Beatos y cínicos…

octubre 16, 2013

JOSÉ MARÍA GARCÍA MÁRQUEZ* 14/10/2013

Vaya por delante que en mis investigaciones no me he tropezado nunca con ninguno de los religiosos beatificados el pasado 12 de octubre en Tarragona. Y de veras que lo lamento, aunque de todas formas existe un problema operativo: las declaraciones de los testigos en las causas de beatificación son secretas y los historiadores no pueden verlas. De tal forma que sería imposible contrastarlas con otras y con diversas fuentes documentales. Ese secretismo, que sería inadmisible en una disciplina científica como la historia, sigue siendo practicado por la Iglesia católica. Así, por ejemplo, si la Iglesia nos dice que fulanito murió «perdonando a sus verdugos», tendremos que utilizar la «fe» para creerlo, pues no podremos contrastar al testigo que supuestamente presenció la muerte del beato y, por tanto, contradecir o negar su testimonio. Es una práctica vieja esta del secretismo en la Iglesia. Siempre les ha ido bien con ella y no tienen, por tanto, que cambiarla.

Además, esas cosas para la Iglesia son terrenales y es cuestión de darles tiempo. A veces, incluso, consideran que deben de reconocer algo y entonces no tienen inconveniente en confesar ciertos errores de la Iglesia, como ocurrió con Galileo. El problema, claro, es que cuando llegó esta confesión de la mano del papa Wojtyla, Galileo llevaba más de tres siglos muerto y, no obstante, la comisión que creo el mismo papa determinó que la postura de la Iglesia había sido la correcta y que Galileo anduvo equivocado, postura que el siguiente papa Ratzinger ratificó íntegramente. Y eso en el caso de Galileo. No sabemos que habría hecho el papa Francisco que, en otro gran ejercicio de fe para los contrarios, nos dice ahora que nunca ha sido de derecha.

En nuestro país tampoco la Iglesia fue nunca de derecha durante la Segunda República y la dictadura. Es cierto. Su posición se situó en la extrema derecha y así continuó durante años hasta que la descomposición de su gran aliado, el franquismo, le hizo adoptar precipitadamente posturas más acordes con los tiempos que se avecinaban. Como decía el historiador Ricard Vynes: la Iglesia no colaboró con el franquismo, la Iglesia formó parte del franquismo. La beligerancia de la Iglesia la colocó con claridad junto a los militares golpistas y terratenientes y, como ellos, recibió la violenta contestación de la exacerbación popular desatada por el golpe. No había ninguna diferencia en la fe de los militares golpistas, los falangistas, requetés o patronos y terratenientes con los religiosos. ¿Y estos serán llamados mártires y aquellos simplemente muertos? Fueron más, muchos más aquellos que los religiosos muertos. ¿Por qué después de conspirar unidos, de combatir unidos a la República, ese interés en diferenciar sus muertos de otros?

Como les decía, no he podido investigar esos religiosos beatificados en Tarragona, no es el ámbito territorial en el que desarrollo mi trabajo, pero sí he tropezado con otros casos de religiosos muertos, incluso algunos de ellos también beatos.

Constantina, por ejemplo, fue el pueblo sevillano donde más se atentó contra la vida de religiosos. De los catorce religiosos que murieron en la provincia de Sevilla (menos de los que los franquistas mataron en el País Vasco), tres fueron asesinados en aquel pueblo. El problema es cómo explicar por qué dos sacerdotes más (uno de ellos especialmente querido en el pueblo por su amistad con los pobres) y las religiosas del convento de la Doctrina Cristiana, fueron respetados sin que nadie atentara contra ellos. ¿Es que la fe de los tres primeros era distinta de los demás? No. Por supuesto que no. La «persecución» no se llevó a cabo contra la Iglesia o contra la fe, sino contra algunos miembros de la Iglesia, que es bastante diferente. En Morón de la Frontera, después del golpe, se llevó a cabo la detención de más de treinta derechistas y entre ellos tres salesianos. Un cuarto no fue molestado, al igual que los otros ocho religiosos que había en el pueblo y tampoco sufrieron agresión física alguna las monjas Jerónimas del convento de Santa María, las Concepcionistas del convento de San Juan de Dios y las monjas de la Caridad del Hospital Municipal. ¿Se estaba persiguiendo la «fe» de los tres salesianos detenidos únicamente? ¿Y el resto? ¿Eran descreídos, quizá? Las medias verdades siempre suelen terminar en grandes mentiras. Pero hay más.

Dos de los salesianos que resultaron muertos (el tercero sobrevivió) fueron declarados mártires de la fe en la masiva beatificación de 2007. Pero no murieron por su fe, ni mucho menos, incluso uno de ellos, el salesiano José Blanco Salgado, estuvo disparando contra los trabajadores desde el cuartel de la Guardia Civil (es obvio que pese a lo que diga el papa Francisco, no es muy imitable este mártir). Su muerte fue miserablemente provocada por el teniente de la Guardia Civil José Chamizo para intentar él mismo salvarse con los suyos, obligando a un grupo a salir del cuartel para poder escapar a fuego limpio por otra calle. ¿Dónde están los testimonios de la beatificación de estas personas? Me gustaría verlos, porque la información de la que disponemos (publicada y documentada) no guarda relación alguna con el martirio de estos hombres. Y estos casos en absoluto pueden negar que otros religiosos hayan sido asesinados por el mero hecho de serlo, pero evidencian la forma en que se han llevado a cabo los masivos procedimientos de beatificación. Los crímenes cometidos contra religiosos, como contra cualquier persona, fueron abominables, pero hay que saber medir el alcance y la utilización de todos ellos. Los debates tienen que ser claros, públicos y documentados, lo demás es historia sagrada, no historia.

Por cierto, todavía la Iglesia de Morón tiene pendiente una deuda, una gran deuda con los cuatrocientos cuarenta vecinos muertos y ochenta y cinco en paradero desconocido identificados que ocasionaron los sublevados. Total, algunos dirán que qué son 525 víctimas moronenses comparadas con la inmensidad del océano. Pues yo les diré lo que son: tres más que los 522 beatos del 12 de octubre, y estamos hablando solamente de un pueblo andaluz, con beatos y todo, donde la Iglesia sigue en silencio. ¿Olvido? ¿Cinismo? Será sencillamente que necesitan más de tres siglos como con Galileo. Y dicho sea de paso, ¿qué hace un ministro de justicia en un acto como ese cuando el gobierno que representa no cumple una Ley como la de Memoria Histórica? ¿No quedamos que es un acto exclusivamente «religioso» como dice la Conferencia Episcopal?

¿Para cuándo la Iglesia arrodillada ante las víctimas de la sublevación y la dictadura? Señor Rouco ¿está usted ahí?

*Investigador e historiador

http://www.publico.es/474646/beatos-y-cinicos

 

Imagen de archivo:obispos-guerra-civil1


El foro de curas de Bizkaia reclama a la Iglesia el recuerdo de curas y religiosos asesinados por los vencedores de la guerra civil…

octubre 16, 2013

Ante la beatificación de Tarragona, dicen que “servir a la verdad pasa por traer a la memoria a todos los mártires y, particularmente, a los nuevamente olvidados”

 
A. MOYA | 11/10/2013
 
Imagen de archivocuras20fascistas201936 

La Comisión permanente del foro de curas de Bizkaia ha publicado en su página web su opinión sobre la ceremonia de beatificación de 522 mártires de 1936 promovido por la Conferencia Episcopal indicando que “servir a la verdad pasa por traer a la memoria a todos los mártires y, particularmente, a los nuevamente olvidados.” Recuerdan que se ignora a otros mártires (sacerdotes y religiosos) que fueron igualmente ejecutados por los vencedores de la contienda civil y reclaman  su memoria.

“El próximo 13 de octubre, en Tarragona, 522 personas recibirán el honor de los altares como mártires durante la guerra civil española. El año 2007 ya se hizo con otras 498.  No tenemos dificultades en reconocer que fueron asesinadas por defender sus creencias religiosas y que, por eso, sean reconocidas como mártires”, comienza el escrito de los curas de Bizkaia.

Los asesinados por los vencedores, ignorados
“Pero, sí las tenemos cuando comprobamos que en el listado se ignora a otros mártires (sacerdotes y religiosos) que fueron igualmente ejecutados por los vencedores de la contienda civil. Y que lo fueron por fidelidad y servicio a la fe del pueblo de Dios.”

Lo que dijeron los obispos vascos en 2009
En este punto, mencionan una reflexión que los obispos de Bilbao, Vitoria y San Sebastián escribieron el 30 de junio de 2009 “cuando se recordó en la catedral de Vitoria a los 14 curas  ejecutados por los vencedores de la guerra y nos invitaron a “Purificar la memoria, servir a la verdad, pedir perdón”.

Un deber pendiente con 14 sacerdotes
El escrito se refería a la beatificación en Roma el día 28 de octubre de 2007, de 498 mártires (bastantes de ellos originarios de esas diócesis). Tanto en aquel momento  “así como en otras ocasiones anteriores y posteriores, se nos ha recordado que catorce sacerdotes (también de nuestras diócesis) fueron ejecutados en los años 1936 y 1937 por quienes vencieron en aquella contienda.”

“No se registró su muerte en el Boletín diocesano”
Los obispos añadían que  “no se hicieron por ellos los debidos funerales y en la mayor parte de los casos no se registró su muerte en el Boletín Oficial diocesano. Los obispos de las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria hemos escuchado la petición que se nos ha dirigido, hemos reconocido las razones y hemos considerado oportuno cumplir este deber pendiente (…).”

Traer a la memoria a los relegados al silencio
“(En aquella guerra civil) centenares de personas fueron ejecutadas, víctimas de odios y venganzas. Recordándolas a todas, la presente declaración pretende traer de modo especial a la memoria a aquellos presbíteros que, habiendo sido ejecutados por los vencedores, han sido relegados al silencio”.

Los nombres de los religiosos
Se trataba, en concreto, de estos sacerdotes:  Martín Lecuona Echabeguren, Gervasio Albizu Vidaur, José Adarraga Larburu, José Ariztimuño Olaso, José Sagarna Uriarte, Alejandro Mendicute Liceaga, José Otano Míguelez C.M.F., José Joaquín Arín Oyarzabal, Leonardo Guridi Arrázola, José Marquiegui Olazábal, José Ignacio Peñagaricano Solozabal, Celestino Onaindía Zuloaga, Jorge Iturricastillo Aranzabal y Román de San José Urtiaga Elezburu O.C.D., cuyos nombre los prelados reseñaron.

Asesinados y anónimos
Concluían los obispos en el 2009: “No contaron con una celebración pública de exequias. En el Boletín Oficial y en el registro diocesano de sacerdotes fallecidos solamente constan los nombres de los dos primeros, ejecutados antes de la salida forzosa de la Diócesis del obispo D. Mateo Múgica. Tampoco figuran como fallecidos en los libros parroquiales correspondientes”.

Servir a la verdad es traer a los mártires olvidados
Ahora, el Foro de Curas de Bizkaia rememora este documento añadiendo: “Son unas palabras que las próximas beatificaciones de Tarragona han vuelto a poner de actualidad.  Entendemos, por eso, que es necesario recordar, una vez más, que “servir a la verdad” pasa por traer a la memoria a todos los mártires y, particularmente, a los nuevamente olvidados. “

“No es de recibo tanto silencio y tanto olvido”
“Es un recordatorio que también nos lleva exigir a nuestras autoridades eclesiales que lo subsanen cuanto antes.   Si se quiere que las beatificaciones sean realmente católicas y favorezcan la reconciliación, no es de recibo tanto silencio y olvido”.

http://www.elplural.com/2013/10/11/el-foro-de-curas-de-bizkaia-reclama-a-la-iglesia-el-recuerdo-de-curas-y-religiosos-asesinados-por-los-vencedores-de-la-guerra-civil/


Cielo para los mártires y tierra para las otras víctimas.

octubre 16, 2013
Julián Casanova

mime002A la Iglesia católica española le gusta recordar lo mucho que perdió y sufrió durante la guerra civil. Como el Partido Popular no puede oficialmente rendir culto a las víctimas de los rojos y el Ejercito, afortunadamente, está ahora para otros menesteres, la Iglesia católica española continúa siendo la única institución que, ya en pleno siglo XXI, mantiene viva la memoria de los vencedores de la guerra. Repasemos la historia y volvamos después a la actualidad.

El 1 de julio de 1937 la jerarquía de la Iglesia católica española selló oficialmente el pacto de sangre con la causa del general Franco. Ese día vio la luz la “Carta de los Obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la Guerra de España”. Redactada, a petición de Franco, por el cardenal Isidro Gomá, la apoyaron con su firma todos los obispos españoles, menos Mateo Múgica y Francesc Vidal i Barraquer, que se encontraban en ese momento en Italia. Múgica, obispo de Vitoria, había sido expulsado de su diócesis unos meses antes por la Junta de Defensa de Burgos por haber “amparado con excesiva transigencia a los sacerdotes nacionalistas” y excusó su firma alegando precisamente que no estaba en su puesto. Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona, que había podido escapar de la violencia anticlerical del verano de 1936, le dijo a Gomá que ese documento colectivo podría servir de pretexto “para nuevas represalias y violencias” y para “colorear las ya cometidas” y que además le molestaba, en clara alusión a Franco, “aceptar sugerencias de personas extrañas a la Jerarquía en asuntos de su incumbencia”.

Nada nuevo, desde el punto de vista doctrinal, había en esa “Carta” que no hubiera sido ya dicho por obispos, sacerdotes y religiosos en los doce meses que habían pasado desde la sublevación militar. Pero la resonancia internacional fue tan grande, editada inmediatamente en francés, italiano e inglés, que muchos aceptaron para siempre la versión maniquea y manipuladora que la Iglesia transmitió de la guerra, del “plebiscito armado”: que el “Movimiento Nacional” encarnaba las virtudes de la mejor tradición cristina y el Gobierno republicano todos los vicios inherentes al comunismo ruso.

Además de insistir en el bulo de que el “alzamiento militar” había frenado una revolución comunista planeada a fecha fija y de ofrecer la típica apología del orden, tranquilidad y justicia que reinaban en el territorio “nacional”, los obispos incorporaban un asunto de capital importancia, que todavía hoy es la posición oficial de la jerarquía: la Iglesia fue “víctima inocente, pacífica, indefensa” de esa guerra y “antes de perecer totalmente en manos del comunismo”, apoyó la causa que garantizaba “los principios fundamentales de la sociedad”. La Iglesia era “bienhechora del pueblo” y no “agresora”. Los agresores eran los otros, los que habían provocado esa revolución “comunista”, “antiespañola” y “anticristiana”.

La “Carta colectiva” consiguió la adhesión de los episcopados de treinta y dos países  y de unos novecientos obispos. El respaldo sin contemplaciones al bando rebelde sirvió de argumento definitivo para los católicos y gentes de orden del mundo entero. Fundamentalmente porque iba acompañado de un descarado silencio acerca de la violencia exterminadora que los militares habían puesto en marcha desde el primer momento de la sublevación. La “Carta” demonizaba al enemigo, al que sólo movía la voluntad de persecución religiosa, y codificaba definitivamente el apadrinamiento de la guerra como cruzada santa y justa contra la disgregación patriótico-religiosa emprendida por la República.

Franco y la Iglesia católica salieron notablemente reforzados. La conversión de la guerra en un conflicto puramente religioso, en el que quedaban al margen los aspectos políticos y sociales, justificó la violencia ya consumada y legitimó a Franco para seguir matando. El entonces director de Propaganda del bando franquista, Javier Conde, le transmitió al jesuita Constantino Bayle, hombre de confianza de Gomá, lo satisfechos que estaban en los círculos políticos y militares con aquel milagroso documento: “Diga Ud. Al Señor Cardenal que se lo digo yo, práctico en estos menesteres: que más ha logrado él con la “Carta colectiva” que los demás con todos nuestros afanes”.

El ritual y la mitología montados en torno a esos mártires le dio a la Iglesia todavía más poder y presencia entre quienes iban a ser los vencedores de la guerra, anuló cualquier atisbo de sensibilidad hacia los vencidos y atizó las pasiones vengativas del clero, que no cesaron durante largos años.

El decreto de la Jefatura de Estado del 16 de noviembre de 1938 proclamaba “día de luto” nacional el 20 de noviembre de cada año, en memoria del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera ese día de noviembre de 1936, y establecía, “previo acuerdo con las autoridades eclesiásticas”, que “en los muros de cada parroquia figurara una inscripción que contenga los nombre de sus Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de la revolución marxista”.

Tal fue el origen de la colocación en las iglesias de placas conmemorativa de los “caídos”. Y aunque no aparecía así en el decreto, todas esas inscripciones acabaron encabezadas con el nombre de José Antonio, sagrada fusión de los muertos por causa política y religiosa, “mártires de la Cruzada” todos ellos. Los otros muertos, los miles y miles de rojos e infieles asesinados, no existían, porque no se les registraba o se falseaba la causa de la muerte, asunto en el que los obispos y curas tuvieron una responsabilidad destacadísima.

Acabada la guerra, los vencedores ajustaron cuentas con los vencidos, recordándoles durante décadas los efectos devastadores de la matanza del clero y de la destrucción de lo sagrado, mientras se pasaba un tupido velo por la “limpieza” que en nombre de ese mismo Dios habían emprendido y seguían llevando a cabo gentes piadosas y de bien.

Obispos y sacerdotes celebraron durante mucho tiempo actos religiosos y ceremonias fúnebres en memoria de los mártires. Bajo aquellos “días luminosos” de la paz de Franco, sus restos fueron exhumados y trasladados en cortejos que recorrían con gran solemnidad numerosos pueblos y ciudades, desde los cementerios y lugares de martirio a las capillas e iglesias elegidas para el descanso eterno de sus restos.

La Iglesia católica española quiso, no obstante, perpetuar la memoria de sus mártires con algo más que ceremonias fúnebres y monumentos y reclamó, apoyada por los dirigentes franquistas, su beatificación, un camino que tardó casi cuatro décadas en recorrerse y que, paradójicamente, empezó a encontrar frutos varios años después de muerto Franco, con la democracia ya implantada en la sociedad española. Pío XII se había opuesto a una beatificación indiscriminada y masiva de miles de “caídos por Dios y por España” y una actitud similar adoptaron sus sucesores Juan XXIII y Pablo VI, quien ordenó incluso la paralización de los procesos canónicos que desde el final de la guerra estaban llegando al Vaticano.

Las cosas cambiaron con Juan Pablo II. En marzo de 1982 comunicó a los obispos españoles que iba a impulsar la beatificación de los mártires de la persecución religiosa en España. El 29 de marzo de 1987 beatificó a tres monjas carmelitas de Guadalajara, asesinadas el 24 de julio de 1936. Fueron las primeras beatificaciones de mártires de la cruzada. A partir de ese momento, se aceleró la conclusión de procesos anteriormente paralizados y se abrieron otros muchos.

A la jerarquía eclesiástica española, sin embargo, los mil beatificados desde entonces le parecen pocos y reclaman que sean elevados a los altares muchísimos más: los cerca de siete mil eclesiásticos “martirizados” y unos tres mil seglares de ambos sexos, militantes de Acción Católica y de otras asociaciones confesionales, a quienes se quiere aplicar la misma categoría. La Iglesia católica española tendrá este domingo, 13 de octubre de 2013,  522  nuevos “mártires de la fe”, en una ceremonia de beatificación masiva que la Conferencia Episcopal ha preparado con todo detalle.

Nada ni nadie le impide a la Iglesia católica recordar y honrar a sus mártires. Pero con esas ceremonias de beatificación, la Iglesia católica sigue humillando a los familiares de los decenas de miles de asesinados por los franquistas, quienes todavía no han encontrado la reparación moral ni el reconocimiento jurídico y político después de tantos años de vergonzosa marginación. A la jerarquía de la Iglesia católica no le gustó la Ley de Memoria Histórica ni tampoco quiso que un parlamento democrático aprobara un reconocimiento público y solemne a las víctimas del franquismo. Prefiere su memoria, la de sus mártires, la que sigue reservando el honor para unos y el silencio y la humillación para otros. Como hizo siempre la dictadura de Franco.

http://www.juliancasanova.es/cielo-para-los-martires-y-tierra-para-las-otras-victimas/


Asociación de Memoria Histórica critica al Gobierno…

diciembre 4, 2011

[youtube=http://youtu.be/Tz6NYR32OMg]

Vídeo: Asociación para Recuperación de Memoria Histórica Europa Press

 Deja «enterrado» el informe del Valle de los Caídos

MADRID, 30 Nov. (EUROPA PRESS) –

   La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha criticado las palabras del ministro de la Presidencia en funciones, Ramón Jáuregui, en las que reclamaba al líder del PP, Mariano Rajoy, que «no entierre en el cajón» el informe de la comisión sobre el futuro del Valle de los Caídos ya que precisamente ha sido su Gobierno quien ha dejado el asunto enterrado en un cajón.

   En una entrevista a RNE recogida por Europa Press, el presidente de la asociación, Emilio Silva, ha valorado que este informe sobre el futuro del Valle de los Caídos «se podría haber hecho hace tiempo». «El informe llega cuando este Gobierno habla de que otro Gobierno no lo entierre en un cajón y éste lo está dejando enterrado en un cajón», ha recalcado.

   Por ello, Silva ha señalado que estas conclusiones se podrían haber desarrollado hace cuatro años cuando se aprobó la Ley de la Memoria Histórica o hace siete de la creación de la Comisión para el estudio de las víctimas. «Ésto se podía haber hecho antes», ha reiterado.

«DEBERÍA OCURRIR CON NORMALIDAD»

   Silva ha reclamado que se paguen las deudas con las familias de las 130.000 personas que están todavía en fosas comunes y murieron asesinadas por la represión. «Es una cosa que debería ocurrir con total normalidad, lo gestione la izquierda o la derecha», ha manifestado.

   Al hilo de esto, ha valorado que nuestra democracia «todavía no ha sido capaz de poner orden en nuestro pasado. «Por ejemplo es el caso de Garzón, un ejemplo de la incapacidad que tiene todavía la sociedad española para ordenar el pasado reciente», ha puntualizado.

   En este sentido, el presidente de la asociación ha criticado que la persona más cercana al PP en la comisión, Miguel Herrero de Miñón, haya pedido que no se realice el traslado de los restos de Franco con argumentos «un tanto vetustos». «Los españoles estamos divididos por un montón de cosas, es un falso argumento cuando alguien no quiere defender esa situación», ha insistido.

   «Si se lo tenemos que solicitar al Gobierno como le solicitamos al Gobierno de José María Aznar que abriera las fosas comunes o se lo hemos solicitado a Zapatero se lo solicitaremos al siguiente», ha subrayado.

   Por otra parte, ha reconocido no entender que la Iglesia tenga que dar su visto bueno, debido a que los restos están ubicados en el interior de la Basílica. Silva ha recordado que se trata de un monumento propiedad del Estado que depende de Patrimonio Nacional y se sostiene con dinero público. «No entiendo que un Estado soberano sobre un edificio que pertenece al Patrimonio Nacional no pueda tomar esa decisión», ha concluido.

Europa press vía Google Noticias


Franco impuso su catecismo atómico…

noviembre 13, 2011

Una investigación detalla la propaganda pronuclear en las escuelas durante los años del nacionalcatolicismo para facilitar la construcción de reactores

MANUEL ANSEDE MADRID 13/11/2011 12:00

Seis de julio de 1965. El obispo de Sigüenza, Laureano Castán, engalanado con mitra y báculo, levanta su hisopo y rocía de agua bendita la tierra de Almonacid de Zorita (Guadalajara) en la que se levantará la primera central nuclear española, José Cabrera. A su lado, con gesto solemne, un sacerdote con gafas de sol estilo Porrina de Badajoz y el ministro de Industria del Generalísimo, Gregorio López Bravo, que coloca la primera piedra del reactor.

La imagen, hoy impensable, podría haber ilustrado ajustadamente cualquiera de los manuales escolares de la época: «El Creador ha puesto en las manos del hombre un caudal inagotable de energía que este va utilizando en su provecho en las formas más variadas: energía mecánica, calorífica, luminosa, eléctrica, química, atómica, etcétera», pontificaba, por ejemplo, el libro de Física y Química de cuarto de Bachillerato de la editorial Bruño, en 1962.

Los libros de texto del franquismo atribuían la energía atómica al «Creador»

«Estas expresiones religiosas y de misterio son las que se emplearon en los años del nacionalcatolicismo para difundir la energía atómica», explica el químico José María González Clouté, que acaba que terminar una vasta investigación sobre el imaginario social de la radiactividad y la energía nuclear creado a conveniencia con manuales escolares, literatura, cine, televisión y noticieros documentales durante la segunda mitad del siglo XX.

Su trabajo intenta desvelar qué personas y organismos intervinieron en la transmisión de los conocimientos nucleares, qué contenidos fueron seleccionados y quiénes lo hicieron. La investigación deja claro el adoctrinamiento al servicio de la política atómica del dictador Francisco Franco, empeñado en sacar adelante la nuclear de Zorita, esa «colosal aventura económica y científica, que en un principio pudo ser noblemente tachada de ilusoria y quijotesca», como describió en su portada ABC el día de su inauguración.

Durante los últimos cuatro años, González Clouté ha devorado 200 manuales escolares de la época, procedentes de la Biblioteca Nacional, el Centro Internacional de la Cultura Escolar y el centro de investigación MANES, de la UNED, con el que colabora. Durante el régimen de Franco, los textos sobre la energía atómica, como los demás, se sometían a una doble censura: la del Movimiento y la de la Iglesia católica. «Todos los manuales escolares necesitaban el níhil óbstat del obispo correspondiente», resume Miguel Somoza, profesor de Historia de la Educación en la UNED y director de esta tesis doctoral.

Los manuales escolares requerían el níhil óbstat del obispo de turno

Los libros que memorizaban los estudiantes reflejaban la política del régimen: exaltación de las innegables virtudes del átomo y negación de sus inconvenientes. En 1970, recuerda Somoza, decenas de litros de residuos altamente radiactivos se escaparon de las instalaciones de la Junta de Energía Nuclear en Madrid. En pocos minutos, a través de los desagües, las aguas contaminadas llegaron al río Manzanares, al Jarama y, finalmente, al Tajo. Muchas huertas quedaron regadas con estroncio-90, cesio-137 y plutonio.

«Fue un accidente absolutamente ocultado», lamenta Somoza. El reactor de Zorita ya se había inaugurado, con una inversión de 2.500 millones de pesetas. Y Garoña (Burgos) y Vandellós (Tarragona) estaban en camino. Nada podía frenar «la era atómica industrial en nuestra patria», como rezaba la placa clavada en la puerta de Zorita que descubrió Franco.

Mientras, los libros de texto recogían «informaciones sesgadas» sobre la comparación energética entre el uranio y el carbón, que tendían a «magnificar una proporción que ya es de entrada favorable al uranio, aunque no en tanta cuantía», señala González Clouté. Según el libro de Química de quinto de Bachillerato de la editorial Cabezas Serra, la energía liberada en la fisión de un solo gramo de uranio equivaldría a quemar 8.800 toneladas de carbón. Era 1958. Pero, en plena Transición, las cifras se trasmutaron. En 1978, los escolares ya estudiaban que un gramo de uranio desprende una energía equivalente a tan sólo la de tres toneladas de carbón, según el libro de Física de COU de Jaime Agulles. Los manuales franquistas multiplicaban por 3.000 la realidad.

Una fuga radiactiva al río Tajo fue ocultada por el régimen en 1970

La operación de blanqueo de la energía nuclear desplegada por el régimen bebía directamente de Atoms for Peace (Átomos para la Paz), una gigantesca campaña de propaganda iniciada por el Gobierno de EEUU en 1953 para borrar del imaginario colectivo el horror provocado por las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

«Nuestro amigo el átomo»

Ese mismo año, General Electric, ya con 14.000 empleados en su división nuclear, coprodujo un cortometraje de dibujos animados de 15 minutos, A is for Atom, que se proyectó durante años en miles de colegios, mostrando la capacidad de la ciencia para «domeñar a la bestia y convertir la fuerza del átomo en un poderoso aliado del ser humano», según ha estudiado Alfredo Menéndez Navarro, historiador de la ciencia de la Universidad de Granada. Hasta Disney, en 1957, produjo un telefilme de dibujos animados, Nuestro amigo el átomo, que marcó a una generación entera de estadounidenses.

En los institutos se soslayaban los efectos negativos de la radiactividad

En poco tiempo, la campaña Átomos para la paz llegó a España, gracias al talonario de la Comisión de Energía Atómica de EEUU. Una exposición en la Casa de Campo de Madrid recordaba en 1958 «las infinitas aplicaciones que tiene el átomo en la medicina, agricultura en industria», como el tratamiento de los tumores malignos y la propulsión de buques mercantes. Hoy, en España, hay 32.000 instalaciones de rayos X para diagnóstico médico y veterinario. Radiactivas y esenciales.

La investigación de González Clouté también revela que los efectos biológicos de la radiactividad, conocidos por los escritores, no siempre fueron mencionados en los libros del periodo 1950-1975. «Sólo empezó a hablarse de los problemas de la energía nuclear coincidiendo con la Transición», señala el químico.

«La campaña de propaganda de las eléctricas, que querían poner centrales nucleares en España, llegó incluso a instalar un minirreactor atómico en la Ciudad Universitaria de Madrid para que lo vieran los jóvenes», recuerda González Clouté. Fue en 1964 y acudieron unos 7.000 estudiantes. Sólo sus hijos, a partir de la década de 1980, pudieron forjarse una opinión en libertad sobre la energía nuclear.

Público.es

http://www.publico.es/ciencias/406599/franco/impuso/catecismo/atomico


El saludo de la Iglesia al terror…

octubre 30, 2011

Más joyas del fondo inédito del fotógrafo leonés Manuel Martín

PEIO H. RIAÑO MADRID 30/10/2011 08:00 Actualizado: 30/10/2011 11:56

Autoridades civiles, militares y eclesiásticas despidieron a la Legión Cóndor alemana el 22 de mayo de 1939 en el aeródromo leonés Virgen del Camino. manuel martín.- MANUEL MARTÍN

Aquel día todo el universo estaba contento: «Hasta el Sol se sumó al acontecimiento de despedida a los heroicos soldados de la Legión Cóndor, a los cuales debemos en León no sólo la gran parte que les corresponde en la seguridad material y bienestar que hemos disfrutado, en contraposición de las angustias de otras ciudades amenazadas por la aviación pirata’, sino por el magnífico ejemplo de su disciplina, de su férrea y formidable organización y de la bondad que hace de estos hombres verdaderos niños». El diario Proa, de la falange leonesa, remataba las galas con la que el dictador Francisco Franco dijo adiós a la escuadra de la muerte, en el aeródromo de Virgen del Camino, el 22 de mayo de 1939.

En un día tan luminoso, las tropas que partían dejaban un recuerdo imborrable en los leoneses: no podía faltar nadie. El diario de León contaba: «Un gentío inmenso» desbordaba la base. Y pasaba lista: «En el campo, los heridos y mutilados de guerra, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, entre las que recordamos a los excelentísimos señores obispo de la diócesis doctor Ballester, gobernador civil, alcalde con todos los concejales, [] y en fin, todas las personas representativas de León». Quien no contaba era Manuel Martín, reportero anónimo y por cuenta propia, que tomó instantáneas para vender en su laboratorio.

La jerarquía católica ofreció auxilio espiritual a las tropas facciosas

El fotógrafo entre medallas, aviones, discursos y esvásticas, vio la larga fila de «todas las personas representativas de León», apretadas tras la larga bandera que cambió de color España. En el centro, entregado al saludo nazi, Carmelo Ballester Nieto, que siete días antes era ordenado obispo de León. No entró a dirigir su diócesis hasta un mes después de la foto, tal y como cuenta el polémico Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia.

«Gracias a sus dotes diplomáticas se introduce en las esferas dirigentes de la sociedad y de la Iglesia española», dice la obra de la RAH sobre Ballester. En amplia reseña, se apunta que, además de hacer «de altavoz de la conciencia católica en una sociedad abatida por la ola de propaganda sectaria» (en la República portuguesa, ojo), destacó por sus dotes políticas: «Ejerciendo de obispo fue llamado con frecuencia a los Consejos de Estado, principalmente desde su puesto de procurador de las Cortes españolas. Su presencia en las Cortes patentiza las relaciones entre la Iglesia y el Estado, vigentes en tiempo del general Franco», como escribe Antonio Orcajo.

En el centro, entregado al saludo nazi, estaba el obispo Ballester Nieto El historiador Fernando Hernández, autor de Guerra o revolución (Crítica), aclara que la Iglesia, en su concepción de la Guerra Civil como cruzada, participó en los frentes con voluntarios en los requetés tradicionalistas y ofreció auxilio espiritual a las tropas facciosas. «La Iglesia participó y legitimó moralmente con su presencia los actos ceremoniales, en los que tomaban parte tanto las unidades nacionales como sus aliados extranjeros italianos y alemanes», explica.

Y recuerda que con Pío XII la Iglesia defendió al nacional-socialismo como freno del bolchevismo. «Pacelli intervino antes de la llegada de Hitler al poder para que el partido del Zentrum alemán colaborara para facilitar el acceso del líder nazi a la cancillería. Por tanto, no habría nada chocante en la comparecencia en las mismas tribunas de miembros de la jerarquía eclesiástica con altos mandos alemanes», añade.

La Iglesia católica ofreció auxilio espiritual a las tropas facciosas Por cierto, Hernández descubre en la significativa foto de Manuel Martín, a una figura parecida a Arconovaldo Bonaccorsi, Conde Rossi, «que ensangrentó Mallorca al frente de sus Dragones de la muerte’, escuadras de falangistas locales especializados en el asesinato, la violación y el pillaje». Se refiere al personaje tocado con gorro negro fascista, perilla y bigote, que en las crónicas del día aparece identificado como «el agente de Italia señor Gabioli, con uniforme fascista». Ese día el sol salió para todos.

http://www.publico.es/culturas/404134/saludo/iglesia/terror


Víctimas del franquismo piden a la Iglesia que condene el golpe de 1936…

agosto 28, 2011

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica solicita un gesto simbólico de condena de la dictadura franquista en el marco de la visita papal

PATRICIA CAMPELO Madrid 15/08/201

Dibujo de Kalvellido basado en una fotografía de curas afines al franquismo.

Dibujo de Kalvellido basado en una fotografía de curas afines al franquismo.

El 23 de agosto de 1940, el dictador Francisco Franco decretó que el recién fallecido arzobispo de Toledo, Isidro Gomá y Tomás, fuera enterrado con los honores fúnebres que las ordenanzas militares tenían previsto para los capitanes generales muertos «con mando en plaza». Así, la memoria del religioso quedaba honrada por los «relevantes servicios que prestó a la patria, especialmente durante la reciente Cruzada», según el texto del Boletín Oficial del Estado de 24 de agosto de 1940.

Con motivo de la visita de Benedicto XVI a Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha remitido una carta a todos los obispos y arzobispos españoles pidiéndoles un «gesto simbólico» de condena a la dictadura franquista en el marco de los actos previstos.

Dada la cercana relación de la institución religiosa con los militares sublevados contra el gobierno de la República el 18 de julio de 1936, la asociación de víctimas considera la vista papal una «buena oportunidad» para que la jerarquía eclesiástica española  «asuma con madurez y responsabilidad las consecuencias de su apoyo a la dictadura y su colaboración en la constitución de un régimen que causó enormes daños a miles de ciudadanos».

«La iglesia trabajó con los golpistas en la guerra; ayudó localmente a planificar la represión»

Así, piden una condena del uso de la fuerza «de quienes no aceptaron los resultados de unas elecciones democráticas» y la asunción pública de los errores por parte de la institución que fuera uno de los «pilares fundamentales» del franquismo.

«La Iglesia católica fue uno de los grandes pilares del régimen y muchos de sus miembros miraron para otro lado cuando, en la retaguardia, los pistoleros de falange asesinaban a decenas de miles de civiles», apunta la asociación que preside Emilio Silva, nieto del comerciante asesinado en octubre de 1936 y cuyos restos fueron identificados por primera vez en España con ADN.

Como prueba de los lazos que unían al Vaticano con los militares franquistas, la ARMH recuerda la portada de ABC del 20 de junio de 1939, donde se ve al papa Pío XII con el entonces ministro de Gobernación García Súñer y varios legionarios de visita en Roma para rendir homenaje al pontífice.

«La Iglesia trabajó con los golpistas en la guerra, ayudó localmente a planificar la represión, hizo propaganda para construir el mito del dictador como primer vencedor del comunismo, convirtió a la mujer en una especie inferior y maleducó a millones de ciudadanos», señala el colectivo que lleva más de diez años en la búsqueda e identificación de desaparecidos en fosas comunes.

Debate abierto

La ARMH reclama que la Iglesia actúe «honestamente» con el presente

Sobre la discusión acerca de la relación con el pasado de la dictadura y sus consecuencias, Emilio Silva recuerda que, aunque la institución ha reclamado su papel en el proceso de reconciliación, es hora, —cuando se acaba de cumplir el 75 aniversario del golpe —de «actuar honestamente» con el presente.

«La Iglesia ha dicho que ese pasado hay que dejarlo quieto pero a la vez ha beatificado a cientos de mártires de la Guerra Civil, estando en su pleno derecho de hacerlo», recuerda Silva.

Por ello, en la misiva enviada a la jerarquía de la Iglesia, insisten en que la visita de Ratzinger es una «oportunidad inmejorable» para rechazar el «colaboracionismo franquista, condenarlo y reparar, en la medida de lo posible, el terrible daño que la dictadura causó a millones de personas».

Para Silva, realizar este gesto delante de miles de jóvenes supondría «sembrar una semilla para que errores tan duros no se vuelvan a cometer».

La postura oficial de la Iglesia en la Guerra Civil

Ante los duros acontecimientos que se estaban desencadenando en España tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 y cuando se cumplía el primer año de la contienda, la jerarquía católica, a petición de Franco, según sostienen historiadores como Julián Casanova, firmó una carta fechada el 1 de julio de 1937 para definir su postura en la Guerra Civil, los motivos de su adhesión a los militares sublevados contra el gobierno de la República y su visión de la contienda.

Aunque «cruzada de liberación» fue uno de los términos con los que la Iglesia delimitó su posición en la guerra frente al resto del mundo, en el texto de la misiva  —que soslaya las sacas, paseos y ejecuciones extrajudiciales de civiles— se refieren al golpe de estado como «alzamiento cívico- militar», que provocó una guerra en la que Iglesia «no podía ser indiferente en la lucha».

Las autoridades eclesiásticas que firman el escrito reconocen la implicación armada de muchos religiosos que «obedeciendo a los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia».

Memoria Pública (Público.es)


Los obispos de Franco bajo palio, ahora atacan a ZP y guardan “injustificable silencio” sobre el asesinato de curas vascos…

abril 5, 2011

¿Y que dirá Martínez Camino que hace dos años se lavó las manos?

¿Y ahora qué dirá usted, monseñor Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal? Hace un par de años, en el transcurso de otra multitudinaria selección de mártires de la Cruzada de Liberación Nacional -a punto entonces de ser beatificados cerca de 500 asesinados más-, lo que por otra parte ha venido haciendo de forma incansable la cúpula de la Iglesia católica, desde los tiempos de Juan Pablo II hasta estos años de Benedicto VI, le preguntaron a Martínez Camino, en rueda de prensa, por los otros mártires, los clérigos y religiosos curas vascos, fusilados por los facciosos -militares, carlistas, falangistas y otras gentes cavernarias-, sublevados contra la II República.

Martínez Camino, obispo reaccionario en estado puro, es uno de los capellanes de confianza del cardenal Rouco Varela, el hombre fuerte de la Iglesia española; el protector durante años de Federico Jiménez Losantos y de otros profesionales propicios al catastrofismo, al insulto y a la crispación permanente. Rouco Varela los amparaba en la COPE. Aquel día, poco antes de la nueva oleada de beatificaciones, Martínez Camino se salió por la tangente. Utilizó una vez más la restricción mental y escapó del mal trago. Interrogado acerca de los curas vascos, asesinados por los franquistas, afirmó que desconocía si era cierta o no semejante historia y se lavó las manos.

Valentía evangélica
Los obispos vascos –eso sí, setenta años después de los hechos- han tenido el coraje civil y la valentía evangélica de pedir perdón a causa del “injustificable silencio de la Iglesia” respecto a los catorce sacerdotes de Euskadi, matados en nombre de Dios y de España. ¿Qué Dios y qué España, monseñor Martínez Camino? ¿Por qué los clérigos católicos que -sin renunciar a su fe- se mantuvieron fieles al Gobierno republicano y al Gobierno vasco fueron abatidos por un pelotón de fusilamiento? Y no sólo fueron asesinados. Su memoria fue proscrita por la Dictadura y por la jerarquía eclesiástica. Nunca habían nacido, no se registró su muerte y no se celebraron funerales por ellos. Imposible imaginar que ellos también hubieran podido subir a los altares.

El embajador norteamericano
¿Cómo alegó ignorancia, en 2007, Martínez Camino y la inmensa mayoría de los prelados españoles? Una ignorancia culpable porque esas muertes y las de algunos sacerdotes de distintas regiones, o naciones, o comunidades de España, las sabía todo el mundo. La lista de los curas vascos asesinados la publicó nada menos que el embajador de Estados Unidos en España, Claude G. Bowers. Enumeró a los asesinados y dio nombres y apellidos a los curas antifranquistas. Buceó en el País Vasco y se enteró de que la barbarie de Gernika y la de Santoña se cobró la vida de otros curas y algunas monjas. Bowers –que era periodista- fue el embajador en España entre 1933 hasta 1939. Su libro, Misión en España, censurado por el Régimen franquista a lo largo de muchos años, es una joya admirable. Bowers era un demócrata, amigo del presidente Roosevelt. Franco y sus aliados –Hitler, Mussolini y Oliveira Salazar- eran antidemócratas. O sea, eran totalitarios y odiaban la libertad. El Gobierno vasco del PNV estaba integrado básicamente por católicos. Franco aparecía de cuando en cuando bajo palio. Pero persiguió y ejecutó a aquellos católicos que eran demócratas. Como los del PNV, por ejemplo.

El brazo a la romana
La Iglesia católica española no ha pedido aún perdón por haber borrado del mapa a los sacerdotes aludidos. Lo han hecho los obispos vascos. El mutismo ante tamañas salvajadas continúa envolviendo al Vaticano. Y por supuesto tiene atrapados a los monseñores españoles. Su portavoz, Martínez Camino, debería explicar de una vez las razones de unas situación tan vergonzosa, consentida desde hace 70 años – de modo hipócrita y fariseo- por unos prelados que levantaban el brazo a la romana, eran cómplices de la Dictadura y sostenían que Franco era Caudillo de España ¡por la gracia de Dios! Pero los obispos actuales siguen callados y tampoco han pedido perdón por el infausto papel de la Iglesia con Franco en el poder y no desaprovechan la ocasión para torpedear al Gobierno socialista y a su presidente, Rodríguez Zapatero.

Enric Sopena es director de El Plural

http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=35940

 


La Iglesia contra Jesús…

enero 8, 2011

VICENÇ NAVARRO

Tengo que empezar este artículo diciendo que no soy creyente. No estoy entre los que –según la Iglesia católica– están bendecidos por el don de la fe. Pero soy un estudioso del papel que la Iglesia católica ha tenido en la historia de España. Y del análisis histórico y político de tal Iglesia puede deducirse fácilmente que una cosa es el cuerpo doctrinal derivado de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y otra muy distinta la Iglesia católica (o, al menos, la jerarquía eclesiástica que la ha dirigido y continúa dirigiéndola). Esta última es una institución que en España ha sido parte durante muchos años de las estructuras de poder, habiéndose convertido durante la dictadura en una institución clave en la reproducción de unas relaciones de explotación que permitían el enriquecimiento de grupos sociales minoritarios a costa del mundo trabajador. La evidencia científica e histórica que apoya esta afirmación es enorme.
Esta postura de complicidad con los poderes establecidos estaba y continúa estando en clara contradicción con las enseñanzas de su fundador, Jesús de Nazaret, el cual había subrayado en repetidas ocasiones que “uno no podía servir a Dios y a los ricos a la vez” (Mateo, 6,24 16:13), “el amor y apego a la riqueza es la raíz de todos los males” (Timoteo, 6.10), o “es más fácil para un camello pasar a través del ojo de un alfiler que un rico entre en el reino de Dios” (Mateo, 19.24). El director de temas políticos de la revista británica New Statesman, Mehdi Hasan, acaba de publicar un artículo –“What would Jesus do?”
(13-12-10)– en el que se analiza el mensaje político que Jesús promulgó a través de sus enseñanzas. De este análisis podría concluirse que, como ha subrayado Hugo Chávez, el actual presidente de Venezuela (bestia negra de la Iglesia católica), “Jesús ha sido el mayor socialista en la historia de la humanidad”. Puede que exista una cierta hipérbole en esta declaración de Hugo Chávez al poner a Jesús de Nazaret como el mejor entre los mejores socialistas. Pero, por las enseñanzas de tal figura histórica, parecería razonable colocarlo claramente en la tradición socialista. Después de todo, Jesús de Nazaret condenó a los banqueros, a las estructuras del poder económico y a las iglesias de su tiempo, definiendo a estas últimas como hipócritas, adjetivo que parecería el adecuado y merecido ahora para la Iglesia católica española, que siempre ha apoyado sistemáticamente a las estructuras del poder económico y financiero existentes en España.
Tal como afirma Mehdi Hasan, de la lectura sistemática de las enseñanzas de Jesús de Nazaret debe concluirse que el fundador de la Iglesia católica se identificó con los oprimidos y los explotados de la sociedad en la que vivía. La lectura de sus enseñanzas permite alcanzar la conclusión de que Jesús de Nazaret tenía bastante buena idea de cómo funcionaba el orden y desorden social de su tiempo, y que sus simpatías estaban claramente en el lado de los grupos explotados y oprimidos, considerando que la riqueza de las clases dominantes estaba basada en tal explotación. De ahí que concluyera que sería imposible que los ricos fueran al cielo.
Existe, pues, una clara contradicción entre las enseñanzas de Jesús de Nazaret y el comportamiento de la Iglesia católica en España, cuyas prácticas son claramente opuestas a sus enseñanzas. El golpe militar de 1936 (que la Iglesia católica apoyó) liderado por el general Franco era la defensa de los intereses económicos y financieros de los grupos más privilegiados de la sociedad española, intereses que quedaban afectados por las reformas altamente populares llevadas a cabo por los gobiernos democráticamente elegidos durante la República. Entre estos grupos privilegiados estaba la propia Iglesia católica, que era una de las mayores propietarias de tierra, y por lo tanto, afectadas por la reforma agraria propuesta por la República. La Iglesia tenía también en los años treinta, 12.000 fincas rústicas y 8.000 edificios urbanos. La Iglesia era también la institución que ejercía un monopolio en la enseñanza, también afectado por las reformas educativas del Gobierno democráticamente establecido que favoreció el establecimiento de la escuela pública, medida también altamente popular.
De ahí que la Iglesia se convirtiera en el mayor portavoz de la resistencia a tales medidas, alentando públicamente al ejército a que se sublevara en contra del Gobierno democrático. Y cuando el golpe militar ocurrió, la Iglesia lo definió inmediatamente como una Cruzada, una cruzada que paradójicamente tenía en su vanguardia a tropas musulmanas, que eran las que la lideraban. No era de extrañar, por lo tanto, que cuando tuvo lugar el golpe militar sectores de las clases populares atacaran a las iglesias y al clero. Los excesos que ocurrieron en estos ataques (que deben criticarse) no debieran obstaculizar el entender (aunque no justificar) la enorme hostilidad existente hacia la Iglesia por parte de las clases populares que, traicionando el mensaje de su fundador, se había aliado con las fuerzas más explotadoras y oprimentes existentes en España, alianza que continuó durante la dictadura. Durante aquel odiado régimen, la Iglesia (con contadísimas excepciones) formó parte de él.
Esta institución fue, pues, una fuerza beligerante en aquel conflicto, y es de una enorme falsedad presentar a la Iglesia como “víctima”, como hizo recientemente Benedicto XVI. En realidad, su rol fue predominantemente victimizador. En muchas partes de España era la Iglesia la que confeccionaba la lista de los que la Falange o el ejército fusilaban, que eran, por cierto, los que defendían a un Gobierno democráticamente elegido. Y la enorme arrogancia que la caracteriza explica que no haya pedido ni siquiera perdón por su comportamiento a las víctimas, que pertenecían en su mayoría a las clases populares de las distintas regiones y naciones de España.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra

Ilustración de Mikel Jaso

Público.es (Opinión)

 


«Es hora de que la Iglesia pida perdón por tantos actos de agravio»

enero 8, 2011

La Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica subraya el apremio con el que la Iglesia debería disculparse por su complicidad con la represión franquista

PATRICIA CAMPELO Madrid 07/01/2011

DOCUMENTOS RELACIONADOS

La campaña para rescatar del olvido y del desconocimiento los más de 5.000 nombres de víctimas de la represión franquista en Galicia seguirá plenamente activa en 2011.

La Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica ha avanzado que el escrito dirigido al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela,invitándole a visitar las fosas gallegas, es una forma de «contestar» las palabras que Benedicto XVI dirigió a los periodistas en el avión papal que le traía de visita a España y en las que comparaba el secularismo actual con el de los años de la II República.

«La Iglesia deber pedir perdón públicamente por tantos actos de desagravio»

«Si el Papa hizo esas declaraciones en calidad de jefe de Estado, no tiene porqué injerir en asuntos de otros Gobierno, y si las hizo como opinión de autoridad moral, que las haga en privado». Rubén Afonso, miembro de la Comisión, ha explicado a Público.es que en la respuesta a las palabras del pontífice han querido dejar claro que están a favor de un «pacto por la laicidad» y en contra de la presión de la jerarquía católica para «imponer» su moral.

«Creemos que ya es hora que, en 2011, la Iglesia pida perdón públicamente por su apoyo a tantos actos de agravio». Afonso lamenta el papel de la institución que bautizó como ‘Santa Cruzada’ los actos de represión, «fueron cómplices del golpe militar de 1936, en el que desempeñaron una importancia vital».

A través de la misiva, el colectivo pretende que la institución católica participe en los homenajes a los «asesinados por defender la democracia» y, de este modo, se logre la «reconciliación» y un «cambio de rumbo» en la actitud de la Iglesia. «Hemos invitado a Rouco de buena fe porque su participación sería un acto de dignidad», ha señalado Afonso.

Bajo palio

En la carta dirigida a Rouco, en la que la Comisión solicita dar traslado de sus peticiones a Benedicto XVI, recuerdan que Franco entraba «bajo palio» en las iglesias acompañado de la jerarquía eclesiástica, la misma que hacía «el saludo fascista» al paso del dictador. La proximidad con los dirigentes del régimen la evidencian evocando las palabras del arzobispo de Toledo en el funeral de Franco, en las que mencionó a la «civilización cristiana a la que quiso servir». Asimismo le explican a Rouco que está documentado el «robo de miles niños y niñas» con la connivencia de las autoridades del franquismo.

Público.es (Memoria Pública)

Fotografía de archivo

 


La CRMH invita a Rouco Varela a visitar las fosas comunes de Galicia…

enero 8, 2011

Imagen extraída de Google images para el artículo del blog de jordicarreno.wordpress.com "Cuestión de fe.., Sr. Rouco o Cuestión de Derecho..". Monseñor Rouco y el periodista Jiménez Losantos

07-01-2011 /

A Coruña, 7 ene (EFE).-

La Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica (CRMH) de A Coruña ha invitado hoy al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, a visitar las fosas comunes que todavía permanecen en Galicia.

«Sin duda alguna su presencia sería un acto de reconciliación con las víctimas del franquismo y un cambio de rumbo en la actitud de la jerarquía de la Iglesia Católica», ha señalado la CRMH en la misiva dirigida a Rouco Varela.

Durante este año, la CRMH tiene previsto homenajear a las víctimas del franquismo en A Coruña que todavía no han recibido «una sepultura digna» y que permanecen en varias fosas comunes en el ayuntamiento de Aranga (A Coruña), ha indicado.

Este conjunto de fosas, el más importante de Galicia, podría albergar más de 80 cadáveres, según investigadores consultados por la CRMH.

«Es hora de que la Iglesia Católica pida públicamente perdón por su participación en estos crímenes contra la humanidad y por su gravísimo pecado de sostener durante años una dictadura fascista», ha señalado la CRMH.

La organización por la recuperación de la Memoria Histórica ha pedido también a Rouco Varela que traslade al papa Benedicto XVI las «reflexiones» sobre la participación de la Iglesia en la historia de la sublevación militar y la dictadura posterio

ABC.es vía google noticias


En el Valle de los Caídos nunca se exaltó al dictador…

diciembre 22, 2010

La reapertura el domingo pasado de la basílica del Valle de los Caídos, gracias a los cien mil euros que costaron los trabajos de restauración que este Gobierno en crisis ha concedido a tal fin a costa de nuestros impuestos y nuestras pensiones, atrajo hasta el lugar a cientos de feligreses, que rezaron preces ante las tumbas del dictador Franco y José Antonio Primo de Rivera.

Hubo misa en el templo y gran paella gratuita en la hospedería, ofrecida por los monjes para saciar el apetito que el aire frío del paraje y la estimulante prestancia histórica del recinto debieron de despertar entre quienes hasta allí se acercaron. El riesgo de derrumbe de la estatuaria que decora la basílica fue subsanado por nuestro diligente Gobierno con un túnel de acero, valorado en la citada cantidad, en preservación de que los cascotes de las imágenes exteriores no cayeran sobre los concurrentes a la ceremonia.

Me parece oportuno aprovechar la reapertura de la basílica del Valle de Franco al culto religioso, sobre la sepultura de quien desencadenó una crudelísima guerra civil en España e implantó una larga y dura dictadura condenada por la Unión Europea, para recordar el documental de Martin Jönsson y Pontus Hjorthén, co-producido en 2008 por varios canales de televisión de Alemania, Suecia y Noruega, y que termina precisamente en el Valle de los Caídos con una entrevista al abad Anselmo Álvarez.

Dicho documental, titulado Mari Carmen España: el final del silencio, obtuvo diversos premios y nominaciones en distintos festivales internacionales, y arranca del recuerdo de Martin Jönsson cuando de niño escuchó en Suecia a Olof Palme calificar a Franco y sus generales como asesinos del Diablo, sobre los que predijo un veredicto histórico terriblemente duro en el porvenir. Martin y su amigo Pontus viajan por España a raíz de conocer en Cazalla a Mari Carmen España, que en 2005 pretendió recuperar los restos de su abuelo fusilado. En contraste con esa búsqueda de desaparecidos por las cunetas y fosas del país, los periodistas suecos se encuentran con el Valle de los Caídos, tumba del dictador, como lugar de culto católico.

Martin y Pontus logran entrevistar al abad de la basílica. En esa charla, emitida en su día por la STV sueca y otras televisiones, Anselmo Álvarez afirma categóricamente que en el Valle de los Caídos nunca se exaltó la figura de Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios durante casi cuarenta años.(http://www.youtube.com/watch?v=SdqHrzPhAY0&feature=player_embedded).

Enlace: http://blogs.publico.es/felix-poblacion/174/en-el-valle-de-los-caidos-nunca-se-exalto-al-dictador/


Vicens Vives va a la guerra…

noviembre 28, 2010

Hallado en Italia un texto de 1954 en el que el historiador critica a la Iglesia…

CARLES GELI – Barcelona – 27/11/2010

El historiador catalán Jaume Vicens Vives.-

Intuía que nunca más podría volver a escribir sobre la historia de España en esas condiciones; o sea, que lo hizo sin tapujos. Así que parte de la culpa que llevó a la crisis de 1936 la tuvieron los «grupos católicos (…) cada vez más intransigentes»; también constata que se dio «un militarismo hispánico que se situó en el campo de la reacción conservadora gracias a su estrecha colaboración con la Iglesia». Y ya al analizar la posguerra recoge «un fenómeno de gran subversión moral»: el mercado negro o estraperlo, que «enriqueció a los potentados de la agricultura y la industria, rellenó las cajas de los grandes bancos y empobreció al conjunto del país».

Quien se expresaba así era Jaume Vicens Vives en 1954, en un texto destinado a ser publicado en el extranjero, claro: en francés y para una editorial italiana, en el marco de una voluminosa historia contemporánea de Europa. Se sabía de esa colaboración, si bien se creía que era solo de una veintena de folios y sobre la segunda mitad del siglo XIX. Pero resultaron ser 140 páginas, y entre esas, un hallazgo: 60 dedicadas a los años 1917-1953, donde desmenuza aspectos de la construcción de la nueva España franquista. Ese Vicens Vives inédito y crítico es la gran aportación que deja la conmemoración de centenario del nacimiento del influyente historiador, gracias a la labor investigadora de Miquel Marín Gelabert, del Grupo de Historia de la Historiografía de la Universidad de Zaragoza.

La génesis intelectual y la evolución del historiador hasta llegar a esos 60 folios es apasionante. Ese Vicens Vives de 1935, «catalanista y socialista», se planta en 1948 en Barcelona como catedrático «habiendo pagado al régimen todo lo que tenía que pagar»; es decir, habiendo escrito un libro de planteamientos próximos a la geoestrategia nazi como Geopolítica de España y del Imperio (1940) o elogios al papel imperialista español en Rumbos oceánicos (1946). Su proyecto es ahora «recuperar el espíritu de la historiografía española y catalana de los años veinte y treinta, que entonces se homologaba con la de Europa».

Astuto, empieza a crear una estructura que le permita «controlar desde la investigación a la publicación». Y, además, aprovecha los congresos internacionales. Uno en Mantua, en 1952, será la puerta de acceso a su texto inédito. Ante la consulta de la editorial Mazorati, y a pesar de ser medievalista, se ofrece él mismo para hacer un texto sobre el XIX y el XX español para una ambiciosa obra en siete volúmenes. Lo termina en ocho meses, en abril de 1954. De él solo trascenderá, en un homenaje de 1967 y gracias a Miquel Batllori, una veintena de páginas sobre el XIX. «Es un trabajo nunca citado y no se encuentra en ninguna biblioteca ni universidad española», contextualiza Marín, que mantiene que se ha investigado «muy poco» a Vicens Vives.

La Iglesia como uno de los responsables del conflicto fratricida, lo poco nacionalista que se muestra, las dialécticas arrastradas desde la Guerra Civil y las referencias bibliográficas es lo que llama la atención a Marín. «El nivel de información es altísimo y esos libros no los usó dentro de España; además, no estaban ni en su biblioteca privada ni en la universidad», apunta el investigador. Que de la publicación solo se hiciera una edición y que Vicens Vives no hablara nunca de unos textos que escribió en castellano y cuyos originales están perdidos («solo lo comenta una vez y por carta a Pierre Vilar y a Ferrater Mora, y a este último, consciente de lo que ha escrito, le pide que le busque editor en EE UU») explicarían el desconocimiento de este «nuevo Vicens Vives», que aquí «no ha de negociar y dice lo que quiere decir; porque meses antes, en su Aproximación a la Historia de España, pasa de puntillas sobre las causas de la Guerra Civil y habla de ella como ‘la hora decisiva’; desgraciadamente, nunca más escribió como en aquel capítulo». Pero ahora se sabe que al menos pudo hacerlo una vez.

El País.com


El Algarrobico de Cuelgamuros…

noviembre 20, 2010

“La comunidad benedictina tiene la obligación fundacional de celebrar el funeral en memoria de Franco y de Primo de Rivera.” -Anselmo Álvarez, Abad del Valle de los Caídos-

La demolición del Valle de los Caídos es la fantasía política de varias generaciones de españoles desde hace medio siglo. Desde los presos republicanos que lo construyeron hasta quienes hoy vemos la cruz desde la carretera, pasando por aquellos exiliados que de vuelta a España lo visitaban sólo para pisar la tumba del dictador y asegurarse de que estaba bien cerrada, muchos han soñado con hacerlo desaparecer.

Frente a quienes proponen su demolición –como el Foro por la Memoria, que acaba de pedir que desaparezca la enorme cruz- están los que apuestan por no tocar una piedra. Unos lo defienden desde la nostalgia franquista sin complejos; otros, más disimulados, objetan argumentos históricos, religiosos y hasta artísticos, equiparando su conservación a la del acueducto de Segovia o las catedrales, cosa de risa. Están también quienes, desde el gobierno, se sienten incómodos pero no se atreven a meterle mano, así que lo cierran un tiempo por obras. Y luego están quienes rechazan su exaltación franquista y proponen cambiar su uso, para convertirlo en lugar de la memoria.

Yo mismo he propuesto alguna vez ese destino, aprovechar el conjunto para invertir su finalidad, pero cada vez descreo más. Lo veo improbable, vista la resistencia de unos y la poca decisión de otros; pero además no tengo claro que un monumento fascista así vaya a perder su significado por muchas placas informativas que le colguemos, y si no seguiría siendo lugar de peregrinación ultra cada 20-N aunque se llamase museo de la memoria.

Así que cada vez soy más partidario de borrarlo del mapa sin miramientos, por higiene democrática. Y ya que contra el Valle no sirve la ley de la memoria, yo propondría aplicarle la legislación medioambiental: tirarlo no por fascista, sino por su impacto visual, que no es precisamente pequeño, en un espacio natural. A ver si así cuela.

El Valle de los Caídos es como el hotel del Algarrobico, pero en montaña, y como aquel merece ser derribado. Por feo y por cargarse el paisaje. Aunque si van a tardar en tirarlo tanto como el hotel de Almería, ya podemos esperar.

Isaac Rosa

http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2010/11/20/el-algarrobico-de-cuelgamuros/


 


Víctimas del franquismo preguntan a Zapatero por el Valle de los Caídos…

noviembre 18, 2010

En una carta dirigida al presidente del Gobierno, la ARMH le interroga sobre la «aconfesionalidad» que debería tener un lugar perteneciente a Patrimonio.

PATRICIA CAMPELO Madrid 17/11/2010

En el contexto del próximo aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha registrado una carta dirigida al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la que preguntan al Ejecutivo socialista «hasta cuándo» tienen que seguir las víctimas del franquismo sufragando con sus impuestos «la tumba del dictador responsable del asesinato de decenas de miles de civiles».

La ARMH, colectivo que aglutina principalmente a víctimas de la represión franquista y que recientemente conmemoró su X aniversario, considera que es una «humillación» que en una «democracia consolidada», las víctimas de violaciones de derechos humanos, tal y como reconocen las normas internacionales para el caso del franquismo, «sean obligadas por el Estado» a sostener con sus impuestos el enterramiento del dictador.

Silva pregunta porqué el Valle de los Caídos no es un lugar aconfesional si pertenece a Patrimonio

En ese sentido, la ARMH tampoco ve comprensible cómo un Estado democrático mantiene «con fondos públicos, ese gran mausoleo dedicado a quien tanto daño hizo a nuestra sociedad», indica la misiva.

Emilio Silva, presidente de la ARMH y firmante del escrito, interroga al presidente del Gobierno sobre el tiempo que se continuará sosteniendo la «doble moral» que condena y penaliza el enaltecimiento de «determinadas violencias» y que otras sean enaltecidas pública y notoriamente sin que tenga ninguna consecuencia.  A este respecto, la asociación apunta a que el franquismo causó «muchísimos más asesinatos que cualquier otro grupo violento en nuestra historia», y, a pesar de ello, sigue siendo «honrado públicamente» a través de «numerosos símbolos y nombres de calles y plazas como la del Caudillo», que existe todavía en la ciudad de Madrid.

Misas en edificios de Patrimonio

Respecto al Valle de los Caídos, Silva, en nombre de la ARMH, lanza una meridiana interpelación: «¿No debería tratarse de un lugar aconfesional, tratándose de un patrimonio del Estado?», en referencia a las misas que, los monjes de la abadía benedictina de Cuelgamuros, continúan realizando gracias a los acuerdos a los que llegan con Patrimonio para que les permita continuar con sus ritos incluso mientras prosiguen las obras de restauración del conjunto.

En septiembre de 2002, la ARMH presentó, a todos los grupos con representación parlamentaria, un proyecto legislativo en el que solicitaban la conversión del Valle de los Caídos en un lugar de memoria en el que se rinda tributo a aquellos que fueron obligados a construirlo. Esta iniciativa planteaba que la nave central albergara una exposición en la que se explicara el porqué del conjunto, quiénes lo construyeron y cómo se hizo.

La ley 52/2007 de Memoria Histórica impide, en su artículo 14, cualquier acto político que exalte a los «protagonistas» del franquismo.

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