Prisioneros por la gracia de Dios…

noviembre 24, 2013

Un centenar de curas ‘rojos’ pasaron en el franquismo por la cárcel para religiosos de Zamora

La juez argentina que investiga los crímenes de la dictadura escuchará su caso en Buenos Aires

El franquismo, en el banquillo

DESCARGABLE : Texto íntegro de la querella por los crímenes del franquismo

Madrid 22 NOV 2013
 
Cuatro de las personas que estuvieron presas en la cárcel de Zamora. / txetxu berruezo
 
Ya ni se acuerdan de la última vez que pisaron una iglesia, aunque una vez pertenecieron a ella. Alberto Gabikagogeaskoa (76 años), Juan Mari Zulaika (71), Julen Kalzada (78) y Josu Naberan (72) fueron curas en la dictadura franquista, cuatro del centenar que entre 1968 y 1977 habitaron la única prisión española para sacerdotes: la cárcel concordataria de Zamora, creada “para aislar [del resto de religiosos y de los presos políticos] a los curas que se habían salido del redil, los que no apoyaban que la Iglesia fuera del brazo de Franco, los que habían tomado contacto con las barriadas obreras y se habían situado del lado del pobre, del oprimido”, explica el catedrático de historia Julián Casanova (La Iglesia de Franco, 2001).

Gabikagogeaskoa, Zulaika, Kalzada y Naberan se han sumado con otros 12 compañeros a la querella argentina contra los crímenes del franquismo. De los 16, solo dos siguieron siendo curas al salir en libertad. Franco, aquel caudillo por la gracia de Dios, y la cárcel aniquilaron su vocación religiosa. Por eso a estos cuatro hombres que un día vistieron sotana les cuesta recordar la última vez que pisaron una iglesia.

“Yo iba a un colegio de frailes. A los 10 años nos pasaron un papel preguntándonos si queríamos ir al seminario. Yo puse que sí. Es la decisión que ha marcado mi vida”, explica Zulaika. “Después empecé a tener dudas, a leer teología de la liberación…, la cárcel precipitó mi salida de la Iglesia. Los obispos nos vendieron vilmente”.

El concordato firmado en 1953 entre España y el Vaticano establecía que los curas no podían ir a una cárcel convencional. “Las penas de privación de libertad serán cumplidas en una casa eclesiástica o religiosa (…) o, al menos, en locales distintos de los que se destinan a los seglares”. Varios de los sacerdotes que terminaron en la prisión de Zamora habían sido recluidos antes en conventos, pero la solución no convenció ni al Régimen ni a la Iglesia porque no era fácil encontrar conventos dispuestos, y los que sí aceptaban a los díscolos no imponían la suficiente disciplina. Gabikagogeaskoa recuerda, por ejemplo, recibir peregrinaciones de visitas en el que fue recluido, en Dueñas. Él fue el preso que inauguró, en julio de 1968, la cárcel concordataria de Zamora. Zulaika y Felipe Izaguirre, que la primera semana de diciembre representará en Buenos Aires a todos los curas de este penal ante la juez argentina que investiga los crímenes del franquismo, fueron el segundo y tercer ingreso después de una noche muy larga. “Nos detuvieron en Eibar, en una manifestación. Nos llevaron al cuartel y nos pegaron sin parar con la pistola, por todas partes. Después, nos trasladaron a la cárcel de Martutene y allí nos desnudaron y nos hicieron inclinar, para humillarnos. Y de ahí nos mandaron a Zamora. Aquello me pareció un garaje con barrotes”, recuerda Zulaika. “¡Cuando les vi se me abrió el cielo!”, confiesa Gabikagogeaskoa, que había tenido la cárcel para él solo un día entero.

La cárcel concordataria era un pabellón aparte en la prisión provincial y los sacerdotes estaban separados de los presos políticos y comunes. En el pabellón solo había curas, pero no todos estaban allí por delitos políticos. “Había un cura que decían que había acuchillado a alguien, otro que había ayudado a practicar un aborto, y otro por homosexual”, recuerda Gabikagogeaskoa. “A mí me habían caído seis meses y un día por una homilía subversiva en la que hablaba de la tortura en las cárceles vascas”. Cuando salió, en noviembre de 1968, participó en un encierro de curas en el seminario de Derio para pedir al Vaticano “una Iglesia pobre, dinámica e indígena”, y en mayo de 1969, en pleno estado de excepción, en una huelga de hambre en la sede del obispado de Bilbao. “Me cayeron 12 años por dejar de comer cuatro días”. Gabikagogeaskoa pasó siete años preso en Zamora.

La mayoría de estos curas llegó a la cárcel por el impago de las cuantiosas multas —10.000, 25.000 pesetas…— impuestas por participar en protestas obreras, celebrar el Aberri Eguna o insistir en pronunciar sus homilías en euskera —la mayoría de los sacerdotes presos en Zamora eran vascos—, pero también fueron sometidos a 6 juicios sumarísimos y 15 del Tribunal de Orden Público (TOP). Dos del centenar de religiosos encarcelados fueron condenados por colaborar con ETA en el proceso de Burgos (1970). La antigua prisión es hoy un edificio abandonado que Daniel Monzón utilizó en 2008 para rodar la película Celda 211.

Los inviernos eran duros — “las tuberías se congelaban”, recuerda Gabikagogeaskoa— y los veranos casi peores — “el calor era insoportable”—. Los funcionarios les despertaban a las ocho de la mañana —“¿por qué tan pronto? ¿Para tener más tiempo para no hacer nada?”—. Zulaika, Gabikagogeaskoa, Naberan y Kalzada no recuerdan ya sus nombres, solo los motes —“a uno le llamábamos Koipe porque era muy aceitoso, sobón; a otro Hammurabi, porque caminaba como si fuera un emperador egipcio…”—. La comida era poca y mala así que hacían despensa común con lo que traían las visitas —“con las que hablábamos a gritos, a través de una doble malla y vigilados por un guardia que escuchaba todo”—. Para pasar el rato inventaron un deporte —“el balonbrazo, que consistía en tirar una pelota contra una pared”—. Hacían eucaristías con pan de la cárcel y algunos empezaron carreras universitarias, aunque solo les dejaron hacer el primer curso.

No había mucho para leer. “Solo llegaban El Diario de Zamora y Marca, en tiras, llenos de ventanas, porque recortaban todas las noticias políticas”, recuerda Naberan. “Un día, los funcionarios llegaron con un brazalete negro y no nos quisieron decir quién había muerto, pero nos enteramos por el Marca. Se habían olvidado de recortar la reseña del Celta-Barcelona que decía que se había guardado un minuto de silencio por la muerte de Carrero Blanco”.

Pero la mejor forma de pasar el rato fue siempre pensar en escapar. “Esa es la obligación del preso”, ríe Naberan. “No pensábamos en otra cosa. Recogíamos todo lo que creíamos que nos podía servir… hasta que se nos ocurrió lo del túnel”. Decidieron hacerlo en el lavadero porque era un cuarto cerrado con llave y lleno de serrín. “Hicimos una copia de la llave con cera y un peine. Construimos un túnel de 15 metros utilizando solo cucharas. Nos llevó cerca de seis meses y participamos diez curas”, recuerda Naberan.

El trabajo estaba dividido. “Había picadores dentro del túnel. Otros cogíamos la tierra en cajas de leche y nos deshacíamos de ella tirándola poco a poco por las duchas para no atascar nada, con mucho riesgo porque ni las duchas ni los váteres tenían puerta. Y el tercer grupo entretenía a los vigilantes utilizando la psicología del funcionario. Por ejemplo, con uno que era muy orgulloso, organizamos un campeonato de pimpón y le dejaban ganar siempre para que siempre quisiera jugar. Con otro daban charlas de control de natalidad… El día que vigilaba Balzegas no trabajábamos en el túnel. Era muy listo”, recuerda Gabikagogeaskoa.

Casi les sale bien. “Un día vino corriendo al lavadero un funcionario. El que estaba cavando el túnel se quedó dentro. Solo nos dio tiempo a taparlo, pero cuando llegó el vigilante todo estaba lleno de polvo. El funcionario estaba mosca y fue a por refuerzos. En ese momento sacamos al que estaba dentro del túnel. Volvieron los funcionarios. Pensaban que teníamos una radio escondida. No daban crédito cuando vieron el túnel. Ya se veía el otro lado. De hecho, habíamos programado la fuga para tres días después”, recuerda Naberan. Él, Gabikagogeaskoa, y Kalzada se autoinculparon para que no castigaran a nadie más.

Poco después, hicieron un motín para forzar que les trasladaran con los presos políticos. “Empezamos quemando los colchones. García Salve [Francisco, jesuita y militante del PCE] rompió todos los cristales de la cárcel. Tiramos la tele por la ventana y todo”, recuerda Naberan. Les enviaron 75 días a celdas de castigo. “De dos pasos y medio”, precisa Gabikagogeaskoa. Y entonces iniciaron una huelga de hambre. “De vez en cuando venía un médico a asustarnos diciendo que íbamos a morir. Al final nos llevaron a Madrid. Pensábamos que habíamos ganado, que nos trasladaban con otros presos políticos, pero adonde nos llevaron fue al hospital y, luego, de vuelta a la cárcel de Zamora”.

El último en salir de la prisión fue Kalzada, en marzo de 1976. Una vez fuera, uno tras otro, se fueron secularizando. “Yo me había hecho cura porque pensaba que era la forma de ser idealista. Pero cuando quedé libre ya no veía futuro a la Iglesia. Se había abrazado a la dictadura. No había nada que hacer”, explica Gabikagogeaskoa. “La Iglesia nos había decepcionado y cuando salí de la cárcel sentí la libertad como nunca. Quería disfrutarla al máximo”, añade Naberan.

Tenían casi 40 años cuando quedaron libres. Sus primeras y únicas novias se convirtieron en sus esposas. Uno de ellos vivió en pecado con su pareja un año antes de casarse. Todos lo hicieron por lo civil. Trabajaron de contables, de informáticos, de traductores de euskera, de maestros… Cuentan que en sus pesadillas más recurrentes no sueñan que les queda una asignatura pendiente, sino que siguen siendo curas.

A sus setenta y tantos han decidido sumarse a una querella que se tramita a 10.000 kilómetros de distancia, en Buenos Aires. “Quiero que se haga memoria, que le den un tirón de orejas al Estado. Es ofensivo que haya una beatificación masiva de mártires y se olviden del otro bando. En Euskadi hubo 17 curas fusilados”, afirma Zulaika. Ahora buscan a sus familiares para sumarlos a la querella. “Nos unimos a este proceso para que haya un juicio que evite la impunidad y ayude a una reconciliación, a que la gente tenga conciencia de lo que pasó y sepa cómo la Iglesia colaboró con Franco en la represión”, afirma Izaguirre, que fue torturado en una comisaría de San Sebastián. Antes de salir de la cárcel ya había escrito a Roma para borrarse de la Iglesia.

http://elpais.com/politica/2013/11/22/actualidad/1385148173_926551.html


«El franquismo sigue presente en las instituciones españolas»

mayo 26, 2013

El ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo afirma que «el uso  de material antidisturbios rememora las formas de represión de la  dictadura»

JAVIER CORIABarcelona26/05/2013

 

Carlos Jiménez Villarejo, exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. FRANCESC SANS

Carlos Jiménez Villarejo, exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. FRANCESC SANS

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El pasado 24 de mayo, tuvo lugar en Barcelona un acto público en memoria de Yolanda González, la joven dirigente estudiantil que fue asesinada por un comando fascista de Fuerza Nueva en 1980, y cuyo asesino, Emilio Hellín, trabaja como asesor y perito informático para las fuerzas de seguridad del Estado, según publicó El País. Uno de los intervinientes en la reunión, fue el ex fiscal anticorrupción de la Audiencia de Barcelona, Carlos Jiménez Villarejo (Málaga, 1935), que se siente muy cercano a este caso y asesora a los hermanos de Yolanda.

«Acabo de estudiar [se refiere Virallejo al ensayo que escribió junto al magistrado Antonio Doñate recientemente publicado Jueces, pero no parciales. La pervivencia del franquismo en el poder judicial] cómo el franquismo sigue presente, de muchas maneras, en la sociedad española, en las instituciones llamadas democráticas, y particularmente en la magistratura. Que una persona condenada en su día por un asesinato gravísimo, aparte de otros delitos con múltiples agravantes, y que además cumplió la pena en unas condiciones muy favorables por parte de los jueces de vigilancia penitenciaria, que ninguno de los jueces que favorecieron su fuga fuera sancionado penalmente, pese haber estado huido durante tres años y siete meses en Paraguay al servicio de la dictadura militar de Alfredo Stroessner… en fin, que todo eso ocurra, y que volvamos a reunirnos para hablar de esto demuestra que hay una auténtica pervivencia de valores autoritarios, propios del sistema totalitario franquista en ciertos sectores de la magistratura, aunque no hay que generalizar, porque hay jueces de muchas clases».

Emilio Hellín cambió su nombre de pila por el de Luis Enrique y desde su empresa, News Technology Forensics, ha trabajado desde 2006 como asesor de criminalística de la Guardia Civil y dando cursos de rastreo informático y espionaje electrónico a la Policía Nacional, la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra.

¿Un crimen de Estado?

Además de los autores materiales del asesinato, Hellín y Velázquez, fueron colaboradores necesarios y condenados por ello Félix Pérez Ajero, José Ricardo Prieto, David Martínez Loza, ex guardia civil y Jefe Nacional de Seguridad del partido de Blas Piñar, Fuerza Nueva.

Emilio Hellín fue condenado a 43 años de prisión, aunque el código penal contemplaba los 30 años como pena máxima, sólo cumplió 14 años de cárcel, protagonizando dos intentos de fuga y la evasión citada a Paraguay, tras un permiso penitenciario. Cuando cometió el crimen, Hellín se refugió en casa de un policía de Victoria, y las sospechas de las vinculaciones del ultra con la policía y el ejército eran más que evidentes. En sus intentos de fuga, recibió armas y la Brigada Anticorrupción de la Policía investigó a varios funcionarios de la comisaría del distrito de Ventas, de Madrid, por facilitar cartulinas originales para falsificar el carné de identidad que Hellín utilizó para huir a Paraguay. Las armas utilizadas en el asesinato y los sofisticados aparatos de escucha que utilizaba esta banda criminal hacen pensar en las implicaciones de los aparatos del Estado, pese a ello ninguna investigación ni responsabilidad política fue depurada.

«No se puede hablar del pasado como quien habla de la guerra de la independencia de 1714»

Jiménez Villarejo considera que éste es uno de los problemas que tenemos pendientes de resolver y que se expresa de muchas maneras: «Todas las sentencias dictadas por los Consejos de Guerra y el Tribunal de Orden Público contra centenares de miles de españoles, republicanos, demócratas, etc., condenados injusta e ilegalmente, siguen sin ser anuladas porque el Tribunal Supremo se niega a hacerlo. Esto es una muestra del reconocimiento de la validez de la represión franquista por parte de la justicia española actual».

«Luego hay unos datos que aparecen dispersos en los medios», sigue Jiménez Villarejo. «Por ejemplo, el día 25 de junio está citado a declarar como imputado un periodista por haber hecho unas manifestaciones sobre la Falange Española de las JONS, y la vinculación de ese partido único de la dictadura con los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura. Un juez le ha abierto una causa a ese periodista [Gerardo Rivas, de elplural.com] por injurias graves a la Falange. ¿Cómo a estas alturas un juez de instrucción de España puede considerar injurias el hablar de los crímenes cometidos por la sublevación militar del general Franco, y dictador después, y la Falange que eran parte del aparato represor del franquismo?», se pregunta el ex fiscal. «Con los favores y complicidades que ha habido con Emilio Hellín, que aparte de hacerle cumplir una pena lo más corta posible y en las mejores condiciones posibles, y después de una manipulación para ocultar su identidad que podía ser conocida, parece incomprensible que fuera contratado, con dinero público, por los servicios policiales de los gobiernos democráticos», insiste Jiménez Villarejo, que cree que el gobierno debe contestar a la proposición no de ley que han formulado los grupos parlamentarios [PSOE, CiU, Izquierda Plural y EAJ-PNV] a propuesta de los familiares».

 Sobre la querella argentina contra los Crímenes del Franquismo, Villarejo opina que, hasta ahora, el Ministerio de Justicia, que tramita las comisiones rogatorias que tienen que atravesar primero el ámbito gubernamental y luego pasar al ámbito judicial, «ha puesto toda clase de dificultades y obstáculos para que se practiquen diligencias». «Como las que se iban a practicar hace un mes [se refiere a las videoconferencias en el consulado de Argentina] y que no se pudieron practicar por unos supuestos problemas técnicos que yo creo que eran políticos. El gobierno español se opone frontalmente a que se investiguen aquí los crímenes del franquismo. Tengo mis reservas que todo eso llegue a buen puerto, pero ojalá que se consiga superar esos obstáculos por la justicia argentina».

«La represión hoy también tiene lugar, y ahí están las pelotas de goma para demostrarlo»

Desde distinto frentes, la iniciativa de Justicia Universal que están haciendo patente los más de 300 querellantes, es atacada con la consabida cantinela de que no es bueno abrir viejas heridas y que los problemas de la sociedad española hoy son otros: «Los problemas de la sociedad son muchos, entre ellos éste. Hay problemas que vienen del pasado y que persisten, y siguen siendo problemas, porque no se han afrontado en su momento y siguen presentes. Si hay más de cien mil desaparecidos distribuidos por las tierras de España, y de Catalunya también, y nadie ha hecho nada, ni siquiera la justicia, para conocer e identificar esos restos y darles un entierro digno como merecen y exigen la convenciones internacionales, pues eso es una asignatura pendiente. Un monje de Montserrat que ha estudiado el nacionalcatolicismo del franquismo, Hilario Raguer, dijo: ‘No se pueden cerrar en falso las heridas infectadas’. Esto no es una herida cualquiera, es una herida que afecta a una parte muy importante de la sociedad española, y no se puede hablar del pasado como quien habla de la guerra de la independencia de 1714, por ejemplo».

Jiménez Villarejo denuncia la «corrupción generalizada del sistema político que, con sus 500 casos abiertos, está colapsando los juzgados españoles» y las acusaciones de nazismo que algunos lanzan sobre ciudadanos que ejercen el derecho a manifestación. «Eso no es admisible bajo ningún concepto, responde al estado de crispación en que vivimos, esos términos hay que aplicárselos a quien corresponda», afirma. «La represión hoy también tiene lugar, y ahí están las pelotas de goma para demostrarlo. En estos días están declarando numerosos Mossos d’Esquadra, ya veremos en qué queda, no lo sé, pero de entrada han sido llamados a declarar como imputados, cosa la que Infanta no ha podido hacer, por ejemplo. Los daños causados por el uso de material antidisturbios tan violento son muy graves. Son formas de represión que rememoran a las formas de represión franquista, salvando las distancias».

http://www.publico.es/456038/


El ‘cura verdugo’ del penal de Ocaña

marzo 24, 2013

Entre 1939 y 1959, 1.300 presos políticos fueron asesinados en Ocaña. El capellán de la prisión era el encargado de dar el tiro de gracia.

ALEJANDRO TORRÚS Madrid 24/03/2013

Grupo de presos dentro de la carcel de Ocaña

Grupo de presos dentro de la carcel de OcañaCEDIDA POR AFECO

«La luna lo veía y se tapaba / por no fijar su mirada / en el libro, en la cruz / y en la Star ya descargada. / Más negro que la noche / menos negro que su alma / cura verdugo de Ocaña».

Estos versos anónimo escritos por presos republicanos de la cárcel de Ocaña en 1941 bajo la supervisión de Miguel Hernández, según relató el militante comunista Miguel Nuñez en sus memorias, es el único documento escrito que da fe de los crímenes cometidos por “el cura verdugo de Ocaña”, tal y como los reos le bautizaron. Se trataba del capellán del penal de esta localidad toledana, también conocido entre los familiares de los reclusos como el “cura asesino”. Un religioso entre cuyas funciones se encontraba dar el tiro de gracia a los republicanos condenados a muerte.

“Todos sabíamos que era el cura. Participaba en las palizas y después gustaba de coger su pistola y dar el último disparo. Pero poco sabíamos de él. No se dejaba ver por el pueblo y un buen día desapareció de la prisión. Ni siquiera recuerdo su nombre”, cuenta a Público Teófilo Fernández, de 75 años. Su abuelo, de quien heredó el nombre, fue fusilado el 8 de julio de 1939 por “el gran delito de pertenecer a Juventudes Comunistas”.

En la memoria de este hombre, sin embargo, sí ha quedado marcada una imagen: la de decenas de presos caminando desde el penal hasta el cementerio en mitad de la noche. En una larga y profusa fila. Presos cabizbajos seguidos de una camioneta militar. Los registros dan fe de que una noche llegaron a ser 57 los fusilados. “A veces, cuando eran pocos, iban todos en la camioneta”, recuerda. Después llegaba el silencio más absoluto y, por último, el ruido de una ametralladora que los verdugos apoyaban sobre un montón de piedras.

Los registros recogen hasta 57 fusilamientos en una nocheTambién recuerda Teófilo las mañanas en las que acompañaba a su madre al cementerio para poner flores a la fosa común donde descansan los restos de su padre. Las tres fosas del pequeño cementerio permanecieron abiertas hasta 1945 y él, siendo un niño de 5 años, podía ver los cuerpos de los fusilados comidos por la cal. Entre ellos, el de su progenitor

Otros días, llegar hasta la fosa se hacía imposible. “Muchas veces tuvimos que salir corriendo y escondernos en cualquier lugar cuando íbamos al cementerio. Las familias de derechas nos señalaban, nos insultaban y temíamos que nos mataran”, señala este hombre. El miedo no es de extrañar. Además de su abuelo, murieron otros tres familiares fusilados en el penal.

1.300 fusilados

Sólo en Ocaña, un pueblo de apenas 11.000 habitantes de la provincia de Toledo, se registraron entre 1939 y 1959, fecha del último fusilamiento, 1.300 víctimas de la represión franquista. En su pequeño cementerio se concentran tres fosas comunes. La mayoría murieron fusilados, pero un gran número de ellos lo hicieron enfermos dentro de la prisión. La Asociación de Familiares de Ejecutados en la Cárcel de Ocaña, tras examinar los registros del penal, señala que en invierno la lista de fallecidos aumentaba considerablemente debido a las penosas condiciones de vida a las que estaban sometidos los presos. En muchos casos los verdugos ni siquiera necesitaban balas para cometer sus crímenes.

“Hemos encontrado varias partidas de defunción de bebés, que morían en la cárcel. Era habitual que las presas tuvieran allí a sus hijos. De hecho, conozco un caso escalofriante”, narra Carmen Díaz, vicepresidenta de la asociación. “Una presa fue condenada a muerte pero tenía un bebé en edad de lactancia. Las monjas permitieron que la presa continuara con vida hasta que el bebé cumplió dos años. Entonces, se lo quitaron de los brazos y la fusilaron. El bebe fue abandonado entre los matojos, aunque me consta que logró sobrevivir”, cuenta esta mujer, cuya historia familiar no es menos  trágica.

“En el penal de Ocaña conocí lo más duro para un condenado a muerte: la soledad», detalla Marcos Ana

Su abuelo murió en la prisión tras ser juzgado tres veces:una para condenarle a muerte, otra para conmutarle la pena por 30 años de prisión y, finalmente, una última ocasión, en la propia cárcel, para condenarlo de nuevo a muerte. La sentencia fue ejecutada inmediatamente sin avisar a los familiares. “Sospechamos que el último juicio fue un fraude ya que no aparece en ningún registro. Simplemente, querían verlo muerto”, cuenta a Público Carmen.

Marcos Ana y Hernández

La cárcel de Ocaña ha pasado a la historia como uno de los símbolos de la represión franquista. Tanto por el alto número de fusilados como por el nombre de los presos que albergó. Entre sus barrotes estuvieron Miguel Hernández y el poeta Marcos Ana en el año 1940-41, el primero, y a partir de 1944, el segundo. A pesar de la breve estancia de Hernández en la prisión, su figura se ha transmitido en la historia oral de los familiares de las víctimas.

“Siempre se ha contado que Miguel Hernández enseñaba a leer y a escribir a los presos republicanos y que, a escondidas de los guardias, organizaba clases de poesía. El poema de El cura verdugo surgió de esas clases”, asegura Julián Ramos, cuyo abuelo fue fusilado en el cementerio de Ocaña por ser el alcalde socialista de San Bartolomé de las Abiertas (Toledo).

La versión de Julián del poema fue corroborada por el militante comunista Miguel Nuñez, fallecido en 2008, quien estuvo preso en el mismo municipio en aquellos años y relató este episodio en sus memorias. No obstante, este diario no ha podido corroborar la autoría del poema tras consultar biógrafos y expertos de la vida y obra de Hernández.

Marcos Ana, el reo político que pasó más tiempo en las cárceles franquistas (23 años), describió para el documental ‘Memoria Viva’ las condiciones de vida del penal de Ocaña, donde estuvo preso hasta 1946.

“En el penal de Ocaña conocí lo más duro para un condenado a muerte: la soledad. Me llevaron a una pequeña celda, de unos dos metros de largo y tan estrecha que con los brazos en cruz tocaba las paredes. Una puerta de hierro, un retrete en un rincón, un colchón de esparto y un pequeño y alto tragaluz enrejado iban a formar mi nuevo universo. Nos dejaban salir al patio dos veces al día, una hora por la mañana y otra por la tarde”, detalla el poeta, que añade que el momento más triste del día era el atardecer, cuando se despedían unos de otros “sin saber si aquél sería el último abrazo”.

Poema íntegro

Muy de mañana, aún de noche,
Antes de tocar diana,
Como presagio funesto
Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!

Llegó al pabellón de celdas,Allí oímos sus pisadas
Y los cerrojos lanzaron
Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!”
Cobarde y cínico al tiempo
Tras los civiles se guarda,
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!

Los civiles temblorososLes ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos
Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van,
Gigantes de un pueblo heroico,
Camino de Yepes van.
Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios
Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás,
Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!

Diecisiete disparosTaladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños
Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos
Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba
Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz
Y en la “star” ya descargada.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!

http://www.publico.es/452554/el-cura-verdugo-del-penal-de-ocana


‘Rojos’: veinte historias de víctimas del franquismo

noviembre 18, 2012

Un documental recoge los testimonios de guerrilleros, maestros republicanos, prisioneros de los campos de concentración, exiliados y brigadistas que combatieron al franquismo en la Guerra Civil y durante la posguerra…

María Sanz / EFE Alicante 17/11/2012

Cartel del documental

Cartel del documental

Más de veinte testimonios de represaliados alicantinos por el franquismo se reúnen enRojos, un documental promovido por la Asociación de Víctimas 17 de Noviembre, que se estrena este fin de semana en Orihuela (Alicante).

Los Rojos son, en palabras de la productora del documental y secretaria del colectivo, Amparo Pérez, quienes combatieron al franquismo en la Guerra Civil y durante la posguerra, y entre ellos se cuentan «guerrilleros, maestros republicanos, prisioneros de los campos de concentración, exiliados y brigadistas». El reportaje es un resumen de una serie más amplia de documentales en los que también se rinde homenaje al poeta Miguel Hernández como una víctima más y, aunque se centra en Orihuela, la ciudad de Alicante también ocupa un lugar destacado en el metraje como «el último reducto republicano».

De hecho, en 1939 zarpó del puerto de esta ciudad el carguero inglés Stanbrook, con el que partieron los últimos exiliados republicanos rumbo a Orán (Argelia). En este barco, con apenas cuatro años de edad, viajaba Helia González junto a su familia, quien recuerda que la misma tarde en que su padre, el republicano Nazario González Monteagudo, «llegó del frente, nos fuimos para elStanbrook«. «Recuerdo que el capitán me cogió en brazos para cruzar la pasarela y subir al barco. Era un hombre que parecía que estaba en todas partes, no se separaba de todos nosotros ni un momento», ha apuntado antes de añadir que al llegar a la costa argelina lo primero que recuerda es «el olor del pan recién hecho».

En el Stanbrook viajaba también José Escudero Bernícola, un abogado oriolano que había sido gobernador civil de la República en Salamanca, Zamora y Granada, y a quien perseguían los franquistas. Su nieto, el escritor Paco Escudero, participa en el documental leyendo una carta en la que su abuelo describe la travesía hasta llegar al puerto de Orán.

Según afirma Amparo Pérez, en Rojos predomina la parte emocional de los relatos personales. Ha insistido en que se ha intentado «dar una visión positiva» de las historias de los protagonistasya que «algunos de ellos se mostraban agradecidos por las experiencias que les había tocado vivir, por lo que habían aprendido» mientras que «otros se sorprendían de haber sobrevivido a los campos de concentración». Además, «los que se exiliaron siempre fueron optimistas porque valoraban que haber salido del país era una suerte enorme», ha agregado la realizadora.

http://www.publico.es/espana/446003/rojos-veinte-historias-de-victimas-del-franquismo


“Toma mi chaqueta porque mañana al amanecer nos fusilan”…

abril 29, 2012
Por

Francisco Merino Osuna, nace en la localidad cordobesa de Castro del Río en el año 1916. De profesión campesino, era hijo de Francisco Merino e Inés Osuna.
Marcado su destino por haber nacido en Castro del Río, baluarte del anarquismo de la campiña cordobesa, donde el anarquismo florece logrando una influencia decisiva entre los obreros y campesinos sin tierra, Francisco desde muy joven asume la ideología anarquista, utilizando esta a lo largo de toda su vida como  referente como filosófico social e ideológico.
Sin duda alguna en ello influyo el que le tocara vivir una época marcada por la agitación social y la efervescencia revolucionaria para las clases económicamente más desfavorecidas en una sociedad donde los oprimidos y explotados lucharán denodadamente por deshacerse del yugo de la opresión y la injusticia.

Los acontecimientos desatados a raíz del alzamiento militar del 18 de julio de 1936, sorprenderán a Francisco Merino Osuna ( un joven de apenas veinte años cumplidos) trabajando en el campo. Inmediatamente  de conocer la noticia regresara junto a toda la cuadrilla de jornaleros a ponerse a las ordenes del sindicato FAI-CNT.
Los días que acontecerán posteriormente, marcarán a toda una población que se vera envuelta en la defensa a ultranza de la localidad, contra los intentos militares de tomarla por las armas, ante la defensa organizada de las masas obreras, entre las que se encuentra Francisco.

Castro del Río, resistirá valientemente los envites de la artillería y la aviación enemiga y las incursiones de los legionarios y los moros, convirtiéndose en el último reducto “republicano” de la campiña, la última esperanza de salvación para miles de personas que huyen de sus localidades de origen al contemplar las detenciones, matanzas y asesinatos cometidos en las mismas tras caer en manos de las nuevas autoridades que inmediatamente aplican el bando de guerra e imponen el nuevo orden.
La resistencia será feroz y costara muchas vidas. En la misma participan miles de personas, casi todas encuadradas en las llamadas “centurias confederales”, dentro de la estructura militar organizada por la CNT para la defensa.
Con la caída de Castro del Río, la desbandada humana y el éxodo interior se producirá hacia la zona de Andujar y Jaén. Propiciando que miles de personas se desplacen hasta estas localidades cercanas. Francisco Merino Osuna, saldrá de Castro del Río también formando parte de este contingente humano.

Con su llegada a la localidad e Andujar, se alistará en el Ejercito Republicano, formando parte de la 25 Agrupación de Milicias Populares, siendo movilizado inmediatamente al frente de Ciudad Real.
Durante casi dos años permanecerá en este frente. Años durante los cuales unirá su vida para siempre a la de su esposa Carmen Trujillo García, de 17 años de edad, el día quince abril de mil novecientos treinta y ocho.

Enfermo de bronquitis aguda, ese mismo año a finales del verano, será de nuevo enviado a Andujar, esta vez a la Unidad de Infantería del Centro de Reclutamiento de Instrucción y Movilización n° 4 de Jaén, (C.R.I.M.N° 4) donde permanecerá hasta el final de la guerra.
Dotado de un salvoconducto, para trasladarse a la “Venta del Chano”, en Castro del Río ( lugar donde quiere fijar su residencia) obtiene la licencia el día 22 de marzo de 1939. Las comandancias militares de Villanueva de Córdoba y Bailen, sellarán el mismo a su paso por ellas.
Tras su llegada a la Venta del Chano a comienzos del mes de abril de 1939, Manuel rehace su vida junto a su esposa, y a su hijo Francisco nacido unos meses antes.
La guerra había terminado, pero la paz tardaría en llegar, como ocurre en todas las guerras y Francisco esta a punto de descubrirlo.

Será abordado un día de comienzos del mes de mayo en plena calle por “un señorito” que literalmente le dice “… ¡ rojillo, a ti tenia yo ganas de verte¡” , será acusado, detenido encarcelado.
La acusación de autor de un delito de rebelión militar , hará que el Consejo de Guerra Permanente de Urgencia de Castro del Río, dicte sentencia de pena de muerte, el día 13 de mayo de 1939 .

Su mujer y su familia, le visitarán en la cárcel local todos los días para llevarle la comida, hasta un día antes de su muerte.
” …, toma mi chaqueta y mis objetos personales, porque creo que mañana al amanecer nos fusilan.”
Fueron las últimas palabras que su esposa pudo cruzar con él. Su viuda la aprendió de memoria para estar segura de que jamás las podría olvidar.

El día 19 de junio de 1939, en las tapias del cementerio de Castro del Río, Francisco Merino Osuna, que contaba 23 años fue asesinado.Su cuerpo sin vida sería arrojado junto a otros a una fosa común en el interior del cementerio municipal.
Dejo viuda y un hijo de apenas un año. Manuel murió joven, muy joven, demasiado joven, nadie debería morir a esa edad …

Dos años más tarde, un cartero traería una carta a su esposa Carmen, enviada desde el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas. En la misma se le hacia saber a ella y a su hijo ( de tres años de edad), que el nuevo estado había abierto un expediente a su marido por observar que el caso de Francisco Merino había constituido un caso de responsabilidad política de carácter grave. Por lo que lo condenaban de nuevo ( pesar de llevar mas de dos años muerto) como incurso en un caso de responsabilidad política, a la sanción de “… pago de la cantidad de cien pesetas “.

El asesinato de Francisco Merino, sería registrado en el registro civil de Castro del Río, el mismo día 19 de junio de 1939.
Años mas tarde su viuda sería citada al Juzgado para que firmara unos documentos, que se negó a firmar. Amenazada con ser fusilada, se pretendió que Carmen firmase un documento en el cual se aseguraba que su esposo Francisco Merino, había muerto de muerte natural. Su viuda se negó rotundamente, gritando ¡ A Paco lo habeis matado ¡ ¡ Asesinos ¡.
Otra historia más , tan injusta, tan grave, tan triste … Manuel no tuvo suerte. Este país no tuvo suerte.
Este país, tuvo una vez una oportunidad, , no la tuvo la razón ni la tiene aún hoy la justicia … ni la libertad.

http://blogs.publico.es/memoria-publica/2012/04/25/toma-mi-chaqueta-porque-que-manana-al-amanecer-nos-fusilan/


Memorias de un preso republicano…

diciembre 11, 2011

Por

A mi abuelo, Manuel de la Peña Piñeiro
Esta es su historia. Él no pudo contarla, así que yo recojo el testigo.


Es posible prepararse para la derrota, él ya lo había hecho; pero nadie puede estar preparado para la represión y la venganza. Alimentar el odio, dejarle crecer en los corazones, regarle con miedo y con rencor, cada día, golpe a golpe, discursos a discurso, condena a condena… Abrir un abismo insondable entre las víctimas y los verdugos, un abismo de horror, impotencia y desesperanza.

La cárcel es fría, piedra en los corazones, cuerpos hacinados, miradas perdidas, puños apretados, piernas temblorosas. El hedor es insoportable. Llega al estómago, y allí se instala hasta provocar náuseas. Y luego, en la boca, un sabor a metal y jugos gástricos.
La noche ha caído sobre ellos, una noche muy larga y muy feroz, una noche sin tregua ni alborada…Cárceles, rejas, cadenas.Muros, tapias, cementerios. Hombres escuálidos, tristes.
Hambre, miseria y silencio

Escribir, escribir… Es la única forma de sobrevivir a la barbarie, a la soledad, a la tortura, a la muerte.
“Escribe Carmiña, escribe…” Y gracias a las cartas y los versos, que van y vienen como pájaros blancos surcando la memoria y el desastre, el aire se hace un poco respirable entre muros, tapias y cielos imposibles. Escribiendo conjura la amargura, la pena de saberse entre barrotes, con un futuro incierto y una condena injusta, incomprensible. ”La guerra, madre, la guerra”… Los versos del poeta, también encarcelado, golpean sus sienes.

Él nunca ha empuñado un arma, nunca ha hecho daño a nadie. Es demasiado joven para que su cabello se haya vuelto blanco, un mechón por cada día encerrado entre rejas, por cada condena a muerte revocada, por cada abrazo no dado a sus seres queridos, por esa juventud arrebatada en vano.

Ahora sólo las palabras lo salvan del abismo, le hacen reconocerse como hombre, no olvidarse de quién es, de quién ha sido. Es fácil sucumbir al derrotismo, cerrar los ojos y dejarse llevar.
Ha ganado la España grande y libre, y ahora ejecuta, impune, su orquestada revancha. Él es sólo uno más, una pequeña pieza de un oscuro y sórdido engranaje basado en la violencia y en el miedo, en el silencio y en la delación. Es fácil sucumbir a la mentira de que ahora todo el mundo vive en paz, es fácil creer, es fácil rendirse y renunciar.
A su lado dormita un maestro asturiano que trajeron hace unos días (¡qué terrible pecado pretender enseñar a los niños, sin cruz ni catecismo, a buscar las respuestas en los libros prohibidos!). Entre los dos ha nacido una hermosa complicidad, una fraternidad de la injusticia que les ayuda a soportar las penas.

Se han llevado al maestro. En su catre ha dejado doblado un poema:”Para tu álbum de penas”, escrito con una caligrafía impecable. Nunca volverán a verse. Pero eso él no lo sabe, como no sabe, ni tan siquiera acierta a sospechar, que será su nieta, muchos años después, la que saque a la luz ese poema, la que lo lea una y otra vez buscando en él la hermosa semblanza del que fuera su abuelo (“delgado, cimbreño, de líneas escuetas/ los ojos enormes, las manos inquietas…”).

De aquellos hombres no quedan nada más que las palabras, los poemas que escribieron, vencedores del odio y de la rabia. Nadie podrá quitarles lo que fueron. Su victoria es perdurar en nuestra memoria, aunque haya quien no lo entienda, quien no sepa la importancia de abrir las ventanas y dejar volar todas las palomas, tanto tiempo encerradas. Si les negamos ser reconocidos, si no les concedemos el merecido homenaje de ser recordados, entonces su dolor y su sacrificio habrán sido en vano, y eso si que, sus hijos y sus nietos, no vamos a consentirlo.

Todos los versos están sacados del libro Poemario a dos voces, Manuel de la peña Piñeiro y Marisa de la Peña, ed. La factoría de ediciones.
Texto: Marisa de la Peña

Público.es

http://blogs.publico.es/memoria-publica/2011/12/08/memorias-de-un-preso-republicano/


Un jardín en el erial de la memoria…

octubre 30, 2011

Expresos del franquismo crean con sus propias manos un pequeño jardín de homenaje y lo inauguran solos en los terrenos de la cárcel de Carabanchel

INÉS SANTAEULALIA – Madrid – 24/10/2011

Hace tres años, las excavadoras entraron en los terrenos de la cárcel de Carabanchel para reducir a escombros el penal en el que se hacinaron durante el franquismo miles de opositores al régimen. El Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio del Interior acordaron construir un hospital y 650 viviendas. El Gobierno también tenía intención de levantar un monumento en recuerdo de los presos. Tres años después, solo hay un erial y promesas en papel de hemeroteca.

Ayer, entre la maleza, menos de un centenar de personas se abrió paso para inaugurar un pequeño jardín hecho con sus manos y un monolito con una placa: «Por la paz y la memoria. Para que la historia ni se olvide ni se repita».

Entre ellos estaba Luis Berlinche, uno de los que no ha podido olvidar nunca. «Ni siquiera a mis 84 años», confiesa. Fue condenado a muerte a los 18. Un consejo de guerra lo sentenció por un delito de actividad política. «Repartir octavillas, propaganda…», recuerda. Junto a otros antiguos presos, Berlinche plantó ayer un ciprés y se volvió a emocionar al recordar su último abrazo a Jerónimo Marchena, que no corrió su suerte: no le conmutaron la pena y murió fusilado. Berlinche llora en silencio, busca en su bolsillo y saca unos billetes bien doblados. «¿Dónde se puede echar esto?». Quiere pagar por su propio homenaje. El de los vivos, como él, y el de los muertos, como Marchena.

Los vecinos también han creado un huerto urbano en el solar para intentar acabar con la degradación que sufren estos terrenos: «Maleza, restos fisiológicos caninos, desperdicios, aparcamiento incontrolado…», indican.

Sin ministerios ni ayuntamiento, los expresos se van y dejan atrás siete árboles nuevos, una bandera republicana y una réplica del penal hecha de cemento y ladrillos [a la derecha de la foto], con ayuda de un grupo de trabajo del 15-M. Al final del camino pedregoso se les oye despedirse: «Salud y suerte, compañeros».

http://www.elpais.com/articulo/madrid/jardin/erial/memoria/elpepiespmad/20111024elpmad_3/Tes?print=1