Rescate de la memoria histórica…

noviembre 5, 2011
Rescate de la memoria historica

“Cuchillo de palo”, de la realizadora paraguaya Renate Costa, abrirá el “I Ciclo de Cine y Memoria”, en la Embajada Argentina.
Una muestra de cine de rescate de la memoria histórica se prepara para la próxima semana.

El jueves 10, a las 19:00, arrancará el “I Ciclo de Cine y Memoria”, con la proyección de la película “Cuchillo de palo” de Renate Costa y el documental “Emboscada”, de Manuel Cuenca, en la Embajada Argentina (España y Perú).

Al finalizar la proyección se realizará una mesa de diálogo con el escritor Eduardo Jozami y los directores Renate Costa y Manuel Cuenca.

Hasta el 17 de noviembre se exhibirán títulos  cuyo eje es el periodo vivido por nuestras sociedades bajo las dictaduras latinoamericanas.

El emprendimiento es una iniciativa de la Mesa Memoria Histórica, con el apoyo de la Secretaría Nacional  de Cultura a través de los Fondos Concursables Bicentenario, del Museo de las Memorias, Embajada Argentina y de la Asociación de Periodistas de Espectáculos del Paraguay (APEP).

Las proyecciones tendrán lugar en la Embajada Argentina (España y Perú) y en el Museo de las Memorias (Chile 1072), con acceso gratuito.

El invitado especial del ciclo es el historiador argentino Eduardo Jozami, director del Centro Cultural Haroldo Conti, ubicado en las dependencias del centro clandestino de detención que funcionó en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (Esma).

ABC.es vía Googler noticias

El último fotógrafo de la Guerra Civil…

julio 10, 2011

XURXO LOBATO Y OMAYRA LISTA 10/07/2011

Julio Souza Fernández

La historia la escriben los vencedores, no los vencidos, y se puede tergiversar sin darle muchos retoques a la realidad. A una fotografía, por muchos pies que se le pongan, es muy difícil darle la vuelta». Desde su retiro en México, Julio Souza Fernández (A Coruña, 1917) confía a las imágenes el recuerdo de lo que ocurrió en España durante el conflicto bélico que siguió al golpe militar de 1936. Miembro del grupo de reporteros gráficos conocidos como Hermanos Mayo, una reciente exposición en A Coruña y un documental casi a punto para la exhibición (Julio Mayo, el último fotógrafo de la Guerra Civil) son un acto de memoria histórica en homenaje al último representante de la firma y a la voz que ha permitido revivir la experiencia de estos fotógrafos en el frente.

El relato de la Guerra Civil por los Hermanos Mayo es más que una fe notarial de lo sucedido. Se construye como un travelling cinematográfico en el que miles de instantáneas permiten reproducir la acción bélica en un movimiento que abarca desde la contienda en las capitales republicanas -Madrid, Barcelona y Valencia- hasta todos los grandes frentes. Fueron tres objetivos los que captaron momentos de la lucha que siguen siendo desconocidos para el público siete décadas después: los de los coruñeses Paco Souza Fernández y su hermano Julio, y el del madrileño Faustino del Castillo Cubillo. En una etapa de la historia del fotoperiodismo casi por escribir, asociada de momento a los tres reporteros de más renombre -Robert Capa, Agustí Centelles y Alfonso-, las de los Hermanos Mayo son firmas aún pendientes de revelado.

La historia del grupo se cimienta en dos mentiras: ni son hermanos, ni se apellidan Mayo. «Mi hermano, Paco, tomó parte e hizo fotos de la sublevación de los mineros asturianos en 1934 y de cómo se sofocó. A causa de ello, teníamos constantemente a la policía en casa haciendo registros en busca de los negativos. La solución fue cambiar de domicilio y de nombre, y desde entonces la gente nos conoció por Mayo», explica Julio.

Los Mayo eran, sobre todo, fotoperiodistas; trabajadores con una herramienta, su cámara, que narraron aquellos hechos desde el compromiso con la izquierda. El historiador de la fotografía Publio López Mondéjar ve en ellos «el ejemplo de cómo se puede conciliar la militancia en un partido político, el PCE, con la actividad fotoperiodística y el talento puesto al servicio de una causa: la republicana». Por eso deben ser considerados «un referente de una época y un momento histórico en los que usar la cámara era una manera de contribuir a la defensa de la democracia».

La Guerra Civil fue un ensayo dramático en muchos aspectos. También en la fotografía de prensa nacía en ese momento una manera distinta de narrar visualmente que permitió a los fotógrafos colocarse en un campo distinto de la objetividad y apoyar la legalidad republicana con una visión audaz, fresca y viva del fotoperiodismo. El fotógrafo, en este sentido, se identifica con el soldado: «Somos la infantería del periodismo, porque siempre tenemos que marchar en primera línea; tenemos que ir al lugar y verlo a través del visor de la cámara», dice Mayo.

Así, con el estallido de la guerra, los tres integrantes de la agencia Foto Mayo se incorporaron como reporteros gráficos en distintas unidades del bando republicano. Paco trabajó para las publicaciones Mundo Obrero, El Frente de Teruel y El Paso del Ebro. Las fotos que había tomado Faustino de la defensa de Madrid habían llamado la atención de Líster, que quiso incorporarlo a sus filas trabajando para el periódico de la Primera Brigada, Pasaremos. Sirvió en los frentes de Madrid, Guadarrama, Jarama, Ebro, Belchite y Barcelona. Los dos dispararon únicamente sus cámaras.

Julio fue el único que, además de fotoperiodista, sirvió como artillero, alistándose como voluntario en Madrid. «Me tomaron mi nombre, me dieron una manta, una lata de sardinas, un pan, un fusil Mauser de cinco tiros y ciento cincuenta balas en tres cajas de cartón». Además de eso se llevó la cámara. «Los negativos se los enviaba a mi hermano Paco, y él se ocupaba de revelarlos». Las primeras batallas las dio por la sierra de Guadarrama y luego, con ayuda de su hermano, consiguió un traslado al frente de Madrid. «Allí, en la 43 Brigada Mixta, estuvimos hasta el 15 de mayo de 1938, cuando la Brigada 43, junto con la 61, fue trasladada al frente de Teruel a contener la retirada…».

Las imágenes llegaban a las publicaciones de la época en forma de crónicas gráficas de la crueldad de la guerra provocada por el levantamiento franquista. Instantáneas del frente, de la retaguardia, del sufrimiento de la población civil, del esfuerzo del Ejército republicano en defensa de los valores de la libertad y la democracia. Sus fotografías son descripción formal de lo que sucedía, algunas con una clara influencia estética del realismo social imperante.

Configuran los Mayo un retrato colectivo de las tropas republicanas, de los brigadistas internacionales, de ciudadanos tras la causa; de la vida en las líneas de fuego y tras ellas. Resumen estados de ánimo, condiciones de vida, y hacen inventario imparcial de la logística de su bando catalogando armamento y equipamientos bélicos.

Las imágenes de Madrid revelan la destrucción de los compases iniciales de la guerra: las calles arrasadas por las bombas, las fachadas cicatrizadas a tiros, la amenaza de los ataques aéreos, las evacuaciones, los heridos en los hospitales, los muertos…

La otra urbe protagonista es Valencia. Documentaron allí el día a día de una capital en la retaguardia que con el repliegue republicano llegaría a ver ampliada su población en más de 150.000 personas entre políticos, militares, funcionarios, refugiados y huérfanos. Las instantáneas tomadas en este escenario no dejan de recoger la actividad política, las reuniones del mando, los mítines, las proclamas antifascistas. Pero también se centraron en los protagonistas colaterales: mujeres y niños, viudas y huérfanos.

El final de la guerra con la derrota republicana en la primavera de 1939 supuso el exilio para los Hermanos Mayo. Paco y Faustino, junto con el menor de los Souza, Cándido, cruzaron la frontera a Francia, donde sufrieron el duro trato de los campos de concentración. Por oponerse a estas condiciones, Faustino y Cándido acabaron siendo castigados con trabajos forzados en el castillo de Colliure. Mientras, Paco consiguió ponerse en contacto con Enrique Líster y Fernando Gamboa, diplomático mexicano encargado de seleccionar a los refugiados para emigrar a este país. Fue así como en junio de 1939 llegaron a tierra americana a bordo del Sinaia, un barco que transportó a 1.600 refugiados españoles acogidos por el Gobierno de Lázaro Cárdenas.

Julio cayó prisionero en Alicante. Allí nunca llegó el barco que había de llevarle a Orán como primera escala hacia el exilio. «La que sí llegó fue una división italiana llamada Vittorio. Fueron ellos los que me tomaron prisionero en nuestro suelo, en nuestra patria, para vergüenza de España», recuerda con rabia. Le despojaron de la dignidad y de sus fotos: «Tuve que arrojar la pistola y la cámara Contax al mar».

Tras pasar por campos de concentración, cárcel, trabajos forzados y ser obligado a hacer el servicio militar, Julio Mayo fue liberado. «Me licenciaron como desafecto al régimen en clasificación D», comenta con una sonrisa irónica. Después de eso volvió a la cámara, trabajando en el estudio madrileño Casa Emilio. «Contratado allí, hice foto fija en varias películas», cuenta. No deja de tener gracia que una de ellas fuese Los últimos de Filipinas.

Pero la verdadera libertad le llegaría a Julio con los lazos de un matrimonio que habría de reportarle, además de esposa, la posibilidad del exilio. «Con la excusa del viaje de novios, conseguí que me dieran un pasaporte», explica. Así se embarcó a Nueva York y de allí a México, para reunirse con sus hermanos, en noviembre de 1947.

Las imágenes que ilustran este reportaje forman parte de un fondo que se conserva en la Biblioteca Nacional. Se trata de material requisado por las tropas franquistas y custodiado en el Ministerio de Información y Turismo hasta que, con la llegada de la democracia, se trasladó a la Biblioteca Nacional. Todas y cada una de las copias están selladas en su parte posterior con la firma «Foto Mayo» o «Foto Hermanos Mayo».

En el exilio mexicano, Julio, Paco, Faustino y Cándido, con la incorporación del otro hermano Del Castillo, Pablo, continuaron la experiencia de la agencia Foto Hermanos Mayo, desde la que trabajaron para más de cuarenta cabeceras. Su aportación al fotoperiodismo mexicano tuvo, además, una vertiente técnica. «Cuando llegamos a México no traíamos nada del otro mundo, pero sí teníamos cámaras Leica de 35 mm, que nos permitían actuar de una manera más ágil», relata el fotógrafo. «Nos miraban con recelo, porque allí aún se trabajaba con cámaras muy pesadas, con placas muy grandes, pero pronto vieron que nosotros hacíamos lo mismo con nuestras Leica que ellos con sus camarotas».

Los Mayo servían las peticiones de las cabeceras para las que trabajaba su agencia, pero no limitaban su labor al encargo, sino que disparaban para obtener mucho más material del que se les solicitaba, haciéndose con un archivo complementario de los temas que fotografiaban que era de su propiedad. Inmortalizaron así todo lo que durante 55 años se consideró noticiable, no solo en la capital, sino en todo el país. El grupo ha sido testigo clave de la historia mexicana que tiene ahora en sus negativos un documento de valor incalculable. El resultado, tras más de cinco décadas de dedicación (1939-1994), es un fondo que supera los cinco millones y medio de negativos, que los Mayo han donado al Archivo General de la Nación de México.

«A México le debo mi libertad, trabajo y la educación de mis hijos. Me recibió con los brazos abiertos». Allí sigue viviendo Souza en un retiro que nunca será jubilación completa de la profesión. Aún hoy acude a casi todas partes armado con su cámara. Al mirar a través del objetivo se destacan en su cara las trincheras que le han cavado los años y los recuerdos. En esas trincheras resiste una memoria que no debería perderse.

El País.com edición para imprimir:

http://www.elpais.com/articulo/portada/ultimo/fotografo/Guerra/Civil/elpepusoceps/20110710elpepspor_10/Tes?print=1

© EDICIONES EL PAÍS S.L


4.500 negativos para pensar en aquella España…

julio 3, 2011

Ampliar Los periodistas Herbert Matthews y Ernest Hemingway conversan con dos militares republicanos en una fotografía de Capa.- ICP

El documental ‘La maleta mexicana’ enlaza el hallazgo del trabajo de Robert Capa con la recuperación de la historia

Trisha Ziff ya advierte a su interlocutor desde el principio de que no tiene ninguna intención de andarse por las ramas. La directora, que ahora vive en México, desde donde atiende a EL PAÍS vía telefónica, acaba de firmar La maleta mexicana, un intenso documental sobre el hallazgo de tres cajas con 4.500 negativos de imágenes tomadas por los fotógrafos Robert Capa, David Chim Seymour y Gerda Taro en plena Guerra Civil española. Uno pensaría que la historia es en sí misma lo suficientemente explícita como para acaparar un proyecto cinematográfico, pero Ziff, de 55 años, no es de la misma opinión: «Uno de mis tíos luchó en la Brigada Lincoln y yo misma pertenecí al Partido Comunista Británico cuando tenía 15 o 16 años, edad a la que somos muy impresionables. En mi juventud lo que pasaba en España nos intrigaba muchísimo, así que puedo decir que siempre he tenido una relación muy clara con el conflicto militar que se desarrolló allí. De eso es lo que quería hablar y no de los negativos».

Ziff: «Quería hacer preguntas sobre el pasado, no una pieza sobre Capa»

La directora, experta en fotografía contemporánea, no fue solo un testigo de excepción en la recuperación de este material, extraviado durante más de setenta años, sino que pactó las condiciones para su devolución: «Yo no encontré la maleta mexicana, simplemente la recuperé. Durante 12 años se supo dónde estaba este material pero por razones que no logro comprender no se había procedido a su recuperación. En 2007 fui a Nueva York para hablar de un proyecto con el Centro Nacional de Fotografía y allí me pidieron ayuda porque sabían quién tenía el material en México y querían traerlo de vuelta. Un viejo amigo mío, el escritor Juan Villoro, me acompañó en este viaje, me ayudó y en cinco meses conseguimos un acuerdo con la persona que lo guardaba. Era una simple cuestión de ir a por ello».

Ziff tiene un discurso militante, articulado en torno al hecho de que la objetividad no existe y al mismo tiempo consciente de que por ese motivo la percepción de su trabajo podría quedar lastrada. «No creo que mi documental vaya a ser muy popular en España; de hecho creo que algunos de mis coproductores no estaban muy satisfechos con la idea de no centrar este documental en la figura de Capa, como si fuera una biografía suya. La cuestión es que he vivido durante muchos años en Irlanda del Norte, y he visto la guerra. No quería hacer un documental de fotografía porque lo que me interesaba era el contexto. Recuerdo que al principio del proceso fílmico un amigo de Barcelona me acompañó a Nueva York. En el avión me habló de la Ley de Memoria Histórica y de Baltasar Garzón. Cuando empecé con La maleta mexicana fue al mismo tiempo que en España la gente empezaba a cavar para buscar a sus seres queridos. No quería hacer una pieza sobre la etapa española de Capa. Quería generar preguntas sobre el pasado».

Naturalmente, la aventura repasa la historia de Capa y sus colegas de correrías en la Guerra Civil, donde el húngaro se convirtió en el fotorreportero de leyenda: «Hay que tener claro que Robert Capa, David Seymour y Gerda Taro eran antifascistas. Los tres eran judíos y venían de países

[Hungría, Polonia y Alemania, respectivamente] de donde habían tenido que exiliarse. Entendían que lo que estaba pasando en España era muy importante y fueron allí a una misión, con cámaras en lugar de armas. Por eso La maleta mexicana es un compromiso político, y habla también de aquellos que quieren neutralizar el poder de aquellas fotografías y colocarlas en un contexto artístico. Capa, Seymour y Taro hacían propaganda, prepararon imágenes, las escenificaron. Pero en ese momento a ellos no les importaba todo eso, no les importaba la neutralidad del fotorreportero. Eso vendría después».

«¿La neutralidad del director? Eso es una chorrada: cuando diriges un documental estás exponiendo tu punto de vista», dice la realizadora cuando se la inquiere por el núcleo de su pieza, centrada en el trabajo de los arqueólogos que indagan en las fosas comunes abiertas por toda la geografía española. «Me interesaba mucho conocer a esas personas y esa ha sido mi gran recompensa. Toda esta gente que trabaja tratando de saber qué ha sido de los suyos, de desenterrar la memoria, me ha cambiado como persona: ese ha sido mi premio».

La maleta mexicana podrá verse en su estreno mundial la semana que viene en el Festival de Cine de Karlovy Vary (República Checa) sin su directora, que alega compromisos previos. Ziff adelanta que podrán verse dos versiones de su trabajo: la primera, la cinematográfica, aparecerá en las salas españolas en noviembre, y la segunda, televisiva, llegará aún sin fecha prevista y con un plus añadido: «Para esa versión, de 55 minutos, hemos pedido a Baltasar Garzón que pusiera su voz en la introducción. ¿Miedo de las reacciones? No, yo no quería hacer un documental abierto a todo el mundo. Como ya he dicho, eso de la neutralidad es una auténtica chorrada».

El País.com:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/4500/negativos/pensar/Espana/elpepicul/20110703elpepicul_3/Tes


Mirada Exterior: El recelo de las élites europeas

abril 14, 2011

VICENÇ NAVARRO Catedrático de ciencias políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University

Durante muchos años se ha desconocido, ignorado o silenciado el periodo republicano que se extendió de 1931 a 1939. Excepto en círculos académicos y en libros pertenecientes a la bibliografía historiográfica, la República ha sido una página desconocida de la historia de España, excepto en la versión promovida por la dictadura implantada por el general Franco que dio una imagen profundamente negativa de aquel periodo. Es importante reconocer esta distancia entre lo analizado en los textos históricos (de escasa difusión en el país) y lo conocido por la mayoría de la población. Las encuestas señalan un desconocimiento muy notable de lo que fue la República en grandes sectores de la ciudadanía. Podría parecer que las cosas cambian. Por primera vez se ha presentado en Televisión Española un serial sobre la República, que ha pasado a ser casi instantáneamente una de las series televisivas más vistas de la temporada. En esta producción se intenta dar una visión de lo que fue la República a través del desarrollo de un abanico de personajes, la mayoría ficticios, y otros reales.

¿Por qué, salvo contadas excepciones, este silencio sobre la República en los foros –como la televisión– donde se reproduce la cultura popular? La respuesta es clara. Se debe al enorme dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia y su intento de no mirar al pasado. Este pasado incluía no sólo la dictadura sino, muy en especial, la República. Este intento de olvido por parte de las fuerzas conservadoras es comprensible, pues la historia de la República fue la historia de la resistencia provista por sus antecesores a las reformas propuestas por el Gobierno republicano, tanto en el periodo 1931-1933 como en 1936-1939. Ni antes (ni después) se han hecho reformas más sustanciales que en aquellos periodos y ello como resultado del poder de las izquierdas, nunca después igualado. No ha habido un periodo histórico en España en que hubiera tantas reformas en tan poco tiempo. Como bien afirma Helen Graham en su revisión histórica de la República, el programa de reformas de esta fue enormemente ambicioso. Republicanos y socialistas habían estado esperando durante muchos años aquella oportunidad. Había transcurrido más de la mitad de un siglo desde que fuerzas progresistas habían gobernado en España, únicamente en un periodo muy breve, durante la Primera República en 1873. España había estado gobernada en la mayoría de su historia por las derechas que, por lo general, no alcanzaron el poder a través de las urnas, sino por la fuerza e imposición. La falta de cultura democrática de las derechas españolas (cuya dureza es casi única en Europa) se basa en esta realidad.

Nunca antes se habían hecho grandes reformas sociales en menos tiempo

La República introdujo la Seguridad Social (por un ministro socialista, Largo Caballero), intentó universalizar la enseñanza (un programa enormemente popular que explica la selectividad de la represión fascista en contra del magisterio republicano), introdujo el aborto y el divorcio (por una ministra anarco-sindicalista catalana, Federica Montseny), introdujo elementos de la reforma agraria, desde Andalucía al Bajo Ebro, introdujo reformas en el Ejército, lleno de generales de probada ineficacia, introdujo el laicismo (intentando reducir la misión de la Iglesia en la enseñanza), y un largo etcétera. Ni que decir tiene que hubo también muchos errores e insuficiencias. Pero no debería olvidarse que la República fue la época de mayor creatividad legislativa reformista que ha habido en el Estado español.

El enorme entusiasmo popular que ocurrió a raíz tanto del establecimiento de la República como de la victoria del Frente Popular, era un indicador del deseo de las clases populares de hacer cambios y reformas sustanciales. El mundo occidental estaba en medio de la Gran Depresión y la fortaleza del movimiento obrero estaba asustando a las estructuras de poder de los países europeos. Tales estructuras estaban viendo el surgimiento del nazismo y del fascismo como el único dique capaz de parar este movimiento obrero. De ahí que los establishments financieros, económicos y políticos tuvieran simpatías con el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia. Un caso representativo fue la monarquía británica, en la que las conocidas simpatías de Eduardo VIII por el nazismo hicieron que tuviera que abdicar del trono, hecho ocultado en la película El discurso del rey. Confirmando esta percepción, al año de abdicar hizo su viaje de novios a Alemania, saludando a Hitler con el brazo en alto en múltiples ocasiones y rodeándose de personajes próximos al nazismo. En Francia, y a pesar de estar gobernada durante un periodo por las izquierdas, había gran preocupación por las reformas que estaban ocurriendo en España, pues el mundo empresarial y el funcionariado francés –profundamente conservador– estaban inquietos y la política del Gobierno francés era la de calmar a tales grupos.

Las élites europeas temían el contagio de las reformas entre sus clases populares

La Unión Soviética no deseaba una radicalización de tales reformas (lo que menos deseaba era que hubiera una revolución bolchevique, versión española, tal como erróneamente se presenta en el serial La República), pues, consciente de que el nazismo era su peor enemigo, quería establecer una alianza con las democracias occidentales en un frente anti-Hitler. Este contexto europeo explica que cuando se dio el golpe militar contra un Gobierno democráticamente elegido, el resto de países democráticos se sumara al vergonzoso Pacto de No Intervención. Los establishments europeos, temerosos del peligro de contagio reformista entre sus clases populares, simpatizaron con el nazismo y firmaron, además del Pacto de No Intervención (que dejaba a la República sin ayuda militar), el Pacto de Múnich en 1938, en el que el Gobierno Chamberlain del Reino Unido cedía a Hitler parte del territorio europeo a la Alemania nazi. La Unión Soviética, que había apoyado el Pacto de No Intervención, lo rompió cuando vio el apoyo masivo de Hitler y Mussolini al general Franco. Sin tal ayuda, la República hubiera terminado y colapsado.

Un personaje nada sospechoso de simpatías comunistas, Winston Churchill, que había presionado para la abdicación de Eduardo VIII, se opuso al Pacto de No Intervención, acusando al establishment británico de anteponer su interés de clase (temerosos del reformismo republicano español) a sus obligaciones nacionales. Churchill agradeció el apoyo militar de la Unión Soviética a la República, que la salvó transitoriamente, así como más tarde definió a aquel país como el que había derrotado al nazismo en Europa (con sus 22 millones de muertos). Las historias de Europa y España hubieran sido muy distintas si la República hubiera ganado y el fascismo hubiera sido derrotado en España.

Público.es


Un hotel amb vistes a la guerra…

abril 5, 2011

Nancy Johnstone viu el conflicte entre el 1934 i el 1939 des del paradís blau de Tossa

Nancy Johnstone viu el conflicte entre el 1934 i el 1939 des del paradís blau de Tossa/ Nancy Johnstone vive el conflicto entre 1934 y 1939 desde el paraíso azul de Tossa.

J. M. MARTÍ FONT 31/03/2011

La guerra civil espanyola va ser un autèntic reclam per als intel.lectuals de la dècada de 1930. Pablo Neruda, Ernest Hemingway, John Dos Passos, George Orwell, André Malraux o Alejo Carpentier, per citar-ne alguns, es van deixar caure per un país «peculiar i aïllat», que s’havia convertit en el símbol d’una lluita global perquè encarnava les qüestions polítiques fonamentals de l’època. Aquesta gent i els corresponsals de guerra van escriure sobre les grans batalles, sobre l’heroisme dels combatents i sobre les vel.leïtats de la política.

 

 

«Una de les millors coses de la vida a Tossa és que no hi ha consciència de classe»

Tres vegades els van oferir abandonar el país en un creuer britànic i s’hi van negar

Alguns, en canvi, hi van arribar per raons que no tenien res a veure amb la Història amb majúscules, i es van trobar atrapats pel remolí. El seu testimoni és diferent, però molt revelador. És el cas de Nancy Johnstone.

L’estiu del 1934 Nancy i el seu marit Archie varen decidir abandonar Londres i muntar un petit hotel en un poble de la Costa Brava. Ell era periodista del News Chronicle, el diari de l’esquerra britànica d’aquell moment i a ella li interessava l’escriptura. Trien Tossa de Mar, probablement, perquè ja hi ha una notable colònia d’artistes estrangers que busquen el paradís perdut o bé fugen de l’inquietant ascens del nazisme a Alemanya. Són hedonistes, volen viure bé i barat, la qual cosa sembla molt possible per a molts europeus en l’Espanya d’aquell moment. Però només arribar ja tenen el primer ensurt: el 6 d’octubre el president Companys proclama l’Estat català. Els Johnstone segueixen els esdeveniments des de Tossa mentre construeixen el seu hotel i veuen com ben aviat torna la tranquil·litat. No passa res, es diuen i ho repeteixen als seus clients. Però s’equivoquen. Les eleccions de 1936 donen la victòria al Front Popular i a l’estiu esclata la guerra civil. Tossuts, els Johnstone es neguen a abandonar el seu paradís malgrat els vaixells britànics que venen a buscar-los.

Nancy escriu sobre la seva aventura. El 1937, Faber & Faber, l’editorial que dirigeix T. S. Elliot, li publica Hotel in Spain, que abasta fins al final de l’estiu de 1936, quan des de la idíl·lica terrassa de l’hotel contemplen, mig fascinats mig horroritzats, el bombardeig de Roses pel Canarias. El segon llibre: Hotel in flight: arriba fins a la retirada republicana. Ara, Miquel Berga ha recuperat aquest clàssic que mai va haver de caure en l’oblit i Tusquets l’ha publicat amb el títol d’Un hotel a la costa. Tossa ja acollia una colònia internacional formada per artistes, molts jueus o gent d’esquerres que fugien del nazisme, en un cert paral.lelisme amb l’Eivissa que, aleshores, girava entorn de Walter Benjamin. De fet, el 1934, la revista Art dedica un número especial a aquesta colònia d’artistes entre els quals figuren des de Georges Bataille —són els seus anys més canalles a Barcelona— o Arthur Cravan, fins a pintors com Marc Chagall, André Masson, Oskar Zügel o la mateixa Dora Maar.

Nancy no exerceix d’intel.lectual, és la mestressa de l’hotel i una excel.lent narradora que, sota el format d’un diari, escriurà un text irònic i mordaç, precís i d’una amabilitat extrema amb els indígenes. Pregunta sobre tot el que passa, recull els costums locals, les festes i el xiuxiueig de les dones i els pescadors, tot amb una intenció pedagògica envers els seus compatriotes.

Un hotel a la costa és clau perquè explica la guerra civil des d’un prisma insòlit, des de la quotidianitat d’un petit poble de pescadors que es va transformant i deteriorant conforme avança la guerra; un crescendo magistral que acaba amb la fugida cap a la frontera en el camió replet de nens que els Johnstone han adoptat i han de deixar, una vegada ja a França, a Perpinyà, només per retrobar-los uns mesos després en un convent de Besançon.

«Una de les coses més fantàstiques de la vida a Tossa és que no hi ha consciència de classe», escriu Nancy, acostumada al sistema de classes anglès. I és cert; des del primer moment els Johnstone s’integren en una comunitat que els obre les portes de bat a bat; des dels pròcers locals, com l’alcalde o el propietari del principal hotel a qui no sembla importar-li la competència, fins als pescadors o els qui desfilaran com a treballadors pel seu hotel.

El procés de construcció de l’hotel, els viatges a Barcelona per arreglar problemes burocràtics, les anècdotes locals revisades per l’escriptora ofereixen un divertidíssim mosaic d’una Catalunya idíl·lica, que ella bateja com el paradís blau. L’arribada dels primers clients és tota una festa pel poble. El que més hi ha a l’hotel dels Johnstone són, òbviament, periodistes, membres de la tribu de Fleet Street i del seu cercle personal i d’amistats. Carles Sentís escriu un reportatge per a L’Instant, l’estiu de 1935, on compta fins a una desena de col.legues.

Part d’aquesta visió local és la poca importància que, en el primer moment, Nancy li dóna a l’alçament militar del 18 de juliol. Tenen penjat el cartell de complet i es preparen per rebre la primera onada important de turistes. El record de l’escàs impacte dels fets de 1934 els fa creure que no serà més que una tempesta passatgera. Les notícies que arriben de Barcelona i el soroll sord de les canonades del Canarias sobre Roses acaba imposant una inevitable solemnitat a la terrassa on tots prenen l’aperitiu contemplant el mar.

Els Johnstone es van negar tres vegades a abandonar Tossa. A cada ocasió apareixia un creuer britànic per oferir-los una tornada segura al seu país. Els oficials que baixaven fins a la platja arribaven convençuts que trobarien els seus compatriotes terroritzats pels crims de «l’horda roja». Res d’això, els deia Nancy, pugi a l’hotel a prendre un aperitiu. Això no vol dir que no estigués al corrent del que succeïa i al llarg del llibre són constants les crítiques a la premsa conservadora de Londres. Archie va fer diversos viatges al front pel Chronicle, i ella descriu meticulosament com Tossa s’adaptava a les regles de la guerra.

No era fàcil pels estrangers que, segons empitjorava el conflicte, passaven a ser més i més sospitosos o bocs expiatoris. A Fritz Marcus, l’arquitecte, li varen trobar a casa seva una llanterna i un compàs i el van empresonar; la llanterna, deien, servia per fer senyals a l’enemic i el compàs per dibuixar mapes. Quan el van posar en llibertat es va allistar a les brigades internacionals.

Al final, el relat de Nancy pren un biaix tràgic. Durant un temps acull a l’hotel una trentena de nens refugiats amb els quals emprèn la retirada cap a França davant l’avanç de les tropes franquistes. L’episodi dels bombardejos a Figueres, instal·lats al teatre Edison, és especialment emotiu. Ja a Perpinyà, es veuen obligats a deixar-los en mans de les autoritats, encara que ella tornarà a veure’ls quan sàpiga que són en un convent a Besançon.

La història dels Johnstone, després de la seva sortida d’Espanya, es bifurca. Ella parteix cap a Mèxic on encara escriurà dos llibres més: Sombreros are becoming i Temperate zone. La seva pista es perd a Guatemala el 1950, on té un accident de cotxe amb la seva amiga Constància de la Mora, l’esposa del cap de l’aviació de la República, Hidalgo de Cisneros, que mor. Miquel Berga ha intentat trobar el seu rastre i tot el que ha descobert és que, possiblement, va contraure un segon matrimoni, la qual cosa explicaria la falta de rastres pel canvi de nom. Archie torna a Londres, i el 1947 s’incorpora a l’ambaixada britànica a Moscou. Dos anys després decideix quedar-se, com altres esquerrans britànics, i ho fa públic en un article a Pravda. Mor a la URSS.

El penediment tardiu de W. H. Auden

En plena guerra, fins i tot la Generalitat republicana s’adona de la utilitat de Casa Johnstone i els envia als il·lustres visitants estrangers que, després de passar per Barcelona, emprenen camí cap a la frontera. Un d’aquests és el poeta W. H. Auden que passa una temporada a l’hotel a mitjans de 1937, quan està elaborant el seu famós poema Spain 1937, que escriurà quan torni cap a Gran Bretanya. És una de les seves peces més famoses, escrit en una estructura de quartets en vers lliure, amb un ritme èpic, repetitiu, un autèntic himne a la revolució que va tenir un impacte immediat i un gran èxit de crítica. Es venia pels carrers a Londres per donar suport a la causa republicana.

El poema té una història política molt particular, que explica perfectament la mena de tensió ideològica en la qual vivien els intel·lectuals d’esquerres d’aleshores. Auden l’escriu en la línia de la més pura ortodòxia comunista, seguint les consignes del partit, quan alguns com Orwell ja s’han adonat que una dictadura no serveix per lluitar contra una altra dictadura, sigui o no del proletariat. Potser per això, més tard, penedit, Auden prohibeix el 1966 que s’inclogui en els seus Collected Shorter Poems 1927-1957 i determina que sigui exclòs de totes les edicions i antologies de la seva obra.

La paradoxa és que els dos llibres de Nancy Johnstone reben una mala crítica per part d’Orwell, que els considera excessivament positius, fins i tot frívols. Però la veritat és que, mentre que Hotel in Spain i Hotel in flight es venen bé i fins i tot s’editen als Estats Units, l’ara clàssic Homenatge a Catalunya, ven tan sols uns centenars d’exemplars.

J. M. M. F.

TRADUCCIÓN DEL ARTÍCULO:

Texto traducido por el editor de esta página. J. Carreño Crispín. La traducción se ha realizado del modo más literal con el fin de mantener el carácter y significado original del artículo.

La guerra civil española fue un auténtico reclamo para los intelectuales de la década de 1930. Pablo Neruda, Ernest Hemingway, John Dos Passos, George Orwell, André Malraux o Alejo Carpentier, por citar algunos, se dejaron caer por un país «peculiar y aislado», que se había convertido en el símbolo de una lucha global porque encarnaba las cuestiones políticas fundamentales de la época. Esta gente y los corresponsales de guerra escribieron sobre las grandes batallas, sobre el heroísmo de los combatientes y sobre las veleidades de la política.

«Una de las mejores cosas de la vida en Tossa es que no existe conciencia de clase»

Tres veces les ofrecieron abandonar el país en un crucero británico y se negaron

Algunos, en cambio, llegaron por razones que no tenían nada ver con la Historia con mayúsculas, y se encontraron atrapados por el torbellino. Su testimonio es diferente, pero muy revelador. Es el caso de Nancy Johnstone.

En el verano de 1934 Nancy y su marido Archie  decidieron abandonar Londres y montar un pequeño hotel en un pueblo de la Costa Brava. Él era periodista del News Chronicle, el diario de la izquierda británica de ese momento y a ella le interesaba la escritura. Eligen Tossa de Mar, probablemente, porque ya hay una notable colonia de artistas extranjeros que buscan el paraíso perdido o bien huyen del inquietante ascenso del nazismo en Alemania. Son hedonistas, quieren vivir bien y barato, lo que parece muy posible para muchos europeos en la España de ese momento. Pero sólo llegar ya tienen el primer susto: el 6 de octubre el president Companys proclama el Estat català. Los Johnstone siguen los acontecimientos desde Tossa mientras construyen su hotel y ven cómo en breve vuelve la tranquilidad. No pasa nada, se dicen y lo repiten a sus clientes. Pero se equivocan. Las elecciones de 1936 dan la victoria al Frente Popular y en verano estalla la guerra civil. Tozudos, los Johnstone se niegan a abandonar su paraíso pese a que  buques británicos venían a buscarlos.

Nancy escribe sobre su aventura. En 1937, Faber & Faber, la editorial que dirige TS Elliot, le publica Hotel in Spain, que abarca hasta el final del verano de 1936, cuando desde la idílica terraza del hotel contemplan, medio fascinados medio horrorizados, el bombardeo de Roses por el buque Canarias. El segundo libro: Hotel in flight: llega hasta la retirada republicana. Ahora, Miquel Berga ha recuperado este clásico que nunca debió de caer en el olvido y Tusquets lo ha publicado con el título de «Un hotel en la costa». Tossa ya acogía una colonia internacional formada por artistas, muchos judíos o gente de izquierdas que huían del nazismo, en un cierto paralelismo con la Ibiza que, entonces, giraba en torno a Walter Benjamin. De hecho, en 1934, la revista Arte dedica un número especial a esta colonia de artistas entre los que figuran desde Georges Bataille-, son sus años más canallas en Barcelona-o Arthur Cravan, hasta pintores como Marc Chagall, André Masson , Oskar Zügel o la misma Dora Maar.

Nancy no ejerce de intelectual, es la dueña del hotel y una excelente narradora que, bajo el formato de un diario, escribirá un texto irónico y mordaz, preciso y de una amabilidad extrema con los nativos. Pregunta sobre todo lo que pasa, recoge las costumbres locales, las fiestas y el susurro de las mujeres y los pescadores, todo con una intención pedagógica hacia sus compatriotas. Un hotel en la costa es clave porque explica la guerra civil desde un prisma insólito, desde la cotidianidad de un pequeño pueblo de pescadores que se va transformando y deteriorando conforme avanza la guerra, un crescendo magistral que acaba con la huida hacia en la frontera en el camión repleto de niños que los Johnstone han adoptado y han de dejar, una vez ya en Francia, en Perpiñán, sólo para reencontrarlos unos meses después en un convento de Besançon.

«Una de las cosas más fantásticas de la vida en Tossa es que no hay conciencia de clase», escribe Nancy, acostumbrada al sistema de clases inglés. Y es cierto, desde el primer momento los Johnstone se integran en una comunidad que les abre las puertas de par en par, desde los próceres locales, como el alcalde o el propietario del principal hotel a quien no parece importarle la competencia , hasta los pescadores o los que desfilarán como trabajadores por su hotel.

El proceso de construcción del hotel, los viajes a Barcelona para arreglar problemas burocráticos, las anécdotas locales revisadas por la escritora ofrecen un divertidísimo mosaico de una Cataluña idílica, que ella bautiza como el paraíso azul. La llegada de los primeros clientes es toda una fiesta por el pueblo. Lo que más hay en el hotel de los Johnstone son, obviamente, periodistas, miembros de la tribu de Fleet Street y de su círculo personal y de amistades.

Parte de esta visión local es la poca importancia que, en el primer momento, Nancy le da al alzamiento militar del 18 de julio. Tienen colgado el cartel de completo y se preparan para recibir la primera oleada importante de turistas. El recuerdo del escaso impacto de los hechos de 1934 les hace creer que no será más que una tormenta pasajera. Las noticias que llegan de Barcelona y el ruido sordo de las tuberías del Canarias sobre Rosas termina imponiendo una inevitable solemnidad a la terraza donde todos toman el aperitivo contemplando el mar.

Los Johnstone se negaron tres veces a abandonar Tossa. En cada ocasión que aparecía un crucero británico para ofrecerles el retorno seguro a su país. Los oficiales que bajaban hasta la playa llegaban convencidos de que encontrarían sus compatriotas aterrorizados por los crímenes de «la horda roja». Nada de eso, les decía Nancy, suba al hotel a tomar un aperitivo. Esto no quiere decir que no estuviera al corriente de lo que sucedía y a lo largo del libro son constantes las críticas a la prensa conservadora de Londres. Archie hizo varios viajes al frente por Chronicle, y ella describe meticulosamente como Tossa adaptaba a las reglas de la guerra.

No era fácil para los extranjeros que, según empeoraba el conflicto, pasaban a ser más y más sospechosos o chivos expiatorios. A Fritz Marcus, el arquitecto, le encontraron en su casa una linterna y un compás y lo encarcelaron, la linterna, decían, servía para hacer señales al enemigo y el compás para dibujar mapas. Cuando le pusieron en libertad se alistó en las brigadas internacionales.

Al final, el relato de Nancy toma un sesgo trágico. Durante un tiempo acoge en el hotel una treintena de niños refugiados con los que emprende la retirada hacia Francia ante el avance de las tropas franquistas. El episodio de los bombardeos en Figueres, instalados en el teatro Edison, es especialmente emotivo. Ya en Perpiñán, se ven obligados a dejarlos en manos de las autoridades, aunque ella volverá a verlos cuando sepa que están en un convento en Besançon.

La historia de los Johnstone, tras su salida de España, se bifurca. Ella parte hacia México donde aún escribirá dos libros más: «Sombreros are Becoming» y «Temperate zone». Su pista se pierde en Guatemala en 1950, donde tiene un accidente de coche con su amiga Constancia de la Mora, la esposa del jefe de la aviación de la República, Hidalgo de Cisneros, que muere. Miquel Berga ha intentado encontrar su rastro y todo lo que ha descubierto es que, posiblemente, contrajo un segundo matrimonio, lo que explicaría la falta de rastros por el cambio de nombre. Archie regresa a Londres, y en 1947 se incorpora a la embajada británica en Moscú. Dos años después decide quedarse, como otros izquierdistas británicos, y lo hace público en un artículo en Pravda. Muere en la URSS.

El arrepentimiento tardío de WH Auden

En plena guerra, incluso la Generalitat republicana se da cuenta de la utilidad de la Casa Johnstone y les envía a los ilustres visitantes extranjeros que, tras pasar por Barcelona, ​​emprenden camino hacia la frontera. Uno de ellos es el poeta WH Auden que pasa una temporada en el hotel a mediados de 1937, cuando está elaborando su famoso poema «Spain 1937», que escribirá cuando vuelva hacia Gran Bretaña. Es una de sus piezas más famosas, escrito en una estructura de cuartetos en verso libre, con un ritmo épico, repetitivo, un auténtico himno a la revolución que tuvo un impacto inmediato y un gran éxito de crítica. Se vendía por las calles en Londres para apoyar la causa republicana.

El poema tiene una historia política muy particular, que explica perfectamente el tipo de tensión ideológica en la que vivían los intelectuales de izquierdas de entonces. Auden lo escribe en la línea de la más pura ortodoxia comunista, siguiendo las consignas del partido, cuando algunos como Orwell ya se han dado cuenta de que una dictadura no sirve para luchar contra otra dictadura, sea o no del proletariado.

Quizá por eso, más tarde, arrepentido, Auden prohíbe en el 1966 que se incluya en sus  «Collected Shorter Poems 1927-1957» y determina que sea excluido de todas las ediciones y antologías de su obra. La paradoja es que los dos libros de Nancy Johnstone reciben una mala crítica por parte de Orwell, que los considera excesivamente positivos, incluso frívolos. Pero la verdad es que, mientras que «Hotel in Spain «y  «Hotel in flight» se venden bien e incluso se editan en Estados Unidos, el ahora clásico Homenaje a Cataluña, vende tan sólo unos cientos de ejemplares.

J. M. M. F.


Napoleoni dice que «la caída de Garzón podría ser muy positiva para España»

marzo 13, 2011
Madrid, 12 marzo.-
Las deudas de memoria histórica deben saldarse en el ámbito político y no en una sala penal y, si la caída del juez Baltasar Garzón por intentar investigar los crímenes del franquismo ayuda a entender eso a la sociedad española, «podría ser muy positiva para España», según la periodista italiana Loretta Napoleoni.

Napoleoni, experta en la financiación del terrorismo, plantea esta y otras reflexiones en el libro «Garzón. La hora de la verdad» (Principal de los libros), que presenta estos días en España.

No obstante, la autora se pregunta si Garzón será capaz de asumir ese sacrificio y dejar de denunciar el «linchamiento» al que, en su opinión, está siendo sometido, como haría un «hombre verdaderamente grande».

«La muerte de Sócrates fue lo más importante de su vida», ha afirmado en una entrevista con Efe Napoleoni, que cree que la figura de Garzón, con todo lo que conlleva de juez-estrella, es un producto de nuestra sociedad, es parte de nuestra historia, y «su caída es también la nuestra».

En el libro, Napoleoni analiza el personaje y la carrera profesional del juez más mediático de España, repasando sus virtudes y defectos, y con la pretensión de ofrecer una visión objetiva de la «polarización» que Garzón ha provocado en los españoles, divididos hoy entre sus partidarios y detractores.

«Si Garzón fuera italiano, hoy estaría en política, como Antonio di Pietro», dice convencida Napoleoni, comparando al juez con el exmagistrado y actual líder del partido Italia de los Valores (IDV).

Las cosas aquí han sido diferentes, según esta analista, que forma parte del comité científico de la Fundación Ideas que asesora al PSOE en su estrategia política y económica, porque la democracia española es mucho más madura que la italiana, y sabe que no se puede crear un partido porque un juez «simplemente sea famoso».

Por el contrario, piensa que el gran error de Garzón -hoy suspendido de su cargo en la Audiencia Nacional y con tres causas en el Tribunal Supremo por los cobros recibidos durante su estancia en Nueva York, la investigación de los crímenes del franquismo y las escuchas telefónicas del «caso Gürtel»- fue entrar en política.

Eso es lo que a su juicio ha marcado después su trayectoria en la Audiencia Nacional: «consciente o inconscientemente, la política ha condicionado sus decisiones, un juez tiene muchos casos y al final se concentra en unos más que en otros», afirma Napoleoni, que piensa que, tras el fracaso político de Garzón, su desplome fue muy fuerte.

Con esa visión, la autora repasa los casos que le han dado al juez su fama y su prestigio internacional, desde los GAL, la lucha contra ETA, la extradición de Pinochet y su trabajo en pro de la justicia universal, para acabar con el «caso Gürtel» y la investigación de las desapariciones de la dictadura franquista.

Otro de los errores que la autora apunta en ese recorrido es la identificación que se ha hecho de la Justicia con Garzón.

Considera que el juez ha hecho mucho por la democracia, desde su lucha contra el narcotráfico, la corrupción o el terrorismo, pero que no ha sido el único, detrás había todo un equipo de jueces y fiscales tan profesionales como él, que finalmente es quien se ha llevado «toda la gloria».

«Pensar que un hombre puede hacer lo que toda una nación ha sido un error de la prensa, que ha creado al personaje, pero él nunca ha dicho que no es así», asegura.

Sea cual sea el final del juez, Napoleoni sostiene que su caída puede abrir en España un proceso de autocrítica sobre algunos asuntos, como la interpretación de las leyes, la politización de la justicia y de algunos magistrados y la memoria histórica.

Por Sonia López

EFE via Yahoo! España Noticia