secretaría del Colegio Universitario me han dado este libro. He venido leyéndolo en el avión. Cuando he llegado a las Cortes ya hacía unos minutos que había empezado la sesión. Estaba completamente lleno. Lluch y Felipe han estado brillantes.

    » Ha comenzado la votación. De repente se han oído gritos en el pasillo y un golpe en la puerta. Lavilla ha llamado al orden. Pero en unos segundos la Guardia Civil ha ocupado el hemiciclo. Eran las seis y media de la tarde.

    » Nos hemos quedado aturdidos. Nos han ordenado que nos tiráramos al suelo. Se han oído disparos. Por unos segundos me he temido lo peor. Inmediatamente nos han llamado a la calma, al silencio y al orden.

    » Ahora son las once y media. Tenemos muy pocas noticias. Estoy preocupado por casa. ¿Y Jaume? ¿Qué habrá ocurrido en Barcelona?

    » Me he tranquilizado mucho cuando nos han leído el comunicado del general Milans. Ahora cabe esperar. Quizás vamos a pasar aquí toda la noche. Me siento triste. ¡Miro a mis amigos y pienso en tantas cosas…!

    » Vuelvo a coger el libro de Masó. Me parece recibir un aire gerundense que me ayuda a pasar el rato. Escribo estas líneas lleno de esperanza.

    Los secretos de Juan José Rosón

    El golpe del 23-F le pilló al ministro del Interior, Juan José Rosón, cuando la cúpula de la Policía había dimitido a causa de la crisis provocada por la muerte del etarra Joseba Arregui tras nueve días de detención policial. La foto de su cadáver desnudo, cubierto de hematomas, se publicó en la prensa la víspera de la intentona. Esa crisis policial provocó un enfrentamiento con el Ministerio de Justicia, que no quería verse señalado como responsable del fallecimiento del etarra, ocurrido en un hospital penitenciario dependiente de este departamento. Rosón era persona de temple. El relato del ex guardia civil José Antonio Iglesias aporta un testimonio suplementario a los que se conocían sobre su carácter, que le llevó a intentar contactos con los que romper el forzado aislamiento en el Congreso durante el golpe, incluso a pensar en escaparse al hotel Palace, donde estaba el mando de las fuerzas de seguridad leales.

    Rosón continuó casi dos años más al frente de Interior. En ese tiempo gestionó asuntos tan complicados como la reinserción de la rama «político-militar» de ETA, que permitió retirar de la actividad terrorista a 120 de sus miembros durante una época en que otros etarras no paraban de matar. El Gobierno de Calvo Sotelo, del que Rosón formaba parte, llevó al límite las posibilidades legales para lograr el regreso de los polimilis a la vida civil; y el de Felipe González, que le relevó, respetó esos acuerdos y consolidó el proceso.

    Otra actividad prioritaria para Rosón fue la investigación de la trama civil involucionista. Sabía mucho del caldo de cultivo previo: no en vano, había lanzado a la policía contra la ultraderecha -que en aquella época atacaba con frecuencia y mataba-, primero desde su puesto como gobernador civil de Madrid (1976-1980) y después en Interior.

    Tantas tensiones le llevaron a cultivar fuertemente la discreción y el secreto. Su temprano fallecimiento, en 1986, sin duda nos ha privado de algunas claves.

    Consulta el Especial: 30 aniversario del 23-F

    El País.com


    DE INTERÉS: Entre Dios y la Policía…

    marzo 6, 2011

    A lo largo de diez siglos, los papeles han pasado de ser un privilegio a una obligación que crea nuevas exclusiones

    BRAULIO GARCÍA JAÉN MADRID 05/03/2011

    Aparentemente sin misterio, la identificación de las personas supone, además de un asunto de vital importancia práctica en nuestra época, un campo cuyo estudio descubre las profundas transformaciones de las mentalidades que han hecho falta para que hoy nos parezca natural, por ejemplo, que nuestro número de DNI nos represente legalmente.

    Algunas de las transformaciones más importantes de los últimos diez siglos están recogidas en Historia de la identificación de las personas (Ariel), una excelente síntesis apenas 150 páginas de las investigaciones más relevantes de este ámbito escrita por dos historiadores franceses, Ilsen About y Vincent Denis. La mayoría de los trabajos citados han sido escritos en los últimos 20 años a rebufo del fenómeno de las migraciones internacionales y de la extensión del control de seguridad.

    En la Edad Media, los sellos podían llevar pelos y uñas de los representados

    La síntesis, centrada en el marco europeo, arranca en el año 1000. Las transformaciones de la época medieval son las que mejor revelan las resistencias que los distintos dispositivos han tenido que vencer para evolucionar desde el reconocimiento cara a cara a otros basados en signos que representan a la persona a distancia. El mejor ejemplo, una vez recuperado el sistema de nombre y apellidos en el siglo XI, es el del sello: «Una oblea de cera o una bola de metal presionada por una matriz que imprime su huella», que conoció una rápida extensión con el auge de la escritura y servía, entre otras cosas, para garantizar las transferencias de propiedades.

    «El éxito del sello se explica [en parte] por su función de sustituto de la persona, a la que vuelve presente’ en el acto», explican los autores. Una conversión en signo, sin embargo, a la que no dejaban de resistirse las partes contratantes. Quizá temiendo que el mundo se les fuera a ir de las manos, insertaban «cabellos, uñas o una huella del dedo en el reverso de la cera», como si de una «prolongación física de la persona» se tratara.

    Por supuesto, nada de este desapego fue posible sin el permiso de Dios, una vez su hijo se hizo pan en la hostia consagrada. «Una mutación tal, que hacía del signo un sustituto de la persona legal, se hizo posible por la transformación del concepto que tenían los teólogos de los signos, mediante los debates sobre la eucaristía y la presencia real’ de Cristo que tuvieron lugar en los siglos XI y XII», se lee.

    Las marcas jurídicas se inscribían en la piel mismade los condenados

    Esa misma concepción acabó permitiendo también separar al cuerpo de la escritura. Las marcas judiciales, que primero se inscribían directamente sobre la piel del condenado, casi como en La colonia penitenciaria de Franz Kafka, evolucionaron luego hacia el expediente y los archivos donde se describía el aspecto de los fichados: ahora los cuerpos eran captados en los textos, y no a la inversa. La huella digital manchada de tinta nos recuerda todavía ese umbral entre el nombre y el cuerpo.

    La nacionalización

    Cuando la soberanía dejó de ser un atributo divino de los monarcas y empezó a emanar del cuerpo de la nación, y los estados consolidaron sus fronteras territoriales, surgió también la necesidad de definir y controlar a sus poblaciones. «Bajo el nombre de policía’ los gobiernos ponen en marcha dispositivos para enmarcar la vida de las poblaciones, […]y permitir su coexistencia en el marco urbano», resumen los dos historiadores.

    En ese contexto se generalizaron los pasaportes, que fueron obligatorios antes para los ciudadanos que para los extranjeros, y los registros de nacimientos, matrimonios y defunciones, durante siglos anotados por las autoridades eclesiásticas, se convirtieron por fin en un registro civil centralizado por el Estado. El primero, el de Francia, en 1792. Hoy, el documento nacional de identidad es casi un certificado de existencia.

    Los dispositivos de identificación hace crecido hasta volverse omnipresentes y por eso mismo imperceptibles. El desarrollo tecnológico multiplica esa capacidad de perfeccionamiento e invisibilización. Pero, como bien subrayan los autores, eso no significa que en la actualidad no quepan otras épocas. En muchas estaciones de metro y autobuses de Madrid, sin ir más lejos, se ha vuelto habitual que la policía, uniformada o de paisano, paren a inmigrantes sospechosos de serlo y no tener papeles. El primer indicio, de nuevo, vuelve a ser el rostro.

    Público.es


     


    Chapa y pintura para el ‘Dragon Rapide’

    marzo 1, 2011

    Iberia exhibirá un avión similar al usado por Franco para viajar de Canarias a Tetuán con el objetivo de dar el golpe de Estado que desembocaría en la Guerra Civil.

    El Dragon Rapide, con los colores y la imagen usados por Iberia en los años 40 y 50. EP

    El Dragon Rapide, con los colores y la imagen usados por Iberia en los años 40 y 50. EP

    Iberia ha presentado un avión del modelo Dragon Rapide pintado con la imagen gráfica que la compañía tenía en los años 40 y 50, cuando estos aparatos formaban parte de su flota y cubrían las rutas enCanarias, Marruecos y Guinea Ecuatorial. Para la decoración del avión, propiedad de la Fundación Infante de Orleáns (FIO), se han empleado cerca de 650 horas/hombre y 30 litros de pintura acrílica, encargada exclusivamente para este trabajo, pues el principal requisito era incrementar lo menos posible el peso del mismo.

    La ingeniera aeronáutica de Iberia encargada de la restauración del Dragon Rapide, Lola Rodríguez, ha explicado que «ha sido un reto especial» decorar la aeronave dadas sus características, puesto que la estructura original del avión es de «madera y tela», por lo que «hubo que lijarlo con sumo cuidado».

    En pleno vuelo

    El aparato será exhibido en el museo del aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), concretamente en las instalaciones de la FIO, junto con otros 33 aviones históricos que ha reunido y restaurado la institución. Además, el primer domingo de cada mes podrá ser visto en vuelo. Los Dragon Rapideque Iberia tuvo en su flota entre los años 1943 y 1953 alcanzaban una velocidad de crucero de 230km/hora, tenían una autonomía de 800 kilómetros y podían volar a una altura máxima de 6.000 metros.

    Estas características les permitían realizar el trayecto entre Bata (Guinea Ecuatorial) y la isla guineana de Santa Isabel en algo más de una hora y con siete pasajeros a bordo más la tripulación —piloto y telegrafista— En 1942 Iberia volaba dos veces por semana la línea Santa Isabel-Bata, cuyo coste del billete era de 350 pesetas por trayecto, 630 pesetas si se compraba ida y vuelta.

    De Canarias a Tetuán

    El Dragon más emblemático de la historia de la aviación española fue el utilizado para trasladar al General Franco desde Canarias a Tetuán (Marruecos) para ponerse a cargo de las tropas allí emplazadas durante el alzamiento que desencadenó la Guerra Civil en España.

    A su vez, durante la contienda nacional, tanto el bando de los nacionales —adquirió cinco Dragon Rapide— como el de los republicanos —se hizo con 12 de estos aparatos— dieron utilidades bélicas a los aviones, empleándolos como bombarderos, cazas, aparatos de transportes y entrenadores. El último servicio militar lo prestaron al final de la guerra, en 1939, cuando se emplearon para evacuar a autoridades políticas y militares de la República fuera de España, como Dolores Ibárruri —conocida como La Pasionaria—, Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León

    público.es

     


    Veto en Barcelona a una campaña de apoyo a Garzón…

    enero 29, 2011

    La empresa que gestiona la publicidad en los autobuses de la ciudad rechaza el anuncio de ‘Franconohamuerto.com’. La del Papa sí fue aceptada

    YERAY CALVO Madrid 28/01/2011

    Imagen de la publicidad de la asociación en un bus.

    Imagen de la publicidad de la asociación en un bus.

    La plataforma de apoyo a Baltasar Garzón, ‘Franconohamuerto.com‘, denuncia que la empresa quegestiona la publicidad de los autobuses de Barcelona ha rechazado tramitar una campaña de respaldo al juez.

    El director de la empresa ha rehusado hacer declaraciones a Público.es. Según la asociación, Promedios Exclusivas de Publicidad alega que su normativa impide gestionar «publicidad de mensajes ideológicos o sobre creencias individuales». Su justificación es que la campaña «no es comercial».

    Sin embargo, Franconohamuerto.com afirma que la misma empresa contrató una campaña de Ecristians para dar la bienvenida al Papa en su reciente visita a la ciudad.  La publicidad del colectivo católico fue insertada en las líneas 19, 26, 27, 43, 45, 50, 56, 63, 68 y 74. En los paneles se podía observar una imagen del papa y un mensaje: «Bienvenido Benedicto XVI».

    La plataforma subraya el hecho de que Promedios Exclusivas de Publicidad no haya justificado jurídicamente el veto a la publicidad de apoyo a Garzón y que se haya remitido al hecho de que no cumple «la normativa interna». La asociación también denuncia la paradoja que supone que la empresa acepte «publicidad institucional promovida por las administraciones u organismos públicos para informar de sus acciones y campañas» pero que rechace la de «ciudadanos, colectivos y asociaciones». Del mismo modo ha incidido en el hecho de que una «empresa privada» dicte los criterios de admisión a una «empresa pública» como es Transports Metropolitans de Barcelona (TMB).

    «Empezaron a darnos largas»

    Fuentes del colectivo han explicado a Público.es que la campaña ciudadana tiene proyección «global» y que pretendían, para empezar, contratar publicidad en Madrid, Barcelona y Londres. Desde la capital de Reino Unido «no han puesto ningún problema», por lo que la publicidad, si no surge ningún contratiempo, se distribuirá en la ciudad. Madrid todavía no ha contestado y Barcelona ha sido la única que, de momento, ha puesto problemas.

    «Es lamentable que una ciudad progresista como Barcelona dé la espalda a una causa justa»

    «Es lamentable que una ciudad progresista como Barcelona dé la espalda a una causa justa», critican. Sin embargo, desde ‘Franconohamuerto.com’ adelantan que la campaña «saldrá adelante». Además están «estudiando» reclamar al ayuntamiento que rectifiquen ya que los ciudadanos «progresistas» no se merecen dicho comportamiento.  Ante la negativa, se plantea la posibilidad de extender la iniciativa a otras ciudades españolas y/o extranjeras, como París o Nueva York.

    Público.es


    La batalla de la cuenta atrás…

    diciembre 12, 2010

    Un libro reconstruye los diez días de maniobras y discusiones que precedieron a la II Guerra Mundial

    BRAULIO GARCÍA JAÉN MADRID 12/12/2010

    Soldados alemanes derriban la barrera de la frontera con Polonia, el 1 de septiembre de 1939. 

    Soldados alemanes derriban la barrera de la frontera con Polonia, el 1 de septiembre de 1939.AP

    La publicación, a través deWikileaks, de los cables que las embajadas norteamericans han remitido en los últimos años a su Gobierno, desde los más distantes rincones del mundo ha sido calificada por algunos como «el sueño de todo historiador». Sin embargo, aunque su publicación supone indudables ventajas para la transparencia y el control democráticos, su actualidad los priva de una coordenada clave para calibrar su importancia y su contexto: el paso del tiempo.

    Porque si es cierto que el estudio de ese tipo de comunicaciones es una valiosa herramienta para los historiadores, también lo es que estos la aplican por definición a narrar los hechos del pasado. Eso ha hecho en parte Richard Overy, uno de los historiadores británicos más importantes sobre la II Guerra Mundial, en su estudio de los diez días que condujeron al estallido del conflicto, Al borde del abismo (Tusquets), recién traducido al español. Alrededor de una tercera parte de los documentos citados no habían sido hasta la fecha publicados.

    Richard Overy traza un relato muy detallado sin olvidar el contexto

    El análisis de los escritos de las oficinas diplomáticas de Francia y Gran Bretaña, así como Alemania y Polonia, nutre buena parte de su impactante relato. El 24 de agosto de 1939, el entonces primer ministro británico, Neville Chamberlain, dejó claro que si finalmente estallaba una guerra internacional no iba a ser «por el futuro político de una ciudad lejana en una tierra extranjera». Se refería a Danzing, la ciudad a la que la Sociedad de Naciones había otorgado el estatuto de Ciudad Libre y que, aunque con mayoría de población alemana, estaba bajo la jurisdicción del estado polaco, creado también después de la I Guerra Mundial. El 1 de septiembre, de madrugada, un buque alemán, anclado precisamente frente al puerto de Danzing, abrió fuego contra una fortificación polaca, la de Westerplatte, y desencadenó la guerra. A esas alturas, muchos eran ya conscientes de que ese ataque suponía la materialización de la amenaza que Hitler había deslizado en mayo: «la cuestión es ampliar nuestro espacio vital en el este y asegurarnos el abastecimiento de víveres», dijo en una reunión con sus jefes militares.

    «Por grandes y arraigadas que fueran las fuerzas que empujaron a la guerra, hubo un momento en que los principales agentes históricos involucrados tuvieron que hacer frente a dichas fuerzas y decisiones difíciles», escribe Overy en el prólogo. El análisis de esa toma de decisiones de los actores implicados, en diálogo permanente con las causas y principios estructurales, tiene un objetivo claro: «demostrar que en la historia nada es inevitable».

    El relato de Overy es detallado, casi minimalista. Pero sin desmarcarse nunca del contexto. Así, el lector descubre, junto a las vacilaciones del propio Hitler durante los últimos días de agosto, que llegó a ordenar el ataque y a deshacer la orden que él mismo había dado, los comentarios de un joven militar alemán: «Adolf se ha amilanado». Y junto al deterioro del orden europeo y la crisis económica de los años treinta, los motivos más inmediatos, como la «intransigente negativa» de Polonia a cualquier tipo de concesión frente al empuje alemán, que hace meses anotó un funcionario del Foreign Office británico.

    «El objetivo es demostrar que en historia nada es inevitable», dice

    El autor no omite tampoco esa comidilla que de haberse conocido entonces habría acaparado los titulares. «Llevaba tiempo esperando con mucha ilusión esta semana de caza», confió el británico rey Jorge VI a su embajador en Egipto. «Fue francamente deplorable que ese villano de Hitler lo alterara todo», añadió. Pero puestos en perspectiva, esos comentarios ocupan su merecido y despreciable lugar, en los márgenes de la historia y del texto.

    Público.es

     

     


    Guerra y paz…

    diciembre 11, 2010

    LAURA FREIXAS 11/12/2010

    Grupos de las FAI en la Puerta del Sol de Madrid

    «La paz y la prosperidad engendran cobardes», escribió Shakespeare. A veces, mirando alrededor, buscando argumento, personajes, para la próxima novela, una se desespera, y no puede evitar recordar esa cita de Cymbeline. En un entorno pacífico y próspero ¿dónde hallar valentía? ¿dónde hallar dilemas trágicos, auténticos conflictos? ¿dónde hallar, en fin, un tema que merezca el tiempo y el esfuerzo necesarios para escribir (y para leer) cientos de páginas?

    … En contraste con tantas obras geniales -de laIlíadaLas troyanas al Doctor ZhivagoLa plaça del Diamant, pasando por El Cid y las crónicas de Indias- que se nutren de guerras, conquistas, expediciones, asesinatos… propios de épocas y países turbulentos, ¿qué ha aportado al mundo la rica y apacible Suiza?, como observaba no recuerdo quién; y respondía: el chocolate con leche y el reloj de cuco.

    Nada tiene de extraño, entonces, que tantas/os novelistas de la España contemporánea busquen su inspiración, no en el pacífico, democrático y aburrido presente, sino en el pasado, cuanto más agitado mejor: en la Guerra Civil o la de la Independencia, en la conquista de América o en el Holocausto. No cabe duda de que un campo de batalla o un campo de concentración son mucho más emocionantes que una oficina o un supermercado. Y si bien las novelas situadas en tiempos o lugares remotos exigen un trabajo suplementario -el de documentación-, ofrecen también, para quien las escribe, muchas facilidades. Personajes, argumento, escenarios, todo nos viene dado, en borrador al menos. Aunque su principal ventaja pertenece, no al orden práctico, sino al ético, a saber: las novelas que dan vida a episodios que sucedieron realmente se escriben, y se leen, sabiendo de antemano cómo terminó la historia.

    Pero esa ventaja, ¿no esconde una trampa?… Hay un documento impresionante redactado por Abraham Lincoln, que se encontró después de su muerte, en el que se pregunta (intentando interpretar distintos signos de la presunta voluntad divina) a qué bando, de los dos que se enfrentan en la guerra de Secesión, apoya Dios: ¿está con el Sur esclavista o con el Norte abolicionista? ¿A cuál, por lo tanto, debería favorecer él mismo? En esa angustiosa incertidumbre radica la autenticidad, y el interés, del pasado. Si, en cambio, ya sabemos quién ganó, a quién absuelve la historia y a quién condena, el relato resultante queda forzosamente falseado. Es verdad que algunas novelas consiguen restituir de forma convincente los dilemas morales (como en la magnífica La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina, el del protagonista respecto a su cuñado). Pero por muy bien escrita y concebida que esté la obra, es imposible, por definición, que renuncie a la perspectiva que nos dan los años transcurridos.

    Por eso, y sin poner en duda el interés de las novelas que narran grandes gestas, grandes pasiones, grandes aventuras del pasado, necesitamos otras que retraten el presente, aunque ese presente nos parezca, en comparación, cobarde, apático o insignificante. Es aquí y ahora donde se sitúa nuestra vida y se juega nuestra responsabilidad; es el aquí y ahora lo que nos urge comprender y juzgar. E igual que la grandeza de un cuadro no depende de si retrata una batalla naval o una comida campestre, también hay grandísima literatura cuyo sustento no es otro que la vida cotidiana, común y hasta banal, del autor y su entorno, como lo demuestran, por poner unos pocos ejemplos, lasSátiras de Juvenal, Las olas de Virginia Woolf, La búsqueda del tiempo perdido de Proust o Las confesiones de Rousseau. Que, por cierto, era suizo.

    Laura Freixas (Barcelona, 1958) es novelista. Su última obra narrativa publicada es la autobiografía Adolescencia en Barcelona hacia 1970 (Destino, 2007). http://www.laurafreixas.com

    Babelia (El Páis.com)


    Mujeres durante la II República…»Clara Campoamor, la mujer olvidada»

    diciembre 4, 2010

    Clara Campoamor vuelve al Congreso79 años después

    TVE finaliza el rodaje de la miniserie sobre la vida de la mujer que logró el voto femenino

    RAMIRO VAREA MADRID 02/12/2010

    Rodaje de la serie.

    Rodaje de la serie.

    El 1 de diciembre de 1931, el Congreso de los Diputados aprobó el sufragio universal en España. Por primera vez en la historia, las mujeres españolas tenían derecho a ejercer el voto. La impulsora de este hito histórico fue Clara Campoamor, un referente en la lucha por la igualdad que durante décadas permaneció en el olvido. Ayer, 79 años después de aquel momento histórico, Campoamor regresó a las escalinatas del Congreso, encarnada en la actriz Elvira Mínguez. Fue la última escena de la grabación de la miniserie Clara Campoamor, la mujer olvidada, una producción de TVE que se estrenará el próximo año y que recuerda el logro de la sufragista española.

    Para la directora de esta tv movie, Laura Mañá, «es una película apasionante y además necesaria. Debemos recuperar esas heroínas que se han ganado un puesto en la historia». La novela La mujer olvidada, escrita por Isaías Lafuente, fue el punto de partida de esta producción. «Clara Campoamor no es sólo un modelo en España. Es un ejemplo universal del sufragismo porque fue la única mujer en el mundo que logró el sufragio universal desde la tribuna de un Parlamento», cuenta Lafuente.

    Elvira Mínguez admite que se ha acercado a su personaje «con humildad y respeto». «Esta historia nos ha dado la oportunidad de conocer una serie de hechos, y de ver que hemos ganado mucho pero que nos queda mucho por conseguir, no sólo como mujeres sino como seres humanos», dice la actriz.

    En el reparto la acompaña Mónica López, que interpreta a Victoria Kent, la diputada que se oponía al voto femenino al considerar que las mujeres estaban condicionadas por la Iglesia y favorecían a la derecha. «La traición era más grande por el hecho de venir precisamente de la única otra mujer que había en el Congreso», cuenta López.

    Público.es


    HENRY KAMEN/ HISTORIADOR: «La memoria histórica es una frase inventada»

    diciembre 4, 2010

    Presenta «Poder y Gloria. Los héroes de la España imperial»

    4 Diciembre 10 – Madrid – Miguel Soria

    Henry Kamen es una de las personalidades más respetadas y leídas sobre temas históricos de la España moderna. Vive tanto en nuestro país como en Estados Unidos, y ha escrito un nuevo libro: «Poder y Gloria. Los héroes de la España imperial», donde hace un repaso por la historia nacional a través de diez personajes meticulosamente escogidos. Kamen es, además, crítico con la parcialidad de la llamada «memoria histórica».

    -Elige a diez personajes. ¿Por qué ese número y por qué ellos?
    -Limitándonos a estas diez personas, no existe ni una sola biografía original sobre ninguna de ellas. A excepción del Gran Capitán, las biografías que hay son de extranjeros, es decir, hay poco interés español por estos personajes. Era materialmente imposible confeccionar más biografías porque no hay datos suficientes.

    -De todos, ¿con cuál se queda?

    -Es difícil seleccionar un personaje sobre otro. Del Duque de Alba, por ejemplo, ya había escrito antes un libro, aunque aquí ocupa sólo un capítulo.

    -Los cuales, entre sí, parecen no tener conexión…

    – Pero la hay, claro. Los diez tienen una causa en común: todos sirvieron a España y a la Corona.

    -¿Siente que ha dejado alguno en el tintero?

    -Es posible que sí, pero elegí esa cifra porque me parecía redonda.

    -¿Qué le parece la Ley de Memoria Histórica?

    -«Memoria Histórica» es una frase inventada con una clara intención político-ideológica. Personalmente la evito porque siempre, al menos dentro de España, significa algo bastante curioso: la proyección de un punto de vista muy partidista sobre ciertos acontecimientos de la historia de España. La expresión correcta se basa en un bipartidismo que no entra en las ideas y deformaciones ideológicas de lo que el historiador está estudiando, que es lo que los escritores intentamos hacer. En España muchas veces no se publican porque existe demasiada influencia del mundo político. Por eso, «memoria histórica» como frase no tiene ningún sentido.

    -¿Le interesa mucho España?

    -Yo soy historiador, pero mi tesis doctoral no es sobre España, sino sobre la política francesa en la Guerra de Sucesión de España. Me he dedicado especialmente a temas de historia y, con el tiempo, lo he hecho más con España porque he descubierto que se había investigado poco sobre la manera de enfocar la visión del pasado español, y he escrito muchos libros por eso. España me interesa especialmente como parte de un conjunto más universal.

    La Razón vía google noticias