El delito de negar el Holocausto: una deuda de España y un guiño de Gallardón al pueblo judío…

octubre 25, 2012

Consejo de Ministros

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Justicia, Alberto Ruíz-Gallardón, miran el reloj poco antes de la rueda de prensa. (EFE/Chema Moya)
  • España quiere que negar el Holocausto sea un delito en el Código Penal.
  • Gallardón lo plantea en el anteproyecto de reforma presentado recientemente.
  • El ministro de Justicia es «un amigo sincero» del pueblo judío y de Israel
  • Las asociaciones judías en España se muestran satisfechas, pero piden cautela.

El Gobierno quiere incluir como delito en el Código Penal la negación y trivialización del Holocausto (el exterminio de seis millones de judíos por el régimen nazi durante la II Guerra Mundial). Esta medida, anunciada por el ministro de JusticiaAlberto Ruiz Gallardón tras el Consejo de Ministros del 11 de octubre, está contenida en el anteproyecto con el que trabaja el ministerio.

El Ejecutivo, al recoger esta mención específica —en el borrador no se alude al término Holocausto, pronunciado por Gallardón en rueda de prensa, sino que se apunta a delitos que «hubieran sido declarados probados por los Tribunales de Nüremberg»—, cumple así con una de las exigencias más demandadas por lasasociaciones judías: que el negacionismo sea considerado en sí mismo un delito.

El Gobierno ha ido más lejos que lo que pedía Europa en la redacción de este artículoGallardón justificó la inclusión del delito, penado hasta condos años de cárcel y no reflejado en el actual Código, por el «compromiso adquirido»con una Decisión Marco del Consejo de Europa, de 2008, que insta a homogeneizar la legislación de los Estados miembros en la lucha contra el racismoy la xenofobia.

Pero esta normativa europea no exigía hilar tan fino como ha hecho el Ejecutivo. Obliga sí, a condenar la «apología pública, la negación o trivialización flagrante» de «crímenes de genocidio», pero sin hacer referencias concretas al Holocausto ni a otros episodios genocidas del siglo XX, como los de Ruanda o Sebrenica.

«Una redacción sinuosa»

La forma, todavía provisional, en la que está redactado el nuevo artículo es «extravagante», según fuentes jurídicas consultadas por 20minutos.es, y la referencia a los crímenes probados en Nüremberg «ampliamente sobrepasada e innecesaria».

Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, considera que era necesario incorporar una referencia explícita al Holocausto, sobre todo, argumenta, por «el crecimiento exponencial del negacionismo difundido a través de Internet«, pero también reconoce como«sinuosa» y «ambigua» la prosa utilizada por los juristas.

Según juristas, incluir una referencia a Nüremberg es una «extravagancia» además de algo «innecesario»Además de introducir una referencia extemporánea a los crímenes cometidos por los nazis, el nuevo artículo contiene una coda final que limita los delitos de negación de genocidioa cuando estos «favorezcan un clima de violencia, hostilidad, odio o discriminación«.

Un matiz «interpretativo» que, en palabras de Ibarra, «seguramente trata de vadear» una sentencia del Tribunal Constitucional del año 2007. En esta sentencia, el TC declaróparcialmente inconstitucional el punto 607.2 del actual CP porque la prohibición de negar el Holocausto chocaba con el derecho a la libertad de expresión.

Un ministro «amigo sincero» de Israel

Gallardón, impulsor de esta nueva reforma del Código Penal, es el ministro del Gobierno que públicamente ha mostrado más simpatías hacia IsraelFue el primer miembro del gabinete de Rajoy que visitó el país, en mayo de este año. Una gira diplomática en la que, además de participar en una ceremonia de homenaje a las víctimas de la Shoahrecibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Haifa por su «trayectoria a favor de las relaciones de amistad y cooperación entre España e Israel desde todos los puestos oficiales que ha ocupado».

Gallardón recibió un doctorado Honoris Causa en Israel en el mes de mayoEste mismo mes de octubre, dos días antes de la presentación en Consejo de Ministros de las los cambios en el Código Penal, entre ellos los referidos al Holocausto, Gallardón se reunió con el presidente del Comité Judío Americano, David Harris, y el Presidente de Comunidades Judías en España, Isaac Querub.

Según fuentes ministeriales, en la reunión se trataron temas relacionados con los problemas que afrontan los judíos en Europa, uno de ellos el crecimiento del ‘virus’ del negacionismo, pero «de ninguna manera hubo presión» sobre el ministro para que incluyera sus peticiones en el borrador de reforma, porque «éste estaba redactado con anterioridad a dicha cita».

Gallardón se ha manifestado siempre, desde sus comienzos políticos como presidente de la Comunidad de Madrid y también siendo alcalde de la capital,  como defensor y «amigo sincero» de la causa de Israel, aunque crítico con su postura en relación con el conflicto palestino. Fue vicepresidente de la Casa Sefarad, a quien concedió en 2009, no sin polémica,un palacete en el centro de la ciudad como sede de la institución, y ha participado en celebraciones judías ataviado con la kipá (tradicional gorro usado en los rituales judíos).

El negacionismo en Europa

Si finalmente la reforma del Código Penal incorpora la tipificación como delito del negacionismo, para cualquier genocidio, pero también y específicamente referido al Holocausto, España seguiría la estela –aunque con varias décadas de retraso— de otros países que contemplanmedidas similares en sus ordenamientos jurídicos.

Francia y Alemania incluyeron en su ordenamiento medidas similares hace varias décadasDentro Europa, los países que consideran delito negar lasolución final —entre ellos Francia y Alemania (cuya población judía en 2009, según la Jewish Agency For Israelera de 485.000 y 120.000 personas, respectivamente)— fueron potencias que, a diferencia de España (donde residen actualmente unos 12.000 judíos), sí combatieron en la II Guerra Mundial. En éstos, la conciencia social por laresponsabilidad en los crímenes del nazismo sigue presente en el imaginario político e histórico.

Son Estados, además, en los que hay una fuerte presencia de escuelas revisionistas de pseudohistoriadores, cuyos argumentos negacionistas gozan de amplia difusión, y que cuentan con partidos políticos de extrema derecha que, como en el caso del Frente Nacional francés, trivializan abiertamente el Holocausto.

«Una forma de prevenir el antisemitismo»

Las asociaciones judías en nuestro país consultadas han mostrado su satisfacción por la medida, aunque de forma «discreta», porque se trata del primer paso de una reforma que tardará meses en ser aprobada, y que está sujeta a cambios durante su tramitaciónparlamentaria.Las asociaciones judías en España muestran su satisfacción, pero también sus reservas

«Estamos muy contentos, es una forma de prevención delantisemitismo«, dice Yessica San Román, del área de Holocausto de la Casa Sefarad en España, «aunque nosotros no hemos pedido expresamente al Gobierno que legisle en este sentido». San Román recalca que, desde su óptica, «todos los escritos revisionistas tienen un claro contenido judeofóbico».

Desde la Federación de Comunidades Judías de Madrid también se valora positivamente que se legisle en este sentido, aunque expresan sus «reservas», puesto que la redacción final de la norma aún no se conoce y prefieren no pronunciarse sobre algo todavía «etéreo».

En cualquier caso, consideran que una medida así «sería muy necesaria», según su portavoz, María Royo. «Era un tema pendiente y ya era hora que el España lo incluyera», comenta telefónicamente a 20minutos.es.

http://www.20minutos.es/noticia/1621434/0/gallardon/holocausto/delito-codigo-penal/


Franco y el exterminio…

septiembre 30, 2012

Una investigación desvela que Franco dejó morir a miles de judíos que tuvo en su mano salvar

Franco y el exterminio

Durante toda su vida, Francisco Franco se refirió a un abstracto peligro judío (masónico y comunista, también) como el mayor enemigo de la España construida tras su victoria en la guerra civil de 1936-1939. Obsesionado con esta idea hasta el fin de sus días, el Caudillo se refirió una vez más a los judíos en su último discurso de 1 de octubre de 1975, poco antes de morir.

Los años y la tergiversación de la historia hicieron que su antisemitismo se diluyera como un azucarillo en la patética frase referida. Sin embargo, es obvio que en sus encendidos discursos Franco no dejó de mostrarse antisemita, pero nunca reveló que su odio-temor había tenido durante la Segunda Guerra Mundial una repercusión criminal sólo descubierta gracias al contenido de decenas de documentos secretos desclasificados, encontrados en los archivos de Estados Unidos, Reino Unido y Holanda.

Hasta ahora nadie pensaba en Franco cuando se hablaba del holocausto, como si la España pronazi de principios de los cuarenta, claramente dibujada por los documentos que un día fueron secretos, hubiera visto de lejos cómo la Alemania nazi deportaba y asesinaba a millones de judíos y otras minorías.Pero la realidad, espantosa, que aflora en los documentos citados muestra que Franco pudo salvar a decenas de miles de sefardíes, pero prefirió dejarlos morir a pesar de reiterados ultimátums alemanes que le advertían de las medidas extremas (léase exterminio) de que serían objeto si su España no aceptaba acogerlos.

El corolario de la investigación documental que se recoge en el libro que adelantamos tiene varios puntos esenciales; el primero de los cuales es que apenas quedan dudas de que los nazis alentaron el golpe de Estado de julio de 1936, al que no dejarían de apoyar hasta la victoria en 1939. Como consecuencia del sostén germano, Franco inclinó dramáticamente los destinos de España del lado alemán y no del italiano. Los alemanes influyeron en toda la política y la economía española, prensa incluida, y una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial las relaciones entre la cúpula del nazismo y Franco y sus ministros fue muy estrecha, y la nueva Alemania, cuyo imperio tenía que durar mil años, tuvo un exquisito trato de favor hacia el Generalísimo. Esta deferencia se tradujo en la oferta nazi de hacerse cargo de los judíos españoles esparcidos por Europa a los que tenían previsto asesinar industrialmente. Pero Franco no los salvó, a sabiendas de lo que les iba a suceder, muy bien informado por los embajadores españoles testigos de excepción de las deportaciones. De esta forma, la dictadura española se convirtió en cómplice activo del holocausto.

El ofrecimiento nazi de enviar a España a los spanischer Juden (judíos españoles), como designan los nazis a los judíos en todos sus documentos, no se produjo en una ocasión anecdótica que pasó rápidamente al olvido. Al contrario. Se trató de un tema de gran calado que generó cientos de documentos, telegramas, órdenes y contraórdenes procedentes del departamento de asuntos judíos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, de la embajada de Alemania en Madrid y del Ministerio de Asuntos Exteriores español. Y es que, tratado como un amigo muy especial, el III Reich brindó a Franco la entrega de miles de judíos repetidas veces, por escrito, por comunicación diplomática verbal con reiterada insistencia de los embajadores alemanes. Tanto se esmeraron con su amigo español, que los nazis mantuvieron presos pero sin deportar a muchos judíos en espera de una respuesta positiva de Franco que nunca llegó. Mientras tanto, los alemanes ampliaron por propia iniciativa el plazo límite de entrega (marzo y abril de 1943) para dar tiempo a una respuesta de Franco.

¿La oferta nazi contenía cierta piedad hacia los judíos sefardíes? No. No se trataba de eso. Era la deferencia al amigo y al mismo tiempo una medida para abaratar los costes del exterminio. Es decir, antes de proceder a aplicar en toda su dimensión la solución final, el gobierno del Reich dio la oportunidad al amigo Franco de decidir sobre la suerte de los spanischer Juden, de tal suerte que si los acogía para tomar sus propias medidas contra ellos –como suponían que sucedería–, el operativo nazi de exterminio humano se vería sustancialmente reducido.

El régimen sintonizaba totalmente con Berlín y, a pesar de los reiterados ultimátums alemanes –obviamente secretos– que advirtieron explícitamente al gobierno español de las medidas extremas de que sería objeto el colectivo judío, Franco se opuso a salvarlo, pero no olvidó reclamar las propiedades y el dinero de los aniquilados, considerados, por tanto, ciudadanos españoles en toda regla.

Esta historia tiene otra cara trágica, pero muy honrosa. Mientras se producían las deportaciones y España negaba el pan y la sal a miles de seres humanos, unos horrorizados diplomáticos españoles actuaban por su cuenta y en contra de las órdenes emanadas de Madrid. Falsificaron documentos y lograron salvar a cientos de personas. Todos alertaron a Madrid del genocidio en telegramas secretos, y dos de ellos, Ángel Sanz Briz, desde Budapest (Hungría), y Julio Palencia, de la legación de España en Sofía (Bulgaria), fueron crudamente explícitos en sus mensajes. El primero, conocedor del llamado «protocolo de Auschwitz», avisó de las matanzas en cámaras de gas, y el segundo, testigo presencial desde su embajada, escribió a Madrid avisando del desastre humano.

Tres años después, cuando la guerra mundial cambió de curso y los aliados presionaron a Franco, este se apropió de los actos heroicos de estos diplomáticos para ganarse la benevolencia de los vencedores.

El libro lo explica cómo tras la muerte de Franco, Don Juan Carlos hizo todo lo posible por dejar atrás aquel pasado oscuro. Poco después de su llegada al trono, ya con una España nueva, Don Juan Carlos sería el primer jefe de Estado español que rendía homenaje en el Yad Vashem a las víctimas del holocausto.

http://www.diariodemallorca.es/sociedad-cultura/2012/09/28/franco-exterminio/797158.html


Almería homenajea a 142 almerienses que murieron víctimas del holocausto nazi…

mayo 6, 2012

Cerca de 200 personas han participado hoy en Almería capital en un acto de homenaje

Ofrenda floral ante el monumento en memoria de las víctimas del holocausto, en Almería, junto al que cerca de 200 personas participan en un acto de homenaje a las víctimas del holocausto nazi, en el que se ha recordado a los 142 almerienses que perdieron la vida en el campo de concentración de Mauthausen, donde fallecieron más de 6.000 españoles, 1.500 de ellos andaluces.EFE

Ofrenda floral ante el monumento en memoria de las víctimas del holocausto, en Almería, junto al que cerca de 200 personas participan en un acto de homenaje a las víctimas del holocausto nazi, en el que se ha recordado a los 142 almerienses que perdieron la vida en el campo de concentración de Mauthausen, donde fallecieron más de 6.000 españoles, 1.500 de ellos andaluces.EFE

EFE Almería

Cerca de 200 personas han participado hoy en Almería capital en un acto de homenaje a las víctimas del holocausto nazi en el que se ha recordado a los 142 almerienses que perdieron la vida en el campo de concentración de Mauthausen, donde fallecieron más de 6.000 españoles, 1.500 de ellos andaluces.

El acto ha sido convocado por el PSOE, IU y el PCA, con la colaboración de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica Rocamar, con motivo de la conmemoración, el 5 de mayo, del 67 aniversario de la liberación del campo austríaco.

El homenaje, que se celebra cada año, ha tenido como escenario el monumento erigido en el parque de las Almadrabillas de la capital almeriense en honor a las víctimas del holocausto nazi, junto al antiguo cargadero de mineral.

El monumento representa la escalera en la que muchos de los prisioneros del campo de Mauthausen murieron transportando pesadas piedras, y alrededor de ella se levantan 142 columnas, una por cada víctima almeriense.

El acto ha sido presentado por la periodista Antonia Sánchez Villanueva, subdirectora de La Voz de Almería, y la vicepresidenta de la Asociación de Memoria Histórica Rocamar, Martirio Tesoro, ha sido la encargada de leer el manifiesto en recuerdo de las víctimas y en defensa de los valores humanos.

En declaraciones a los medios de comunicación, Tesoro ha explicado que el objetivo es “seguir la estela de los supervivientes, que se juramentaron” para que “nunca más” ocurriera algo como lo que sufrieron.

La intención, ha expuesto, es hacer “un recordatorio contra las dictaduras y el totalitarismo” para “no caer en el error y el horror del olvido”.

“Que se sepa, sin odios, sin rencores, lo que pasó para que no volvamos a caer en esa pesadilla”, ha dicho Tesoro, quien ha expresado su temor ante los “movimientos xenófobos y racistas que hay en Europa”.

También ha participado con unas breves palabras la hija de Antonio Muñoz Zamora, último superviviente almeriense del campo de Mauthausen, que vio un sueño cumplido con la inauguración del monumento en 1999, y cuyas cenizas se esparcieron en la orilla del mar junto al lugar tras su fallecimiento en 2003.

El acto, en el que se ha reivindicado la correcta conservación del monumento, catalogado por la Junta de Andalucía como Lugar de la Memoria Histórica, ha finalizado con una ofrenda floral al monumento y la interpretación del Himno de Riego a cargo de la Banda Municipal de Música.

http://www.publico.es/agencias/efe/432004/almeria-homenajea-a-142-almerienses-que-murieron-victimas-del-holocausto-nazi


Alemania investigará a cientos de ex guardias nazis por los crímenes cometidos durante el holocausto…

octubre 9, 2011
ABC.es, 05/10/2011 – 6 Octubre 2011

La reapertura de cientos de casos se produce tras de la sentencia en mayo contra John Demjanjuk

 La reapertura de cientos de casos, cuyos protagonistas más jóvenes tienes ahora 80 años, se produce tras de la sentencia en mayo contra John Demjanjuk, guardia voluntario en el campo de exterminio de Sobibor

AP / BERLÍN

Los fiscales alemanes han vuelto a reabrir cientos de investigaciones sobre los delitos cometidos por antiguos guardias nazis que sirvieron en los campos de concentración durante el holocausto judio, que podrían ser acusados tras el precedente establecido por el veredicto contra John Demjanjuk.

Teniendo en cuenta la avanzada edad de todos los sospechosos -los más jóvenes tienen 80 años-, el jefe de la fiscalía alemana encargada de investigar los crímenes nazis dijo a AP que las autoridades “no quieren esperar demasiado tiempo, por lo que ya han comenzado las investigaciones”, dijo el fiscal Kurt Schrimm.

Mientras tanto, el director del Centro Simón Wiesenthal de Jerusalén, Efraim Zuroff, informó de que lanzará una nueva campaña en los próximos dos meses para localizar a los otros criminales de guerra nazis.

Zurroff explicó que la sentencia contra Demjanjuk, en la Polonia ocupada, ha abierto la puerta al procesamiento de otros antiguos nazis de los que pensó que jamás serían juzgados: “Podría ser un último capítulo muy interesante”, dijo por teléfono desde Jerusalén. “Esto tiene enormes implicaciones, incluso en esta última fecha.”

Demjanjuk, complice del holocausto

Demjanjuk, de 91 años, fue deportado de los EE.UU. a Alemania en 2009 para ser juzgado. Fue declarado culpable en mayo de este año por cargos de complicidad en el asesinato de judíos, al servir como guardia en el campo de exterminio de Sobibor, en la Polonia ocupada.

Era la primera vez que los fiscales fueron capaces de condenar a alguien en un caso de la época del nazismo, a pesar de ni existir ninguna evidencia directa de que el sospechoso participara en ningún asesinato concreto.

En el juicio, los fiscales de Munich sostuvieron que si se podía demostrar que Demjanjuk había sido guardia en un campo de concentración como el de Sobibor -creado con el único propósito de exterminar a judíos-, era suficiente para condenarlo por cómplice de asesinato como parte de la maquinaria de destrucción nazi.

Después de 18 meses de testimonios, un tribunal de Munich fallo en contra de Demjanjuk y le condenó a cinco años de prisión, a pesar de que niega haber servido como guardia. Actualmente se encuentra en libertad y vive en el sur de Alemania, esperando a que su apelación sea escuchada.

En busca de otros ex guardia nazis

Schrimm dijo que su oficina está repasando todos sus archivos para ver si otros pudieran encajar en la misma categoría que Demjanjuk. Él dijo que probablemente había “menos de 1.000″ posibles sospechosos que aún podría estar vivos y podrían ser procesado, los cuales viven tanto en Alemania como en el extranjero.

No dio ningún nombre. “Tenemos que revisar todo lo referente a las personas que conocían campamentos como el de Sobibor… o que conocía a los Einsatzgruppen”, dijo, refiriéndose a los escuadrones de la muerte responsables de los asesinatos en masa, especialmente al comienzo de la guerra, antes de que los campos de exterminio fueron establecidos.

Aún no ha sido probado en los tribunales si el precedente sentado por Demjanjuk podría extenderse a los guardias de campos de concentración nazis, donde miles de personas murieron, pero cuyo único propósito no era necesariamente asesinato.

http://www.abc.es/20111005/internacional/abci-alemania-abre-investigacion-guarda-


Hitler inédito. La ‘atracción’ por el mal…

julio 24, 2011

Durante un viaje al Este como miembro de la unidad de propaganda de las Fuerzas Armadas alemanas, Krieger tomó estas fotos del Führer.- FRANZ KRIEGER

Pincha aquí para accder al archivo fotográfico: HITLER INÉDITO

JACINTO ANTÓN 24/07/2011

Franz Krieger fue un fotógrafo oficial del nazismo. Sus imágenes inéditas de Hitler descubiertas hace unas semanas, que ahora pueden ver en estas páginas, muestran hasta qué punto sigue despertando ‘fascinación’ esta encarnación del mal.

Por qué nos fascina tanto la imagen de Hitler? La vieja pregunta vuelve a plantearse tras el revuelo por la aparición de las fotos del líder nazi que tomó el reportero austriaco Franz Krieger durante la II Guerra Mundial y que han salido ahora a la luz pública. Krieger era un fotógrafo oficial del régimen y durante un viaje al Este como miembro de la unidad de propaganda -Propagandakompanie- de las Fuerzas Armadas alemanas realizó la cobertura del encuentro en 1941 en tierra polaca entre Hitler y su aliado el regente de Hungría, el almirante Miklós Horthy. Entonces estaban a partir un piñón, aunque en 1944 Hitler se mostraría menos cortés, enviaría al coronel de las SS Otto Skorzeny a secuestrar al hijo del mandatario magiar y acabaría haciendo abdicar a este y encerrándolo en un castillo en Baviera. Las fotos en las que aparece Hitler son nueve y están incluidas en un álbum con 214 instantáneas de Krieger que se encuentra en manos de un coleccionista privado. El resto de las imágenes muestran diferentes aspectos de la realidad en el frente y en los territorios ocupados. Soldados alemanes en faenas de retaguardia o en momentos de descanso, humillados prisioneros de guerra soviéticos, civiles que muestran la huella de la guerra en sus rostros, autorretratos del propio Krieger en uniforme. Pero lo más extraordinario del conjunto son ese puñado de fotos del Führer que vienen a enriquecer -uno duda en usar tal palabra- el corpus retratístico de Hitler.

Estampas de autoridad y dominio. Hitler no se dejaba retratar por cualquiera, ni de cualquier manera

Raras veces perdía Hitler la compostura ante la cámara. Al caer Francia bailó una giga

Son imágenes canónicas. Brazo en alto, apoteosis de gorras, botas lustradas, despliegue de peligro…

«El führer no era glamuroso, pero sí enérgico, con un toque de misticismo y una retórica corporal muy elaborada»

Son imágenes canónicas, por supuesto, muy canónicas, nicht natürlich, nada naturales: Hitler brazo en alto, rodeado de mandatarios -le acompaña el siniestro Bormann- y guardaespaldas en una contundente apoteosis de gorras, botas de caña alta lustradas, sensación de inminencia -a ver qué invadimos hoy-, despliegue de peligro y actitudes marciales. Una estampa de autoridad y dominio. Junto a Hitler, Horthy, que no era precisamente un santo, parece venir de patronear el Bribón. Que nadie espere una revelación de aspectos desconocidos del líder nazi. Un rasgo de humanidad, un despiste, un guiño, ¡quia! Hitler no se dejaba fotografiar de cualquier manera ni por cualquiera. Jamás.

De hecho, solo se conoce una foto robada de Hitler. La tomó en 1929 un reportero del Munich Ilustrated News, Tim Gidal, judío, que luego, tras escapar a Palestina, sería un pionero del fotorreportaje para Life (aparte de fotógrafo del 8º Ejército, las heroicas ratas del desierto). Se lo encontró, a Hitler, desprevenido -¡Hitler desprevenido!, ¡qué ocasión!- en el café Heck de la capital bávara. La imagen muestra a Hitler hablando con tres hombres fornidos que están de espaldas -uno de ellos acaso el jefe de la SA, Ernst Röhm- en torno a una mesa con mantelito en el jardín del establecimiento, bajo un árbol. Hitler tiene el mentón en la mano y está pensativo cuando descubre a Gidal y la cámara y alza la vista con sensación de haber sido atrapado por el clic. Muestra Hitler sorpresa, curiosidad y un inicio de irritación que incita, incluso tantos años después, a poner pies en polvorosa (afortunadamente, Röhm no debía de correr mucho). Cuando ves lo difícil que era conseguir una foto de Hitler entiendes que nunca consiguieran matarlo. Philipp von Boeselager, que lo intentó cuando era oficial de Estado Mayor de la Wehrmacht, durante una visita del líder nazi al frente ruso, me dijo en una ocasión que estaba todo el tiempo rodeado de guardias de las SS «desesperantemente altos».

Hitler siempre mostró, desde el principio de su carrera política, una enorme reticencia a ser fotografiado. Quería poseer el control total de su imagen, en la que asentaba, recordémoslo, gran parte de su carisma. Era consciente de que cualquier desviación podía ser peligrosa: de lo sublime al ridículo hay un paso muy pequeño, como atestiguan en sus parodias del Führer Chaplin, Lubitsch, los Monty Python o más recientemente Tarantino (al que le basta con ponerle capa). En sus charlas de sobremesa (véase Las conversaciones privadas de Hitler, Crítica, 2004), Hitler elogia muy significativamente a Rommel por conservar la dignidad y, al revés de los italianos, no dejarse fotografiar nunca a lomos de un camello (el zorro del desierto, sostenía, quedaba mejor subido en un Panzer).

Sabía además Hitler que su propio aspecto no respondía precisamente al ideal ario que propugnaba -ya se sabe la broma berlinesa: «esbelto como Goering, alto como Goebbels y rubio como Hitler»-, y muy inteligentemente convirtió esos rasgos hoy universales que son su flequillo y su bigotito (peor hubiera sido la pilosidad tipo káiser que lucía en la I Guerra Mundial) en atributos de unicidad, de genio y de misterio. Pero había que cuidar el detalle. Solo en contadas ocasiones perdió Hitler la compostura ante una cámara, como cuando en aquel exceso de entusiasmo tras recibir la noticia de la caída de Francia en su cuartel general del cubil del lobo, Wolfsschlucht, se puso a bailar una giga. Aunque, claro, no todos los días te cae Francia en el saco.

En realidad, la única persona autorizada a fotografiarlo era su fotógrafo personal, camarada y confidente Heinrich Hoffmann (1885-1957) -un nazi de la primera hornada que le presentó a Eva Braun a Hitler y casó a su propia hija con Baldur von Schirach, que ya es emparentar-. Excepcionalmente, y bajo estricto control, se permitió puntualmente a otros fotógrafos del régimen, como Walter Frentz, recoger la imagen del líder. «Hitler tenía a Hoffmann como Franco a Campúa», explica el estudioso de la imagen Romà Gubern. «Ambos dictadores eran de baja estatura y se los solía tener que retratar en contrapicado. Como todos los líderes totalitarios, trataban de dar una imagen de poder, omnisciencia, rigor y seriedad, algo muy alejado de la familiaridad de los líderes demócratas como Churchill, Truman u, hoy, Obama. McLuhan sostenía que Hitler triunfó porque no vivió en la era de la televisión, en la que es mucho más difícil controlar y manipular la imagen. No era glamuroso, pero era enérgico, con un toque de misticismo y una retórica corporal muy elaborada, y, claro, lo que nos atrae de él es en última instancia la fascinación del mal, atisbar qué hay detrás de la máscara».

Hoffmann retrataba siempre a Hitler en pose, en su restringido repertorio de gestos favoritos, marciales o cuidadosamente arrebatados -su característico histerismo narcisista y egomaniaco-, efectuados con esa afable naturalidad digna de un fotograma de El triunfo de la voluntad. Todo cuidadosamente ensayado y preparado. Solo en una ocasión cambió el criterio y Hoffmann fue autorizado a realizar una colección de retratos supuestamente cotidianos y amables (!) del líder, que aparecieron reunidos en su libro Hitler wie ihn keiner kennt (El Hitler que nadie conoce). El libro, una maniobra oficial, salía al paso de una imagen excesivamente hierática o arrebatada del Führer que podía enajenarlo de las masas -no puedes estar todo el día echando espuma por la boca o como si llevaras introducida una escoba- y consagraba una especie de espontaneidad autorizada que es a lo más que se podía llegar en términos de humanizar al jefe. Eran en realidad fotos cuidadosamente estudiadas. En todo caso, además, a eso solo se llegó cuando la imagen de Hitler estaba tan consolidada en Alemania y era tan potente que ya no significaba ninguna pérdida de decoro que se le viera acariciando a su perro. El libro de Hoffmann incluía una foto de Hitler bebé que da mucho que pensar: ¿podemos proyectar la maldad posterior en esa imagen?

Aunque es discutible que siempre consiguiera su objetivo de quedar sublime -las fotos de Hitler en traje tradicional bávaro con pantalón corto de piel nos resultan ridículas, aunque él lo juzgara tan apropiado que hasta quiso crear una unidad de las SS con ese atuendo-, el Führer logró una uniformidad (y valga la palabra) en su imagen como ningún otro líder mundial.

Sabía lo que hacía. Había tenido muchos problemas de imagen. Antes de su ascenso al poder, sus caricaturas estaban al orden del día en los medios opositores a los nazis. Algunas lo mostraban por los suelos recordando su nada heroico comportamiento durante el fallido putsch de 1923, cuando se echó a tierra ante los disparos de la policía y se protegió de las balas entre los cadáveres de sus camaradas. Fue notable, por su audacia, el grotesco fotomontaje que le dedicó el periodista Fritz Gerlich en el que Hitler aparecía del brazo de una novia negra, casándose con ella, y cuyo titular apuntaba burlonamente la posibilidad de que el líder nazi tuviera sangre mongola Hat Hitler mongolenblut?, a cinco columnas, con un par, en el Der Gerade Weg-. Había que tener valor. La imagen se publicó en julio de 1932, cinco meses antes de que Hitler llegara al poder. Pero Hitler no era de los que echaban pelillos a la mar. Gerlich fue a parar a Dachau, donde una escuadra de SS lo asesinó aprovechando esa gran ocasión que fue la Noche de los Cuchillos Largos. A su mujer le enviaron las gafas rotas y ensangrentadas.

Conocemos lo que buscaba Hitler en sus fotos. Imponer, impresionar, inspirar fervor y temor, la conquista del individuo y de las masas. También seducir -¿era Hitler sexi?: no es broma; sin duda, lo fue para muchas alemanas-. ¿Qué tratamos de atisbar nosotros en las imágenes? Algo que nos explique a Hitler, que nos dé pistas sobre lo que fue y lo que hizo. El tipo que dejó a su paso por la historia 40 millones de muertos y trató de borrar a un pueblo de la faz de la tierra. Se ha convertido en el gran icono de la maldad y nos fascina mirarlo. Quizá lo de fuera nos dé pistas sobre lo de dentro. Sobre el mal como capacidad de la naturaleza humana.

«Hay dos cosas que todo el mundo puede reconocer, una esvástica y un retrato de Adolf Hitler», señala el historiador catalán Ferran Gallego, uno de nuestros grandes especialistas en el nazismo. «Hitler es para la mayoría la encarnación del mal, su rostro, como Auschwitz es la concreción de la maldad en un lugar». Gallego considera que la característica esencial de la imagen de Hitler y lo que le diferencia de otros dictadores y tiranos es su aire de impenetrabilidad. «Es más personaje que persona. Ian Kershaw, su más reciente biógrafo (Península), decía que no encontraba la persona en Hitler. Hay un misterio irreductible en Hitler que no hay, en cambio, en Stalin, una malignidad esencial asociada a la irracionalidad del nazismo». El historiador reflexiona: «Y a la vez, paradójicamente, resulta tan familiar… es tan fácil caricaturizarlo». O caracterizarte de él, como atestiguara cualquiera que lo haya probado.

En su extraordinario libro Explicar a Hitler (Siglo XXI, 1999), Ron Rosenbaun considera a Hitler una terra incognita, una auténtica caja negra, lo que hace tan apasionante observarlo en fotos. Su grado de sinceridad -¿era un oportunista o creía en lo que hacía?-, su inevitabilidad o no (¿de no haber habido Hitler, habría ocupado otro su lugar y acometido igualmente la Solución Final?), la influencia de su voluntad -¿hasta qué punto dirigía el proceso de la eliminación de los judíos?-, la existencia en su biografía de un momento fundacional de sus obsesiones -la supuesta visión en el hospital tras ser gaseado-, su propia sexualidad y la influencia que esta habría tenido en su acción política no están, opina el autor, dilucidados. De alguna manera, dice, Hitler sí se escapó del búnker, de la explicación última.

Rosenbaun analiza, en una búsqueda sensacional que le lleva a entrevistarse con las grandes figuras como Alan Bullock o H. R. Trevor-Roper, las diferentes opiniones de los historiadores sobre Hitler. Es un paseo abismal que lleva de la opinión de Lanzmann de que Hitler es irreductible -porque entenderlo lo haría, Dios no lo quiera, susceptible de ser perdonado- a la relativa relativización del personaje por historiadores contemporáneos, como Kershaw, que consideran mucho más importantes las razones históricas profundas que produjeron a Hitler que el propio Hitler, al cabo solo un individuo, un peón (¿no es insoportable pensar que todo el horror del nazismo haya ocurrido porque lo quiso un solo hombre?, anota Rosenbaun).

Una pregunta es estremecedora: ¿sabía Hitler que hacía el mal o creía que realizaba una labor justa y necesaria? Y otra: ¿había explicaciones psicológicas o médicas (la sífilis, por ejemplo) que explicaran sus acciones?, ¿podría ser entonces que Hitler fuera un loco, un enfermo, irresponsable de sus actos, una víctima de su historial? «Pero si Hitler no es malo, ¿quién lo es?», se pregunta ante Rosenbaun el gran Bullock.

Todo eso es lo que nos hace observar estupefactos su imagen, sus fotos. Nos invita a meditar sobre lo demoniaco y lo trivial (el arribista hipocondriaco). Sobre el propio mal en nosotros. Tratamos de escudriñar su magia -si la hubo-, lo que arrebató a tipos inteligentes como Speer o Goebbels («Ahora sé lo que significa Hitler para mí: ¡todo!») e impresionó a Klemperer. El aspecto Caligari o Svengali, hipnotizador. El célebre apretón de manos y los famosos ojos de acero que miraban sin pestañear, parte de su representación, de sus trucos. ¿Eran los ojos de Hitler lo que seducía, o era el poder de sus ejércitos? También, no lo neguemos, nos intriga de Hitler lo morboso: ¿es cierto que era un voyeur que hacía desnudarse ante él y tocarse a su sobrina-amante Geli Raubal? ¿Ella se suicidó o la mató o la hizo matar él? ¿Tenía alguna malformación anatómica el Führer -la tan expresivamente denominada «cuestión de la bola única»-? ¿Le arrancó, como indican las memorias de un condiscípulo, una cabra un trozo de pene al joven Adolf cuando este trataba de probar que era capaz de orinar en la boca del animal? ¿Habrían cambiado las cosas si los ancestros de Hitler hubieran conservado el apellido original Schicklgruber? -a ver quién habría saludado «¡Heil Schicklgruber!» sin que se le escapara la risa en plan el legionario de Biggus Dickus en La vida de Brian…-.

Miramos las fotos del tirano Hitler, entre el payaso y el exterminador. Y nunca nos es posible hacerlo sin un profundo escalofrío.


MEMORIA UNIVERSAL: Los años más oscuros de Renault…

julio 10, 2011

Los nietos acuden a los tribunales para intentar lavar la figura de su abuelo, expropiado por haber puesto su industria automovilística al servicio de Hitler

ANTONIO JIMÉNEZ BARCA – París – 10/07/2011

El 23 de septiembre de 1944, Louis Renault, por entonces de 67 años, enfermo de afasia, fue arrestado en su señorial casa a un paso del Arco del Triunfo. París era entonces una ciudad convulsa que acababa de sacudirse la dominación de un Ejército nazi que se retiraba hacia Berlín en medio de una guerra todavía inacabada. El propietario del imperio automovilístico francés, el genio de la mecánica que había comenzado a fabricar coches en un cobertizo en el jardín de la casa de su padre, fue conducido a la prisión de Fresnes. Varios periódicos parisienses llevaban semanas reclamando la detención del dueño de las fábricas de automóviles que habían servido a Hitler para rearmar durante años sus columnas de carros de combate.

Louis Renault muestra un modelo a Adolf Hitler durante la feria del automóvil de Berlín, en 1937.- AFP

Charles de Gaulle nacionalizó las fábricas por trabajar para el enemigo

Los herederos piden ahora resarcir los daños morales y materiales

Renault, hasta ese momento uno de los industriales más poderosos de Francia, fue encerrado y torturado por la noche, según insinúa en una biografía (Louis Renault, publicada por la editorial Plon en 1998) el autor, Enmanuel Chadeau. La enfermedad, la depresión y el encierro lo convirtieron en un despojo humano casi inconsciente, incapaz siquiera de abrocharse el pantalón del pijama. Los carceleros se reían de eso al espiarle por el ventanuco de la puerta de la celda, según explica el autor de la biografía citada. Tras entrar en coma varias veces, murió el 24 de octubre, en una clínica de París, sin que hubiera tiempo para juzgarle. Al funeral, en uno de los barrios más lujosos de París, acudieron cerca de 1.000 personas. Cuatro meses después, un Gobierno aún provisional presidido por el General Charles de Gaulle, presionado por los comunistas franceses, nacionalizó sus fábricas, debido a que estas «constituyeron un instrumento en manos del enemigo».

Ahora, los ocho nietos de aquel hombre -todos hijos del mismo padre y de cuatro esposas distintas- tratan, en los juzgados, de anular esa resolución, intentando demostrar que Renault actuó con la misma connivencia ante el enemigo que otros tantos millones de franceses. «Si trabajar para el enemigo consistía en venderles bienes, todo el mundo lo hizo. Otra cosa es ir más allá de las peticiones de los ocupantes. Esa es otra historia», asegura el abogado Thierry Lévy, el letrado que asesora a la familia Renault.

«En casa, jamás se hablaba de él», recordaba en un artículo de Le Monde su nieta Hélène. «Algunas veces, mi madre le preguntaba a mi padre por qué nunca se refería a su padre delante de nosotros, pero mi padre seguía en silencio, sin responder».

La demanda, 16 páginas que aluden a los derechos humanos o al derecho a la propiedad, busca resarcir al fundador de Renault «del perjuicio moral y material» causado por esa nacionalización que los herederos del imperio consideran injusta. Entre otras consideraciones, el abogado de los Renault mantiene que la confiscación debió de producirse después de una condena penal del acusado, que nunca sucedió. El Gobierno de De Gaulle calculó que entonces las fábricas Renault, en poder de Louis Renault en un 97%, valían 240 millones de francos. La demanda solicita la intervención de un experto que determine la colosal cuantía, de cientos de millones de euros, que sumaría la indemnización teniendo en cuenta el capital, los años pasados y los intereses creados desde 1945.

Los ocho nietos, de edades comprendidas entre los 32 y los 66 años, aseguran que no persiguen el dinero, sino la rehabilitación histórica de la memoria de su abuelo, convertido desde entonces en una especie de símbolo de los colaboracionistas. La devolución de su imperio industrial es más que improbable, ya que en los ochenta se comenzó a reprivatizar y actualmente el Estado regenta el 15% de las acciones.

Con todo, hace un año, los herederos de Renault consiguieron una primera y simbólica victoria judicial: desde hacía tiempo reclamaban al Centro de la Memoria de Oradour-sur-Glane (Haute-Vienne) que retiraran de su exposición sobre la II Guerra Mundial una foto en la que aparecía Louis Renault, en 1939, en el Salón del Automóvil de Berlín, explicando el funcionamiento de un coche al lado de Hitler y Goering. El pie de foto de la exposición era: «Colaboración económica. Louis Renault fabricó carros de combate para la Wehrmacht». Los herederos de Renault, al ver que el museo no accedía a su petición, recurrieron a la vía judicial. En julio de 2010, un juez de Limoges les dio la razón, obligó al centro a retirar la fotografía aduciendo que era «anacrónica» y que el texto que la acompañaba «establecía una relación histórica infundada entre el papel de Renault bajo la ocupación y la crueldad que sufrieron los habitantes de Oradour». Y añadió: «Es una manera de desvirtuar los hechos». El director del museo, Richard Jezierski, asegura que la decisión del juez atañe a la forma, «pero no a los hechos».

Para el historiador Laurent Dingli (esposo de Hélène Renault), autor de una biografía sobre Louis Renault que algunos juzgan demasiado condescendiente, las factorías de Renault construyeron casi 30.000 camiones que fueron a parar a los ejércitos de Hitler, y piezas para tanques. Además, se repararon los carros de combate franceses incautados por los alemanes. «Pero Renault no fabricó armas ni puso más celo en servir al ejército alemán que Peugeot o Citroën», añade su esposa en France Soir.

La historiadora y profesora emérita de la Universidad de París VIII Annie Lacroix-Riz ha sostenido lo contrario en varios medios de comunicación. Para ella, Renault no solo construyó camiones, sino también tanques, bombas incendiarias y motores para los aviones alemanes, entre otras armas. «Esto son hechos indiscutibles, se dispone de documentación que lo puede probar: Louis Renault fue uno de los personajes clave en la red de colaboración francesa durante la ocupación», aseguró hace algún tiempo al diario France Soir. La historiadora defiende incluso que el fundador del imperio automovilístico suministró fondos al fascismo francés desde 1930, financiando movimientos nacionalistas como la Cruz de Fuego. Y denuncia la existencia hoy de «una operación para rehabilitar los nombres de los grandes empresarios y su labor durante la ocupación».

Los nietos de Renault han demostrado que confían en los tribunales, más que en los historiadores, para rehabilitar el nombre y la memoria de su abuelo. Pero el abogado Thierry Lévy avisa de que el proceso será largo y el año que viene «comenzará a verse por dónde respira el caso». Mientras, la memoria de Renault queda en suspenso, como muchas otras relacionadas con los años oscuros de Francia y las viejas heridas nunca curadas del todo.

El País.com

http://www.elpais.com/articulo/economia/anos/oscuros/Renault/elpepieco/20110710elpepieco_7/Tes

 

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«Soy un embustero, pero no un falsario»

junio 28, 2011

Lo dice Enric Marco, sobre las ruinas de su inventada autobiografía de luchador antinazi y deportado en el campo de concentración Flossenbürg. El destituido presidente de la Amical de Mauthausen y exlíder de la CNT trata de levantar una versión honorable de su vida

26/06/2011

Enric Marco en 2003, cuando presidía la asociación Amical de Mauthausen, junto a una bandera alusiva a los exterminios nazis.- AP

Sentado a la mesa de un café en Sant Cugat del Vallès (Barcelona), donde reside, Enric Marco Batlle, expresidente de la asociación de deportados en los campos de concentración nazi Amical de Mauthausen y ex secretario general de la CNT, comenta sus vivencias en la Alemania de Hitler. Tiene 90 años, pero este hombre pequeño, de bigotillo teñido, que luce un alfiler con la insignia republicana en la solapa, se expresa con fluidez, sin titubeos ni lagunas, desde la solvencia de una memoria bien engrasada y una dialéctica de acertadas pausas narrativas y golpes de énfasis.

 Fue a Alemania como trabajador voluntario y pasó seis meses de cárcel, según el historiador que descubrió la impostura

«Me convertí en voz y brazo de los deportados porque yo también sufrí prisión en Alemania», explica Enric Marco

«En aquellas situaciones límite de vida o muerte, uno aplicaba sus propios mecanismos de supervivencia», explica con una voz gruesa cargada de tensión emocional; la mirada brillante, detenida, paralizada desde dentro por recuerdos que se antojan abrumadores. «Cuando querían hacer un escarmiento, se llevaban a uno de cada 25 de nosotros para matarlo. Aquel día vi llegar al SS y tuve la conciencia de que venía a por mí. Llegó y, en efecto, me apuntó con el dedo. No habló, solo me señaló con el dedo. Yo levanté la cabeza y le dirigí la sonrisa más seductora que he hecho jamás. Entonces, él dijo: ‘Spanisch, an einem anderen Tag’ (‘El español, otro día’), y siguió adelante».

El problema con Enric Marco es que se sabe quién no es, pero no se sabe quién es. El periodista que escucha sus relatos ya sabe que este anciano, que no aparenta su edad, no volvió, en realidad, de los campos de la muerte, aunque haya representado durante largos años el testimonio del horror ante el mal absoluto, la lucha contra el olvido y el propósito imposible de hacerle justicia al pasado. Sabe que el presidente de la Amical de Mauthausen que el 27 de enero de 2005 subió a la tribuna del Congreso de los Diputados para hablar en nombre de los 10.000 republicanos españoles deportados por el Tercer Reich no era el preso número 6.448 del campo de Flossenbürg que decía ser. Y sabe también que el brillante orador -«cuando llegábamos a los campos en aquellos trenes infectos, para bestias, nos desnudaban completamente, sus perros nos mordían y sus focos nos deslumbraban. Nos gritaban en alemán ‘¡links!’, ‘¡rechts!’ (¡izquierda, derecha!); nosotros no entendíamos, y no entender una orden te podía costar la vida»-, que hizo que se le saltaran las lágrimas a Carme Chacón y que la emoción asomara en los ojos del propio Rubalcaba, no estuvo nunca en un campo de concentración.

Estuvo en la Alemania nazi, sí, pero como integrante del contingente de trabajadores voluntarios que Franco envió a Hitler. Cuando el historiador Benito Bermejo descubrió el nombre de Enric Marco en el correspondiente listado del archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Enric Marco se disponía a participar, junto al presidente Zapatero, en el homenaje internacional que se celebró el 7 y 8 de mayo en Mauthausen por el 60º aniversario de la liberación del campo. «El auténtico preso 6.448 de Flossenbürg fue Enrique Moner Castells, nacido en Figueras en el año 1900. Enric Marco descubrió ese nombre en los archivos de ese campo de concentración y pensó que la coincidencia en el nombre de pila y la inicial del apellido le permitiría suplantarlo, pero el archivero Johannes Ibel se negó a expedirle un certificado que indicara que uno y otro eran la misma persona», explica el historiador.

Más que un escándalo, la noticia de que Marco no había estado deportado produjo una sacudida profunda, sorda y lacerante en los colectivos republicanos, como si el alma se les cayera repentinamente a los pies y luego les pasara por encima la apisonadora de la burla. ¿Cómo se puede hollar con la mentira el territorio sagrado de la memoria europea donde reposan el sufrimiento y la desolación suprema, la degradación mecánica, industrial, del individuo, el ejercicio de la máxima ignominia y barbarie humana? ¿Qué le llevó a Enric Marco a hacerse pasar por deportado?

Se lo pregunto, y este hombre que visitaba un centenar y medio de colegios e institutos al año dando charlas dice que lo hacía para que la denuncia del nazismo fuera más efectiva y dejara mayor huella en la memoria de las gentes. Una cosa es cierta: Marco era el mejor conferenciante de la asociación, nadie como él mantenía la atención del público hasta el final y era capaz de tensar el discurso, trufarlo de relatos impactantes y provocar la catarsis. Nadie permanecía indiferente en su asiento cuando él tomaba la palabra. «Soy Enric Marco y nací el 14 de abril, Día de la República», decía, y ahí mismo iniciaba su sabotaje a la verdad, porque en realidad nació dos días antes, el 12 de abril. «El primero que se quedó de piedra fui yo. Viajábamos mucho juntos para ir a dar charlas y nunca le cogí en un fallo. La gente todavía nos pregunta por él», comenta Liberto Villar, hijo de deportados.

Así que el discurso del embustero construido sobre el artificio de anécdotas prestadas o inventadas tenía más éxito que la versión auténtica de los hechos; que la mentira bien adobada resultaba más efectiva que la verdad desnuda. La tesis probada de Enric Marco es que la historia bien contada por un farsante resulta más atractiva que la del protagonista o testigo directo. Claro, que no estamos aquí ante un actor, un intérprete, un narrador cualquiera, porque, entre sorbo y sorbo de té y como quien no quiere la cosa, Enric Marco puede enhebrar ante el periodista frases sin duda aprendidas, pero cargadas de intensidad dramática. «Por la noche, en la barraca, se respira el aire denso, turbio, espeso, de la humanidad de aquellas gentes. Por un momento, los ronquidos dejan paso a un gran silencio y se oye un aullido animal, pero no, no es de un animal, es de un hombre que se queja como si fuera una bestia». Marco habla en tiempo presente, cuida las pautas y el énfasis; como un profesional del relato.

«Era tan brillante que deberíamos haber sospechado», se lamenta una socia del Amical. «Nos engañó a todos: a nosotros, a las autoridades, a los profesores y alumnos de los institutos… -«a los periodistas nos lo daba todo hecho porque sabía lo que queríamos», reconocen Carme Vinyoles y Pau Lanao, autores de un buen reportaje publicado en El Punt-; a todos, salvo a algunos deportados que, de todas formas, no se atrevieron a acusarle en público. «Estuvimos con él en una comida de supervivientes y a mi marido le dio mala espina. Siempre pensó que no había estado en un campo en su vida», afirma Lucía, esposa de Francisco Aura Boronat, el único superviviente de Mauthausen en España. A sus 93 años, Francisco se encuentra demasiado delicado de salud como para atender al periodista. «Marco se hacía el gracioso y dicharachero y dijo en la comida que las albondiguillas de bacalao eran peores que las del campo. Mi marido le replicó que en los campos no había albondiguillas de esas». Según su esposa, Francisco Aura Boronat evita hablar de Mauthausen porque «cuando habla de aquellas penalidades luego ya no es persona».

Es sabido que las pesadillas y terrores nocturnos son una constante en la vida de los antiguos deportados, gentes resucitadas, pero marcadas hasta tal punto por el horror, la culpa de haber sobrevivido, el sufrimiento y la angustia que, en muchos casos, no pudieron ya disfrutar verdaderamente de la existencia. «A mi marido, aquello le dejó de por vida una salud muy delicada y lo acompañó hasta su muerte. Siempre llevó Mauthausen incrustado en el cerebro noche y día», comenta Feli, viuda de Fernando Lavin. En contraste con los auténticos supervivientes, por lo general silenciosos o lacónicos, temerosos de que los recuerdos reavivaran la experiencia traumática de la deshumanización de la persona, Enric Marco es un genio comunicativo que, como buen embustero, sabe que las mentiras deben tener un ingrediente de verdad.

«Soy un embustero, sí, pero no un farsante, ni un falsario. Lo mío fue una simple distorsión de mi propia historia. Me convertí en la voz y el brazo de los deportados porque yo también sufrí cárcel en Alemania. Que me digan qué diferencia hay entre la cárcel y el campo de concentración. No solo fui esclavo de los nazis, también resistente», sostiene él con gesto desafiante y la mirada volcada, ahora, sobre el periodista. En su primera versión, Enric Marco era un joven libertario que, tras la Guerra Civil, escapó a Francia por el puerto de Barcelona gracias a un pariente aduanero que le metió en un barco de fruta rumbo a Marsella. En Francia, se incorporó a la Resistencia, pero fue detenido por las falanges del mariscal Pétain, entregado a la Gestapo en Metz y conducido a Kiel a trabajar como mecánico en una fábrica de guerra. Cuando los alemanes descubrieron que saboteaba la producción, le enviaron al campo de Flossenbürg, y tras la liberación volvió a España a luchar en la clandestinidad contra el franquismo.

Sobre las ruinas de esa versión, desbaratada al ponerse al descubierto que se alistó como trabajador voluntario para Alemania en la oficina de reclutamiento de la calle de Peláez de Barcelona y que firmó un contrato con los astilleros de la compañía Deutsche Werke Werft, Marco trata ahora de asentar otra que salve su honorabilidad en lo posible. Según este nuevo relato autobiográfico, fue detenido en la base submarina de Kiel por sabotear la reparación de lanchas torpederas, torturado durante seis días por la Gestapo, encarcelado como preso preventivo y liberado al cabo de ocho meses.

Nuestro hombre se ha traído a la cita con EL PAÍS una abultada carpeta repleta de escritos autobiográficos y documentos en alemán, algunos traducidos, que parecen mostrar que, efectivamente, fue procesado por «atentar contra el Estado alemán» y encarcelado en Kiel, aunque no revelan el desenlace judicial del caso. Uno de los textos de su nueva biografía está encabezado por la máxima: «Si no dices quién eres, alguien dirá lo que no eres», que en su caso podría ser doblada con esta otra sentencia: «Si dices lo que no eres, te negarán lo que eres».

Desde la autoridad que le da haber estudiado la totalidad del sumario, Benito Bermejo asegura que Enric Marco fue absuelto, en una sentencia en la que se indicaba que el procesado no era un elemento peligroso, sino tan solo «una persona muy joven que había tratado de darse importancia ante sus compañeros». En apoyo de su dictamen, el tribunal citó la declaración del jefe inmediato del acusado, quien le excluyó de toda acción de sabotaje y le avaló como un buen trabajador. «Enric Marco estuvo seis meses en la cárcel en Alemania. Volvió a España en 1943 con un permiso de trabajo y ya se quedó aquí. En los archivos del Ministerio de Exteriores consta que un familiar de Marco se interesó por su situación y que el Gobierno de Franco le respondió que estaba encarcelado en Alemania cumpliendo una pena de seis meses por mal comportamiento», asegura el historiador.

Una pregunta que Enric Marco no acaba de despejar es por qué un joven anarquista huye de la España franquista para trabajar voluntario en la Alemania nazi. «Me asfixiaba en la España de la posguerra, con sus símbolos franquistas, la Iglesia…», responde. Otra incógnita es cómo, dónde, con quién luchó en la clandestinidad contra el franquismo durante los 33 años que van desde que regresó de Alemania hasta que empezó a aparecer en los círculos de la CNT. «Estuve sin documentación viviendo a salto de mata. Sí, trabajé como mecánico en un taller de las Cortes de Barcelona. Me detuvieron varias veces; no sé: dos o tres». Según las averiguaciones de este periódico, Enrique Marco Batlle trabajó de mecánico durante largos años en lo que hoy es el taller de coches Vinyals, en Travessera de les Corts, 46, de Barcelona. «Trabajó aquí en los tiempos en los que esto se llamaba Talleres Coll-Blanch y, más tarde, Talleres Cataluña. Era el marido, bueno, la pareja, de la entonces dueña del taller, María Belver Espinar, ya fallecida. Siempre nos contó que había estado en un campo de concentración, y, que yo sepa, no estuvo detenido, al menos no entre 1969 y 1979 mientras trabajé en el taller», indica Antoni, antiguo empleado.

Los vecinos del número 57 de la calle de Oriente de Barcelona recuerdan perfectamente a María Belver y Enric Marco como una pareja amable y educada que se disolvió tras largos años de convivencia, después de que el segundo conociera ya en la cincuentena a una estudiante de historia madre de sus dos hijas. También el dueño del bar Juan, en la esquina de Travessera de les Corts, guarda un buen recuerdo del antiguo mecánico del taller vecino. «Le conozco desde 1976, es una buena persona que se desvivía por los demás. Aquí no hablaba de política, pero sabíamos que había sido de la CNT. Una vez, hace 15 años o así, vino una televisión alemana a filmarle en el bar».

La mentira de Enric Marco viene, pues, de muy lejos, aunque solo se acercó a la Amical de Mauthausen a finales de 1990 y la CNT no supo de él hasta la Transición política. Los dirigentes libertarios Juan Gómez Casas y Luis Andrés Edo ya advirtieron de que no había «nada sólido en la biografía» de Enrique Marco, pero nada impidió que este alcanzara la secretaría general de la CNT, la presidencia de la Amical y la Cruz de Sant Jordi con la que la Generalitat premió su trabajo directivo en la Federación de Padres y Madre de Alumnos de Cataluña.

¿Quién es, en realidad, Enric Marco?, le pregunto. «Tuve una infancia propia de un relato de Dickens. Llegué al mundo en el centro psiquiátrico de Sant Boi de Llobregat, en lo que antes se llamaba el manicomio, porque mi madre estaba allí ingresada. No disfruté de sus mimos; ni siquiera llegó a darme de mamar. Una vez al mes me llevaban a verla.

-Enriqueta, mira qué niño más guapo ha venido a verte; es tu hijo.

-Sí, es guapo, pero ese no es el mío; el mío es más pequeño. Me han dicho que si trabajo mucho en el lavadero me lo devolverán

Apenas recuerdo a mi padre. Él se echó una mujer analfabeta y alcohólica que por las mañanas me mandaba a buscar un cuartillo de aguardiente y me hacía leerle novelas. Así, empecé a leer a Cervantes, Dumas, Zola… Yo no me enteraba demasiado de lo que leía, pero tenía una buena dicción y por eso me sacaban a la tarima para que leyera al resto de la clase».

¿Dónde acaba su impostura y empieza su verdad? «Debajo del disfraz hay un hombre de carne y hueso», nos dice él en tono solemne y un punto arrogante. «No mentí en lo fundamental, aunque sea un embustero. No necesito consultar con un psiquiatra. ¿Qué crimen he cometido para pedir perdón?». Lo que es seguro es que Enric Marco Batlle, megalómano de ego grande en un cuerpo pequeño, ha dedicado gran parte de su vida a fabricarse escenarios imaginarios donde forjar la pretendida doble personalidad heroica de víctima y resistente. Ha perseguido con ahínco encarnar la figura del líder republicano y ha representado su papel con genialidad. Porque, después de tantos años de connivencia entre la farsa y lo auténtico, Enric Marco, quien quiera que sea en el pliegue más recóndito de su cerebro, es un actor adicto a la escena. Como terapia personal, puede que le viniera bien volver a dar charlas sobre los peligros del nazismo. Claro que entonces tendría que empezar diciendo: «Me llamo Enric Marco y estuve a punto de nacer el 14 de abril, Día de la República. He sido un embustero porque no estuve en la Resistencia y no conocí el campo de concentración de Flossenbürg ni ningún otro, pero puedo contarles lo que vivieron los deportados…». –

El País.com


El peso del Padre nazi…

mayo 3, 2011

ALFONSO DANIELS 01/05/2011

Hijo del «carnicero de Polonia», uno de los más grandes criminales nazis, Niklas Frank lleva toda su vida expiando la culpa de su padre a través de libros y charlas para evitar que la historia se repita.

Posado de Hans Frank, su padre, gobernador de Polonia- ÁLBUM FAMILIAR DE NIKLAS FRANK

Me masturbaba cada año la noche del 16 de octubre porque ese día en 1946 ejecutaron a mi padre [Hans Frank] en los juicios de Núremberg. Imaginaba sus últimas horas en la celda, la llegada de los guardas, el trayecto hacia la horca y su muerte; justo entonces alcanzaba el orgasmo», comenta Niklas Frank, de 71 años, hijo del gobernador nazi de Polonia responsable de la muerte de millones de personas en campos de exterminio. Y único descendiente directo de líderes nazis -aparte del hijo del secretario de Hitler, Martin Bormann- que denunció los crímenes de su progenitor. Lo hizo a través de un libro que publicó en 1987 provocando una tormenta en Alemania. No satisfecho, desde entonces recorre cada rincón dando charlas en colegios y universidades para prevenir que los jóvenes se unan a grupos neonazis, combinando esto con su labor periodística en la revista Stern hasta jubilarse hace unos años.

«Me sorprende que me pregunten si el libro me ayudó a liberarme. Les digo: ‘¿Os habéis libera-do vosotros del nazismo?»

«La noche anterior a una charla no duermo bien. No es fácil matar una y otra vez a tu familia»

«Somos 80 millones de alemanes: de esos, 10 millones son realmente demócratas; del resto sigo sin fiarme»

Niklas, ahora, con 71 años, tras una charla con estudiantes en Nagold, en cuyo cementerio hay 40 tumbas de esclavos del nazismo.- ALFONSO DANIELS

Junto a él nos acercamos al pintoresco pueblo de Nagold, en el suroeste de Alemania, antiguo reducto nazi cerca de un campo de concentración. Son las siete de la mañana y el día es gris y gélido, con densa neblina. Solo se oyen nuestros pasos avanzando entre lápidas cubiertas de nieve. Enfrente se alza una hermosa iglesia del año 700, abarrotada por un centenar de adolescentes, expectantes ante la llegada del visitante.

Niklas, con barba blanca, botas de trekking y expresión amable, cuenta mientras caminamos cómo, en los años noventa, muchos se iban horrorizados cuando empezaba las charlas con la ejecución de su padre y él masturbándose («el lenguaje que uso es muy fuerte»), pero añade que esto ha cambiado. «Los estudiantes ahora escuchan y solemos tener una buena discusión después sobre cómo enfrentar los crímenes del Tercer Reich. Siempre me sorprende, eso sí, que me pregunten si el libro ha ayudado a liberarme. Yo digo: ‘Por qué yo?, ¿acaso os habéis liberado vosotros del pasado nazi?’. Parece que fuera solo mi problema», ríe con ganas. Mirando alrededor recuerda cuando jugaba de niño entre las tumbas de reyes polacos. Y cómo poco después de la ejecución de su padre, cuando contaba apenas siete años, un día vio una foto de cuerpos apilados en un diario y la palabra «Polonia» escrita abajo. ¿No era que Polonia había pertenecido a su familia? ¿De dónde salen entonces tantos cadáveres? «Pregunté a mi madre qué había ocurrido, pero no me dio ninguna respuesta, este shock me ha durado hasta hoy día».

Otros descendientes no tan directos de líderes nazis también se han enfrentado a su pasado. Bettina Goering, sobrina-nieta del mariscal y mano derecha de Hitler, llegó a ligarse las trompas de Falopio a los 30 para no tener descendencia. Y Katrin Himmler, sobrina-nieta de Heinrich Himmler, líder de las SS, se casó con un israelí hijo de supervivientes del Holocausto y escribió un libro contra su familia que acaba de ser publicado en España (Los hermanos Himmler, biografía de una familia alemana). Pero ninguno provocó tanto revuelo como Niklas por la dureza de sus palabras y el odio contra su padre, atrayendo cartas de todo tipo: algunas le dicen que a quien deberían colgar es a él.

El rumor de los estudiantes crece a medida que nos acercamos a la iglesia. Dentro, la nave del templo está a rebosar y algunos profesores se acercan a saludar mientras los niños observan curiosos. «Estoy nervioso, la noche antes de una charla no duermo bien. No es fácil matar una y otra vez a tu familia», dice Niklas en voz baja mientras se dirige hacia una mesa dispuesta junto al púlpito, donde se instalará. Los niños hablan animadamente y ríen entre ellos, pero callan en cuanto Niklas empieza a relatar la ejecución de su padre, un abogado exitoso quien, traumatizado por la humillación de Alemania en la Primera Guerra Mundial, fue pionero en unirse al partido nazi al poco de terminar la contienda. Se convirtió en asesor jurídico personal de Hitler y escaló puestos hasta ser nombrado ministro de Justicia de Bavaria tras la subida de los nazis al poder y de ahí a gobernador de la Polonia ocupada.

Niklas rememora su infancia. El día en que visitó un campo de trabajo esclavo cerca de Auschwitz acompañado de su niñera y los guardas nazis obligaron a internos judíos escuálidos a subirse a un burro que brincaba al ser atizado, provocando su caída. Los presos debían subirse de nuevo, entre las carcajadas del niño. Pero ellos no reían. Y cuando acompañó a su madre al gueto de Cracovia en un Mercedes para comprar pieles a sastres judíos por el precio que ella quisiera, y sacó la lengua a un niño judío de su edad que pasaba por allí entre policías con látigos y cómo este se alejó en silencio («me sentía victorioso, me regodeaba en mi victoria»). Sin olvidar que le encantaba lanzarse contra la gente montado en un cochecito de juguete y nadie podía decirle nada porque era hijo del rey nazi de Polonia.

Niklas termina relatando los últimos días de su padre antes de ser capturado por los americanos, escondido en un palacio en Silesia junto a sus secuaces, reordenando cuadros de Rembrandt y Leonardo da Vinci y bebiendo champán hasta emborracharse. Y cómo después huyó a una casa en Bavaria acompañado de su amante, donde se pasaba horas observando una pistola dorada que tenía sobre la mesa.

«Siento tanto placer que podría masturbarme», comenta Niklas, «solo con imaginármelo sentado con la pistola esperando la llegada de los americanos y su mente dando saltos preguntándose: ‘¿hay alguna salida?, ¿debería apretar el gatillo? Pero fui rey de Polonia; no lo hagas, Hans, seguro que te perdonarán’. Qué error tan maravilloso que cometió». Años después, Niklas preguntó a la mujer si su padre había considerado en serio suicidarse y ella respondió que para eso era demasiado cobarde.

Al final, los aplausos retumban en la iglesia, los estudiantes visiblemente contentos de haber venido e impactados por lo escuchado. Niklas está exhausto aunque aliviado. De allí vamos a dos colegios más junto a Gabriel Stängle, un profesor de historia de 39 años quien organizó la visita, donde el recibimiento y la reacción de los estudiantes es similar. En el coche, Niklas habla sobre la vergüenza que siente, ya que tras la guerra en Alemania nadie quería hablar sobre el Holocausto, algo que solo empezó a cambiar gracias a la generación del 68, cuando los jóvenes empezaron a preguntar a sus padres y abuelos qué había ocurrido en realidad. «Somos 80 millones de alemanes: de esos, unos 10 millones hoy día son realmente demócratas, del resto sigo sin fiarme en absoluto», nos comenta. En eso Stängle, nuestro guía, interrumpe y señala que en este hermoso pueblo y antiguo reducto nazi las heridas del pasado aún no se han cerrado. Los judíos del lugar, la mayoría ganaderos, fueron deportados a Letonia en 1941 y la mayoría murió nada más llegar, mientras que los alemanes, sus antiguos vecinos, se dedicaron a ocupar sus casas, robar sus pertenencias y guardaron silencio. Un silencio -añade- que solo empezó a quebrarse en junio pasado, cuando, tras una fuerte polémica, se inauguró un memorial en un campo de concentración a pocos kilómetros. Cientos de judíos de Auschwitz murieron allá trabajando como esclavos en la construcción de una pista de aterrizaje para cazas nazis que intentaban evitar los bombardeos aliados de Stuttgart.

«Hay campos similares dispersos por todo el país», afirmó. «En los años noventa y 2000 comenzaron a construirse memoriales en ellos, nosotros llegamos tarde comparado con el resto. Al principio, la gente se preguntaba para qué remover el pasado, los soldados franceses que ocuparon la zona forzaron a los habitantes a ver con sus propios ojos los cadáveres amontonados y la gente quedó traumatizada». «Pero poco a poco la actitud está cambiando. Cuatro supervivientes del campo vinieron hace meses con sus familias y el encuentro fue muy emotivo, la gente apoya cada vez más el proyecto, aunque aún falta mucho por hacer. Por eso es tan importante traer a gente como Niklas», sentencia Stängle mientras el citado asiente.

Había sido un día largo. De vuelta en Nagold, entre mujeres con bolsas que salían de las tiendas de ropa en la elegante calle peatonal recién remodelada que atraviesa el pueblo y grupos de jóvenes riendo, pregunto a Niklas qué ha sido de sus hermanos. Su hermana Kitty -responde- se suicidó al cumplir los 46 porque prometió no superar la edad en que murió su padre, y su otra hermana emigró a Sudáfrica, ya que allí, al menos, existía el apartheid.

La última vez que habló con ella fue hace casi 20 años, poco antes de que falleciera, cuando la llamó y ella le dijo que en ese momento estaban calculando con unos amigos cuánto tiempo lleva quemar un cuerpo y que, según sus datos, era imposible que seis millones de judíos murieran en el Holocausto. Niklas colgó el teléfono y nunca más telefoneó de vuelta.

Mientras, su hermano mayor, Norman, el único que le apoyó tras editar el libro sobre su padre, se fue a vivir a Argentina tras la guerra y fue recibido como héroe por la comunidad nazi allí emigrada. El hijo del «carnicero de Polonia», injustamente ejecutado en Núremberg, está aquí, el mismo que se sentó en las rodillas de Hitler, solían decir. Fue tal la adoración que despertó, que no pudo más y se fue de Buenos Aires para vivir en la jungla y luego a los Andes hasta que su madre le rogó que volviera a casa.

Ya es tarde y comienza a nevar de nuevo. Antes de despedirme pregunto a Niklas si tras estos años sigue odiando a su padre. «Ya no, más bien lo desprecio. Me dolerá el resto de mi vida lo que hizo, sobre todo ahora que tengo tres nietos maravillosos de tres, cinco y siete años, y pienso cómo no les importaban nada los niños, los asesinaron, fue terrible, siempre que lo pienso me enfurezco con mi padre».

El País Semanal


Auschwitz

abril 25, 2011

Eugenio García Gascón

25 abr 2011

El Maariv ha publicado un extenso artículo que adelanta una investigación académica del polaco Arthur Schindler, doctor en Historia y profesor de la Universidad de Cracovia, que imprimirá en las próximas semanas, en inglés y en hebreo, el Yad Vashem. es decir el Museo del Holocausto de Jerusalén.

Schindler comenzó su investigación a raíz de unas memorias que se publicaron en Polonia en 2005 y en las que su autor revelaba que existió un “programa ordenado” para que Auschwitz se convirtiera en un “centro de absorción” para entre 60.000 y 80.000 judíos de esa zona de Polonia con el fin de enviarlos desde allí a Palestina, que a la sazón se encontraba bajo el Mandato británico. Estaba previsto que el traslado lo pagaran judíos ricos de Estados Unidos, pero por lo visto el plan nunca llegó a ponerse en práctica.

Schindler, de 40 años, consultó esos datos con otros historiadores pero todos expresaron serias dudas al respecto, ya que no existían documentos de la época conocidos que acreditasen lo que decía el libro. Schindler, sin embargo, no dio su brazo a torcer y se puso como objetivo encontrar algún documento que avalara esa versión. Finalmente lo ha encontrado en el archivo de Jerusalén del American Jewish Distribution Committee.

El documento en cuestión está fechado en noviembre de 1939, es decir sólo unos pocos meses después de que comenzara la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia, y es importante porque corrobora que al principio de la guerra los nazis no habían considerado exterminar a los judíos de Europa. La “solución final”, según la mayoría de los historiadores, no se adoptó hasta mediada la guerra.

Sin embargo, hubo líderes religiosos judíos en Europa que durante décadas mantuvieron lo mismo que sugiere el nuevo documento. Aseguraban que los nazis se mostraron receptivos a la idea de deportar a los judíos europeos a Estados Unidos y Palestina, y que los sionistas se opusieron. Los sionistas, por supuesto, niegan esta versión, una versión que deberá investigarse de nuevo, a la luz del documento que ahora ve la luz.

Público.es


El policía nazi que arrestó a Ana Frank en Ámsterdam fue después espía para la República Federal de Alemania…

abril 11, 2011

Josep Karl Silberbauer, y otros 200 colaboradores de Hitler, encontraron trabajo sin problemas, en su país y en Austria, tras la II Guerra Mundial

Ana Frank, autora de 'Diario', en el que narraba su reclusión y la de su familia para escapar de los escuadrones de la muerte nazis en Ámsterdam.- AP

ISABEL FERRER | La Haya 11/04/2011

A pesar de su historial nazi, Josep Karl Silberbauer, miembro de las SS, los escuadrones de la muerte de Hitler, pudo trabajar para los servicios secretos de la República Federal de Alemania después de la II Guerra Mundial. No fue el único. Según una investigación efectuada por la revista alemana Focus, otros 200 autores de crímenes contra la humanidad en el Holocausto fueron espías en Alemania occidental durante la guerra fría. El caso de Silberbauer es singular porque su hoja de servicios incluye un dato trágico. Él mismo se encargó de arrestar en Ámsterdam a la familia de Ana Frank, la niña judía autora del famoso diario que lleva su nombre. Fue en 1944, y los Frank, que se ocultaron (junto con otros cuatro amigos) de la persecución nazi durante dos años, perecieron en Auschwitz y Bergen-Belsen. De los campos de concentración solo regresó con vida Otto, el padre.

 

Aunque la identidad de Silberbauer era conocida, los detalles de su vida posterior a la II Guerra Mundial estaban por aclarar. Se supo que trabajó como policía en su Austria natal sin levantar sospechas. Luego su pista se perdió y parecía que llevó una vida anodina. Sin embargo, la publicación alemana, que ha consultado archivos en Estados Unidos, recuerda que ya fue localizado en 1963 por Simon Wiesenthal, el judío superviviente del exterminio de Hitler especializado en perseguir nazis.

El archivo del Centro Wiensenthal señala que Silberbauer fue detenido, suspendido de sus funciones e investigado en 1964. Poco después, sería liberado sin cargos porque «no sabía nada del Holocausto». La investigación de Focus añade, por el contrario, que una vez dentro de los servicios secretos de la entonces Alemania Occidental, «aprovechó sus buenos contactos con viejos camaradas de armas», asegura Peter-Ferdinand Koch, autor del escrito.

«Los antiguos nazis trabajaron donde quisieron después de la guerra. Llegaron a ministros, diplomáticos, a canciller incluso. Que los servicios secretos nacionales no mediten sobre su propio pasado es lamentable», ha dicho Thomas Heppener, director de la Casa de Ana Frank de Alemania.

En Holanda, el nombre de Silberbauer evoca a la vez el horror y la certeza de que el Diario de Ana Frank es verídico. No se ha podido saber quién delató a la familia Frank, escondida en una casa de los canales de Ámsterdam. Pero la entrada del policía nazi, con sus hombres, en pleno mes de agosto en el edificio, forma parte de la historia del país. Ellos simbolizan la brutal ocupación por parte de las tropas de Hitler. Y también la esperanza de un diario adolescente, rescatado del suelo por Miep Gies (la vecina que les ayudó), que describe con igual fuerza el dolor del cautiverio y la esperanza de la libertad.

El País.com


Víctimas del Holocausto en Rumanía, enterradas 70 años después…

abril 5, 2011

La comunidad judía rumana ha celebrado un funeral por los restos que han permanecido hasta ahora en una fosa común. -Entre 280.000 y 380.000 judíos rumanos y ucranianos fueron asesinados entre 1940 y 1944

AGENCIAS – Madrid – 04/04/2011

Después de 70 años, la comunidad judía de Rumania ha enterrado este lunes los restos de decenas de asesinados por las tropas rumanas en la Segunda Guerra Mundial. El funeral, dedicado a cerca de 60 víctimas descubiertas en un bosque zona cercana a la aldea de Popricani, ha sido en el cementerio judío de Iasi (noreste de Rumania), a 410 kilómetros al norte de Bucarest, y donde originariamente fueron asesinados.

«Este es un momento de recuerdo que representará una lección de la historia que nunca debe ser olvidado», ha asegurado Aurel Vainer, director de la Federación de Comunidades Judías de Rumania, durante el acto. Para la ceremonia se han desplazado rabinos desde Estados Unidos y Gran Bretaña, además de la comunidad local. El área en la que se cometieron los asesinatos fue en una zona de paso donde las tropas alemanas y rumanas avanzaban hacia la invasión de la Unión Soviética.

Una comisión internacional encabezada por el Premio Nobel Wiesel ya aclaró en 2004 que entre 280.000 y 380.000 judíos rumanos y ucranianos fueron asesinados en Rumanía y en las zonas bajo control durante la Segunda Guerra Mundial como aliado de la Alemania nazi.

Las cifras oficiales alcanzan los más de 15.000 judíos muertos en Iasi en 1941 – que tenía una población judía particularmente grande-, sumando los que murieron en campos de trabajo o en trenes de la muerte. Rumanía comenzó a tomar responsabilidad de su papel en el exterminio del pueblo judío cuando en 2003 reconoció su participación. Los régimenes comunistas hicieron poco por descubrir los asesinatos, mientras que los gobiernos nacionalistas, después de la caída del muro de Berlín, también los mantuvo en secreto. Rumania fue el hogar de 750.000 judíos antes de la guerra, pero sólo quedan 8.000-10.000 miembros de esta comunidad religiosa.

El entierro de 60 víctimas del Holocaustro

FOTOS – DANIEL MIHAILESCU (AFP) – 04-04-2011

Rabinos procedentes de Gran Bretaña y EE UU, frente a las cajas que contienen los restos de 40 judíos asesinado durante el Holocausto, y hallados el pasado mes de noviembre en una fosa común en Popricani, al noreste de Rumania. Los restos han recibido hoy sepultura en el cementerio judío de Iasi.- DANIEL MIHAILESCU (AFP)


Auswitch y los 191 niños muertos en Gaza…

febrero 3, 2011

Recientemente, con motivo de la fecha conmemorativa, el ministerio de Asuntos Exteriores de España organizó un concierto en el Auditorio Nacional para recordar la liberación del campo de exterminio de Auswitch.

Como en Auswitch perdieron la vida 1200 republicanos españoles, el ministerio de Exteriores no encontró otra escolanía más apropiada para cantar en el citado auditorio que la de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, monumento edificado por presos políticos republicanos para perpetuar la memoria de los caídos en la Cruzada de Liberación, tal como la santa Iglesia calificó el golpe de Estado de Franco, apoyado por Hitler y Mussolini.

Esa noticia vino a coincidir con la decisión de la Audiencia Nacional de archivar la denuncia presentada por el abogado sevillano Alberto Revuelta, en junio de 2009, por la muerte de 191 niños palestinos como consecuencia de los bombardeos israelíes contra la franja de Gaza. La que con macabra saña se llamó Operación Plomo Fundido, verificada entre el 27 diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009, fue emprendida por Israel con objeto de atacar la infraestructura de Hamas. El balance de víctimas se cifró en 1.387 muertos, de los cuales más de la mitad fueron civiles y 320 menores de 18 años, según la organización israelí de derechos humanos B’Tselem. En total, las Fuerzas de Defensa Israelíes (DFI) mataron a 191 niños.

Tanta efectividad en acabar con la siembra de vida de la población palestina en 23 días (a más de 8 niños abatidos por jornada), hizo que se cursara, en virtud de los principios de justicia universal que penalizan los crímenes de guerra, la denuncia correspondiente que ahora ha sido archivada gracias a la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial (noviembre de 2009). El retoque de esa ley, fruto de la presión israelí sobre el ministro Moratinos, hace que ese tipo de denuncias por delitos de genocidio, lesa humanidad o piratería sólo sean juzgados cuando haya ciudadanos españoles afectados por los mismos. Obsérvese, sin embargo, que la denuncia del abogado Revuelta fue presentada cinco meses antes de que entrara en vigor esa normativa reformada.

Que la justicia retroceda ante esos crímenes, que afectan al común de la humanidad, me temo que es el camino más indicado para que Auswitch y otros nombres de las masacres puedan volver a inscribirse en la historia del porvenir. Sobre todo si se cuenta con la sensibilidad de un ministerio de Asuntos Exteriores como el nuestro.

Voz de memoria

Por Félix Población

(Público.es)


 


PIERRE SEEL, TESTIMONIO DEL ESTIGMA Y PERSECUCION CONTRA LA HOMOSEXUALIDAD…

enero 29, 2011

Pierre Seel no podía imaginarse las consecuencias de denunciar el robo de un reloj en una zona de cruising de Mulhouse. Tenia 16 años solamente y la gendarmería francesa lo apuntó en una lista de homosexuales en una Francia en la que la homosexualidad no era ilegal.


Tras la invasión alemana la lista fue a parar a manos de la Gestapo y todas sus esperanzas de fututo se devanecieron.Tras la llegada de los invasores la policia les entregó su lista «rosa». El propio Pierre nos cuenta que él y otros homosexuales fueron golpeados. A algunos de los que intentaron resistir a las SS se les arrancaron las uñas. Otros fueron violados con reglas rotas que les perforaron los intestinos, provocándoles hemorragias. 

Inmediatamente después fue enviado al campo de concentración Natzweiler-Struthof. Pronto durante un paso de revista matutino, el comandante nazi anunció una ejecución pública. El hombre que iba a ser ejecutado fue sacado al aire libre y Seel reconoció la cara como la del que había sido su amante de 18 años en Mulhouse. Según el testimonio de Seel, los guardias desnudaron a su amante y colocaron un cubo de metal sobre su cabeza. Entonces soltaron varios pastores alemanes entrenados y los azuzaron contra él, desgarrándolo en cuerpo vivo, hasta que murió por las mordeduras. En sus memorias nos cuenta:

«Desde entonces, todavía me despierto a menudo gritando en medio de la noche. Durante más de cincuenta años esa escena se ha repetido incesantemente ante los ojos de mi mente. Nunca olvidaré el bárbaro asesinato de mi amor — ante mis ojos, ante nuestros ojos, porque había cientos de testigos»

Experiencias como esa pueden explicar la alta tasa de mortandad de los homosexuales en los campos en comparación con la de otros grupos considerados por los nazis como «antisociales». Un estudio afirma que el 60% de los homosexuales en campos de concentración murió, comparado con el 41% de los prisioneros políticos y el 35% de los testigos de Jehová.
Los homosexuales mas jóvenes fueron liberados, se les dio la nacionalidad alemana y se les envió a primera linea de fuego. Fue el caso de Pierre, era un «Malgré nous» (A pesar nuestro) y se vio obligado a luchar contra sus propios conciudadanos franceses, contra la resistencia yugoslava. La peripecia pasó por un centro de procreación de la raza aria, finalmente fue enviado al frente ruso, allí desertó y se entregó a los soviéticos,, estos lo enviaron a un pelotón de fusilamiento, pero su conocimiento de la Internacional lo salvó. 

Tras cambiar de nombre para evitar represalias que podían venir de todos los lados se apuntó a un grupo de la Cruz Roja que le iba a enviar a Francia. El viaje duró mas de una año y en unas condiciones que eran de todo menos humanitarias. Finalmente llegó a su país en agosto de 1.945.

Una vez acabada la guerra la homosexualidad volvió a estar prohibida y optó por el silencio. Eliminaron las leyes antisemitas, pero decidieron seguir persiguiendo a los homosexuales. Su familia le rechazó y lo desheredó, sus amigos le dieron la espalda y en su ciudad vio como se agredían a personas que hacían visible su condición sexual.

Para ocultar su homosexualidad se casó y tuvo cuatro hijos, pero el matrimonio fue un calvario por el tuvo que pasar para ocultarse de una ciudadanía homófoba. Vergüenza, confusión, culpa …. finalmente en 1.978 se separó de su mujer.

Unas declaraciones y acciones homófobas en 1982 del obispo de Estrasburgo, Léon Elchinger, le hicieron salir a luz pública y exponer su caso. Su historia fue recogida solamente por revistas gays. Tuvo que esperar a 1.994 tras la publicación de su libro Moi, Pierre Seel, déporté homosexuel» (Yo, Pierre Seel, deportado homosexual) para que su historia llegara a la opinión pública. 

Hasta el 2.003 no se le reconoció su condición de víctima del holocausto, era ya el único homosexual superviviente de la barbarie. Entonces vino el reconocimiento, su familia le apoyó y su esposa retiró la demanda de divorcio. En noviembre de 2005 moría en Toulouse el  testimonio del estigma sufrido por los homosexuales en Europa durante 50 años. Una calle le recuerda.

ANEXO: MEMORIA DEL HOLOCAUSTO.

El triángulo rosa es el distintivo que en la solapa y en una pernera del pantalón debían llevar los homosexuales en la Alemania de Hitler, así como en los territorios ocupados. Entre 250.000 y 600.000 personas por ser homosexuales o tener relaciones sexuales con otros hombres fueron deportados a campos de concentración, allí eran considerados la escoria de la escoria.

Palizas, castraciones, trabajos forzados, inyecciones mortales con morfina, lobotomías  eran la práctica común. Los mas jóvenes se les hacia servir como cobayas. Los suicidios eran numerosos, el porcentaje fue el mas alto después de la comunidad judía, se cifra por encima del 60%.
Pocos regresaron a casa, cuando lo hicieron la homosexualidad seguía siendo considerada un deleito. Por ello y por miedo al estigma los familiares, amigos y afectados optaron por el silencio, por ello las cifras reales aun hoy se desconocen.

En el año 2000 se conocían menos de diez prisioneros vivos que llevaron un triángulo rosa. Solo recientemente se ha comenzado a fijar las historias de estos prisioneros. El gobierno alemán empezó a reconocerlos en el 2.002, la mayoría ya habían muerto.

http://leopoldest.blogspot.com/2011/01/pierre-seel-testimonio-del-estigma-y.html


Una visión de Mauthausen sin héroes…

enero 29, 2011

Javier Cosnava recrea para una novela gráfica las peores pesadillas del campo de los españoles

PEIO H. RIAÑO MADRID 29/01/2011

Las palabras prohibidas se almacenan en los rincones de los campos de concentración convertidos en hitos turísticos: tren, hambre, traición, muerte, mentira, suicidio y culpa. Al historiador Jacob Presser (1899-1970) los recuerdos de su paso por el campo de concentración holandés de Westerborck le consumían hasta que no pudo retenerlos más y, diez años después de la liberación, expurgó culpa sobre el papel en blanco. Y el resultado fue La noche de los girondinos (publicada en España por Barril y Barral), un testimonio novelado, una autobiografía sobre el revanchismo y el odio con los que se vengaban unos presos sobre otros, en colaboración con los nazis.

La maldad de los colaboradores sólo fue superada por la ferocidad de los vecinos que se denunciaban fuera del campo para quedarse con las propiedades del acusado. La avaricia fue herramienta de supervivencia. Como aquel profesor holandés, el protagonista de Prisioneroconcilia su vida con la brutalidad alemana en el campo de concentración de Mauthausen. Juan Placambó i Costa es el personaje que ha creado el autor Javier Cosnava con dibujos de Toni Carbos para recuperar la memoria del campo donde fueron asesinados más de 6.000 españoles, en un formato que en España no acostumbra a tratar la cara amarga: la novela gráfica.

«Es difícil tratar temas así, es más fácil soslayarlos», dice el autor

Contra el silencio

«Hay cierta tendencia a tocar los temas de forma suave, políticamente correcta. Pero tantos miles de muertos no pueden tratarse de una forma suave, los diálogos deben ser duros. Se corre el riesgo de caer en la crueldad por la crueldad. Es difícil tratar temas así, es más fácil soslayarlos y tratar con habilidad y buen tino otros temas menos peliagudos», cuenta Cosnava a este periódico. Además, recuerda que todavía hay en este país quien no quiere hablar de los presos de Mauthausen.

Tampoco sobran los buenos guiones que se atrevan con un asunto tan susceptible. Cosnava, escritor de novela antes que guionista de cómics, reconoce que el género está necesitado de buenos escritores. Tal y como Azcona fue al cine de Berlanga. Con cuidado, señala que para publicar un cómic no es necesario un guión excelente. «Es una pena que no todos los guiones tengan el cuidado que se merecen», explica para aclarar que a las editoriales les basta con que el libro esté bien dibujado. «Cuando ves obras como El arte de volar [último Premio Nacional de Cómic que, como Prisionero, fue publicado por Ediciones de Ponent], entiendes que una buena historia en manos de un buen guionista y el trazo maravilloso de un buen dibujante no tienen precio», asegura.

«He preferido dejar a los héroes al fondo, trabajando hasta desfallecer»

Pero si Jacob Presser reconocía la miseria de la codicia, la ambición, las «ansias incontenibles», la tiranía de la conducta de los supervivientes, el Mauthausen de Cosnava excusa a su protagonista, porque «el que Juan sea un traidor es un efecto, no la causa primera». El autor lo resume de esta manera: «Es un hombre débil enfrentado a situaciones terribles. Pocos nacen para ser héroes y él no sabe serlo. He preferido dejar a los héroes al fondo, trabajando hasta el desfallecimiento en la cantera de Wienergraben, que se les vea cayendo en las alambradas, despedazados por los perros pero ni uno sólo de los valerosos españoles que murieron en Mauthausen tiene una línea de guión», reconoce. Hablan los nazis, los kapos, los monstruos. Quería dar voz a los verdugos para buscar alguna razón a su infamia.

Más que palos y porras

La atracción por las pesadillas del campo de concentración de los españoles empezó hace años, cuando en 2008 recorría bancos buscando una beca para poder «hacer un álbum a la altura de mi sueño». Necesitaba viajar al lugar y documentarse. Lo consiguió y pensó en una trilogía. De momento, ya se ha publicado la primera parte, Un buen hombre (Glènat), una aproximación a los aledaños del campo, la vida de los SS y los efectos de la propaganda. Prisionero es la segunda parte y la última entrega estará ambientada en el campo francés de Argelès-sur-Mer. «Mis obras tratan siempre de recordar los errores del pasado», abrevia.

Los nazis de Prisionero llevan palos y porras, pero también una buena descripción psicológica. Asegura que, tras cuatro años dedicados a un minucioso trabajo de documentación, ha logrado una obra «con mucho más calado, más profunda y con mensajes no tan evidentes» en comparación con Un buen hombre. Tuvo acceso a la biblioteca de Amical de Mauthausen en Barcelona y allí pasó la mayoría del tiempo. El resultado es un libro próximo a un thriller.

Las palabras prohibidas vuelven a airearse como si un día, de tanto sacudirlas, quedaran reposadas en el lugar de la memoria. Mauthausen necesita más recuerdos.

Público.es


Lanzmann rescata una entrevista conmovedora…

enero 18, 2011

El director de ‘Shoah’ descartó el material que ahora forma ‘Le rapport Karski’

BRAULIO GARCÍA JAÉN Madrid

La mayoría de los 400.000 judíos del gueto de Varsovia fueron exterminados a partir de 1942.

La mayoría de los 400.000 judíos del gueto de Varsovia fueron exterminados a partir de 1942.

Jan Karski tenía 19 años cuando el gobierno polaco en el exilio le pidió que antes de volver a la Polonia ocupada por los nazis fuera a ver al presidente de Estados Unidos,Franklin Delano Roosvelt. Era el verano de 1943 y Karski, estudiante de derecho y correo de la resistencia polaca, llevaba un año explicando a las principales autoridades aliadas reunidas en Londres, plana mayor del gobierno británico incluida, lo que nadie quería oír: que los nazis estaban exterminando a los judíos de Europa. «Yo informé de lo que yo ví», dice al final de su intervención en Shoah, la película deClaude Lanzaman sobre el exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Nadie, tampoco del otro lado del Atlántico, pareció asumir lo que Karski contaba. Lo que había visto en las calles del gueto de Varsovia en 1942: cadáveres desnudos amontonados, mujeres famélicas y sin pecho amamantando a bebés de ojos desorbitados, niños jugando con harapos. «Yo informé de o que yo viví», repetía el jueves Lanzman en Madrid, durante la presentación de su nuevo documental sobre el hombre que primero informó a los aliados de los campos de exterminio: Treblinka había empezado a funcionar en el mes de julio de ese mismo año. A petición del presidente norteamericano, Karski habló con una larga lista de personalidades estadounidenses, entre ellas un juez del Tribunal Supremo americano, Felix Frankfurter.

«¿Sabe usted que yo soy judío?», le preguntó Frankfurter, después de que Karski, que había visitado también, disfrazado de guardián ucraniano, el campo de Belzec, le relatara lo que había visto. El juez añadió: «¡Y no le creo!». Tras la publicación de A secret state en 1944, unas memorias de las que se vendieron más de 400.000 ejemplares, Karski empezó a dar charlas por tierras americanos para explicar, de nuevo, lo que había visto, pero se convirtió en un personaje incómodo, por lo que acabó guardando silencio. La editorial Acantilado publicará en febrero esas memorias traducidas al castellano como Historia de un estado secreto.

El Jan Karski que encontró Claude Lanzmann en Estados Unidos 30 años después era profesor de Ciencias Políticas en Georgetown, y nunca había hablado a sus estudiantes del «problema judío». Aceptó hablar a la cámara de Lanzamann porque, según él mismo explica en la segunda parte de Shoah, era consciente de que se trataba de «registrar la historia». Lanzmann, sin embargo, recogió sólo lo referido a sus visiones del exterminio. La parte sobre sus conversaciones con Roosvelt y las élites norteamericanas siempre le había parecido «anecdótica», según el mismo Lanzmann, que acaba de publicar La liebre de la Patagonia (Seix Barral), explicó el jueves en el Círculo de Bellas Artes.

Creer y saber

La anécdota se eleva ahora a categoría en Le Rapport Karsk, una cinta de 48 minutos en la que la figura elegante, la voz grave, los gestos precisos y la memoria descomunal de Karski jamás tomó ninguna nota para sus informes, evitando así que sus informaciones pudieran ser interceptadas por los nazis reviven de forma conmovedora aquella comprensible incomprensión. Porque una cosa es que oyeran los relatos de Karski y otra, bien distinta, que pudieran saber lo que los relatos decían.

La frase de Raymond Aron con la que la voz en off de Lanzmann acaba su introducción al documental, resume también la impotencia del oyente: «Yo lo supe, pero no lo creí, así que no lo supe», contestó Aron cuando le preguntaron en los años sesenta si supo del exterminio de los judíos cuando se estaba cometiendo. Ésa es también la impresión que le quedó a Karski: que no le creían porque nadie podía imaginar lo que él había visto. Jamás en la historia había ocurrido algo así, ¿cómo iban a creerle?

Lanzmann decidió montar este documental para desmentir un «libro malísimo» que se publicó en Francia en 2009, y que se inventaba la vida de Karski. Nunca fue «un mártir» de la causa judía, como sostiene el novelista, precisó el director. «El problema judío no era el único problema», explica el propio Karski, católico polaco nacionalizado estadounidense. Era sólo una más de las tragedias de las que entonces daba cuenta «como una máquina», «sin venirme emocionalmente abajo, como ahora», admite en su entrevista con Lanzmann. Jan Karski murió el 13 de julio de 2000.

Público.es