MEMORIAS INÉDITAS DE ‘JALISCO’ ‘Testamento’ de un resistente

octubre 25, 2012

‘Jalisco’ en una imagen de un documental realizado por la cadena ‘24 horas’ de RTVE y en una foto de su juventud

MEMORIAS INÉDITAS DE ‘JALISCO’. F. Fernández / León

El fallecido Pedro Juan Méndez ‘Jalisco’ dejó escrito un esbozo de memorias que desvela La Crónica

Recuerdo, cuando todavía era un niño, haber visto a los primeros republicanos asesinados y abandonados al borde de la carretera. Esta marca del crimen ha perpetuado mis recuerdos que se convirtió en odio a los protagonistas”.

“Mientras Arsenio Juan (su padre) luchaba en Asturias las hordas fascistas habían saqueado la casa varias veces, unas los grupos fascistas de Vega de Espinareda, otras los de Cubillos y Cortiguera. Esta violencia y agresión fue el cotidiano de mi niñez que me ha traumatizado igual que a mi hermano y a mi madre. Mi identidad era esa, represión fascista, así se fue forjando en mi espíritu la rebeldía contra tanta injusticia”.

Son dos de los párrafos del esbozo de memorias del maquis berciano Pedro Juan Méndez, Jalisco, apenas 10 folios en los que marca las líneas generales de lo que deberían ser unas memorias que ya no escribirá pues falleció en Cacabelos, donde residía, después de una larga y penosa enfermedad que puso un cruel colofón a una vida no menos dura. Estos apuntes biográficos los conserva uno de los bercianos que más ha investigado el fenómeno del maquis en aquella comarca, Santiago Macías, también uno de los fundadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

Jalisco era uno de los últimos guerrilleros vivos de la mítica partida de Manuel Girón Bazán, al irse él ya solo vive Quico, residente la mayor parte del tiempo en tierras del Mediterráneo.

En las escasas reseñas que vieron la luz a su muerte se incidía en un aspecto, cómo le marcó la muerte de su padre, también asesinado, y que completa lo que ya apunta en los dos párrafos ya recogidos. En este esbozo de memorias está presente esa trágica desaparición. Recuerda como su madre acudió a familiares residentes en Burgos y bien relacionados con el Régimen buscando evitar la muerte de su marido, el padre de Jalisco, preso en San Marcos. Una historia que recuerda mucho a la de Leopoldo Panero pero con un final muy diferente pues la madre del poeta logró la libertad para su hijo, la madre de Jalisco tuvo mucho peor suerte. “Al caer Asturias, donde él combatía, estuvo preso primero en Gijón y después en León. Procesado, le han condenado a muerte. Ante tal evidencia, mi madre pidió ayuda a sus familiares que vivían en Burgos y eran adictos al régimen franquista, para ver si su influencia podía salvarle de la muerte. Estos hicieron grandes elogios al humanismo de Franco pero no han movido ni un dedo por salvar a mi padre del fusilamiento. Quizás más bien han contribuido con su sarcasmo de que al fin y al cabo era un rojillo peligroso. (…) Así fue juzgado y ejecutado en el Polígono de Tiro de León el 19 de agosto de1939”.

Pedro Juan Méndez, nacido el 17 de diciembre de 1928 en Sancedo, tenía entonces 10 años y, como ha contado en los párrafos reseñados, marcaron su trayectoria vital. Pese a su corta edad apunta en una nota entre paréntesis de quien le mecanografió las memorias que “en esta incertidumbre de huérfano era creciente su curiosidad por las causas que había dado su padre la vida, como tantos huérfanos más el antifranquismo era ya una condición impuesta por habérseles escogido como víctimas”.

Y en esa búsqueda recuerda Pedro Juan Méndez como antes de cumplir veinte años fue entrando en contacto con la resistencia antifranquista, comenta que era difícil conectar con la oposición por la represión existente pero, señala, “se perfilaba entre los antifascistas las sutiles coincidencias y afinidades aunque aún no eran públicas”. Hasta que ya logró entrar en contacto con la guerrilla. “Hacia 1948 pude tomar contacto con una de las guerrillas que vivían y operaban en el Bierzo. Los guerrilleros que conocí en esa ocasión fueron: Alfonso ‘Pájaro’, El Gasta, Orozco y Quico. En un segundo encuentro conocí a Travesado y Chapa (…) Para no caer en manos de la policía, el 27 de octubre de 1948 me incorporé a las guerrillas. Mi primer paradero fue en casa de Gloria, Carracedo. Quedamos dos meses por El Bierzo y en diciembre fuimos hacia Cabrera, en donde conocí a Girón y su guerrilla, compuesta por Alida, Cardeña, El Bailarín, Enrique El chaval y Orozco ”.

Narra después como él se fue hacia Galicia y algunas bajas en el grupo que se fue hacia El Bierzo “por la traición de Pedro el de Berlanga en Ocero. Cayeron Alfonso y Orozco, la muerte de Alfonso me afectó mucho, ya que había sido uno de los primeros compañeros que conocí”.

Va relatando Jalisco otros pasajes repletos de muertes, de infiltrados —“Antonio el de Verín y Saúl nos buscaban, Antonio llevaba largo tiempo ausente y se le creía muerto. Tanto él como Saúl hemos considerado más tarde que hacían parte del engranaje de infiltración del enemigo que nos había ocasionado muchas caídas”—, de sabotajes, de operaciones, de emboscadas, de refriegas, de hechos que forman parte de la historia de la guerrilla —“es después del tiroteo de Corporales que nos llegaron varias noticias de José Cañueto en su desesperada búsqueda para incorporarse con nosotros, tema de engaño y de traición, como se vio más tarde ante el asesinato de nuestro entrañable compañero Girón—”, y un largo etcétera.

Es duro con Cañueto con frases como “para perfeccionar su crimen no tuvo escrúpulo en asesinar a dos de sus vecinos” o “su cobardía llega hasta a asesinar a Girón por la espalda, porque quizás le temblase el pulso la mirada de frente”.

Y llegó después la huida a Francia “con los tres que me han acompañado, Travesado, Manolo y Quico”. Remata su esbozo de memorias reafirmando sus convicciones, su lucha por “la libertad, la paz y la justicia social. Es esa identidad de la que me siento partícipe y deseo serle siempre digno”.

– Pienso que este pequeño esbozo de mi vida y de mis razones de guerrillero pueden completar los argumentos históricos que hacen por su parte mis compañeros Manolo y Quico; escribe Jalisco antes de firmar sus memorias en julio de 1987. No las acabó. Ya no las acabará.

No se trata ahora que se ha ido de ir desmenuzando cada linea. Ya hay investigaciones muy serias como las de Secundino Serrano en sus libros y ponencia, como las de Santiago Macías en ‘El monte o la muerte’, las de Daniel Álvarez e Inaki Pinedo en el documental ‘El hombre que murió dos veces’, la novela de Carlos Reigosa ‘La agonía del León’ y tantas otras. Se trata de dejar constancia de las reflexiones y los recuerdos de un huérfano, un rebelde, un guerrillero, un exiliado y un luchador, todo en uno solo: Jalisco. Y el protagonista de una bella historia de amor que tuvo un paréntesis de más de medio siglo, los que iban desde que el joven tuvo que tirarse al monte hasta que el viejo regresó del exilio y se reencontró con su antigua novia, como recordaba el ‘chascarrillo’ de este periódico cuando él se fue.

http://lacronicadeleon.es/2012/10/21/vivir/testamento-de-un-resistente-164068.htm

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Julia Rufo, nunca faltaron flores camino del cementerio minero hasta que murió… en honor de los fusilados por los franquistas…

septiembre 16, 2012
Cultura Noticias Andaluzas Opinión — 14 septiembre 2012
Julia Rufo, nunca faltaron flores camino del cementerio minero hasta que murió… en honor de los fusilados por los franquistas.

La historia de una mujer que anonimamente desde pequeña hasta que murió hace unos años y en plena dictadura siempre puso flores donde las tropas fascistas fusilaron a cientos de mineros de la Cuenca Minera de Riotinto, en el camino que conduce al cementerio de Nerva.

Publicado por Carmelo Rufo.- Riotinto (Huelva)

Era noche cerrada, oscura, triste… Las calles estaban desiertas. En ellas se respiraba angustia, miedo, desesperación. Una sombra furtiva se desplaza sigilosa por entre la penumbra, buscando el rincón más oscuro para que su presencia no fuese descubierta por aquellos que sisean, armas al hombro, bajo la ínfima luz de un cigarro en la esquina.

La sombra, al igual que su dueña, era pequeña; Julia era su nombre, el nombre de la persona que se escondía y avanzaba sigilosa por entre las calles de Nerva. Poco antes de que oscureciera aquel día, Julia había llorado, había apretado los labios y los puños, con la impotencia del que ve como la barbarie actuaba en forma de detenciones sin sentido. Bien sabía Julia que aquellas personas no pasarían la noche en el calabozo, ni en dependencias del ayuntamiento.

Ella había visto el camión aparcado y sabía que en él habría gente que daría un último y corto viaje. ¡NO! No iba a permitirlo; algo tenía que hacer… Ella estaba acostumbrada a luchar, a enfrentarse a muchísimas dificultades desde que naciera allá por el año 1882 en Higuera de la Sierra. Ella se había enfrentado a la vida y a la época siendo madre soltera; sabía bien lo que era pasar calamidades, penas e injusticias; y aquello que había ocurrido le quemaba por dentro, la ahogaba como los humos de las teleras de cuando ella era pequeña.

No podía quedarse tranquila en casa en aquella noche cerrada, oscura triste… Julia estaba cerca de su destino. Le pareció adivinar la sombra de la vieja tapia del muro. Sabía perfectamente por donde iba a entrar. Lo haría por la parte donde el muro tenía menos altura, debido a un pequeño derrumbe que aún no habían arreglado.

A pesar de su determinación y arrojo; Julia necesitó detenerse antes de saltar. Le faltaba el aire, el corazón parecía volar en su pecho. Fue entonces cuando se acordó de su familia, aquellos por los que tanto había luchado… ¿Qué les pasaría si le cogían allí dentro?. Durante unos segundos, Julia vaciló; estuvo a punto de dar marcha atrás, pero con un silencioso y hondo suspiro se repuso y decidió hacer lo que había venido a hacer.

Saltó la tapia y al caer se quedo inmóvil, abriendo los ojos hasta que le dolieron; intentando oír algo, rezando para que ninguno de los del arma en el hombro estuviera por allí. Sus pasos se hicieron más lentos; su menuda figura más pequeña; y fue avanzando hasta la maldita fosa; el “bujero” como le decía ella. Allí, las balas disparadas por la sin razón, por las mentiras, por las envidias, por el odio; habían masacrado, aniquilado las vidas, los sueños… Julia estaba paralizada, se dio cuenta de que no sabía qué hacer, como seguir. Recordó que se había prometido a sí misma ir hasta cementerio en plena noche para ver si alguien había quedado con vida.

Ella sabía que al día siguiente serian sepultados; y que si alguno daba señales de vida le darían “el tiro de gracia”. Julia palpaba los inertes cuerpos. Sentía como sus manos se empapaban de un tibio liquido que reconoció por el olor…SANGRE. Reconocía las caras lívidas, a pesar de la oscuridad… Fernando, Pepe, Ramón… Si, los conocía a todos… Desesperada, Julia comenzó a llorar cuando vio que no podía mover todos los cuerpos que grotescamente se habían apilado en “el maldito bujero”.

A punto estaba de desistir cuando un gemido ahogado, casi de inframundo llegó a sus oídos… ¡SI, había alguien vivo! Doblo sus esfuerzos sacándolos de Dios sabe dónde y logró sacar al mal herido de la fosa. No tenía nada con que aliviar el dolor de aquel hombre, solo sus palabras, con las que intentaba, al menos, tranquilizarle. Se rasgó la larga falda del vestido que llevaba y con los jirones de tela que obtuvo pretendió taponar la herida que identificaba mas por el caudal de sangre que por otra cosa.

No podía hacer nada más allí… A duras penas, y a pesar de su poca corpulencia, logro llevar a aquel hombre hasta la hilera de nichos que había cerca, y dejo al herido en uno de ellos. Volvió sobre sus pasos, pero ya sin la lentitud y precaución del principio, y llegó sin aliento a las primeras casas del pueblo. Procuro tranquilizarse, respiro hondo y se encamino a la casa del herido que había dejado en el cementerio.

Tras el postigo de aquella pobre puerta se “barruntaban” gemidos y llantos de niños que se mezclaban con suspiros de una mujer apenada. Más que llamar o tocar en la puerta; julia la araño como un gato hasta que sintió como la “tranca” del postigo caía casi sin hacer ruido. Al abrirse este la tenue luz del interior casi cegó a Julia; acostumbrada ya a la oscuridad aquella noche. “Antonia; no te asustes; soy Julia Rufo”, dijo Julia calmando a la inquilina de la casa. “Ay Julia, ay, que pena más grande” sollozó Antonia, a modo de respuesta. “No llores más, mujer. Juana- dijo Julia dirigiéndose a la madre de la afligida esposa del herido- lleve usted los niños a la habitación”. Cuando se quedaron solas, Julia le explico lo que había hecho, le contó a su vecina donde podía hallar a su marido. La esposa de este, junto a su cuñado fueron al sitio que les indico Julia desde la misma tapia; y luego Julia se marchó a casa.

Lo que restó de noche la paso sin dormir. Limpiando la sangre de sus manos y ropas. Mirando a su hijo que dormía plácidamente ajeno a todo. Cuando el sol empezó a alumbrar la “tierra colorá” Julia suspiraba asomada a la pequeña ventana de su humilde casa. Ella estaba viendo un nuevo amanecer, y alguien, escondido Dios sabe dónde, estaría viendo un nuevo amanecer gracias a ella…

Esta historia que acabais de leer, podría haber ocurrido tal que así. Julia existió, su nombre era Julia Rufo Alcaide ( Higuera de la Sierra 1.882- Nerva 1.985). Su bisnieto es mi amigo y compadre Carmelo Rufo, sí; Carmelo “el de El Epoca”, a quien por cierto, aún no se le ha nombrado hijo adoptivo de Riotinto, dicho sea de paso. que habla de su abuela Julia (nunca le dice bisabuela, que es lo que era) con cariño y orgullo.

Recuerda Carmelo como su “abuela” le contaba esta parte de su vida en la que se jugaba la vida para ir a ayudar y socorrer a los posibles supervivientes de los fusilamientos en Nerva ( de uno u otro bando). Ella no miro si eran republicanos o falangistas. Carmelo se emociona cuando recuerda como algunos ancianos de Nerva le aseguraron, al cabo de los años, de que aquellas historias eran verdad; y que no fue una sola vez…Julia repitió aquello en varias ocasiones, sin importarle su seguridad y poniendo en riesgo su propia vida. Recuerda incluso , como a su casa en la década de los 70 , llegaban paquetes con regalos en Navidad.

Eran regalos de aquellos que Julia salvó y sacó de las fosas en Nerva antes de que los enterraran pensando en que estaban muertos. ¿Os imagináis lo que esta buena mujer sentiría cuando sacaba alguien vivo de las fosas? ¿Y qué pensaría cuando no había supervivientes? ¿Cuántas familias no sufrieron gracias a Julia Rufo? Considero que esta es otra historia que ha de conocerse por los habitantes de la Cuenca Minera. A su bisnieto, Carmelo, le agradaría saber si alguien más recuerda aquello que realizó su bisabuela jugándose la vida. Yo le he dicho que quizás; ¿Quién sabe?; algún familiar de alguna de aquellas personas podría leer esto, y por qué no; podrían reunirse para hablarlo y recordarlo. Si eres una de esas personas, no dudes en ponerte en contacto.

Creo de verdad que Julia Rufo nos dejó una gran enseñanza sin saberlo…”Que más da nuestras ideas, nuestros pensamientos, creencias o afinidades…Somos vecinos y deberíamos ayudarnos los unos a los otros para así lograr que esta “tierra colorá” salga adelante…” La historia de Julia Rufo merece ser recordada y conocida. Madre soltera en aquellos años… perdió a un hijo… otro hijo suyo estuvo escondido casi tres años en los montes, y ella le llevaba comida y ropa a hurtadillas.

http://www.camasdigital.es/julia-rufo-nunca-faltaron-flores-camino-del-cementerio-minero-hasta-que-murio-en-honor-de-los-fusilados-por-los-franquistas/


«Negrín intuyó la guerra europea entre fascismos y democracias»

mayo 20, 2012

15.05.12 – VICTORIA M. NIÑO | VALLADOLID

A Europa le trajo su amor por la música, a España, la simpatía por los exiliados. Flautista semiprofesional, que tocó en público por última vez en la celebración de su 85 cumpleaños, dice que ya no tiene músculos para las notas altas y que está «duro de oído». Este judío que nunca entendió para qué formaba parte del ‘pueblo elegido’, vivió tres décadas en Barcelona, donde tocaba en un cuarteto con el doctor Alfredo Rochas. Gabriel Jackson, nonagenario, cruza el charco para hablar de Negrín con su nieta, Carmen Negrín.
–¿Le marcó la vida académica su encuentro con exiliados españoles en México y en Francia?
–Fue intuitivo desde mi primer contacto en México. Allí coincidí en el piso con un especialista en medicina tropical y él me presentó a una docena de exiliados. Encima de nosotros vivía la viuda de Azaña. Y el resto eran políticos de la República. Sentí una simpatía natural por su interpretación de la vida. Luego estuve cinco años en el Ejército como cartógrafo y retomé una incipiente carrera de profesor de historia. En Toulouse intenté hacer una tesis sobre la República pero mi profesor dijo que no había pasado suficiente tiempo, era el año 1950, que escribir de la Guerra Civil era hacer periodismo no historia. Me sugirió Joaquín Costa e hice la tesis sobre él.
–Costa, Negrín ¿qué importancia le da a las biografías en medio de una historiografía más social?
–Joaquín Costa fue un visionario. Se le identifica con el regeneracionismo pero es una teoría vaga que puede devenir en fascismo. Diría más bien que Costa es un adelantado a su tiempo capaz de hablar del cambio climático, estaba muy preocupado por la salubridad del agua y la amenaza de los productos químicos. En cuanto a los personajes, en cualquier sistema político hay personas claves que sirven para interpretar los hechos.
–Políglota, científico, europeísta, ¿eligió a Negrín por su condición de ‘rara avis’ española?
–En ese momento en el PSOE había tres facciones. Una más conservadora, la de Besteiro, que creía que los obreros no estaba maduros para la democracia. La socialdemócrata, liderada por Prieto y en la que militaba Negrín. Y otra más radical. Prieto y Negrín muy amigos hasta que en 1938 mantiene posiciones enfrentadas sobre la República. Indalecio era muy pesimista sobre sus posibilidades y Negrín veía la guerra internacional entre fascismo y democracias inevitable. Siente que la República española podría ser un aliado de esas democracias. En ese sentido Negrín es el hombre que mejor entiendo el significado de la guerra que se venía encima. Hay que recordar que entre 1934 y 1939 la URSS ofrece varios tratados a Gran Bretaña y Francia para frenar la ambición de Hitler. De haber cristalizado, quizá se lo hubiera pensado dos veces. Negrín es el más europeo de los socialistas españoles.
–¿Siguen sin encontrarse las dos visiones de los historiadores sobre la guerra española?
–Sí. Por lado hay un grupo de Semprún, Pradera, Preston, Carr o yo que somos favorables a la idea de la República, sin justificar los errores. Por otro, historiadores como Payne que aceptan la interpretación católica que considera que el franquismo era necesario para frenar una revolución comunista. No puede haber acuerdo entre los que la ven como freno a los fascismo y quienes la miran como la revolución comunista.
–Coincidió en sus años de docencia en EE UU con Jorge Guillén, ¿qué recuerdo guarda de él?
–Era un hombre maravilloso, cada vez que daba una opinión sonaba poesía. Los grandes profesores de la literatura española en América fueron los exiliados.
http://www.elnortedecastilla.es/20120515/mas-actualidad/cultura/negrin-intuyo-guerra-europea-201205152229.html

Daniel Serrano Recio, 92 años y la historia de un exiliado que ha llegado al cine…

abril 29, 2012
En Castilla la Mancha, 20-04-2012 – 28 abril 2012

Lleva años luchando desde Francia por recuperar la memoria de su hermano

POR ELENA LLAVE. FOTO: S. ARBIZU Y H. BELIN. JUEVES, 26 DE ABRIL DE 2012

Daniel Serrano Recio. Nacido el 3 de enero de 1920 en La Torre de Esteban Hambrán (Toledo) y exiliado en 1963 a Francia después de luchar en el bando republicano y pasar 12 años en prisión. Cambian los nombres, los lugares y las fechas pero las historias de los que tuvieron que huir son muy parecidas. Este toledano de 92 años es el protagonista de “No darse por vencido”, un documental de una hora y media de duración dirigido por la española Susana Arbizu y el francés Henri Belin, hijo de españoles emigrantes.

La Biblioteca Municipal “José Hierro” de Talavera acoge el 27 de abril a las 19:00 horas la presentación de este largometraje seleccionado en Francia en los festivales internacionales de Cinemed de Montpellier, Traces de Vie de Clermont-Ferrand y Champ-Contrechamp de Lasalle. Acudirán los autores del mismo; Emilio Sales Almazán, presidente del Foro por la Memoria de Castilla-La Mancha; y el propio Daniel Serrano, quien ponía de manifiesto a encastillalamancha.es que “es hora de decir la verdad en España de lo que ha ocurrido; es necesario enseñar la historia en las escuelas”.
A sus más de 90 años tiene fuerzas más que suficientes como para seguir reivindicando la memoria de su hermano Eudaldo -quien llegó a ser nombrado teniente de alcalde de La Torre de Esteban Hambrán y fusilado en el cementerio del Este de Madrid en 1941- y para luchar por que su pueblo deje de llevar nombres de la dictadura.
Sus recuerdos de Toledo y de su pueblo están ligados a la escuela, a la que pudo ir hasta los 11 años, hasta que el duro trabajo en el campo le obligó a dejar el colegio y ayudar a su padre. También a la lucha de los obreros por conseguir mejorar el jornal de tres pesetas y un poco de vino con el que se tenían que sostener las familias. En La Torre de Esteban Hambrán, cuenta, la lucha política siempre fue muy intensa, primero gobernando “la derecha” -”que dio orden de cerrar la Casa del Pueblo (el lugar en el que se reunían los obreros) y la panificadora obrera”- y a partir de febrero del 36 con el gobierno de “la izquierda”. “Aquí todo cambió ya que dos consignas del programa del Frente Popular eran la construcción de escuelas y la reforma agraria, algo que se cumplió en mi pueblo a rajatabla”, dice Daniel, quien combatió en transmisiones en el ejército republicano.
Llegó la sublevación de las tropas de Franco y con ella la marcha de los combatientes republicanos a Madrid. Allí Daniel fue detenido y encarcelado tras el consejo de guerra en el que, además de los 12 años de cárcel que le impusieron a él, se condenó a siete hombres de La Torre de Esteban Hambrán a pena de muerte y a dos a 30 años de prisión.
Actualmente lucha para que su pueblo recupere la memoria de su hermano Eudaldo que él no ha podido quitarse nunca de la cabeza y para que “a un hombre que hizo tanto por el bien de su localidad se le honre de alguna forma”. Comparte esa lucha con la de borrar de las calles nombres heredados de la dictadura, habiéndose dirigido para ello a Emilio Sales, a la ex vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, a los alcaldes de La Torre de Esteban Hambrán…
Cree que el olvido a las tantas y tantas personas que hay enterradas en las cunetas de las carreteras y en las fosas comunes de los cementerios, víctimas de fusilamientos del Franquismo, “es un crimen de lesa humanidad, tal y como lo ha determinado la ONU”. “Hay que preguntarse quién es el responsable de que esto no se solucione”. Igualmente considera “inadmisible que en un país que ahora se llama democrático se tolere que aquellos que se levantaron contra un régimen legalmente constituido, en unas elecciones libres, luzcan sus nombres o sus símbolos en sitios públicos”.
En “No darse por vencido”, Susana Arbizu y Henri Belin proponen una reflexión de la España de hoy pero con un enfoque del pasado y de todo aquello que vivieron personas como Daniel Serrano, cuya particular batalla es el hilo conductor para hablar en el largometraje de lo que Belin calificaba de “memorias heridas”, las únicas que se plantean como “alternativa a la historia oficial”. Junto a Daniel también han dado la palabra a Acacia Condes, mujer exiliada que cruzó la frontera a Francia en brazos de su madre y que aún no ha recuperado los restos de su padre, un combatiente republicano; Eladio Martín, otro refugiado español, herido en la Guerra Civil; Julia de la Vieja Serrano, sobrina de Daniel; Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; Ludivina García Arias, presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio Español; y Emilio Sales.

http://www.encastillalamancha.es/noticia/6290/wwwencastillalamanchaes#

a través del Foro por la Memoria

http://www.foroporlamemoria.info/2012/04/daniel-serrano-recio-92-anos-y-la-historia-de-un-exiliado-que-ha-llegado-al-cine/


Memorias de un preso republicano…

diciembre 11, 2011

Por

A mi abuelo, Manuel de la Peña Piñeiro
Esta es su historia. Él no pudo contarla, así que yo recojo el testigo.


Es posible prepararse para la derrota, él ya lo había hecho; pero nadie puede estar preparado para la represión y la venganza. Alimentar el odio, dejarle crecer en los corazones, regarle con miedo y con rencor, cada día, golpe a golpe, discursos a discurso, condena a condena… Abrir un abismo insondable entre las víctimas y los verdugos, un abismo de horror, impotencia y desesperanza.

La cárcel es fría, piedra en los corazones, cuerpos hacinados, miradas perdidas, puños apretados, piernas temblorosas. El hedor es insoportable. Llega al estómago, y allí se instala hasta provocar náuseas. Y luego, en la boca, un sabor a metal y jugos gástricos.
La noche ha caído sobre ellos, una noche muy larga y muy feroz, una noche sin tregua ni alborada…Cárceles, rejas, cadenas.Muros, tapias, cementerios. Hombres escuálidos, tristes.
Hambre, miseria y silencio

Escribir, escribir… Es la única forma de sobrevivir a la barbarie, a la soledad, a la tortura, a la muerte.
“Escribe Carmiña, escribe…” Y gracias a las cartas y los versos, que van y vienen como pájaros blancos surcando la memoria y el desastre, el aire se hace un poco respirable entre muros, tapias y cielos imposibles. Escribiendo conjura la amargura, la pena de saberse entre barrotes, con un futuro incierto y una condena injusta, incomprensible. ”La guerra, madre, la guerra”… Los versos del poeta, también encarcelado, golpean sus sienes.

Él nunca ha empuñado un arma, nunca ha hecho daño a nadie. Es demasiado joven para que su cabello se haya vuelto blanco, un mechón por cada día encerrado entre rejas, por cada condena a muerte revocada, por cada abrazo no dado a sus seres queridos, por esa juventud arrebatada en vano.

Ahora sólo las palabras lo salvan del abismo, le hacen reconocerse como hombre, no olvidarse de quién es, de quién ha sido. Es fácil sucumbir al derrotismo, cerrar los ojos y dejarse llevar.
Ha ganado la España grande y libre, y ahora ejecuta, impune, su orquestada revancha. Él es sólo uno más, una pequeña pieza de un oscuro y sórdido engranaje basado en la violencia y en el miedo, en el silencio y en la delación. Es fácil sucumbir a la mentira de que ahora todo el mundo vive en paz, es fácil creer, es fácil rendirse y renunciar.
A su lado dormita un maestro asturiano que trajeron hace unos días (¡qué terrible pecado pretender enseñar a los niños, sin cruz ni catecismo, a buscar las respuestas en los libros prohibidos!). Entre los dos ha nacido una hermosa complicidad, una fraternidad de la injusticia que les ayuda a soportar las penas.

Se han llevado al maestro. En su catre ha dejado doblado un poema:”Para tu álbum de penas”, escrito con una caligrafía impecable. Nunca volverán a verse. Pero eso él no lo sabe, como no sabe, ni tan siquiera acierta a sospechar, que será su nieta, muchos años después, la que saque a la luz ese poema, la que lo lea una y otra vez buscando en él la hermosa semblanza del que fuera su abuelo (“delgado, cimbreño, de líneas escuetas/ los ojos enormes, las manos inquietas…”).

De aquellos hombres no quedan nada más que las palabras, los poemas que escribieron, vencedores del odio y de la rabia. Nadie podrá quitarles lo que fueron. Su victoria es perdurar en nuestra memoria, aunque haya quien no lo entienda, quien no sepa la importancia de abrir las ventanas y dejar volar todas las palomas, tanto tiempo encerradas. Si les negamos ser reconocidos, si no les concedemos el merecido homenaje de ser recordados, entonces su dolor y su sacrificio habrán sido en vano, y eso si que, sus hijos y sus nietos, no vamos a consentirlo.

Todos los versos están sacados del libro Poemario a dos voces, Manuel de la peña Piñeiro y Marisa de la Peña, ed. La factoría de ediciones.
Texto: Marisa de la Peña

Público.es

http://blogs.publico.es/memoria-publica/2011/12/08/memorias-de-un-preso-republicano/


Mi padre era verdugo…

noviembre 27, 2011

Los hijos de los últimos hombres que aplicaron la pena muerte con el garrote vil cuentan a EL PAÍS sus recuerdos sobre este oscuro oficio del franquismo. El primogénito de López Sierra, el ejecutor de Puig Antich, iba a heredar el empleo: «No me hubiera temblado el pulso«

JUAN DIEGO QUESADA 27/11/2011

Cándido López

 
Cándido López, Kung Fu, el hijo mayor del último verdugo, Antonio López Sierra.- KIKE PARRA
 
Inés Sánchez

Inés Sánchez, hija de Bernardo Sánchez Bascuñada, verdugo de profesión, posa con una foto de ella y su padre.- FRANCISCO BONILLA
 

Con una bufanda al cuello, un sombrero que ganó bailando tango, chaquetilla ajustada, Cándido López se pasea por el barrio de Malasaña de Madrid con las manos en los bolsillos. Se para en esta taberna donde se juega al tute, en esta de aspecto añejo y en la otra de más allá. Dice que esta noche hay que hablarlo todo, en caso de que haya que hacerlo, porque de madrugada se irá a dormir a una pensión del centro de la ciudad y sabe Dios cuándo se despertará. Su existencia está marcada por el oscuro oficio de su padre, el último hombre que ejerció de verdugo en España. Ese hombre se llamaba Antonio López Sierra y en un maletín guardaba el garrote vil con el que ajustició a 17 reos. Pero esta historia no cuenta la vida del verdugo, ni la de sus años en prisión por el atraco a una gasolinera, pues ya se han escrito mucho sobre eso; sino más bien sobre el niño, su hijo, el que le veía irse de casa tras recibir un telegrama, cualquier día, a cualquiera hora, y le recibía al día siguiente cuando desprendía todavía un fuerte olor a coñac.

Los descendientes de los conocidos en la época como «ejecutores de sentencias» quieren pasar página en la mayoría de los casos. Reniegan de su pasado. Se cambian los apellidos, queman fotografías, periódicos viejos, la ropa guardada en el armario. Entran en un proceso de exorcismo con el que cerrar para siempre un capítulo de su vida. Ese intento lo llevó a cabo la familia del verdugo que ejecutó en 1974 al anarquista Salvador Puig Antich. Su nicho en el cementerio de Carabanchel se había convertido en una especie de lugar de peregrinaje morboso para curiosos, policías y nostálgicos del régimen de Franco, convencidos de la eficacia del ojo por ojo. Cándido López (Badajoz, 1949) y una hermana, cuenta él, incineraron el cadáver de su padre cuando se cumplió el décimo aniversario de la muerte. Con el tiempo, Cándido se ha propuesto recuperar su memoria.

-Mi viejo parecía un tipo muy duro, pero te aseguro que siempre iba borracho cuando tenía que ejecutar a alguien. Era un trago hacer eso.

Uno de los primeros recuerdos que tiene Cándido es el de su familia criando borregos en Badajoz. Su padre, nacido en 1913, acababa de regresar de Alemania, donde trabajó como barrendero. Fingió padecer sífilis para que le pagasen el viaje de vuelta a casa. Cuidar el ganado no daba para mucho en esa España hambrienta, y López Sierra completaba el jornal con el estraperlo y los timos en las ferias. Lo hacia junto a Vicente Copete, un compadre que a la larga también se dedicaría al mismo oficio. Fue en esas fechas cuando un policía secreto le preguntó que si tenía valor para ser verdugo. Él contestó: «Me da lo mismo que sea verdugo, que sea lo que sea, mientras me dé de comer».

Así se contrataba a los encargados de aplicar la pena muerte en la España del dictador Francisco Franco, previa inscripción en el Ministerio de Justicia. Se ejecutaba a los reos mediante el garrote vil, un collarín de hierro que servía para asfixiar y quebrar el cuello del condenado. Los secretos del oficio se transmitían de un verdugo a otro, sin ningún tipo de escuela ni formación. No es que hubiese cola para ingresar en el cuerpo. Más de uno se apuntó para recibir un sueldo mensual en una época de muchas penurias, con la idea de que nunca tuviese que llegar el momento de tener que hacer una ejecución.

López Sierra aprendió lo más elemental de un verdugo andaluz, un hombre de misa diaria que escribía poesía. A partir de ahí, sus viajes a Madrid se sucedieron. «Yo lo veía coger el tren, con su maletín. Estaba muy nervioso cuando se iba. Le pedía que me trajese balones de fútbol de reglamento», rememora Cándido. ¿Sabía adónde iba? «Claro, en mi casa nunca se ocultó. Alguien tenía que hacerlo, ¿no? Daba garrote a asesinos, no a pobres gentes». La realidad es que tanto los reos como los verdugos solían pertenecer a los que vivieron la miseria de la posguerra, a los que que se ganaban la vida como podían. En ocasiones, tan solo el azar había colocado a uno y a otro en cada lado, a uno con la capucha y a otro manejando el garrote, como si la pena de muerte fuese un asunto estrictamente entre los desfavorecidos.

La familia de López Sierra se instaló a finales de los cincuenta en la capital, más concretamente en Carabanchel. Cándido recuerda haber recorrido con su padre las comisarías para hablar con los policías sobre los casos abiertos, haber ido a los juzgados a cobrar el sueldo, haber leído los dos juntos el periódico en busca de los crímenes más horrendos. Para él fue lo normal. Era un juego de buenos y malos. Tiene recuerdos de pasear orgulloso con su padre por la calle. Le llamaban «el hijo del Guillotinas» y más tarde, Kung Fu, por el pelo largo que gastaba. López Sierra, según reconoció en vida, soñaba en ocasiones con los agarrotados, pero su hijo no recuerda un sentimiento de culpa o vergüenza en él («hay que ser muy duro de corazón», se le oyó decir al verdugo).

¿Hubiese heredado el oficio? «Sí, y no me hubiese temblado el pulso. Estaba preparado», responde Cándido sin vacilar. Su padre, en cambio, sí tembló en ocasiones. En 1959 tuvo que agarrotar a Pilar Prades, la envenenadora de Valencia, cuando esta apenas era una chiquilla. Se le acusaba de haber asesinado con matahormigas a Adela Pascual, dueña de una chacinería, en cuya casa servía de doméstica. López Sierra se negaba a ejecutar a la mujer. Estaba previsto que el ajusticiamiento se hiciera a las seis de la mañana, pero se retrasó un par de horas a la espera de un indulto que nunca llegó. A la hora de la verdad tuvieron que arrastrar hasta el patíbulo al verdugo, que para entonces estaba ya borracho. Al llegar a casa, Cándido recuerda una confesión de su padre, aún muy impactado: «Es lo más tremendo que he hecho en mi puta vida. Peor que matar a 100 hombres».

Esa imagen contrasta con el perfil que dibujan otros que le contemplaron dar muerte. El primer reo ejecutado por López Sierra fue Ramón Oliva Márquez, El Monchito. Un psiquiatra asistió para elaborar un informe que reveló el carácter infantiloide del condenado por el asesinato de Juana Arribas García, de 42 años. Ese mismo día había Consejo de Ministros y se esperaba también el indulto. Hubo un ruido que la gente identificó con el tubo de escape de una moto que llegaba con el telegrama, pero El Monchito advirtió que se trataba de una cañería rota. López Sierra, a continuación, manejó con poca pericia el garrote. La muerte se alargó angustiosamente más de 20 minutos y el psiquiatra dijo que la actitud del verdugo fue parecida a la de Manolete ante un toro muerto en Las Ventas, como si estuviese brindando la pieza.

Este salvaje procedimiento acabó una vez muerto Franco. La pena capital se abolió al llegar la democracia. López Sierra asimiló entonces el oficio de su esposa y se convirtió en el portero de un edificio de la calle de Monteleón, en el barrio de Malasaña (Madrid). La familia se instaló en el bajo. El exverdugo tiraba las bolsas de basura, recibía el correo. Ocultó a casi todo el mundo su antiguo oficio, excepto a un asturiano propietario de una taberna al que con el tiempo regaló un encendedor Zippo que el hombre aún conserva. Se sinceró también con el dueño de la finca, quien guarda un buen recuerdo de él: «Fue siempre un hombre muy correcto. Me dijo que me contaba su secreto antes de que me enterase por otra gente. Sencillamente, fue un señor al que le tocó hacer lo que tenía que hacer en su tiempo».

Una vez que murió López Sierra en 1986 y cuando años más tarde ocurrió lo mismo con su esposa, Cándido, un hijo de vida desordenada, rebelde, se quedó a vivir en la portería. Las quejas de los vecinos fueron constantes por su comportamiento, hasta que hace seis años lo desalojaron tras varias advertencias.

No resulta sencillo cuadrar las fechas en la biografía de Cándido. Tuvo que buscarse otra forma de ganarse la vida. Fue camarero. Estuvo casado y tuvo una hija, con la que apenas tiene trato. Se separó. Su vida fue cuesta abajo. Durmió seis meses en la calle hasta que hace dos la Comunidad de Madrid lo alojó en una pensión de la plaza de Tirso de Molina. Se alimenta en un comedor social y recibe ropa de las monjas. Pasa las mañanas en un centro de día para gente sin techo, y las tardes, de bar en bar junto a la glorieta de Bilbao. «Nunca me verás pedir limosna», dice dejando traslucir una muestra de orgullo, ese mismo que muestra cuando baila agarrado a alguna mujer en la pista de las salas de fiestas o cuando se encara a las cámaras de fotos con gesto desafiante.

Conserva unas instantáneas de su padre, su pasaporte, documentación, una nómina. Como si fueran reliquias. Todo eso lo guarda en su apartamento el tabernero asturiano, un amigo inseparable de López Sierra en su día y del hijo de este hoy. Con ese material y más recuerdos que se guarda para sí quiere publicar un libro. Su hermana se ha desentendido de todo. No quiere saber nada del asunto. Abomina del oficio que tuvo su padre. Pero Cándido está convencido de la necesidad de rescatar su recuerdo. ¿Tendría algo que decirle a los hijos de algún ejecutado? «No. Mi viejo no dictaba sentencias, eso lo hacían los jueces. No tengo que pedir perdón a nadie».

Cándido cree recordar que cuando murió su padre, estando él en Ibiza, un familiar quemó el manuscrito de una autobiografía que había escrito López Sierra con la ayuda de un periodista. En esa hoguera ardió una parte, aunque fuese pequeña, de la historia criminal y judicial del franquismo. El que quiera llegar a conocer las entrañas del último verdugo español tendrá que indagar entre humo.

El verdugo andaluz que fue su maestro se llamaba Sánchez Bascuñana (Carrión de los Céspedes, Sevilla, 1905). Vivía en un patio de naranjos y cipreses del barrio del Albaicín de Granada. Fue el verdugo titular de la Audiencia de Sevilla entre 1949 y 1972, el año de su muerte. Dejó huérfana a una niña de cuatro años. La madre de la pequeña se murió seis años después. Se quedó a los diez años a cargo de unas tías que la ingresaron en un internado. Desde siempre pensó que su padre era guardia civil (lo había sido con anterioridad). Tenía recuerdos borrosos de jugar en su regazo, de su sombrero de ala, la pajarita, de su espíritu místico. Se había construido una imagen ideal de él. De adolescente discutió con una de sus tías y esta le soltó: «Eres tan criminal como tu padre».

Con esa frase retumbando dentro de ella, Inés Sánchez, como se llama esa niña, consultó a un amigo de la familia. «Tu padre fue verdugo», le dijo, «y, de hecho, grabó una película». Pasó los siguientes años buscando esa cinta sin éxito. No había Internet y nadie que conocía recordaba el nombre del filme. Le atormentaba que el recuerdo que tenía sobre el hombre religioso, cariñoso, que conoció no fuese compatible con el oficio que tuvo. Descolgó el teléfono para contactar con un hermanastro, hijo de un primer matrimonio de su padre. «No quiero saber nada de eso. Lo tengo olvidado. No quiero que mis hijos sepan a qué se dedicaba su abuelo», le cortó en seco.

Sin la ayuda de su hermanastro, Inés descubrió al fin que esa película era Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino. Este le facilitó una copia de un filme grabado en 1973 en la clandestinidad y exhibido en los cines cuatro años después, una vez acabada la dictadura. Su testimonio lo recogió en una muestra exhibida en un centro de exposiciones. Su padre aparece como un hombre amigo de payos y gitanos, que va saludando por la calle al que se cruza. Odia que le llamen verdugo: «Somos administradores de justicia. Yo no mato a nadie, lo mata la justicia».

Sánchez Bascuñana era un fiel creyente en la otra vida: «Son momentos graves (el de la ejecución), difíciles, tan graves, que yo envidio al que traspasa los umbrales de la eternidad. Dichosos los que nos quedamos, porque esta vida es un valle de lágrimas». Inés Sánchez, una vigilante de seguridad de 43 años, fue recabando más opiniones y anécdotas sobre gente que conoció a su padre, un tipo de misa diaria, impulsor de dos cofradías, rapsoda de versos bíblicos. «No me cuadraba que él se dedicara a eso, pero he descubierto que él sufría siendo verdugo y ese sufrimiento se lo llevó a la tumba», cuenta la hija de Bernardo. Ya le ha revelado el secreto familiar a un hijo adolescente y hará lo mismo con una hija pequeña cuando crezca un poco.

Con su identidad resuelta, Inés se siente más cómoda dentro de su piel: «No juzgo a mi padre. No soy nadie para hacerlo y quien lo haga es un hipócrita. Sé que era un hombre bueno. Yo estoy orgullosa de él, es historia de España. Es miserable esconderlo». Bernardo Sánchez colocaba siempre una capucha al condenado para que su rostro no fuese lo último que viese antes de cerrar los ojos. El verdugo le pedía que rezara el credo y ponía en marcha el mecanismo del garrote en medio de la oración. «Todos somos reos o verdugos aún hoy. Así es este mundo», apuntilla su hija Inés.

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/padre/era/verdugo/elpepuesp/20111127elpdmgrep_9/Tes


El pendiente que guardó la memoria de María…

noviembre 27, 2011

Por

La sortija hallada en una fosa contribuyó a identificar a la víctima que la portaba. Josefina Alonso tenía la pareja del pendiente que su hermana dejó en casa por casualidad justo antes de que la fusilaran. Un documental de Clemente Bernard acaba de rescatar esta historia.

Cada vez que se abre una fosa común del franquismo sale a la luz una cantidad ingente de información. Los testimonios quedan verificados gracias a detalles como la posición de los restos humanos o los objetos que se localizan en estos enterramientos. El recuerdo de un familiar o del propio enterrador coincide con las evidencias que encuentran los técnicos que trabajan a pie de fosa y, a partir de ese momento, el trabajo forense se facilita en gran medida. De ahí la gran importancia de los testimonios orales.

El caso de María Alonso Ruiz, presidenta de Unión Republicana en La Bañeza (León) , paseada el 10 de octubre de 1936, ha llegado a nuestros días a través del relato de Josefina, su hermana pequeña, víctima de los abusos de las autoridades franquistas durante años por pertenecer a una familia de izquierdas. La memoria de Josefina incluye episodios oscuros de los que habla, 75 años después, con normalidad pero con una intermitente voz quebrada. El impulso definitivo para desempolvar su relato fue dar a su hermana una sepultura digna.  Esto sucedió el 10 de abril de 2010, un año y medio después de que comenzara la exhumación de los restos de los 10 fusilados de Izagre, entre los que se encontraba Maria. Hasta entonces, a esta bañezana nacida en 1921 le atormentaba no poder cumplir el deseo de su madre: regresar de nuevo a casa con su hermana.

Sortija de María Alonso con la que su hermana Josefina se hizo un anillo

Sortija de María Alonso con la que su hermana Josefina se hizo un anillo

“Un sábado la llevaron a declarar, y al salir nos miró a mi madre y a mi poniéndose el dedo en el cuello y haciendo como que se lo
cortaba”, recuerda Josefina. Ese fue el modo en que su hermana mayor le traslado su inminente destino: la muerte.

El día que María salió de casa por última vez tenía una herida en el lóbulo de la oreja y no pudo ponerse los dos pendientes que acostumbraba llevar. “Ponte uno solo”, le sugirió Josefina. Obedeció, y la pareja del pendiente se quedó en casa. Ese gesto tan cotidiano y sencillo permaneció intacto en la memoria de Josefina. “La fusilaron llevando solo un pendiente y siempre pensé que se lo habrían robado”. Pero no fue así. La joya apareció en la fosa conocida como la de los bañezanos de Izagre el 4 de septiembre de 2008.  Los técnicos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica llamaron a Josefina para hablarle del hallazgo. “Solo hemos encontrado un pendiente, no está la pareja”, le advirtieron. “¡Y cómo iba a estar si lo tenía yo!”, recuerda emocionada.

“También estaban sus gafas y,  por el tamaño de los huesos, los forenses decían que con seguridad se trataba de una mujer”

Con el pendiente que María dejó en casa antes de que la fusilaran, su hermana pequeña se hizo un anillo y, con esa sortija modificada que nunca se quitaba, puso rumbo a Izagre. “Me acaban de operar de cataratas y apenas veía”, puntualiza.
La emoción embargó a todos los que allí se econtraban cuando Josefina llegó con su joya y comprobaron que se trataba del mismo pendiente hallado en la fosa. Era  María. “También estaban sus gafas y, por el tamaño de los huesos, los forenses decían que con seguridad se trataba de una mujer”. No había lugar a dudas.

MEMORIA FILTRADA

Josefina, que ha interrumpido su lectura del último libro de Paul Preston, El Holocausto español, para contar al otro lado del telefono su experiencia, se emociona en este punto. Su historia la ha contado muchas veces. La comparte con todo aquel que se la pregunta. Uno de los primeros en hacerlo fue el historiador José Cabañas, autor de La Vorágine de Junio, el libro que ha documentado lo sucedido en esa comarca leonesa los días posteriores al golpe de estado de Franco contra la II Republica.

La memoria de Josefina tiene unas  lagunas forjadas por el dolor y la obligación de tener que sostener un discurso contrario a lo que sentía cada vez que salía a la calle. Su hermano pasó varios años escondido en la vivienda familiar, y las autoridades franquistas les hacian registros en los que nunca llegaron a encontrar nada. “Aun asi te ponian multas de 1.000 pesetas”, rememora. Sin embargo, de la filiación política de su hermana poco o nada recuerda. “Tenia un amigo que sí estaba metido en política, pero ella no, si acaso ayudaba como secretaria del partido”.

 

Las investigaciones que hacen los historiadores a menudo contradicen este tipo de testimonios. En el caso de María Alonso, José Cabañas rescató del sumario 151/36 -incoado por “los sucesos de La Bañeza los días de julio”- la declaración en la que María confesaba su cargo de presidenta de Unión Republicana.

TEMOR POR LOS DEMÁS

Hoy en día, con unas elecciones generales que han cumplido con todos los sondeos que pronosticaron la vuelta de la derecha al Gobierno, la incertidumbre se apodera de Josefina y siente lastima por todas las víctimas que aún quedan por desenterrar. Se congratula de su suerte por tener a su hermana “en casa” pero teme que no se sigan abriendo las fosas y cunetas que todavía albergan a miles de desaparecidos. “Me volvía loca pensando que mi hermana estaba bajo una carretera. Sacarla de allí fue un milagro. Son personas, no animales como quiso Franco que fueran. Ahora siento que mi herida se ha curado”.

La historia de estas dos hermanas es parte protagonista del proyecto que se estrenará el próximo 12 de diciembre en Pamplona: Donde habita el olvido, un libro [Desvelados] y un documental [Morir de sueños] en el que el fotografo Clemente Bernad ha reflejado  los relatos del horror en las fosas comunes del franquismo.


Marcada por el 20-N…

noviembre 20, 2011

Vota en estas elecciones y lo hizo en las primeras en que las mujeres tuvieron ese derecho. Felisa Bravo cumple 107 años el mismo día que murió su peor enemigo, Franco, y enterró a su marido…

Madrid 19 NOV 2011

La vida de Felisa Bravo está marcada por el día de hoy. Un 20-N nació; un 20-N enterró a su peor enemigo, Franco, y un 20-N a su marido, Manolo Salinas, que salió moribundo de un campo de concentración. Ha votado en estas elecciones y votó en las primeras en las que las mujeres pudieron hacerlo en España, en 1933. Entonces ya tenía edad para hacerlo, pero surgió otro problema. “Después de hacer cola toda la mañana, no me dejaron porque dijeron que ya lo había hecho. ¡Me habían robado el voto! Ganó la derecha de Gil-Robles, pero con trampas. Robaron votos y vaciaron los conventos para que fueran a votar con instrucciones precisas”, relata Felisa. En el tiempo que lleva en este mundo, en España ha habido dos reyes, dos dictaduras, una República, una Guerra Civil y 36 años de democracia. Fuera de su país le tocó vivir además una guerra mundial contra el nazismo. Los sucesos de los que fue testigo, parte o víctima ocuparían varios tomos en los libros de historia. Pero para Felisa, Alfonso XIII, por poner un ejemplo, no es un personaje de enciclopedia. Es el hombre que reinaba en España cuando ella nació y cuya salida del país celebró en la calle el 14 de abril de 1931. “La gente gritaba: ‘¡Viva la República!’. Al llegar al Palacio Real había un letrero que decía: ‘Pueblo, respetad esta casa, que es vuestra’. Y el pueblo la respetó”. Y enseguida añade: “El rey de antes no era como el de ahora. A Alfonso XIII solo le interesaba la juerga. A Juan Carlos le debemos la democracia, y lo digo yo, que soy republicana”.

El tiempo le ha quitado visión, pero no memoria. Hoy, el día en que murió su peor enemigo, esta republicana cumple 107 años. “Fue el mejor regalo que me han hecho, aunque 40 años tarde”. Ahora otro buen obsequio sería “volar el Valle de los Caídos”. Su vida está plagada de casualidades, como haber nacido el mismo día que murió el hombre que “torció” su vida para siempre, o vivir hoy en Bobigny a las afueras de París (Francia) en la calle de la República. Estos son los recuerdos de una mujer de la quinta de Dalí.

Felisa Bravo. / Daniel Mordzinski

El pueblo donde nació, Aldealcorvo (Segovia), tiene hoy menos habitantes (27) que en 1904 (100). “A mí nadie me esperaba. Fui la última de ocho hermanos”. Solo fue cuatro años al colegio. “Entonces las mujeres no estudiaban. Mi abuelo, secretario del Ayuntamiento, dio estudios a sus tres hijos, pero a mi madre fue mi padre, peón caminero, el que le enseñó a leer y escribir”.

Vivían en una caseta en la carretera en la que trabajaba su padre, sin agua potable. “Él nunca hablaba de política, pero con el tiempo me he dado cuenta de que era socialista. Fue el primero que me habló de los prejuicios”. Felisa recuerda el paso por aquella carretera de los primeros coches “que tanto impresionaban a las gallinas y los perros” y el mayor susto de su infancia: “Un día cayó un rayo que mató al gato e hirió a mi padre”. Por lo demás, pasó aquellos primeros años aprendiendo a bailar flamenco con los gitanos que tenía de vecinos y emborrachando al perro de los pastores.

Con 16 años salió de casa para trabajar de niñera en Segovia y luego en Madrid. En 1927 murió su padre de una neumonía. “Pero las noticias tardaban tanto en llegar que ni pude llegar a tiempo al entierro”.

A su marido, Manolo Salinas, lo conoció en un bautizo. “Tocaba el laúd, tenía un año menos que yo y era hijo de madre soltera, que entonces estaba muy mal visto. Nos casamos dos años después, en 1934”. Fueron felices casi un año entero. “Entonces Madrid era una ciudad alegre en la que la gente prefería empeñar el colchón en el Monte de Piedad antes que privarse de ir a los toros”. El 21 de febrero de 1935 nació su primera hija, Nieves. Y el 31 de diciembre murió de meningitis. El primer gran golpe.

Alfonso XIII era un juerguista. A Juan Carlos le debemos la democracia, y lo digo yo, que soy republicana

Tras la muerte de Nieves, Manolo quiso conocer a su padre. Lo localizaron. “Tenía un puesto de antigüedades en el rastro. Fuimos a verle, con la mala suerte de que ese día estaba en Valencia. Y estalló la guerra”.

Al principio era un ruido lejano. La guerra era un avión que iba todos los días a la Puerta del Sol a lanzar propaganda franquista. “Lo llamábamos el churrero porque aparecía siempre por la mañana”. Pero pronto se fue acercando. “Un día vimos a soldados por el viaducto de la calle Segovia (Madrid). Al llegar a la altura de la iglesia, el cura y el sacristán abrieron fuego. Mataron a cuatro. Y entonces la gente entró en la iglesia, los sacó a la calle y los fusiló allí mismo”.

Felisa perdió en aquel momento las riendas de su vida, que se convirtió en una larga y penosa huida sin tiempo para llorar las pérdidas. “Fusilaron a mi primo Juan, en Segovia, porque era de izquierdas. A mi prima, que tenía 30 años y dos hijos, porque era de las Juventudes Socialistas Unificadas, y a don Leandro, mi maestro, porque le encontraron una carta de Calvo Sotelo”.

El cura y el sacristán abrieron fuego desde la iglesia.  Entraron a por ellos y los fusilaron en plena calle”

Felisa salpica el relato de los momentos más tristes de sus 107 años con anécdotas cómicas: “Al volver del frente, un compañero se encontró que su mujer estaba con otro. Y dijo: ‘Bueno, pero la bici es mía y me la llevo”. Es una mujer divertida, que conserva, además de los recuerdos de una vida extremadamente difícil, un excelente buen humor. Durante la entrevista, en la residencia de ancianos donde vive, confesará que le aburre jugar a las cartas como hacen sus compañeros y que le hubiese gustado ser actriz: “Pero cómica”, aclara. “Me hubiera gustado dedicarme a hacer reír”.

Manolo decide hacerse guardia de asalto y defender la República. “Nunca había tenido un arma en las manos. Creíamos que la guerra iba a durar un mes. Nadie pensaba en tres años, ni en perder. Pero Franco tenía todos los apoyos y a los republicanos nos falló todo el mundo. Nos dejaron solos”.

El 3 de marzo de 1937 nace su segunda hija, a la que ponen como la primera: Nieves. Manolo se instala en Barcelona y va y viene del frente —“En la batalla de Belchite se le congelaron los pies”—, y Felisa, de refugio en refugio: un día dormían en una iglesia helada; otro, en una casa sin terminar… Los bombardeos la van arrastrando hacia Francia. El 28 de enero de 1939 llega a La Junquera. “Éramos muchísimos huyendo de la guerra. Mi único equipaje era Nieves y la ropa que llevaba puesta. Pasamos una noche en un pajar lleno de latas de comida que no podíamos abrir, muertos de hambre. El 7 de febrero de 1939 nos subieron en dos camiones para pasar la frontera. No olvidaré nunca aquel día. Aún me retumban en los oídos los gritos y los lloros. Está metido aquí”, cuenta señalándose el corazón. “No es lo mismo dejar tu país porque te vas a trabajar que porque te lo quitan. Irme sin saber si volvería y, sobre todo, sin saber qué sería de los que se quedaban fue lo más duro que he tenido que hacer en mi vida. No volví a ver a mi madre, ni a mis hermanos. Mi familia desapareció”.

Mientras, Manolo había iniciado un periplo por campos de internamiento y concentración. “Me escribió desde Argeles sur Mer: ‘Me llevan a trabajar. No sé adónde ni en qué. Cuando lo sepa, te escribiré’. No volví a saber nada de él en dos años. Dos años enteros sin saber si estaba vivo o muerto”.

Hizo tortillas para los americanos que desembarcaron en Normandía para liberar a Francia de los nazis

A Felisa no le daban permiso para trabajar “por roja”, pero se las ingenió para ganar algún dinero en la vendimia, pelando cebollas, limpiando en el café de una mujer que se apiadó de ella. Hasta que conoció a una de las jefas de la resistencia, madame Pignol. “Me colocó en casa de un colaboracionista nazi. Me preguntaron si sabía leer y me hice la tonta. En aquella casa planeaban asesinatos, dejaban papeles… A madame Pignol terminaron fusilándola el día del desembarco de Normandía, con su marido”.

Gracias a la Cruz Roja, Felisa supo, al fin, que Manolo estaba vivo, en Rennes. La policía retrasó el reencuentro. “Me detuvieron y me llevaron a una cárcel con bastantes españoles y muchísimos polacos”. Logró salir gracias a unos cuantos cartones de tabaco que llevaba para ablandar a las autoridades. El 17 de abril de 1942 se reunió con Manolo. “Estaba tan delgado… Parecía un viejo. Le habían deportado a un campo en la isla de Aurigny. Se había escapado en barco, enfermo, moribundo. Nieves lloraba porque le daba miedo. Decía: ‘No le conozco, no es mi padre’. No era el mismo. Apenas hablaba. Supongo que porque no quería contarme todo lo que había sufrido”.

Ya con Manolo a su lado, Felisa vivió el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944. “Veíamos las luces de las bengalas y nos impresionó un bombardeo a 14 kilómetros de Rennes. Los americanos buscaban un polvorín y soltaron todas sus bombas en una iglesia donde celebraban comuniones. Fue una matanza. Un doctor que había tenido que quedarse en Rennes cuidando las urgencias perdió a toda su familia”.

Los americanos acabaron acampando casi a su lado y se acercaron a verles. “Muchos eran latinoamericanos y hablaban en español de las comidas que les hacían sus madres, así que me fui a hacerles tortillas. Cuando volví, ya les habían dado orden de seguir, pero se las llevaron”.

Los alemanes salieron huyendo de la ciudad, pero antes fusilaron a 32 miembros de la Resistencia en el cuartel Vieux Colombier; entre ellos, nueve republicanos españoles y un amigo de Felisa. Rennes fue finalmente liberada a principios de agosto de 1944. Felisa, Manolo y Nieves terminaron en un lugar que llamaban “el campo de los nómadas”. Allí conocieron a una familia de la que se hicieron inseparables, los San Geroteo —Felisa es madrina de un hijo de la pareja nacido en el campo, Ramón—. Al terminar la guerra, en 1945, vieron volver a los supervivientes de los campos de concentración. “Eran cadáveres andantes”, recuerda.

Estaba tan delgado cuando salió del campo, parecía un viejo…  Mi hija lloraba porque su padre le daba miedo”

Manolo no logró superar nunca las secuelas de su propia estancia en aquellos terribles centros. “No pudo volver a trabajar, porque estaba muy débil, y murió en 1948, a los 42 años. Lo enterré el mismo día de mi cumpleaños: 20 de noviembre”.

Poco después, le pidieron que se hiciera cargo del hijo de un preso republicano. El niño, Pepito, tenía 10 años y estuvo viviendo con Felisa y su hija dos años, hasta que lo vino a buscar su padre. “Luego supe que le habían detenido por la muerte de una novia de su padre”, explica, rehuyendo dar más detalles: no le gusta hablar de ese tema.

En el verano de 1959 volvió a España. “Fue un gran desengaño. No se parecía a mi país. Se había convertido en un lugar triste en el que la gente no se atrevía a hablar de nada. Me sentía una extraña. Ya solo volví de visita”. Felisa ha seguido enviando su voto a España. El de este año le ha costado, era de las indecisas. No quiere desvelar por quién se ha decidido finalmente: “A ti te lo voy a decir”. Se ríe con ganas. Y 107 años.

http://politica.elpais.com/politica/2011/11/19/actualidad/1321727172_513500.html


noviembre 20, 2011

«Acusaron a mi abuelo de destruir una virgen»

14 nov 2011

Antonio Pujazón murió con 29 años, fusilado con otras 17 personas. Lo dicen sus memorias, escritas durante los meses de espera desde su detención en Alicante hasta su fusilamiento en noviembre de 1939. “Gracias a esos escritos sabemos que no hizo nada de lo que le acusaron”, dice su nieto, Joaquín

.

Este ferroviario republicano se afilió a la comisión del enlace antifascista de Orihuela al comenzar la guerra. Su misión consistió en inventariar todo lo que hubiera de valor en las iglesias para protegerlo de los exaltados. Una vez detenido pasó por el campo de Albatera donde fue denunciado por vecinos de Orihuela acusado de robar una virgen de Montserrat.

“Mi abuelo reconoció haber 3 preguntado por ella, pero desconocía dónde estaba. Lo dejó todo escrito y se lo entregó al cura que intentó confesarle en prisión”, explica su nieto.

La abuela de Joaquín fue expulsada de su casa tras quedar viuda con una hija de tres años y tuvo que sobrevivir con la venta de los muebles.
“Nunca quiso hablar de nada de la guerra, pero antes de que muriera conseguí grabarle una entrevista en la que cuenta las penurias de la represión. Mi abuelo fue juzgado en un juicio sumarísimo. Consiguió un testigo a su favor y los falangistas rompieron la declaración. En esa época, testificar a favor de un acusado era el camino más recto a la cárcel”, cuenta Joaquín.

Caso archivado el 5 de enero de 2010 por el juez de Orihuela Julián Cabrero López.

Incluido en el reportaje de Pere Rusiñol, Diego Barcala y Ángel Munárriz publicado en la edición de Público del 30 de mayo de 2010

http://blogs.publico.es/memoria-publica/2011/11/14/%c2%abacusaron-a-mi-abuelo-de-destruir-una-virgen%c2%bb-2/


Mis recuerdos de la División Azul…

noviembre 13, 2011

EL PAÍS desempolva los diarios de Luis García Berlanga durante su estancia en el frente ruso – Son cuadernos repletos de escritos políticos, poemas y dibujos

GREGORIO BELINCHÓN – Madrid – 13/11/2011

Luis García Berlanga, en primer plano y con bigote

Luis García Berlanga, en primer plano y con bigote, en el Ejército español en una imagen sin fechar ni localizar.-

Anotaciones, dibujos y un autorretrato de Luis García Berlanga

Anotaciones, dibujos y un autorretrato de Luis García Berlanga en uno de sus diarios.- LUIS SEVILLANO

Uno de los cuadernos ni siquiera tiene tapas y el hilo que cose las páginas vive sus últimos estertores. Es el más antiguo, porque en él están los apuntes del colegio y los poemas escritos aún en España, entre ellos el dedicado a Federico García Lorca. El otro, una libreta con las páginas pegadas por su borde superior, todavía conserva la contraportada. Le quedan algunas hojas en blanco y es menos abigarrado que el anterior. Además les acompañan unas hojas sueltas: un pequeño diploma para María García García del colegio Sagrado Corazón de Jesús, cuyo envés aprovechó su hermano para escribir, y un papel de carta en el que aparece impreso un membrete que dice: «Diputado republicano por Valencia». Recién sacados de la caja fuerte, y encima de una mesa para ser fotografiados, parecen papeles viejos sin más. Y sin embargo pueden ser considerados como una piedra Rosetta del cine español: son los diarios escritos por Luis García Berlanga durante su estancia en el frente ruso en la División Azul a sus 20 años. Tocarlos infunde temor y respeto: su autor los conservó durante 70 años. Por algo sería. En ellos está sus primeras berlangadas, sus escritos políticos marcados por una visión romántica de la Falange, críticas de cine, una novela, múltiples reflexiones, decenas de dibujos… y sobre todo poemas, muchos poemas, casi todos dedicados a su amor de juventud, Rosario Mendoza, una de las razones por las que Berlanga se alistó en la División Azul. «Porque, en el fondo, Luis quería ser poeta», cuenta Basilio Rodríguez, presidente del Pen Club en España, dueño de la editorial Sial, y responsable de la publicación de estos cuadernos. Hoy domingo se cumple un año del fallecimiento del cineasta español y es la primera vez que estos diarios salen a la luz pública.

 Hoy se cumple un año de la muerte del gran cineasta

Todo el material formará parte de un libro de próxima publicación

«En mi familia no sabíamos ni que existían», asegura José Luis García-Berlanga, el primogénito del cineasta. «Hasta que un día me llamó Miguel Losada, me habló de un editor que los tenía y que quería publicarlos y me sobresalté: ‘¿Quién los tiene y por qué?’. Yo los tengo porque me los dio su padre, pero siempre tuve claro que no eran un regalo, sino que me los había entregado para su publicación», cuenta Rodríguez. En 2006, él era uno de los amigos más jóvenes de García Berlanga. «Nos juntábamos a comer en una trattoria italiana enfrente de su despacho en Madrid en unos encuentros muy informales. Entre los comensales estaban escritores como José Alcalá-Zamora, Luis Alberto de Cuenca o Andrés Aberasturi, y en ocasiones se unían las poetisas Beatriz Russo, Sol de Diego y Pura Salceda, chicas carnales que tocaban el tema del erotismo en su escritura como a Berlanga le gustaba. En uno de esos almuerzos Luis me dijo que tenía mucho material poético, y creo que fue en el tercer o cuarto encuentro cuando ya me confesó que deseaba publicarlo, pero que antes necesitaba corregirlos: no quería caer en el ridículo. Yo me ofrecí a transcribirlos, para que él después los editara. Colaboré con él en el primer premio de literatura erótica de Madrid, en otros actos parecidos y un día me llevó a su casa, me enseñó estos materiales, metidos en una caja en el altillo de su casa de Somosaguas, junto a otras cosas, como una espectacular colección de literatura y revistas eróticas, o un montón de zapatos femeninos, como gran fetichista».

José Luis García-Berlanga corrobora esa visión del editor. «En ese desván hay una colección fascinante, de primera calidad. A mi padre le conocían en las principales librerías europeas por su afán coleccionador. Hasta tenía un carné especial de la librería neoyorquina The Strand, con el que le dejaban subir al piso donde guardan el erotismo. Pero no creo que haya mucho material cinematográfico, salvo muchas revistas de cine y algún guion más. Todo está a la espera de que iniciemos una fundación Berlanga».

Rodríguez recibió los manuscritos. «Desde el primer momento tuve conciencia de su gran valor: es historia viva de él y de España. Los llevó en su zurrón y los guardó durante siete décadas. Pero cuando empezamos la labor, cuando empezó a hablar de los poemas que quería publicar, se rompió la cadera, se enclaustró en casa y se nos impidió a los amigos acceder hasta él. Nos cortaron la comunicación». Los originales acabaron en la caja fuerte del editor. «Yo no podía editarlos sin un consentimiento».

Aquí entra Miguel Losada, el responsable de la sección de cine del Ateneo de Madrid, poeta publicado por Rodríguez y experto en cine. Ambos planean sacar una colección cinematográfica, la Colección Lumière, para otra editorial de Rodríguez, Pigmalión. Deciden arrancarla con estos cuadernos y aguardar a que Berlanga mejore. Esperan dos años. Pero Luis García Berlanga fallece el 13 de noviembre de 2010. «Tras el lógico duelo, Miguel, que conoce a José Luis, habla con él. Sí, recibí varias ofertas económicas muy jugosas; sin embargo, siempre fui consciente de que no eran míos, que me los dejó en depósito». Tras la primera sorpresa, la familia Berlanga accede a su publicación. «Yo solo he visto los facsímiles, nunca el original», dice García-Berlanga, «pero me parece un material fundamental para entender a mi padre». El libro se presentará el próximo día 23 en un acto en la Academia de Cine, donde Rodríguez devolverá los cuadernos a los Berlanga. «He editado 500 libros; este es para mí como un hijo», confiesa su responsable. La edición, cuidada, tiene la transcripción casi completa de los diarios y muchas de sus páginas, estallidos de dibujos, de color y de textos comprimidos, se reproducen en formato facsímil.

Losada ha estado seis meses leyendo con lupa esas páginas, en realidad sus facsímiles, porque los originales estaban a buen recaudo en la caja fuerte, para hacer la transcripción. «Conocí a Berlanga hace como poco 15 años y he realizado mi labor con todo el cuidado del mundo. No es una edición crítica, se han respetado incluso algunos errores y dejado en blanco las palabras ilegibles, sino que queda en manos de los investigadores esa labor de reflexión. Yo he sido fiel a lo que está ahí». Y lo que está muestra a un fascinante Berlanga poeta, al chaval que se va a Rusia el 14 de julio de 1941 por dos razones: intentar que condonen la pena de muerte impuesta a su padre, diputado republicano del partido de Alejandro Lerroux, y hacer méritos delante de una chica, Rosario Mendoza. «Es curioso. Un familiar mío en Valencia me contaba que conocía a una mujer, su tía Charo, que decía que había sido medio novia de mi padre. Y ahora ato los cabos: ¡era cierto!», recuerda García-Berlanga. Desgraciadamente, Mendoza falleció el año pasado. Hay también mucha escritura de creación; el famoso Soneto a una pistola, el único poema publicado en vida de Berlanga; textos sobre los hermanos Marx, Josef von Stenberg o Paul Valéry; una escaleta para un posible guion; bastantes hai-kais, que es como se denominaban en esa época a los haikus; greguerías; fragmentos de una alocución; un texto que sería la base de su corto El circo; dibujos y más dibujos con autorretratos e incluso un perfil de Rosario Mendoza… Y un artículo laudatorio de José Antonio Primo de Rivera. «Es lógico. Tenía 20 años y su mejor amigo era José Luis Colina, falangista antifranquista, que le mete en vena esa visión romántica de Primo de Rivera», explica Losada. A la vuelta de la guerra, Colina se convertiría en su coguionista.

Una de las cartas que Berlanga esbozó en sus cuadernos está destinada a Colina. Arranca con En campaña, a 1 de enero de 1942 y escribe: «Estoy sentado solo en la habitación, hace escasamente dos horas que ha empezado el año y acabo de bajar del servicio». Aunque Berlanga no pegó un tiro, su servicio entrañaba cierto peligro. Día sí, día no, subía a una torre, un gigantesco depósito de agua, en Kritivischchi, cerca de Stalingrado, y desde allí oteaba con prismáticos a los rusos que se encontraban a unos 500 metros, al otro lado del río Wolchov. En un año, no vio gran cosa. Pero justo en su día de asueto, los soviéticos derribaron a cañonazos la torre, matando al otro vigía, el también valenciano Eduardo Molero.

Los cuadernos confirman que Berlanga era un gran escritor. Que el cine ganó un genio, pero que la poesía perdió a un artista. Tanto Losada como Rodríguez repiten: «Él quería haber sido considerado poeta». Ahora ya podemos leer por qué.

LOS TESOROS DEL CINEASTA

Escritos sobre cine.

«El cine ha perdido su mejor cualidad: la violencia».

«El cine llegaría a la perfección el día en que Gabriel Miró llegara al alma del cinema».

«Los hermanos Marx nos hacen ver la verdadera naturaleza de las rígidas formas establecidas; así, si no llega a ser porque ellos nos lo han descubierto, una corbata hubiera seguido siendo un elemento de lujo en la indumentaria, en vez del suculento bocado que en realidad es».

«Hoy, más que nunca y ya para siempre, el cine ha dejado de ser ese simple espectáculo, ese puro entretenimiento de la tarde del sábado para convertirse en la más formidable fuerza de nuestra época; y su trascendencia llega ya a todos los sectores, tanto culturales como políticos, sociales o económicos de cualquier nación poderosa. Aquí está Von Sternberg que sin ser un vanguardista, lo que equivale a un fracaso económico, es un revolucionario del cine, pero de un cine francamente comercial, de fácil éxito en cualquier público. Y esta es la ventaja de Sternberg sobre los demás intelectuales del cine, su abierto camino hacia el gusto del gran público, sin ninguna concesión por su parte, que es lo más difícil. Cada uno de sus films, tiene ya la unidad artística suficiente para constituirse por sí solo en exponente completo del estilo, personalísimo y mágico, de este genio azul y violento, Von Sternberg, maestro de la fluidez cinematográfica».

Poemas a Rosario Mendoza

R O S A r i o = Belleza

r o s a R I O = Limpieza

r O S A R I O = Tristeza

r o s A R I O = Pureza

r O S A R i o = Valentía

r O S A r i o = Fortaleza

r o s a r I O = Independencia

r o s a r i o = Religiosa devoción

Aún no

huele a carbón el aire,

yo espero desde aquí

que tú pases,

que vengas y me digas el aire

necesario para amarte.

– La verde verdad

Por el cielo, amor, por el cielo

se cruzan,

blanco y velo, las palomas

del sueño.

Por el cielo, sí.

Por el cielo, no.

Ay que bajan.

Ay que vienen.

Ay que las tengo yo.

Ay sueño de recién casada.

Fabuloso ojo determinado

y ciego.

¿Cómo verás, caleidoscopio

del mar

a la ciudad

desnuda?

¿Cómo verás, cómo, la lenta verdad

en la ciudad?

No, es más allá

junto a lo que es campo y viento

desconocido.

Silencio. A callar,

que veo, que ya estoy viendo

la ciudad.

Otros textos

[Extraído de una novela]

Podía haber hecho contigo un cuento, quizá un libro, otros lo hicieron con menos motivos; pero he preferido guardar para mí solo, este trozo doloroso de esa vida que se desenvuelve paralela a la mía y que en tantas ocasiones llega a encajar perfectamente.

[Extracto de

El circo]

Es por esto por lo que los viejos deportistas no conformes con los nuevos modos, decidieron seguir practicando el «sport» a su manera. Y como todos los estados del mundo estaban guardados por viejas bayonetas del Marne y de Verdún, no tuvieron otro remedio que construirse sus campos. Y nació el circo.

Porque el circo no es otra cosa que el olvidado estadio de 1900 cubierto con una lona.

Texto político

Se es falangista o no se es. Este dilema fundamental surge inconscientemente ante cualquier problema con el que nos tropecemos. Y la manera de reaccionar define, si es que se puede definir, el estilo.

En campaña, a 1 de enero de 1942

Yo también tengo muchas cosas que decirte. Pero yo no puedo escribir 25 cuartillas. Estoy sentado solo en la habitación, hace escasamente dos horas que ha empezado el año y acabo de bajar del servicio. Leí tus cartas hace dos o tres días cuando las recibí; ahora quería releerlas pero no lo he hecho. Prefiero escribirte así, con más espontaneidad, sin estar demasiado sujeto a tus palabras.

El País.com

http://www.elpais.com/articulo/cultura/recuerdos/Division/Azul/elpepicul/20111113elpepicul_1/Tes 


Las que preservaron la memoria… «Mañana se inaugura en La Barranca el Monumento a las Mujeres de Negro».

noviembre 1, 2011

31.10.11 – 02:44 – M. MUÑOZ | LOGROÑO.

Las que preservaron la memoria

Rosario, hija y sobrina de tres asesinados en Villamediana. :: MUJERES DE NEGRO
Firmeza, dignidad y esperanza. Son las sensaciones que se adivinan en la mirada de las llamadas ‘mujeres de negro’. Decenas de riojanas que perdieron a sus maridos, hijos u otros familiares en la represión vivida en la retaguardia de la Guerra Civil.
Antonia, Primitiva, Purificación, Rosalía, Felipa… Y decenas de mujeres como ellas. Todas se convirtieron tras la contienda armada, durante los años del franquismo, en única custodia de la memoria de aquellas víctimas. Año tras año, se repetía por estas fechas la estampa de las ‘mujeres de negro’ sentadas frente a las tumbas de sus seres queridos. O, en los peores años de la dictadura, de pie en campos bajo los cuales se encontraban las fosas comunes con los cuerpos de sus familiares. Ellas seguían honrando a sus muertos, en muchas ocasiones desafiando con su mirada a las fuerzas de la autoridad de la dictadura. La mayoría de ellas ya ha fallecido, pero hasta los últimos momentos siguieron peregrinando año tras año a recordar a sus difuntos.
Ahora, cuando se cumplen 75 años del inicio de la Guerra Civil y, por ello, de la mayoría de aquellas muertes durante la represión, la Asociación para la Preservación de la Memoria Histórica en La Rioja rinde homenaje a estas mujeres, símbolo de valentía y también de serenidad.
Mañana, día de Todos los Santos, decenas de riojanos acuden, como cada año, al cementerio civil de La Barranca a recordar a sus familiares asesinados. Ese será el momento perfecto para, a las 12 horas, inaugurar el Monumento a las Mujeres de Negro. Se trata de un conjunto escultórico de Óscar Cenzano, cuya realización ha sido financiada por el Ministerio de la Presidencia.
La obra, en bronce, representa a dos de estas ‘mujeres de negro’, sentadas para honrar a sus difuntos. Junto a ellas, dos espacios vacíos, para que todo el que lo desee pueda acompañar su luto constante.
La escultura de Cenzano acompañará en La Barranca a partir de mañana a la obra de Alejandro Rubio Dalmati, un monolito que recuerda a los asesinados a la entrada del cementerio.
Las que preservaron la memoria

Las ‘mujeres de negro’ y su familiares, en La Barranca. :: MUJERES DE NEGRO
Retratos
La Asociación para la Preservación de la Memoria Histórica también ha organizado, con la colaboración en este caso del Ayuntamiento de Logroño, una exposición de imágenes de estas ‘mujeres de negro’. La muestra estará abierta al público desde el día 7 hasta el 27 de noviembre, en la sala de exposiciones del Consistorio.
Decenas de retratos de estas mujeres, hijas, hermanas, madres de asesinados. Primeros planos de esas mujeres que, con su mirada, cuentan una historia de dolor, pero también de serenidad a pesar de los recuerdos. Algunas de las fotografías muestran a las mujeres de negro con sus hijos, nietos y otros familiares. Otras enseñan cómo las ‘mujeres de negro’ se reunían junto a los lugares donde yacían sus seres queridos. Y en muchos casos, es el simple rostro que «parece decir me lo matasteis, pero aquí estoy», subraya Jesús Vicente Aguirre, miembro de este colectivo.
Se ha editado un libro de esta exposición. En él, el presidente de la Asociación La Barranca, Pedro García, subraya que la muestra «es en blanco y negro. El negro de la dictadura, del hambre, del luto, la tragedia y la tristeza. El blanco de la esperanza, de la resistencia, del amor ya sin lágrimas de nuestras madres».
Las miradas que se contemplan en las fotografías muestran «un dolor antiguo y sereno, que llega desde muy lejos», afirma Carlos Gil. Ernesto Muro recrea la «valiente peregrinación» de estas mujeres a La Barranca durante los primeros años de la dictadura. Y Jesús Vicente Aguirre recuerda finalmente a las que no llegaron a ser mujeres de negro, pues fueron asesinadas.
Las que preservaron la memoria

El Monumento a las Mujeres de Negro es de Óscar Cenzano. :: E. C.

ACTOS PROGRAMADOS

Mañana. A las 12 horas, en el cementerio de La Barranca, inauguración del Monumento a las Mujeres de Negro, obra del artista Óscar Cenzano.
Del 7 al 27 de noviembre. Muestra fotográfica de las mujeres de negro. En la sala de exposiciones del Ayuntamiento.
Horarios de la exposición. De lunes a sábado, de 18 a 21 horas y domingos de 12 a 14 y de 18 a 21 horas.
Las que preservaron la memoria

Las ‘mujeres de negro’ y su familiares, en La Barranca. :: MUJERES DE NEGRO
Enlace:

http://www.elcorreo.com/alava/v/20111031/rioja/preservaron-memoria-20111031.html


Poder negro en ­la España blanca…

octubre 9, 2011

El escritor Langston Hughes y el brigadista James Yates rememoran la experiencia afroamericana en la Guerra Civil.

CARLOS PRIETO MADRID 02/10/2011

El escritor afroamericano Langston Hughes luchó toda su vida en favor de los derechos civiles.

El escritor afroamericano Langston Hughes luchó toda su vida en favor de los derechos civiles.

El escritor afroamericano Langston Hughes (Misuri, 1902-Nueva York, 1967) fue nombrado poeta de su clase cuando era un niño. Suena bien, sí, pero para él no era más que otra muestra de los prejuicios raciales que dominaban EEUU a principios del siglo XX. «Fui una víctima del estereotipo; solamente había dos chicos negros en la clase, y el profesor de Inglés siempre estaba remarcando la importancia que tenía el ritmo en la poesía. Bien, todo el mundo sabe (menos nosotros) que todos los negros tienen un gran sentido del ritmo, así que me hicieron poeta de la clase», contó una vez. A Hughes no se la daban con queso. Su vida giró en torno a la lucha contra los prejuicios raciales y por los derechos civiles. Esa cruzada militante le llevó de las trincheras políticas y culturales del Harlem de los años veinte a la guerra de España. A él y a otros negros.

La Biblioteca Afroamericana de Madrid (BAAM), apuesta editorial de La Oficina de Arte y Ediciones dirigida por la fotógrafa Mireia Sentís y el poeta José Luis Gallero, arranca estos días con una doble apuesta: Escritos sobre España, crónicas de la Guerra Civil de Langston Hughes, corresponsal en el conflicto de varios periódicos afroamericanos, y De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln, de James Yates, uno de los cien brigadistas negros llegados de EEUU para combatir al fascismo.

Hughes tradujo a Lorca mientras enviaba crónicas del conflicto

Escritos sobre España reúne por vez primera la obra periodística, poética y memorialista de Hughes sobre el conflicto español. «Los poemas que también dedicó a la contienda ponen de manifiesto una agresividad de la que están exentos sus escritos en prosa. Mientras la poesía dirige el grito y la queja a quienes han llevado a España a la lucha armada, la prosa no hace sino dar voz a las víctimas, por las que siente una absoluta empatía», analiza la traductora Maribel Cruzado en el prólogo del libro.

Hughes, que tradujo a García Lorca durante su paso por la guerra, era un intelectual de combate. «En tiempo de guerra ¿qué pueden hacer los escritores y los artistas que resulte útil, entretenido y hermoso? He aquí algunas cosas que hizo y hace la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al principio de la guerra marcharon a las trincheras para explicarles a los soldados el significado básico de esta Guerra Civil, así como el motivo por el que un grupo de industriales y militares había decidido alzarse contra la mayoría de votantes españoles», explicó Hughes en un discurso radiofónico emitido en Madrid en septiembre de 1937.

Hughes creía que los intelectuales tenían que estar en la primera línea del frente: «El poeta Federico García Lorca fue ejecutado en territorio nacional, en Granada. Y en la reciente batalla de Brunete, a esa excelente fotógrafa, Gerda Taro, la mató un tanque en el frente mientras hacía fotos de los soldados del Ejército Popular. Estos artistas y escritores no eran de la escuela de la torre de marfil. De hecho, les habría sido imposible estar en una torre de marfil en Madrid. Los cañones fascistas la habrían hecho pedazos».

«Su prosa no hace sino dar voz a las víctimas, por las que siente empatía»

El escritor llevó a España sus preocupaciones sobre la cuestión negra. Y encontró ejemplos a ambos lados de la trinchera. Por un lado, los brigadistas afroamericanos que cruzan el océano porque «saben que si el fascismo sigue avanzando por España y luego por todo el mundo no quedará ni un solo lugar para los jóvenes negros puesto que el fascismo predica el credo de la supremacía nórdica y un mundo sólo para blancos», escribió en 1937. Por el otro, lo que Hughes denominó «los moros engañados»: «Un pueblo colonial de color oprimido» y «utilizado por el fascismo implacablemente» para «aplastar al pueblo español».

Negros y medio negros enfrentados en una guerra de blancos. Una visión racial. «Sabía que España había pertenecido a los moros, un pueblo de color que iba del negro claro al blanco oscuro. Ahora los moros han vuelto a España con los ejércitos fascistas como carne de cañón de Franco», escribió en el periódico The Afro-American en octubre de 1937. Hughes se apiadó, por tanto, de las fuerzas moras de choque. «Como suele ocurrir con las tropas de color al servicio de los imperialistas blancos, a los moros los pusieron en las líneas del frente de la ofensiva franquista en España, y cayeron como moscas. Solían pagarles con marcos alemanes sin valor alguno que les aseguraban podrían gastar sin problemas cuando regresasen a África. Pero la mayor parte de los moros no vivió lo suficiente para volver a África», se lee en Escritos sobre España.

Un brigadista en armas

«Se sintieron libres, pues el color de su piel no implicaba un trato diferente»

James Yates (1906-1993), que describe en su libro su peripecia vital desde su Misisipi natal hasta las trincheras españolas, también analizó la presencia de afroamericanos en el frente. Rostros conocidos de las luchas por los derechos civiles en EEUU, como explica Mireia Sentís en la introducción de De Misisipi a Madrid: «Casi todos los brigadistas negros que viajaron a España habían coincidido en las mismas protestas obreras, escuchado a los mismos oradores e incluso compartido la experiencia de la Gran Migración», producida entre 1910 y 1930, cuando la industria del algodón de los estados del sur se vino abajo y miles de afroamericanos emigraron a las boyantes ciudades industriales del norte de EEUU en busca de trabajo. Allí obtuvieron trabajos y ganaron autonomía económica y conciencia política.

«Los parques de todas las urbes del norte de EEUU son escenarios de encendidos mítines. Yates forja en ellos su educación política, escuchando a oradores cuyo único estrado es una caja de madera. Para cuando se desencadena la Gran Depresión, Yates tiene conciencia de sus derechos y se siente atraído por el Partido Comunista, que insiste en las raíces comunes de la pobreza y el racismo, y aboga por la unidad internacional frente a la explotación», dice Sentís.

Yates saltó de Chicago a Nueva York, donde vivió como indigente hasta que fue rescatado por la pujante militancia de Harlem, y de ahí a España, donde la lucha contra el fascismo provocó avances inéditos en los derechos de los negros: Oliver Law fue el primer afroamericano al mando de una unidad militar (Lincoln) en la historia norteamericana (el ejército de EEUU no abolió la segregación hasta 1950).

«Los brigadistas negros habían coincidido en las protestas obreras»

Yates se alistó en la Brigada Lincoln, la primera no segregada de la historia. En el frente conoció a Ernest Hemingway, en un episodio que Sentís subraya en estos términos: «Son reveladoras las líneas que relatan el encuentro con Hemingway y otros dos periodistas, mientras Yates cumplía su función habitual de chófer. Durante el trayecto, los tres corresponsales conversan entre sí sobre la guerra, sin que en ningún momento consulten la opinión del único involucrado directamente en ella».

El regreso a EEUU fue duro. Acosados por el FBI y con problemas para encontrar empleo, los brigadistas se buscaron la vida como pudieron. Con todo, mereció la pena, como contó Ray Durem en Take no prisoners, memorias de su paso por España donde se menciona a Yates. «No cabe duda de que la Guerra Civil resultó dura, pero al mismo tiempo enriquecedora y hasta liberadora para quienes participaron en ella, sobre todo aquellos que por primera vez se sintieron libres, pues el color de su piel no implicaba un trato diferente. Yates lo resume con precisión cuando describe su encuentro con Walter Garland, ascendido a teniente en la fallida ofensiva de Brunete. En Nueva York siempre tenía el ceño fruncido, como si estuviera absorto en alguna profunda confusión interior. Pocas veces sonreía. Pero, ahora, su cara y sus ojos brillaban alegres. Ya no parecía el Walter Garland tenso y taciturno que conocí. Era un hombre nuevo».

Público.es


“Mi abuela intentó evitar que se lo llevaran”…

octubre 2, 2011
29 sep 2011

Nacido en Rociana del Condado (Huelva) alrededor de 1907, Juan Bort Picón, tonelero de profesión, murió fusilado el 7 de septiembre de 1936 en un lugar aún por determinar.

“Los falangistas lo montaron en un coche y lo llevaron a Almonte. Su esposa intentó evitarlo poniéndose ante el coche, pero le dijeron que igual les daba matar a uno que a dos. Fue asesinado porque era un comunista más o menos destacado”, cuenta su nieto Francisco Palomo, de 42 años. Dejó a su muerte una esposa embarazada, Carmen Padilla, que al poco tiempo alumbró una niña, Juana Bort Padilla, de 73 años ahora, y en cuyo nombre continúa luchando Francisco Palomo. No es fácil. Toda la familia tiene dudas entre si está enterrado en La Palma o en Niebla.

“Mi abuela siempre dijo que era en La Palma, aunque no podemos saberlo. Es sobre todo una lucha simbólica”, asegura. La forma de saberlo, dice, es investigar ambas fosas. “Pero no podrá ser. Se han archivado los dos casos”, asegura Palomo, que aún confía en la vía administrativa.

El juzgado de La Palma, apoyado por la fiscalía, archivó la investigación. La Asociación Andaluza de la Memoria Histórica lo recurrió ante la Audiencia Provincial, que desestimó el recurso con los mismos argumentos que el juzgado: la prescripción del delito. El juzgado de Moguer tampoco investiga la fosa de Niebla.

Incluido en el reportaje de Pere Rusiñol, Diego Barcala y Ángel Munárriz publicado en la edición de Público del 30 de mayo de 2010

Público.es (Memoria Pública)


LA NOCHE MÁS TRÁGICA DE CÁDIZ…

septiembre 13, 2011

De “NIÑODENADIE”  en homenaje a las  víctimas Gaditanas.

18 de julio, como la sota de basto me recordará la explosión de Cádiz 1947. La noche  gaditana, más trágica de su historia.

Esa noche, nació sin luna como queriendo demostrar sería fúnebre y  quedara en la más profunda obscuridad para que la verdad nunca se descubriera

Muchos años han trascurrido de esa terrible catástrofe, que las autoridades del régimen quisieron ocultar. Pero en el corazón de los que la vivimos, quedó gravada hasta el último día de nuestra existencia.

Hasta el día de hoy, poco hay escrito sobre ella,  Esas fueron las intenciones que las  autoridades de aquel entonces de ocultar los hechos. Por esos motivos, es lógico que casi toda la población Gaditana ignore en la actualidad y se desinterese de conocer lo que en verdad ocurrió. Solo la Diputación de Cádiz intenta dar a conocer esos crímenes procurando nunca olvidemos esas víctimas.  Sería conveniente dar aún más propaganda por memoria a los que murieron y sufrieron. Sé que existe un pequeño monumento como memorial, cerca del instituto hidrográfico, pero pocos gaditanos lo conocen.  Os ofrezco lo que viví, en recuerdo esas víctimas inocentes.  Podéis ver en You Tube   http://www.youtube.com/watch?v=n3AkSPMo40c  que solo es algo de lo poco escrito sobre ese hecho.

Comenzaba la noche del 18 agosto, cuando al poner sobre la mesa la carta “Sota de basto” en breves segundo y sin comprender el motivo que me lo produjo, me encontré por tierra al mismo tiempo,  de un terrible ruido, acompañado de un estampido, con corte eléctrico que obligó mi cerebro comunicarme que el edificio de derrumbaba. El pánico me dominó.

Me encontraba jugando a las cartas con un amigo de mi edad, en compañía de varios de sus familiares cuando eso ocurrió. Mi primera intención fue salir al exterior por miedo el edificio me callera encima. Tentando los muros llegué a la puerta de la calle que me separaba como unos cincuenta metros de ella. Fui la sola persona que tuve esa reacción. Al llegar a ella miré al cielo; lo ví completamente rojo y me pareció ver estrellas se desplazaran a la misma dirección. En ese momento pensé era el fin del mundo. En mi ignorancia y miedo, pensé que la tierra había chocado con un satélite o un planeta. Me encontraba en la calle Virgili nº 10; mi reacción  fue salir corriendo por mi izquierda.  Al entrar en la calle Soledad de la primera puerta a mi izquierda, las prostitutas al verme me cogieron y me metieron en esa casa. Algunas puertas de ventanas y balcones, aún se desprendía lo que era un peligro. Eso sería lo que esas chicas temían por mi corta edad. Muchos piensan que esa clase de personas son indeseables, cuando por experiencia puedo asegurar, son de corazón tiernos y muy humanitarias.

Entre ella escuchaba sus comentarios. Unas  decían pudiera ser la explosión de un barco, y otras que si los depósitos del gas. Fueron mucho los comentarios que eso me ayudó para que pronto nadie me pusiera atención, dándome oportunidad de poder continuar mí fuga. Mi deseo era llegar hasta mi madre la única cosa que yo tenía. Mis dos hermanas Ana y María se encontraban en el Puerto de Santa María, en lo que le llamaban “Las colonias” de la Sesión Femenina. Ellas se marchaban todos los años por un periodo de  tres meses; lo que les permitían poder comer como personas. Mi pobre madre se encontraba sola en el momento de la explosión.

Corriendo siempre por medio de esas solitarias calles, por miedo a un trozo de cristal, como de una puerta o ventana. Por suerte esa vez yo tenía posiblemente zapatos que alguien me diera ya usados o unas alpargatas que mi madre me hubiese comprado. Ya que muchas veces yo andaba descalzo. Las calles estaban cubiertas de cristales, destrozos, con noche bien obscura. No tardé mucho en recorrer la distancia hasta la calle Mateo de Alba. Por suerte vi con satisfacción que mi madre estaba con vida. Sentada en su eternal silla de mimbre, la única que poseíamos. No estaba herida ni había caído por tierra, solo me dijo que la plancha de planchar salió despedida por la onda y le cayó en el plato de berenjenas que tenía por delante. Muy posiblemente sería la única cosa que nuestra pobreza le ofreció esa noche como cena.

Como nos encontrábamos bien lejos del punto de la explosión, solo vi que de su ventana desaparecieron todos los cristales e dos muros deteriorados que uno nos unió con al vecino. Pasaba el tiempo yo miraba al exterior;  las calles permanecían desiertas. Pronto llego mi tía que vivía en la calle virgili donde me encontraba en el momento de la explosión: desde el patio preguntando si yo estaba en casa. Ya que todos los vecinos pensaban yo me hubiese caído en el pozo (Aljibe) de la calle virgili ;  su tapa se destrozó por motivo de la explosión, dejándola al descubierto. Tuve suerte que al salir de ese edificio tentaba las paredes de mi derecha y esa aljibe se encontraba a mi izquierda. Mi tía se puso muy furiosa porque yo no le dije a nadie iría al lado de mi madre.

Una de las veces que miré al exterior, oí anunciaba por un altavoz que pasó por la esquina de la calle Sagasta que nos  fuéramos rápidamente para la playa que se esperaba otra explosión. Mientras mi madre se preparaba lo más rápida que sus facultades le permitían,  yo impaciente miraba al exterior. Antes, que yo no veía a nadie por la calle, vi salir de las casa las personas como si fuera de unos hormigueros. ¿TODO EL MUNDO A LA PLAYA, SE ESPERA UNA 2ª EXPLOSIÓN! Decía el altavoz.

A lentos pasos por su invalidez, y apoyándose por los muros de las casas, avanzábamos  los 500 metros que nos separaban de la playa. Todos nos adelantaban y nadie se ocupaba de nosotros. Ella estaba casi inválida cosa que no le permitía avanzar normalmente. Recuerdo me decía ¡Adelántate tú que yo llegaré a mi paso! Esta vez, yo no podía obedecerle ni abandonarla a su suerte; ella no podría llegar si no era apoyada a mí como de costumbre. Tengo que reconocer que esos 500 metros me parecieron interminables. Reconozco llegamos de los últimos a la playa de la caleta, mucho llegaron después por motivo a la distancia que le separaban, fueran más larga que la nuestra.

Difícilmente llegamos hasta la misma balaustrada de esa playa, mi madre se apoyo sobre ella y esperábamos un hueco entre las gentes para bajar y  ponernos bajo la protección de la muralla. Cosa que no era fácil al ver la cantidad de personas que se encontraron en ese lugar. Por suerte antes de bajar, pasó un automóvil anunciando que el peligro había desaparecido y podíamos regresar a casa. Pensé en ese momento que si se hubiese producido la segunda explosión, no nos podíamos haber podido salvar.

Todo el mundo nos volvió a adelantar con la misma velocidad anterior. Posiblemente temerían que sus hogares fueran desvalijados. Nosotros esta vez la   prisa no nos agobiaba. No teníamos ni casa, ni muebles ni nada que podían robarnos. Pasamos una larga noche sin poder dormir, yo como de costumbre en el suelo encima de una manta y mi madre en su eterna silla de mimbre. Las ambulancia pasaban por la calle de la Rosa con las sirenas y nosotros al oírlas decíamos ¡Otra más! No podíamos contarla, solo nos enteramos que los heridos lo ponían por los suelos en los corredores, por falta de camas.

Pasaron varios días sin electricidad ni agua. Venia algunos camiones cisterna con agua potable que yo con una lechera de aluminio la llenaba para nosotros  beber. Puedo decir que al día siguiente decían no dejaban salir de Cádiz ya que la explosión ocurrió cerca de la entrada a la vieja ciudad Gaditana. Era la única salida para el exterior; aparte de por mar, que para ello hacía falta una barca como mínimo. Estábamos atrapados como ratas en una ratonera. No puedo decir con certeza la cantidad de muertos y heridos que esa explosión provocó.  Como tampoco cual fuera el motivo que esas miles de bomba explotaran al mismo tiempo. Nunca fuimos informados y hasta el “Diario de Cádiz” junto con las autoridades guardaron el secreto. Hacían mucha propaganda procurando no pensáramos  en conocer la verdad de lo ocurrido distrayéndonos en la desgracias  de esas criaturas abandonadas (como nos decían)  de la casa de cuna donde  todos murieron en compañía de esas pobres monjitas. Con esas intenciones nos hacían pensar en las desgracias de unos niños que nacieron malditos solo mara morir pronto e injustamente. Eso fue un crimen contra la humanidad. Nunca se debe colocar miles de bomba defectuosas en una ciudad como Cádiz donde no existía nada más que una salida. Más tarde las autoridades se ocupaban más bien en felicitarse entre ellos y repartirse medallas, mientras la ciudad gaditana curaba sus propias heridas.

El periódico local “Diario de Cádiz” ayudó mucho al régimen para ocultar lo que en realidad ocurrió. Solo se dedicaba hacer propaganda de que si los damnificados, esto y lo otro. Que en realidad las victimas recibieron muy poca ayuda. Las fronteras estaban cerradas por motivo que las naciones no reconocían en ese momento al gobierno. Solo teníamos correspondencia con Portugal e Argentina. Esta última nación que yo sepa, prometió e envió una ayuda considerable que se perdió en camino y los gaditanos ni  la vieron.  No sé si los damnificados recibieron algo, solo sé que los barracones provisionales que hicieron como vivienda, duraron años y años. Yo veía esos barracones con envidia de no poder vivir como ellos. Ni mi madre, ni hermana ni yo, estábamos en las listas de los damnificados. No teníamos nada, no perdimos nada. Me robaron hasta mi dignidad al nacer ¿Qué podría yo perder? La única cosa “Mi madre” y eso es irremplazable.

Día más tarde anunciaron que un barco argentino llegaría para socorrernos. Yo que era un mendigo, un niño de la calle como nos llamaban, un pillo porque me comía los que me encontraba en la basura, un despreciado porque era pobre; me encontraba en buena posición para ver y comprender que las solas personas que fueron beneficiada por la llegada de ese barco, fueron las señoritas prostitutas. La propaganda de esa ayuda era fuerte, pero sin resultados para los gaditanos.

Ese barco que era un crucero, estuvo anclado en el puerto, cerca de un mes si bien recuerdo. Lo que mejor recuerdo fue el día que zarpó. Podría decir que casi toda la población parecía haber ido a despedir ese magnífico crucero ya que el puerto de mar estaba repleto de gentes.  Yo que rondaba por ese lugar en esos momentos, me subí en un camión estacionado ceca de la Comandancia de marina con intención de observarlo. Mi estatura no me facilitaba el panorama, decidí acercarme a él que gracia a mi esquelético cuerpo  pude  meterme entre el púbico y ponerme muy cerca de la escala del barco. Me llamaba mucho la atención porque tenía como dos grandes esfera de acero que tendrían que ser cañones. Como niño me encantaba mirar tal técnica.  Pero lo que mejor recuerdo es lo siguiente.

Mirando los marinos argentinos subir al barco a la llamada de sus sirenas  viéndolos todos sonrientes  porque regresaban a su país y fueron bien recibidos en el nuestro. Recuerdo sobre todo uno de ellos, un joven alto de ojos azules que me miró con una sonrisa que yo nunca había recibido a parte de las de mi madre. Al mismo  tiempo me entregaba algo que nunca me lo esperaba.  Puso en mi mano el primer trozo de queso que yo comí en mi vida a mis doce años de edad. Ese gesto tan humano me hizo amar esa nación Argentina a la que sigo queriendo.

Sé positivamente que esto que relato no tiene valor por salir de los recuerdo de un anciano mendigo gaditano. Solo intento recordar algo que ocurrió por fanatismo político; procurando al mismo tiempo no olvidemos esas víctimas.  Recordarla con amor y perdonar los culpables. Mis respetos por los familiares que aún existan y mi agradecimiento el pueblo Argentino de Antonio Guardia “NIÑODENADIE”

Remitido por Leonor Villegas  para La Memoria Viv@ y Escrito por Antonio Guardia.


Juan Negrín sigue en la brecha…

julio 24, 2011
Carmen Negrín en Vélez Málaga. | Romero

Carmen Negrín en Vélez Málaga. | Romero

Adriano Espinal | Vélez Málaga

El fisiólogo y refutado médico que acabó siendo presidente de España en el exilio Juan Negrín amenaza con poner sobre la mesa documentos que aclaren diversos aspectos del convulso final de la República. Casi 200.000 documentos inéditos están a punto de salir a la luz a través de la fundación Juan Negrín producto de la recopilación e investigación a partir de los textos que los exiliados del gobierno español se llevaron consigo.

Cuando los altos cargos del gobierno español abandonaron el país todos tenían el pensamiento de volver. De que se restablecería la cordura. Por eso, marcharon al exilio con los documentos e informaciones que sus cargos ostentaban. El objetivo era que no cayeran en manos golpistas y fueran destruidos. Instaurado Franco en el poder, sólo les quedó la opción de guardarlos.

Ahora, la fundación Juan Negrín está a punto de publicar casi 200.000 de esos documentos que ni siquiera estaban en los archivos españoles. Todo se coordinará desde la nueva sede del organismo en Las Palmas de Gran Canaria –lugar de nacimiento de Negrín– y contará también con exposiciones fotográficas fijas e itinerantes.

La nieta del político estuvo ayer en Vélez Málaga para participar en el curso de niños a hijos del exilio: la forja de una identidad y al término de su intervención comentó la negativa parlamentaria a la proposición de ley que pretendía reformar la Ley de Amnistía de 1.977: «Sería seguir las normas internacionales, nada más. En las normas internacionales hay amnistía para ciertas cosas, pero no para todas. Los crímenes de guerra y los genocidios no son amnistiables».

«Francamente, dudo mucho que se derogue la amnistía, pero por lo menos seremos unos cuantos en intentarlo y si se logra sería para el honor de España; tal vez, tuvo proporcionalmente más muertos que ningún otro país y hubo una crueldad que duró más tiempo que en otros países. Espero que lo que hace que se siga ocultando sea una mezcla entre el miedo y la vergüenza de lo que hicieron», apostilló al respecto.

La ponente también recalcó que «la influencia de la guerra está en todo» y añadió: «Hablar de dos Españas como se hace otra vez hoy en día, es un poco demagógico y una manera muy fácil de no querer afrontar el problema o rechazar un diálogo; el concepto de una democracia es que todo se puede discutir y poner sobre la mesa siempre que el objetivo sea común, que es el país, y no sólo los intereses de unos cuantos».

En lo referente a la actitud del estado sobre las fosas comunes de la época franquista, la nieta de Negrín opinó que «es una falta de respeto a los familiares y un desprecio extraordinario» el hecho de que sean iniciativas privadas las que investiguen dichos sucesos y el paradero de los cuerpos y no sea el propio estado el que asuma dicho trabajo y pida responsabilidades.

La experta también se mostró crítica con el modo de funcionamiento actual del país: «Hay cosas que han basado la estructura actual en muchas mentiras y es muy frágil, aunque la gente que lo vivió no esté viva, la estructura tiene pies de arena. Me cuesta saber que hay gobiernos que no condenan que cuatro millones de personas fueran represaliadas«.

Por último dijo no entender que «no se hable del uso de los esclavos o de los niños robados. Siempre digo que si Rajoy fuera uno de ellos… Hay que hablar con conocimiento, con referencia a textos y no solamente a direcciones políticas».

El Mundo.es

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/20/andalucia_malaga/1311182590.html